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50

BATH – La joya al suroeste de Inglaterra

Bath
Reconocida como Patrimonio de la Humanidad de la Unesco en 1987 por su valor cultural e histórico, la ciudad balneario de Bath es famosa por sus termas romanas y sus monumentales edificaciones de estilo georgiano diseñados por los renombrados arquitectos John y John Wood, padre e hijo.
James Shaw

Llega la normalidad tras dos años de pesadilla, cuando no era fácil salir de tu país a causa de esta pandemia a la que aún no hemos dejado atrás. Vuelvo a viajar por Europa y busco un destino que, además, me sirva para escribir una columna como la que leen: Bath. Una ciudad balneario en el suroeste de Inglaterra. Un lugar milenario donde los celtas se establecieron con el nombre de la diosa Sulis y en época romana fue fundado bajo el nombre latino de Aquae Sulis a mitad del siglo I. En ella había un complejo de estanques, baños y salones para descansar junto a la desembocadura del Avon.

Un domingo por la mañana saqué los billetes de avión, en la comida le comenté a mis cuñados que había organizado un viaje por el sur del Reino Unido centrándome principalmente en Bath. Entonces me contaron el incidente que tuvieron hace unos años, cuando ellos iban al mismo lugar, con una agencia de viajes que los dejó en tierra en el vuelo de ida por unos problemas burocráticos difíciles de explicar. Por la tarde había quedado con un amigo que hace una década sufrió un overbooking cuando viajaba a Bristol. Me acosté pensando en la mala suerte de ellos. Pues bien, a la mañana siguiente me entero que el mismo día de salida de mi viaje, los tripulantes de cabina de pasajeros de la compañía aérea con la que viajo han convocado una huelga. No podía ser: la historia podía repetirse. Pensé en positivo. Preparé concienzudamente el recorrido, y estudié el lugar que hoy toca: BATH.

Tras los romanos, los anglosajones llamaron a esta ciudad Badum o Badon, que significa “en los baños”, de donde procede el nombre actual de la ciudad. A finales del siglo VII se crea la Abadía que trescientos años después se convierte en Monasterio. Hubo varias reformas de este templo románico normando. En la época isabelina se restauraría como la iglesia parroquial de la ciudad, cuando Bath experimentó un renacimiento. Por otro lado, los baños fueron mejorados considerablemente y comenzó a atraer a la aristocracia. Se le concedió el estatus de ciudad por la reina Isabel I en el año 1590. A principios del siglo XVII se construye la Iglesia Anglicana de la Abadía.

El principal atractivo de Bath son las termas romanas, situadas en un edificio de interés histórico. En julio los visitantes son numerosos y hay que sacar las entradas con bastante antelación para poder visitar el Manantial Sagrado, el Templo Romano, el Baño Romano y la Casa Museo. Eso sí, no se puede bañar en sus aguas termales porque solo ha quedado como gran atracción turística, centrada principalmente en la piscina dentro de la sala hipóstila.

Yo viajaba al aeropuerto de Bristol, a una media hora de nuestra ciudad protagonista, pero tenía que lograr despegar desde Málaga. El derecho a la huelga podía fastidiar el inicio de mis vacaciones. No dormí muy bien la noche anterior a la partida. Pensé en los lugares que no podría visitar, enumeré unos cuantos hasta que me quedé dormido. Tuve un sueño muy extraño donde aparecían mariposas, gaviotas y un unicornio. Al despertar supe que no tendría ningún problema. Afortunadamente mi vuelo no se canceló.

Durante el siglo XVIII la ciudad experimentó un gran desarrollo bajo el reinado de los Estuardo, sobre todo gracias a la Reina Ana. Tuvo un gran auge ante la demanda de sus aguas termales y el creciente número de visitantes. Los arquitectos John Wood (padre e hijo) fueron los responsables del planeamiento de monumentales edificaciones de estilo georgiano. El primero construyó la Queen Square, así como Prior Park, y los paseos de North y South Parade. Comenzó el Circus, amplia plaza oval que finalizó su hijo, éste construyó el Royal Crescent (del que se habla más adelante). Los diseños de ambos fueron muy influyentes durante el siglo XVIII en Gran Bretaña.

Bath fue reconocida como Patrimonio de la Humanidad de la Unesco en 1987 debido a su gran valor cultural e histórico que intentaré desarrollar en estas líneas. Un lugar que me estaba esperando con la llamada de su atractivo, que se ha convertido en demasiado turístico, una ciudad preciosa de las que pueden encontrar numerosas reseñas en internet y que disfruté durante dos días de este mes de julio buscando una perspectiva diferente que aportara nuevos puntos de vista a los lectores de Letra Urbana, determinando la fisonomía de la ciudad, con sus barrios, edificios y puentes que ahora vemos.

Comencé mi visita por Queen Square, una plaza de casas georgianas, y primer vértice de la secuencia arquitectónica que se completa con el Circus y el Royal Crescent a los que iría por la tarde. Diseñados por los Wood dan esa apariencia neoclásica que, unido a los grandes jardines, tienen un aspecto compacto y elegante. Cerca de allí está el centro de Jane Austen, ligada a esta ciudad desde que vivió en ella cinco años a principios del siglo XIX. Desde hace décadas se celebra en septiembre un festival dedicado a la genial escritora, su espíritu se respira por doquier.

El principal atractivo de Bath son las termas romanas, situadas en un edificio de interés histórico. En julio los visitantes son numerosos y hay que sacar las entradas con bastante antelación para poder visitar el Manantial Sagrado, el Templo Romano, el Baño Romano y la Casa Museo. Eso sí, no se puede bañar en sus aguas termales porque solo ha quedado como gran atracción turística, centrada principalmente en la piscina dentro de la sala hipóstila. Al atardecer, desde fuera pude conseguir una foto con una óptica diferente donde se ve entre columnas una de las estatuas que, en la parte superior, rodean las termas.

Antes del almuerzo realicé una parada en la Abadía, convento cristiano en época sajona, que pasó a catedral en la etapa normanda. En el siglo XVII se convierte en la iglesia parroquial. Actualmente la entrada es gratuita, hay varias tumbas de personajes ilustres como la del obispo James Montagu o de Sir William Waller, pequeñas capillas (me encantó la de William Birde, prior fallecido en 1525) y numerosas lápidas conmemorativas. Destacan también sus coloridas vidrieras, sus columnas y, sobre todo, sus espléndidas bóvedas de abanico.

Al salir pasé por el Hospital of St. John the Baptist, edificio del siglo XVIII, por las Thermae Bath Spa, lugar donde sí se puede disfrutar de las aguas termales, aunque debo confesar que yo no lo hice. Intenté comer en el elegante The Pump Room Restaurant pero tenía que haber reservado con antelación, así que me dirigí a otro lugar algo más humilde. Me tomé un dulce  en el Sally Lunn´s, casa de las más antiguas convertida en salón de té y famosa porque esta refugiada francesa fundó una panadería a finales del siglo XVII y todavía sirven el panecillo hecho según la receta de ella. Luego vi el horno original que utilizaba y los restos romanos y medievales del edificio. Las ciudades que conservan su pasado consideran mejor su futuro. Eso sucede con Bath, con lugares como los que llevaba observando durante la mañana.

Los conjuntos megalíticos de Stonehenge, Avebury y sitios asociados son Patrimonio de la Humanidad desde 1986 por la importancia de estos lugares sagrados que dan pistas de cómo vivían y pensaban en aquellos tiempos.

Quise recorrer sitios menos conocidos y estuve en Beaufort Square, a uno de sus lados está la fachada original del Teatro Real, ahí observé a lo lejos, en el frontal de la fachada un león y un unicornio. Esta criatura mitológica fue el primero de los personajes de mi sueño premonitorio. Minutos después, esos mismos elementos aparecieron con mayor nitidez, cercanía y tonos dorados en el New Theatre Royal.

Después de una agotadora jornada me acosté en el apartamento donde me alojaba con un gran ventanal viendo la luna creciente y una gaviota descansando en uno de los tejados cercanos, me pareció bucólico, pero esa imagen se fue borrando durante la madrugada. Las gaviotas se multiplicaron, al menos yo oía sus fuertes chillidos que emitían, resultaba muy molesto estar escuchando los graznidos durante horas mientras intentaba descansar. Había descubierto la segunda figura de mi sueño. ¡Y de qué manera!

A la mañana siguiente tenía la excursión a Stonehenge, monumento prehistórico formado por menhires, perteneciente a la Edad de Bronce (solo siete de ellos permanecen en pie). En el centro se localiza el Altar (losa de arenisca micácea). En apenas una hora estaba en un lugar célebre que llevaba tiempo deseando conocer. Los conjuntos megalíticos de Stonehenge, Avebury y sitios asociados son Patrimonio de la Humanidad desde 1986 por la importancia de estos lugares sagrados que dan pistas de cómo vivían y pensaban en aquellos tiempos. El día nublado contribuyó a potenciar el halo de misterio de esta zona mágica y enigmática. Caminando entre turistas madrugadores y acompañado de numerosos cuervos, desde la distancia (no se puede pasear entre estos grandes bloques de piedra  repartidos en cuatro circunferencias concéntricas) intentaba abstraerme pensando en nuestros antepasados y en la energía especial que irradia el entorno.

En mi segundo día en Bath callejeé por el centro, entré en uno de los jardines georgianos,  tras una de las casas de The Circus. Es pequeño, coqueto y con un diseño simple. Tiene grava en el suelo y un panel informativo a la entrada. A continuación me llegué a la imponente  Royal Crescent, ese conjunto de viviendas adosadas que forman una media luna enorme abierta a una amplia zona ajardinada. En el nº 1 de la plaza está el museo del mismo nombre donde se puede observar el lujo de aquellos tiempos.

Me trasladé después al Parade Gardens, descansé en uno de sus bancos oyendo música y disfruté de este precioso parque. Tenía frente a mí el Pultney Bridge. Hacia él me dirigí. Es un puente de arquitectura neoclásica obra de Robert Adam. Me recordó al Ponte Vecchio de Florencia.

Al atardecer me dejé llevar por mi subconsciente y acabé en Southgate, una zona moderna de la ciudad. Calles con numerosas tiendas y, en una de ellas, apareció ante mis ojos una gran cantidad de mariposas a modo de reclamo colgadas en la parte superior que inundaban toda la vía y que, según pude averiguar, apoyaban el trabajo de una asociación benéfica. Ahí estaba el tercer elemento de mi sueño. Ya podía irme de Bath con total tranquilidad.

6 Comentarios

  1. Bien escrito, con tanto detalle que me ha despertado la curiosidad de visitar la ciudad. Ahora no es mi momento pero lo introduzco en mochila. Entretanto trataré de ir viendo los lugares que tan bien describe el autor del artículo a través de nuestro querido Google Maps, quizás mientras oigo a John Lennon cantando «Across the Univers».
    Felicidades a Antonio Villalba por su espléndida descripción.

  2. Magnífico artículo, Antonio. No conozco Bath salvo por el interés que despertó en mí la obra de Jane Austen y que me llevó más tarde a conocer algunos de los atractivos de esa ciudad, la que me encantaría visitar durante la celebración de su famoso festival Austen. Ya tiene mérito que las novelas de la escritora le hayan dado tanta fama a la ciudad y que ésta a su vez la haya aceptado y explotado culturalmente.
    Ánimo que tus escritos son amenos, interesantes y fluidos, te sirven para viajar y a tus lectores para soñar.

  3. Gracias Antonio por este currado artículo. Me has traído a la memoria recuerdos adormecidos de una estancia larga y fructífera en el Reino Unido. Enhorabuena, leerte es un lujo

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