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30

Autores y personajes inolvidables de los cuentos infantiles

Barranquilla
Una breve historia de la Literatura Infantil a través de los tiempos
The Magic of literature | Ponti55

No es fácil determinar el momento preciso en que nace la literatura, o cuándo los registros antiguos comienzan a ser considerados obras literarias. Muchos textos desaparecieron al extinguirse las culturas que les dieron origen y no se conocen documentos que ayuden a determinar cómo se desarrolló la literatura a través de la historia en los distintos lugares del mundo.  Incontables manuscritos de la Antigüedad se perdieron entre las llamas del incendio que arrasó con la Biblioteca de Alejandría, en el año 48 A.C.

Hoy en día, las librerías y bibliotecas tienen secciones especiales de libros para niños y jóvenes en todos los géneros: ficción, poesía, biografía, historia, fábulas, adivinanzas, leyendas y cuentos de hadas. Encontramos libros en diversos formatos, con sonidos y texturas, e inclusive con olores. Pero la literatura infantil apareció como forma o género independiente apenas en la segunda mitad del Siglo XVIII y se desarrolló de manera muy importante en el siglo pasado.

La historia de la Literatura Infantil es un reflejo de la cultura de cada época y lugar de origen y está estrechamente ligada a la historia de la humanidad.

La historia de la Literatura Infantil es un reflejo de la cultura de cada época y lugar de origen y está estrechamente ligada a la historia de la humanidad.

En un principio, los relatos se transmitían por tradición oral antes de ser transformados, varios siglos más tarde, en textos escritos.  En la Edad Media y el Renacimiento leer era un privilegio de muy pocos adultos y niños.  En esa época, en realidad, no se reconocía a la infancia como una etapa con características y cualidades propias.  Los escasos libros de poesías y cuentos tradicionales no estaban pensados para el público infantil y tenían una clara tendencia didáctica para inculcar buenas costumbres y creencias religiosas. Se trataba básicamente de abecedarios, silabarios, bestiarios  (relatos, descripciones e imágenes de animales reales o fantásticos) y catones, esos libros de sentencias y normas de comportamiento social y religioso, con  ejercicios de lectura para los principiantes.  Muestra de la producción literaria de aquel entonces son los Proverbios de Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana, escritos por  encargo del Rey Juan II para su hijo, el príncipe Enrique, futuro rey Enrique IV de España.

Con la invención de la imprenta moderna los niños tuvieron acceso a libros que hasta ese momento sólo se conocían en su versión oral. Entre los primeros encontramos  adaptaciones de los libros sagrados, como el Antiguo Testamento para los niños, de Hans Holbein (1549), la traducción al castellano de las Fábulas de Esopo, con grabados en madera, el Fabulario de cuentos antiguos y nuevos de Sebastán Mey (1613)  y, en Francia, las Fábulas de Jean de la Fontaine (1688).

Con la llegada de los Siglos XVII y XVIII apareció la fantasía en los cuentos infantiles.
En 1658 se editó en Alemania el Orbis Sensualium Pictus (El mundo en imágenes), del monje y pedagogo checo Amos Comenio. Revolucionario dentro de la literatura infantil, este texto en imágenes se publicó en cuatro idiomas, latín, alemán, italiano y francés y es considerado el primer libro ilustrado para niños y precursor de la utilización de técnicas audiovisuales en el aula.
Charles Perrault publicó en Francia sus Cuentos de antaño (1697), relatos populares franceses y leyendas tradicionales célticas a los que añadió una moraleja. Conocidos también como Cuentos de mamá Oca, incluyen los clásicos  Piel de asno, Pulgarcito, El gato con botas, La Cenicienta y Caperucita Roja.

Con la invención de la imprenta moderna los niños tuvieron acceso a libros que hasta ese momento sólo se conocían en su versión oral.


Entre las pocas autoras que se conocen se encuentran Madame D’Aulno con El pájaro azul y El príncipe jabalí, y  Madame Leprince de Beaumont  y su hermosa obra La bella y la bestia(1757). Por aquel entonces se popularizaron también las narraciones de Las mil y una noches, célebre recopilación de cuentos tradicionales del Oriente Medio que utiliza la técnica del relato enmarcado, donde  la historia principal de Scheherezade sirve de marco a los demás relatos.

the light of youth | Ponti55En Inglaterra aparecieron dos libros de gran trascendencia: Robinson Crusoe (1719) de Daniel Defoe,  y Los viajes de Gulliver (1726), de Jonathan Swift que, aunque escritos para adultos, adquirieron gran popularidad entre los niños, que poco a poco los adoptaron como propios.

 

Hasta este momento, no se reconocía a la infancia como una etapa distinta a la del adulto.  Fue en el Siglo XVIII que el pensador francés Jean-Jacques Rousseau planteó en su Emilio (1762) que  el niño no es un adulto en miniatura,  que tiene características propias y una concepción diferente del mundo,  idea me remonta a la publicidad de un medicamento contra la gripa, muy de moda hace varios años: “Su hijito no es un adulto chiquito, ni su resfriado es la mitad de un resfriado.”

La aparición de este concepto produjo una de las transformaciones más profundas de la sociedad occidental.  Existía, en aquella época, una alta mortalidad infantil y, en las grandes ciudades, cuando los padres morían o eran extremadamente pobres, los niños se veían obligados a trabajar para mantenerse o mantener a su familia. Los chicos debían trabajar en fábricas y minas, las niñas debían dedicarse a la prostitución o laboraban en talleres de trabajo esclavo, donde  a cambio, sólo recibían alimentación.

A comienzos del siglo XIX, el Romanticismo y su exaltación del individuo favorecieron el auge de la fantasía, poniendo al alcance de los niños un mundo mágico poblado de duendes, hadas, fantasmas y brujas inspirados en la tradición popular.

Rousseau  atacó al sistema educativo de su época, sosteniendo que los niños debían ser educados en base a sus intereses y no a través de una estricta disciplina.  Filósofos y pensadores de la época comenzaron a considerar que el niño necesitaba su propia literatura, aunque todavía con fines didácticos.  En España, Félix Mª Samaniego escribió sus Fábulas (1781) y Tomás de Iriarte sus Fábulas literarias (1782). Sin embargo, habrían de pasar muchos años hasta que la sociedad reconociera los derechos fundamentales de los niños. 

Siglo XIX. El descubrimiento del niño

A comienzos del siglo XIX, el Romanticismo y su exaltación del individuo favorecieron el auge de la fantasía, poniendo al alcance de los niños un mundo mágico poblado de duendes, hadas, fantasmas y brujas inspirados en la tradición popular.

Originarios de Alemania, los hermanos  Jacob y Wilhelm Grimm, escribieron sus Cuentos para la infancia y el hogar (1812-1822), en los que aparecen los personajes inolvidables de Pulgarcito, Barba Azul, y Blancanieves.

Al danés Hans Christian Andersen le debemos La sirenita, El patito feo, El soldadito de plomo, La vendedora de fósforos y muchos otros.  Sus Cuentos para niños (1835) conjugan calidad literaria y su sensibilidad para tratar los sentimientos de sus personajes.

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El inglés Edward Lear, iniciador del nonsense o literatura del absurdo, fue uno de los primeros autores en apreciar la imaginación de los niños y su capacidad de pasar de la realidad a la fantasía sin ninguna dificultad.  Muchos expertos consideran que Lewis Carrol logró la perfecta combinación entre fantasía y humor con  Alicia en el país de las maravillas (1865) y atribuyen la popularidad de esta obra a la profunda percepción psicológica unida a la lógica que late bajo la fantasía y, que sólo un matemático como Carrol,  pudo utilizar de forma tan atractiva.

Oscar Wilde continuó la tradición romántica de los cuentos de hadas con sus obras El príncipe feliz, El gigante egoísta y El ruiseñor y la rosa, entre otras.

En la segunda mitad del siglo XIX se afianzó la novela de viajes y aventuras al aparecer Robert Louis Stevenson con La isla del tesoro (1883), Rudyard Kipling y El libro de la selva (1894), y Julio Verne con sus novelas científicas que se adelantaron al futuro: De la Tierra a la Luna, Veinte mil leguas de viaje submarino o Viaje al centro de la Tierra.

El estadounidense Mark Twain nos regala el personaje de Tom Sawyer, un niño corriente, que se aleja mucho de la imagen de modelo que preconizaba la literatura infantil hasta ese momento (Las aventuras de Tom Sawyer,  1876).

En el Siglo XXI la literatura infantil llega a la madurez y alcanza la autonomía con la aparición de escritores que elaboran mucho más sus personajes, les dotan de vida interior y les hacen crecer a lo largo de la obra, tomando en cuenta la psicología del niño, sus intereses y sus vivencias.  


En España, el padre Coloma creó el famoso Ratón Pérez, inspirado en la leyenda popular (Lecturas recreativas ,1884) y,  en Italia, aparece otro de los grandes protagonistas de la literatura infantil universal, Pinocho (1883), como símbolo de la evolución hacia la toma de conciencia por parte del niño, obra con la que su autor, Carlo Collodi, se adelantó a  las nuevas tendencias de la literatura infantil del Siglo XX.

El libro infantil, el gran protagonista

En el Siglo XX la literatura infantil llega a la madurez y alcanza la autonomía con la aparición de escritores que elaboran mucho más sus personajes, les dotan de vida interior y les hacen crecer a lo largo de la obra, tomando en cuenta la psicología del niño, sus intereses y sus vivencias.

Aparecen en este siglo algunos de los personajes más famosos de la literatura infantil: Peter Pan (James M. Barrie, 1904)  el niño eterno, que no quiere crecer y conoce el mundo secreto que se esconde tras la realidad;  Winnie, the Pooh (A. A. Milne, 1927),  Pippa Mediaslargas (Astrid Lindgren, 1945), la niña libre, generosa  que nunca se aburre.

La lista de títulos y autores es, en realidad,  muy extensa y, por supuesto, totalmente subjetiva. Mencionaré sólo algunos libros que, con su creatividad y su fantasía revolucionaron la literatura infantil y que se han constituido en punto de referencia fundamental, tanto para los niños como para los adultos:  El principito (1943), del aviador y novelista francés Antoine de Saint-Exupéry, un personaje fascinante y poético; Marcelino pan y vino (1952), de José María Sánchez Silva, un cuento de raíces religiosas y características muy españolas;  Gianni Rodari, autor de La gramática de la fantasía (1973) y su defensa de los libros nacidos de la imaginación y para la imaginación; Michael Ende, Momo (1973) y La historia interminable (1979), cuyo protagonist  Bastián Baltasar Bux se cuestiona , “¿qué pasa realmente en un libro cuando está cerrado?  Si dentro sólo hay letras impresas sobre papel ¿cómo es que, al abrirlo, aparece de pronto una historia completa?”
Autores como Judy Blume (¿Estás ahí, Dios? Soy yo, Margaret, 1970), Susan E. Hinton (La ley de la calle, 1968) e Irene Vasco (Paso a paso, 1995)  tratan con realismo los problemas de los adolescentes.

El boom de la literatura infantil y juvenil de España, en la década de 1975 a 1985, produjo algunos de los nombres más significativos de la actualidad como Fernando Alonso (El hombrecito vestido de gris, 1978); Consuelo Armijo,  representante del nonsense español; Joan Manuel Gisbert y su novela fantástica de ciencia ficción, (El misterio de la isla de Tokland, 1981); el prolífico Jordi Sierra i Fabra y su novela realista, (Noche de viernes, 1994), y Juan Farias (Algunos niños, tres perros y más cosas , 2006).

Parece haber una seria contradicción en la actualidad entre la exigencia de los editores de literatura infantil y las expectativas de los padres de familia, y la realidad a la que están expuestos los jóvenes y niños día a día.

Entre los autores latinoamericanos que han alcanzado prestigio internacional encontramos a los colombianos Ivar Da Coll (Tengo miedo, Torta de cumpleaños ) , Jairo Aníbal Niño (La alegría de querer: poemas de amor para niños, 1986),  Francisco Montaña Ibáñez (La Muda, 2011), las brasileñas Lygia Bojunga Nunes (Zapatos de tacón, 2008)  y Ana María Machado (Niña Bonita, 1994); de Argentina, María Teresa Andruetto (El árbol de lilas, 2006) y los mexicanos Juan Pablo Villalobos (Fiesta en la madriguera, 2010) y Juana Inés Dehesa (Pink Doll, 2014).

writers block by ponti55Una mención especial merecen los llamados libros álbum (conocidos en inglés como picture books), escritos e ilustrados por un mismo autor. Se destacan los libros de Maurice Sendak (Donde viven los monstruos, 1963),  Anthony Brown (El Túnel, 1989) con su asombroso manejo de la intertextualidad y su mezcla de realismo con toques surrealistas y fantásticos, además de  Tomie dePaola (Oliver Button es una nena,  2010 ) Ezra Jack Keats (Snowy Day, 1962) y Robert McCloskey (Make Way for Ducklings, 1941).

Donde viven los monstruos (Where the Wild Things Are, 1963),  obra con la que Sendak adquirió renombre dentro del campo de la Literatura Infantil generó duras críticas por parte de padres y pedagogos, que consideraron que los monstruos de Sendak podían asustar a los pequeños.  Para el autor, los adultos que cuestionan la obra “son personas que tienden a sentimentalizar la infancia, a ser sobreprotectores y a pensar que los libros para niños han de amoldar y conformar la mente a los modelos aceptados de comportamiento, logrando niños sanos, virtuosos, sabios y felices”.

Estas declaraciones  tocan un punto crucial: Parece haber una seria contradicción en la actualidad entre la exigencia de los editores de literatura infantil y las expectativas de los padres de familia, y la realidad a la que están expuestos los jóvenes y niños día a día.  Hay personas empeñadas en proteger a los niños de lo que creen peligroso que exigen del artista que su obra sea coherente con lo  que los especialistas consideran correcto para los niños. Pero los niños saben más de lo que la gente supone y están dispuestos a enfrentar temas dudosos que los adultos quisieran que no conocieran.

“Nosotros [los que hacemos libros ilustrados] debemos proteger a los niños y, sin embargo, no están protegidos de otras cosas. […} Nadie los protege de la vida porque es imposible hacerlo. Todo lo que tratamos de hacer seriamente es hablarles acerca de la vida. ¿Qué hay de malo en esto? Y, de todas maneras, ya saben de la vida»  – afirma Sendak.

 

3 Comentarios

  1. La literatura fantástica existe desde que el hombre alcanzó una imagen abstracta, lo que significa su reproducción, su multiplicación, la universal esencia de hacer hijos, parir imaginación, que ellos potencian en su mejor siembra por todos los padres que anteceden, es la dimensión de la inteligencia y la civilización.

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