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37

“La literatura tiene una relación oblicua con lo real”. Entrevista a Pablo Brescia

Bradenton
El escritor regresa a la feria del libro de Miami para conmemorar a Gabo

Pablo Brescia (1968-) es escritor y profesor de literatura. De origen argentino, está radicado en Estados Unidos desde 1986. En sus cuentos encontramos talento literario amasado con la convicción de quien cree en lo que escribe y un agudo pensamiento crítico. Sus historias van a donde no cualquiera sabe llegar. En mayo de este año salió a la luz su tercera colección de cuentos La derrota de lo real.[1] Los dieciséis relatos de Brescia entremezclan géneros —policial, ciencia ficción—, registros —surrealista, realista— y trabajan también con la metaficción. Junto con esta “derrota de lo real por lo imaginario” (como ha descrito el volumen Naief Yehya), los cuentos de este libro indagan en la vida, la muerte, la creatividad y la crítica literaria desde la plataforma de la ironía.

Próximamente, Pablo Brescia viene a Miami a participar del panel organizado conjuntamente por la Feria del Libro y Letra Urbana. Junto al escritor Juan Carlos Botero y la Dra. Suzanne Jill Levine, conmemorarán los 50 años de Cien años de soledad.

¿Cómo valoras tu trayectoria desde tu primera colección de cuentos La apariencia de las cosas (1997) hasta, veinte años más tarde, con La derrota de lo real (2017)? ¿Siempre trabajaste con varios registros literarios? ¿Tuviste que derrotar lo real o el realismo en tu propia obra? 

Nunca me puse a pensar en mis libros como parte de una trayectoria pre-determinada y con una cierta duración. Es cierto, son veinte años, con cuatro libros. Pero esos números hablan poco de lo que es desplegarse literariamente. La producción ha sido continua; la publicación, un tanto menos. Los tiempos de la literatura no son los de la vida o, al menos, no los de la mía. Por otras parte, creo que con este último libro cierro una trilogía que intenta cuestionar literariamente nociones de tiempo, espacio y realidad, y así contesto la pregunta sobre el realismo. La literatura que vale la pena tiene una relación oblicua con lo real, siempre promete decirnos algo más; de allí que haya una “lucha” con lo real, aquello que se nos presenta como, a la vez, demasiado e insuficiente. En cuanto a los diversos registros literarios, trabajo con los moldes de lo fantástico, el policial o el horror para deconstruirlos y llevarlos fuera de las recetas.

América Latina en general y Argentina en particular tienen un caudal cuentístico reconocido. Como estudioso del género y de la teoría del cuento y como escritor te dedicas casi exclusivamente a la narración de extensión breve; ¿por qué el cuento?

En El narrador, Walter Benjamin hablaba de la catástrofe de la experiencia ante el imperio de la técnica y lo asociaba a la pérdida de la artesanía de la narración.   Señalaba por ejemplo, cómo la novela, el género de

Narrar es una manera de pasarse la vida demorando el final ¿no?

nuestro tiempo, dependía del soporte del libro. El cuento depende del narrador y tiene una capacidad de transmisión oral que jamás perderá. Me gusta mucho ese aspecto del género y también la posibilidad que ofrece de poder condensar ideas y mundos sin necesidad de explicar demasiado. Enseño cuentos, leo cuentos y escribo cuentos; mis escritores de cabecera (Poe, Chéjov, Hemingway, Flannery O’Connor, Carver, Dick, Borges, Cortázar, Ocampo, Arreola, Monterroso, Piñera, Pacheco, Piglia, Bolaño) son excelentes cuentistas. Eso no quita que desee escribir una novela.

Como escritor y profesor universitario operas desde el lado de la creatividad y de la crítica literaria. Se conoce la función tradicional del crítico como evaluador de obras; sin embargo, en tu cuento de La derrota de lo real, Pequeño Larousse de escritores idiotas, se presenta un texto que de alguna manera nos devuelve la pelota ironizando el trabajo crítico. ¿Nos puedes comentar un poco tu doble oficio y este juego?

Mi circulación académica es más amplia que la literaria y ambas parecieran transitar por carriles paralelos; a mí me gustaría que se las pensara a la manera de Crítica y ficción de Piglia, por ejemplo. Maneras de leer y de escribir no antagónicas, muchas veces complementarias. Cuando hablo del proceso de la escritura, digo, un poco en broma, que implemento la “teoría de los dos sombreros”: me pongo uno para hacer crítica y otro para crear ficción. En el mejor de los casos, los discursos se aparean y es una relación feliz. A veces no es tan así. Pero las entiendo como prácticas que se cruzan en un núcleo básico: pensar la ficción y la crítica como maneras de resolver un interrogante o un problema. En el caso del relato que mencionas, la idea era ahondar en esa pasión tan insólita que es la literatura desde el discurso de la crítica literaria, que a veces menosprecia lo que tiene valor y otras veces infla algunas obras, escritores o tendencias que no me aportan nada.

Cuentos como Gestos mínimos del arte y El señor de los velorios reflexionan acerca de la inspiración de la creatividad literaria: sea a través de la lectura, la vida cotidiana o las vidas de otros. ¿Nos podrías hablar un poco sobre las inspiraciones –vivenciales o a través de lecturas– para algunos de estos cuentos?

Pasa algo muy notable cuando estoy escribiendo ficción que, imagino, le pasa a muchos: todo se transforma en literatura, es decir, en susceptible de ser pensado, articulado y finalmente escrito como literario. Ya he dicho que no puedo escribir sin estar leyendo algo; tampoco uno puede evitar vivir, ¿no? En el caso de Gestos    mínimos del arte, leía un librito que compré en Buenos Aires que era parte de una colección sobre ciudades vistas por escritores. Uno era sobre Venecia y ahí me entero de la historia de Tiziano y comienzo el relato. Con El señor de los velorios la historia es totalmente diferente; este era un texto de Harry Bimer, mi alter ego, en No hay tiempo para la poesía y de allí surge el personaje; siempre me quedó la idea de que había una historia escondida allí que pugnaba por salir y entonces traté de liberarla. Es un intratexto, si se quiere. Tanto la vida como la literatura me traen imágenes, frases, ideas, personajes: cobijo esos elementos y, después, con ese barro del que seguramente también estoy hecho, intento crear algo.

Los juegos de la vida y la muerte tienen importancia en La derrota de lo real, como en el cuento filosófico Nada personal que escenifica el más allá, o el cuento surrealista Los monólogos de la placenta que resalta el principio de la vida en este órgano misterioso. ¿Cómo te acercas a estos temas filosóficos en tus relatos?

A riesgo de sonar pretencioso, me pregunto: vida y muerte —¿hay otro tema sobre el cual escribir? Narrar es una manera de pasarse la vida demorando el final ¿no? Pero lo que me interesa de la pregunta es que hayas usado la palabra “juegos”. Estudié filosofía antes que literatura y la filosofía fue mi primera entrada a los misterios del mundo y de la existencia. “Vivir sólo cuesta vida”, dice un grupo de rock argentino, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Es así, pero hay algo más que eso, me parece. Allí entra la idea de juego, de proponerse reglas, objetivos, triunfos y derrotas,  diversión y pasión ante la total indiferencia del universo. Nada personal, por ejemplo, puede ser visto como mi versión del infierno, algo que ya había tratado de un modo muy distinto en un cuento de Fuera de lugar, La belleza sobre mis rodillas. Y en   Los monólogos de la placenta intenté acercarme al cuerpo femenino y a la gestación bajo la idea de una especie de invasión extraterrestre. Al fin y al cabo, son aproximaciones al peso de lo real. Y la literatura tiene mucho para decir sobre  eso.

 

[1] Ha publicado La apariencia de las cosas (1997, UNAM); Fuera de lugar (2012, Borrador Editores; 2013, UNAM); y las antologías ESC (2013, Suburbano); y Gente ordinaria (2014, Ediciones Carton-ERA). También publicó el libro de textos híbridos No hay tiempo para la poesía (2011, Tantalia) bajo el pseudónimo de Harry Bimer, La derrota de lo real (2017, ha sido publicada simultáneamente en EE. UU. por Suburbano Ediciones y en México por Librosampleados).

 

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