Edición
37

Don Yoni. Los efectos liberadores del arte

Miami
Cuando la vida cobra sentido a través de los pinceles.

 

Cuando fui invitada a la exposición titulada Under the Sea with Don Yoni, del artista Jonathan Aizenstat, se estaba descubriendo  un mural que pintó en un consultorio médico, JAWS Podiatry de Hollywood, Florida. El proyecto, concebido inicialmente por Jeffrey Shub, M.D., pretendía romper con el molde tradicional de lo que es un consultorio, y transformarlo en un espacio donde el paciente se pueda sumergir en otro mundo y no sentir miedo ni aprehensión.

A pesar de la cantidad de gente – se calcula que asistieron unas 150 personas – la madre de Jonathan, Bea (Beatriz Aizenstat) me recibió, y sabiendo mi inclinación por las artes, me hizo un recorrido por todo el proceso que llevó al producto final, una especie de pecera mágica que nos transportaba a otro mundo de vivos colores y curiosos personajes marinos, una realidad alternativa que tantos nos vemos obligados a crear para poder sobrellevar lo cotidiano.

Las maquetas elaboradas a escala con ayuda de su hermano Adrián Aizenstat, encargado de colaborar con la supervisión y otros aspectos logísticos necesarios para que el tema que Jonathan había escogido funcionara en el espacio, se exponían con lujo de detalle, demostrando la complejidad del proceso que tomó un total de 62 días, de los cuales 48 fueron trabajando en el lugar.

El evento tuvo como objetivo crear conciencia sobre las enfermedades neurológicas a través del arte, e incluyó una demostración de dibujo en vivo, una discusión, y venta y firma de libros, cuyas ganancias fueron destinadas a la Alianza para Tubero-Esclerosis para ayudar a encontrar una cura a esta enfermedad, condición que padece Don Yoni.

El tema fue bastante estudiado, y tanto Don Yoni como Adrián se preocuparon por cumplir con las expectativas, abriendo espacio para futuros proyectos, entre los cuales se perfila una obra pública en Pompano Beach y una colaboración con la marca de carros Lamborghini.

Pero la madre de Yoni no solo me explicó el proceso artístico que dio origen al proyecto, sino que la historia se extendió a la evolución personal de Jonathan, desde el momento en que éste decidió involucrarse en las artes plásticas convirtiéndose en el artista actual que se apoda Don Yoni. Con lágrimas en los ojos revisamos dos libros infantiles que el artista ha publicado y repasamos las carpetas con más y más dibujos, donde se perfilan otros libros más. 

La carta es de los testimonios más impactantes que he tenido entre mis manos, y me sorprendió ver la dimensión del problema de una manera tan gráfica y tan poética

Lo interesante que muestra la obra de Don Yoni es su evolución, que se aprecia en el trazo, la complejidad que van cobrando las imágenes y la introducción de nuevos caracteres. Con el paso del tiempo los dibujos se han hecho más sofisticados, y mientras la madre relataba la historia, y yo observaba, recordé otra exposición reciente en el Cortemporary Art Institute sobre Susan Te Kahurangi King, artista australiana con un problema de autismo para quien el arte era la única forma de comunicarse con el mundo exterior.

La historia de Susan, sustentada por un excelente documental, muestra el caso de una mujer, hoy día en los 60, que desde los cuatro años de edad dejó de hablar y empezó a dibujar. Al igual que Don Yoni, su familia fue guardando los dibujos, hasta coleccionar miles de ellos que un día, muchos años después, fueron descubiertos por un curador australiano, Chris Byrne, terminando expuestos en los más importantes museos del mundo.

Aunque el problema de Yoni es otro, y él se puede comunicar verbalmente, encontré muchas similitudes en cuanto al valor del arte como medio de expresión en personas con discapacidad. Esta fascinante y emotiva introducción que me hizo Bea, me llevó a indagar aún más sobre la evolución artística de este personaje, concertando una entrevista posterior.

Jonathan es el mayor de los dos hermanos, pero se fue convirtiendo, desde muy temprana edad en el menor, debido a las circunstancias que lo aquejan. Cuando llegué a su casa para la entrevista personal, Bea me recibió con una impactante carta escrita por Adrián cuando solo tenía 16 años, un testimonio desgarrador que deja constancia de su proceso de transformación en el hermano mayor.

Bea me hizo leer la carta en voz alta, cosa que me sorprendió por lo íntimo de su contenido. Pero como ella misma manifestó más adelante, “ya no hay secretos. Los hubo por mucho tiempo, pero ya no”. Y al ver mi sorpresa y escuchar mi voz entrecortada continuó: “Para que te hagas una idea de lo que es vivir con un hijo como Jonathan”.

La carta es de los testimonios más impactantes que he tenido entre mis manos, y me sorprendió ver la dimensión del problema de una manera tan gráfica y tan poética, contada por Adrián, cuando era aun tan joven. La convivencia tiene que haber sido muy fuerte para que un muchacho de esa edad se exprese de esta manera, y ni hablar de lo que han vivido los padres, porque no hay palabras suficientes para expresarlo.

Solo cuando Jonathan se involucra en el mundo del arte y se convierte en Don Yoni,  la situación empieza a cambiar.

Jonathan nació en Bolivia en 1983. “El medio era muy cerrado y no se aceptaba a una persona diferente. Tomó mucho tiempo y muchos viajes consultando especialistas hasta que supimos exactamente sobre su condición”, dice Bea.

Jonathan sufre una enfermedad conocida como Complejo Tubular Esclerótico, un desorden genético que produce tumores en diferentes órganos del cuerpo, incluyendo irregularidades en el cerebro, con ataques epilépticos y crecimientos anormales en la piel llamados angio-fibromas. “Descubrimos anomalías durante el primer año de vida y desde ese entonces ha sido una odisea. Estos niños son más manejables mientras son pequeños, pero las cosas se van complicando con la edad” expresa Bea.

Dicha condición convirtió a Jonathan en víctima permanente de acoso por parte de sus compañeros en la época escolar. No solo fue motivo de burla para los amigos sino que se aprovechaban de su estado para despojarlo de lo que pudieran, de su comida, de sus pertenencias, y de su autoestima, para no hablar de los episodios de abuso físico.

Los avances terapéuticos que la familia encontró cuando terminaron mudándose a Miami, cuando Jonathan tenía 11 años, permitieron aliviar en parte las terapias médicas, pero la parte social se complicó, convirtiéndose aún más en víctima de abuso. A medida que pasaba el tiempo y las actividades cambiaban, se presentaban nuevos retos y problemas mayores. “Gracias a Dios la memoria empieza a fallar y no te acuerdas de tantas cosas malas”, confiesa Bea.

En Miami Jonathan logró encontrar algunas actividades que le permitieran ser útil a la comunidad, pero no duraba en ellas. Su condición le impedía evaluar las cosas bajo la perspectiva de una persona “normal”, y en varias ocasiones terminó metiéndose en problemas, como cuando trabajó en una guardería, o trató de entrar de voluntario en un hospital.

Era muy difícil encontrar una actividad donde pudiera permanecer sin que surgieran contrariedades. Tomó clases de guitarra, pero sólo sirvieron para que tuviera alguien con quien hablar. Después empezó a tomar clases de cerámica, que fueron muy buenas, y es cuando su padre empieza a insistir en los dibujos para la publicación de libros infantiles.

También encontramos un buen terapeuta que lo ayuda a salir de su zona de confort y lo impulsa hacia actividades más desafiantes, como ponerlo en contacto con un artista y aprender a manejar, cosa en la que su padre insiste para que pueda tener más independencia.

Solo cuando Jonathan se involucra en el mundo del arte y se convierte en Don Yoni, nombre inspirado en su apodo, la situación empieza a cambiar. Poco a poco se va dando una transformación radical que se hace extensiva a toda la familia. “Las personas especiales no tienen dignidad” dice Bea “y la sociedad es el peor virus, que convierte la dignidad en algo titánico”.

Don Yoni empieza a dibujar y pronto su familia se da cuenta que los dibujos relatan una historia. Es así como se imponen la tarea de compilarlos y encuentran a Gwynne Ross, una fotógrafa y escritora en Houston, a quien asignan la escritura del texto, con el cual conforman el primer libro titulado No time for Pizza, orientado a niños entre los tres y los cinco años.

Cuando Yoni se da cuenta que no es un solo libro, sino que es toda una producción y que la gente lo empieza a adquirir, su actitud cambia y empieza a crear más y más obra. “Antes dormía mucho por la medicación, y ahora dejó de dormir, dedicándose más y más a sus dibujos. Ahora lo tengo que llamar tres y cuatro veces para que venga a comer de lo concentrado que está”.

Poco después sale su segundo libro titulado Visit to the Zoo, también con textos de Ross. Don Yoni es invitado por la División de Educación Especial de Miami Dade Public Schools para hacer exposiciones y foros, y recibió una carta de reconocimiento del Gobernador de la Florida, Rick Scott por su determinación a salir adelante, siempre con la ayuda y los esfuerzos de su familia.

La vida de Jonathan de repente cobra sentido y empieza a creer en si mismo. Trabaja de día y de noche “no sé de dónde saca todos sus personajes”, dice Bea, “pero hasta su postura física cambió. Ahora Jonathan ocupa un espacio que antes se sentía vacío. También nos dimos cuenta que Yoni crea un personaje que se hace presente en todos sus dibujos, y creemos viene a ser él mismo”.

Don Yoni es amante del cine, actividad que durante un tiempo ocupó gran parte de sus días y que le ha servido para transportarse a otros lugares y a otros tiempos, lejos seguramente de este mundo hostil, que por principio lo considera ajeno y lo discrimina. Cuando le preguntamos si el cine ha tenido influencia en las figuras que exponen sus obras de arte, él no está seguro, pero es muy probable que así sea.

También la música ha sido importante para Don Yoni. En una época experimentó con la guitarra y le gusta el rock alternativo. Sin embargo cuando pinta no escucha música porque la pintura lo absorbe completamente, y no necesita de otros estímulos, como él mismo lo confirma.

…hay poesía en su obra… su imaginación no tiene límites

Bea piensa que hay poesía en su obra. “La técnica se aprende” dice, “con la escultura aprendió el concepto de volumen y acerca de los espacios negativos, pero el alma y el mensaje es la parte poética que no se aprende, y es lo que muestran estas pinturas y dibujos”.

Don Yoni, como buen artista, tiene altibajos emocionales que se manifiestan en su obra. Como él mismo lo confirma, las imágenes parecen salir solas de su cabeza y no sabe definir exactamente qué las inspira. Probablemente un poco de todo. Lo importante es que el arte le ha mostrado una cara de la felicidad que no había experimentado antes, lo ha hecho sentir útil, y le ha permitido ocupar un lugar tanto dentro de su núcleo familiar como en la sociedad.

Hoy día Don Yoni tiene 34 años, y el arte le ha proporcionado dignidad a su existencia. Maneja solo hasta sus clases y a veces pinta hasta las 5 de la mañana. Su imaginación no tiene límites y recientemente conoció el amor, otra experiencia significativa y bien merecida en su atormentada existencia, y aunque los problemas no terminan y no terminarán nunca, Don Yoni y su familia han empezado a vislumbrar un rayo de luz al final del túnel.

3 Comentarios

  1. Bella forma de expresar una misión larga y dificil, que nos toco llevar adelante durante 34 años, y aun nos falta mucho por recorrer. Gracias Gisela.

  2. Muy conmovedor tu artículo, Gisela. Es increíble cómo la vida le da a uno oportunidades. Lo importante es reconocerlas y salir adelante. Buenasuerte, Don Yoni!! Sigue de frente y conquista el mundo!

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