En su paso por Miami para participar de la Feria del libro, conversamos con el ganador del Premio Alfaguara de Novela 2017.
Ray Loriga (Madrid, 1967) desarrolla una prolífica carrera como escritor, guionista, director de cine y también autor de un libro para niños. Ya desde su primera novela, Lo peor de todo, contó con gran una aceptación de la crítica. Fue considerado un enfant terrible, por sus dos primeras novelas, y en particular, por Héroes, (1993), una historia acerca del mundo de las drogas, ambas escritas con un estilo que resultó una revelación en su país.
Loriga, con su lenguaje de tipo existencialista en obras como Caídos del cielo, y Tokyo ya no nos quiere – al modo de los autores norteamericanos Jack Keruac o Raymond Chandler-, fue reconocido en toda Europa, marcó una época en la literatura española y pronto se convirtió un referente para la llamada Generación X.
Pero, Ray Loriga hoy es un escritor con otro estilo. En Rendición, una novela distópica, no exenta de cierto humor y que es narrada por un protagonista que vive una experiencia orwelliana, encontramos evocaciones de la prosa de Rulfo. De la influencia del escritor mexicano, el autor dijo en el acto de entrega del Premio Alfaguara: “Yo no sería quien soy sin Juan Rulfo. Eso para empezar. Todo lo medianamente inteligente que salga en Rendición, probablemente lo vi, de alguna manera, en la sombra de Juan Rulfo.” La escritora Elena Poniatowska, quien presidió el jurado del premio, leyó del Acta: “A través de una voz humilde y reflexiva con inesperados golpes de humor, el autor construye una fábula luminosa sobre el destierro, la pérdida, la paternidad y los afectos”.
Tu irrupción en la escena literaria de España fue muy temprana. Te precedía una imagen de inconformista de escritor difícil de encasillar.
la vida del novelista es muy solitaria. Soledad y silencio, pueden ser agotadores. En cambio, el cine es todo lo contrario, es un trabajo de equipo, donde se juntan las sinergias de muchos artistas distintos
¿Escribías columnas o ficción?
Escribía ficción. La revista se llamaba El Canto de la Tripulación, el título de una novela de (Pierre) Mac Orlan. Yo era el más joven de todos ellos, que venían de lo que se llamó “la movida” madrileña y tuve la suerte de coincidir con ellos y empezar a vivir esa aventura. De alguna manera eso me dio el pequeño paso a escribir en prensa. Durante ese tiempo, entre los 18 años y veintitantos, también estaba escribiendo mi primera novela, que tuve la suerte de que se publicara muy pronto, así como también la segunda. Las dos tuvieron éxito y fueron traducidas a otros idiomas. En ese sentido pasé muy rápido de la contracultura a la cultura, no standard, pero sí visible. Bastante de prisa en cuanto a los medios en los que trabajaba.
¿Tienes alguna anécdota que refleje esa época, en la que vivías tantos cambios?
Fue todo muy vertiginoso. Para vivir, yo trabajaba en una tienda y en mi tiempo libre por la noche escribía y trabajaba para la revista. Compartía un departamento con un compañero en una zona, que ahora ha cambiado mucho, pero en aquella época era de dealers y prostitutas. Todo muy colorido, para un chico de mi edad era una aventura, una escuela de vida. De pronto me vi con mi primer libro en la reseña de Babelia, de El País, una de las publicaciones culturales más importantes y ya tratado como un escritor serio. Enseguida me tradujeron en Holanda y en Alemania. Fue todo como muy rápido y muy bonito por otro lado. Me acuerdo en el Festival Spoken Word que se hizo en Holanda, coincidir en la sala de espera con Alan Ginsberg, con J.K. Rowling y otros famosos. De pronto me vi incluido en ese grupo como un igual. La verdad es que lo recuerdo con sorpresa y con cariño, aunque ahora soy más consciente de lo que significaba.
Has incursionado no solo en novela, sino en guiones cinematográfico y dirección. ¿Cuál es la experiencia que más te satisface?
Son medios muy distintos. Nadie me obliga, pero si tuviera que elegir, sería la novela. La novela es mi primera pasión y el amor de mi vida. Lo que pasa es que hay una satisfacción muy grande a la hora de trabajar en cine, comparado con la vida de un novelista, y también una dificultad. Aunque yo lo veo más como una ventaja; la vida del novelista es muy solitaria. Soledad y silencio, pueden ser agotadores. En cambio, el cine es todo lo contrario, es un trabajo de equipo, donde se juntan las sinergias de muchos artistas distintos de todos los departamentos y entonces, de alguna manera, para mí trabajar en cine supone ir “a jugar con los otros niños” en vez de estar en un cuarto solo.
Tu novela Rendición obtuvo el Premio Alfaguara 2017. ¿Qué significó para Loriga, el novelista?
Sebastián Verón era un buen nombre, y que seguramente en el jurado nadie iba a saber quién era La Brujita.
¿Cómo surgió Rendición y cúanto tiempo te llevó escribirla?
Te voy a contestar a la segunda pregunta. Esta novela la escribí en un proceso de siete años, algo que nunca me había ocurrido. Pero no fueron años seguidos. Escribí un primer borrador en un año, año y medio, que incluso lo había mostrado a la editorial con la que suelo trabajar, que es Alfaguara. Pero no para el premio, simplemente como posible publicación. Les gustó mucho, quedé en corregirlo, pero había algo ahí que me pareció que no lo tenía cerrado. En medio, escribí otra novela que se publicó antes, Za Za, Emperador de Ibiza (2014), la anterior que publicó Alfaguara y que me llevó de gira por México, Colombia y España. Después de eso regresé a esta novela para acabarla, en otro año, o año y pico. En el proceso, entre que comencé a pensar en ella hasta que se publicó, casi pasaron siete años. De alguna manera la otra novela me salvaguardaba el tono de esta. Y funcionó bien.
Elegiste como seudónimo en el concurso literario el nombre de un futbolista argentino…
Sí, Sebastián Verón, “La Brujita”. Es que me gustaba mucho cuando jugaba, primero en la Argentina y luego en Italia. Puesto a buscar un seudónimo, no me apetecía un seudónimo literario. Hay que decir que es obligatorio presentarse con seudónimo (al concurso), y no se trata de una extravagancia mía. Entonces pensé que Sebastián Verón era un buen nombre, y que seguramente en el jurado nadie iba a saber quién era La Brujita. Yo creo que solo una persona del jurado supo quién era, porque le gusta el fútbol, pero los demás no tenían idea de quién era.
La voz del narrador de Rendición es la de un hombre común y del campo, que reflexiona sobre lo que pasa a su alrededor. Evoca a Juan Rulfo, y la distopia de la historia tiene algo de Orwell, Kafka y escritores de ciencia ficción, aunque salvando las distancias y el clima, le encontré algunos rasgos de los últimos libros de Henning Mankell.
estamos perdiendo contacto con la verdadera información, el verdadero periodismo. Es todo muy directo y conviene que así sea. Entonces mi posición era mostrar cómo afecta eso al individuo corriente.
El trasfondo de la historia de Rendición es una guerra indefinida, sin claros adversarios ni número de víctimas, si las hay. Es casi como estas guerras actuales que parecen interminables…
Quizá es, o los tiempos o la manera en que percibimos las guerras en la actualidad. Llegan noticias lejanas, que además llenan los periódicos un día, pero pronto las sustituyen otras noticias y pasan de la portada a la página 35, apenas hay algún escándalo o se casa alguno célebre. Desde la primera Guerra del Golfo, aquella que vimos con unos colores verdes, luces de bombas en una pantalla en directo, aunque no se sabía qué estábamos viendo en realidad. Eso podría haber estado pintado en la pantalla de un ordenador. Es la sensación de estar inmersos en una guerra, pero sin saber realmente qué sucede. Precisamente en la época de la información más rápida y global, creo que estamos perdiendo contacto con la verdadera información, el verdadero periodismo. Es todo muy directo y conviene que así sea. Entonces mi posición era mostrar cómo afecta eso al individuo corriente. No a un investigador de la información, ni a un periodista, ni a un intelectual, sino al hombre común, que además es víctima de la situación porque sus hijos están en la guerra. Ese hombre que no consigue saber nada más que rumores, amenazas distantes, supuestas traiciones dentro de su propio grupo que no son comprobadas ni comprobables. Y cómo eso va afectando a una persona en su mínimo entorno.
Ese es el trasfondo de la historia, y es profundo, impactante…
Sí. El punto de vista que tomé sería lo opuesto al narrador omnisciente, es el narrador que no sabe nada, no sabe lo que tiene adelante. Y por eso el lector se identifica también. La extrañeza, el desconcierto, esa sensación de miedo, de anhelo, que el hombre común puede sentir.
Tienes un montón de citas memorables en Rendición. ¿Podrías elaborar algunas de ellas? No en el contexto de la novela, sino un poco más allá. Por ejemplo: “Y de tanto verlo todo, uno ya no quiere prestar atención a nada.”
Eso me lleva al mundo en el que estamos ahora, el de las redes sociales, lo viral, tantas imágenes sin discriminación ni raciocinio de ningún tipo. Es un bombardeo donde se ve la misma imagen de lo que hablábamos antes, donde se puede ver tanto los refugiados árabes, como un perrito que le lame la orejita a un bebé, o la del señor que se cae para atrás y se mueren de la risa con él, o Kim Kardashian. Está todo ahí, como un cambalache, como lo cantaba aquel maravilloso tango. Todo da lo mismo.
parece que eres tú el que se equivoca, sientes ser el equivocado en unos parámetros que se supone que los han pensado a tu medida para que seas feliz y tú no lo consigues, de manera que no le puedes echar la culpa a quien se supone que lo pensó bien. Eres tú el que tiene el problema.
Otra cita que me interesó es: “La ciudad era perfecta, y quejarse de lo perfecto es cosa de locos”.
Es la sensación que tiene uno cuando le dicen que el mundo está perfecto, pensado para él. Sucede mucho en los grandes orbes, donde parece que todo lo han pensado para tu comodidad y confort y por alguna razón no encajas, no te adaptas. Entonces parece que eres tú el que se equivoca, sientes ser el equivocado en unos parámetros que se supone que los han pensado a tu medida para que seas feliz y tú no lo consigues, de manera que no le puedes echar la culpa a quien se supone que lo pensó bien. Eres tú el que tiene el problema.
“Una vez que se admite que Dios no lo ha elegido a uno para nada extraordinario, uno empieza a vivir de veras como se tiene que vivir.”
No creo que sea una derrota del espíritu, sino una toma de conciencia. No creerse uno el elegido para nada. Eso no niega que uno se esfuerce, pero cada uno de nosotros tiene la sensación de merecer más de lo que recibe, probablemente más que el de al lado. Y a veces hay que asumir que esto es lo que hay, y que uno no es la gran maravilla. Y a eso se refiere el personaje, que asume muy bien sus limitaciones.
¿Tienes alguna obra en preparación ahora?
Si, afortunadamente tenía una novela empezada y bastante avanzada cuando me dieron el premio. Y digo afortunadamente, porque la gira de promoción me llevó casi seis meses, vamos a acabar ahora en la Feria de Guadalajara. Y no he podido escribir absolutamente nada en este tiempo. Entonces me encontraría en el vacío de tener que pensar en enero qué hago. Por suerte tenía una novela en marcha, por lo cual en los ratitos libres que me quedan de la promoción, aunque no he podido escribir, he tenido el contacto mental con algo que ya está en marcha. No puedo aventurar todavía más de ella porque me queda trabajo, pero sí ya está en marcha.
¿Cómo ves el mundo literario de España y del habla hispana en general?
Es un mundo tan variado, cada país con sus estructuras, pequeños poderes. Desde adentro es muy difícil verlo. Pienso que, en contra de lo que puede creer el aspirante a escritor o el escritor que cree que no le hacen el caso que merece, no hay grandes conciliábulos de poder, grupos dominantes uno contra otros. Es muchas veces una cuestión de suerte o de que les guste el trabajo más o menos. Lo que sí sucede es que se han separado mucho las aguas. Hay grandes grupos editoriales que dominan los mercados en las dos orillas. Uno de ellos es la editora en la que yo trabajo. Y hay un pequeño margen muy interesante de lucha que son las editoriales independientes. En España, México y la Argentina, están haciendo un trabajo extraordinario. Libros muy bellos, bien editados, muy cuidados y bueno, por lo menos están proponiendo cosas, pero lo que pasa es que apenas se destacan en algo las grandes editoriales enseguida se los chupan. Y volvemos a lo mismo, pero por lo menos ellos hacen esa labor de regeneración y de hacer nuevas ofertas.
Para los wayuu el mundo está lleno de seres atentos al universo, algunos son humanos y otros no. La noción de personas en el cristianismo, el judaísmo y otras religiones de occidente ubican a los humanos como los seres centrales del universo. ¿Cuál es la riqueza de una cultura sin esa jerarquía?
¿A dónde quedan las preguntas en la era de los algoritmos, la hiperinformación y un sistema de educación obsoleto? Pero ¿la capacidad de explorar y enfrentarnos a lo que no sabemos depende solo de la realidad tecnológica?
“Desde diosas hasta reinas, de cortesanas hasta científicas, de actrices hasta santas, desde escritoras hasta políticas… hemos estado en todas partes, aunque un manto de silencio se empeñara en cubrirnos o ignorarnos”. Julia Navarro.
“Abstenerse de sexo no es suicida, como lo sería abstenerse del agua o la comida; renunciar a la reproducción y a buscar pareja…con la decisión firme de perseverar en este propósito, produce una serenidad que los lascivos no conocen, o conocen tan solo en la vejez avanzada, cuando hablan aliviados de la paz de los sentidos”.
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Un comentario
Otro excelente reportaje de Isabel!