A mi padre, a quien Dizzy Gillespie apodó “el gran jefe indio”
En la lengua Hopi -el pueblo ancestral que habitó la zona central de los Estados Unidos-, “Koyaanisqatsi” es una palabra que significa “vida fuera de balance”. El cineasta Godfrey Reggio la usó en 1982 para titular el primer filme de una trilogía experimental que documentó –con la sugerente música de Philip Glass y prescindiendo del diálogo–, la pérdida del equilibro en este “mundo en el que vivimos”, según sus propias palabras.
Hace cerca de cuatro décadas, el lenguaje de la cámara rápida usado por Reggio en varias escenas del filme describía mejor que ningún otro medio la velocidad de nuestro modo de vida, el frenetismo asociado al movimiento de las grandes aglomeraciones humanas y a los ritmos acelerados de la producción seriada de artefactos de consumo. En contraposición, la cámara lenta permitía observar con detenimiento la acelerada destrucción de ciertos espacios vitales, esbozada como metáfora de la voracidad humana sobre la tierra, una voracidad paralela a la acumulación excesiva de bienes y opuesta al ritmo del mundo natural, donde los grandes espacios vacíos y la calmada contemplación aún son posibles.
Regreso a “Koyaanisqatsi” –una exposición compuesta por fotografías, instalaciones y objetos–, revisita el espíritu y la documentación de este paroxismo urbano, a partir de otro proceso de investigación visual (la cámara de negativos 4×5), en una serie realizada en la ciudad de Miami en diversos lugares de recolección y reciclaje de chatarra. Las cámaras tradicionales de “gran formato” –un medio prácticamente en desuso—imponen, desde el proceso mismo del registro, una oportuna lentitud de la mirada y del hacer, mientras garantizan al tiempo, una nitidez de detalles superior al medio digital con sus rápidas velocidades de registro.
nunca antes, en toda la historia de la civilización humana, los desechos constituyeron una amenaza semejante a la que enfrentamos en este momento.
¿Y por qué los basureros? Porque nunca antes, en toda la historia de la civilización humana, los desechos constituyeron una amenaza semejante a la que enfrentamos en este momento. Hoy día se tornan proféticas las palabras enviadas en 1855 por el jefe Seattle de la tribu Duwamish, al entonces presidente de los Estados Unidos Franklin Pierce: “Mis palabras son como las estrellas. Ellas no se ocultan. ¿Cómo se pueden vender el cielo o el calor de la tierra? Esta idea es extraña para nosotros. No somos dueños de la frescura del aire ni del centelleó del agua (…) Esta tierra es preciosa para el Creador, y dañar la tierra es acumular desprecio hacia su creador. Los blancos también pasarán, quizás más rápido que otros pueblos. Continúe contaminando su cama y alguna noche se ahogará en su propio desperdicio”.
He documentado, en visitas espaciadas a lo largo de un año, el testimonio de la cultura de lo obsoleto y la velocidad con la que usamos, acumulamos y desechamos objetos, en una dirección diametralmente opuesta a la preservación del ambiente, en una península como la Florida, severamente amenazada por el cambio climático y el calentamiento de los océanos. Fotografiando los depósitos de chatarra también he registrado la belleza formal de la basura. He rescatado objetos encontrados y los he asistido -los he reciclado– para darles una nueva vida, como un gesto imaginativo. Y me he hecho la pregunta que extiendo con una consciencia clara de que el tiempo de resistencia frente al paroxismo se nos acorta cada día más: ¿De qué modo podremos oponernos a la obsolescencia programada, al exceso acumulativo, a la velocidad enloquecida de la vida? ¿Cómo podemos encontrar formas comunes de evitar “ahogarnos entre nuestros desperdicios” y recobrar el balance que hemos perdido? He vuelto de estos basureros con otra claridad sobre la urgencia de una vida común más lenta, menos voraz y destructiva, más llena de humor e imaginación. Y, sobre todo, capaz de construir una cultura sostenible para nuestra propia especie y también para todas las demás. Es el único modo de cambiar el tiempo que se avecina, ese tiempo en donde comenzaría según el jefe Seattle, “el fin de la vida y el comienzo de la supervivencia”
Aluna Curatorial Collective
Return to Koyaanisqatsi
A Solo Project by Willy Castellanos, within the framework of the exhibition “Lágrimas Negras”, curated by Isabel Pérez with invited artists Nadal Antelmo, Rogelio López Marín (Gory), Ana Olema and Mel Rossitch.
KENDALL ART CENTER
Jul.19 – Aug. 30, 2019
Opening Reception: July 19th from 6:00 – 11:00pm
12063 SW 131st Ave., Miami, Fl. 33186
El Fondo Mundial para la Naturaleza, WWF,nació hace más de 60 años en Suiza, y lidera nuevas estrategias de conservación y modelos de negocios. Con su amplia red global trabaja con gobiernos, corporaciones y comunidades para satisfacer las necesidades de la naturaleza y de las personas.
El documental brasilero de Alex Pritz, distribuido por National Geographic, sigue la lucha de comunidades indígenas contra deforestación en Amazonia. La ira del pueblo Uru-eu-wau-wau y sus desafíos para mantener sus derechos y la salud del planeta.
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