Por
Alicia Ugarte, Tucumán
Vivimos una nueva realidad hecha de vertiginosos cambios, procesos migratorios y desestabilización de las instituciones que hasta hace un tiempo eran los referentes que organizaban los modos de vida. Estas transformaciones que se introducen en el mundo y en las personas, a partir de la globalización, nos obliga a reflexionar sobre el tema de la identidad. La Profesora Alicia Ugarte, Magister en Ciencias Sociales y Licenciada en Sociología, nos da una perspectiva en la que hace hoy hace falta volver a pensar este concepto.
¿Cuáles son las situaciones actuales que obligan a reflexionar a los intelectuales sobre el tema de la identidad?
Si, al decir de Giddens, la identidad es una creación de permanencia en el tiempo, aquello que articula el pasado con un futuro anticipado (Giddens, 1995) y que permanece con cierta estabilidad durante algún tiempo, parecería que lo que orienta a los intelectuales a pensar el tema de la identidad es que esa articulación del pasado con un futuro previsto de alguna manera, en las últimas décadas se ha salido de sus carriles.
Así es como en todas las sociedades, el mantenimiento de la identidad personal y su conexión con identidades sociales más amplias, es un requisito fundamental de la seguridad ontológica, esa seguridad que necesita el agente social para poder desarrollarse en interacción con otras subjetividades y en una situación social de cierta estabilidad. Sin embargo, actualmente sucede que en un marco de “modernidad tardía”, los grandes cambios se presentan con determinadas características, fundamentalmente a partir del avance de la tecnología y los medios de comunicación, que impactan “extensivamente” a niveles mundiales, sumado a que las consecuencias de esos cambios también impactan “intensivamente” a nivel de las subjetividades. Es por ello que surge a modo de imperativo pensar y preguntarse acerca de la identidad a partir de este doble efecto de los cambios, a nivel global y a nivel individual. Y me estoy refiriendo no sólo a las preguntas que se realiza la sociología si no también la filosofía, la literatura y la historia. La identidad necesita ser pensada porque la pertenencia original ya comienza a perderse, su permanencia y unicidad son amenazadas. La pregunta por el “quién soy yo”, vinculada a una alteridad que es ajena, comienza a instalarse.
…la identidad es una creación de permanencia en el tiempo, aquello que articula el pasado con un futuro anticipado…
¿Cómo fue abordado este concepto de identidad en distintas épocas?
Bauman, en su libro Identidad, presentado en formato de entrevista, muy lúcidamente comienza a contestar a los requerimientos del entrevistador preguntándose por qué los clásicos no hablan de identidad. Y es en este sentido que señala tres momentos referidos al concepto:
– Un primer momento de desarrollo de la Sociología y de las Ciencias Sociales en general (Siglo XIX) en el que hay una ausencia de reflexión teórica acerca del concepto de Identidad en los clásicos. Las grandes problemáticas que han adquirido visibilidad en esa época y los llama a reflexionar son de otro orden, pobreza, desigualdad social, disturbios sociales.
– Un segundo momento que se puede ubicar ya iniciada la primera mitad del Siglo XX, en el que si bien ya aparece el concepto se encuentra fuertemente asociado a la consolidación de los Estados Nacionales y formulado como “identidad nacional”.
– Un tercer momento sería aquel que se inicia a finales del Siglo XX y todavía está presente, en el cual se despliega en toda su intensidad el concepto de identidad, fuertemente vinculado al quiebre y desmoronamiento de las rutinas y escenarios que se mantenían aparentemente estables.Esto como consecuencia de la globalización de los mercados, la desaparición del estado de bienestar y el ineludible correlato de crisis en las subjetividades.
…el concepto de identidad, fuertemente vinculado al quiebre y desmoronamiento de las rutinas y escenarios que se mantenían aparentemente estables.
¿Qué entendemos por identidad en la primera década del siglo XXI?
En realidad se puede entender y definir la identidad desde múltiples marcos de sentido. Sin embargo, cuando uno trabaja en las Ciencias Sociales, siempre debe hacer opciones, la elección de esas opciones estará orientada en función de la operatividad de los conceptos de acuerdo a su aplicación en el propio campo de estudio.
Es así que en mi caso particular, el concepto de Identidad ofrecido por Ricoeur en “Tiempo y Narración” (1996) me fue muy útil en el estudio de los procesos migratorios que suponen grandes cambios a nivel de las subjetividades. En el tomo III el autor ya hace referencia al concepto que lo desarrolla posteriormente en “Sí mismo como otro” , ubicándolo como el intervalo, como la brecha entre la mismidad y la ipseidad.
Mismidad como “un polo de estabilidad de la identidad (…) que cubre todo aquello que da cuenta de una continuidad” (Robin, 1996:38).
Ipseidad como un segundo polo que se corresponde con la idea de una identidad no acabada, y que permanentemente se está construyendo. Este polo “se corresponde, no con la estabilidad sino con una promesa de sí mismo. Es el polo que va a abrir el sentido de la palabra identidad a la idea de una identidad que no está nunca terminada y a la que (Ricoeur) le da una suerte de sentido infinito”. (Robin, 1996:38).
Es de destacar que a partir del análisis de esta definición, esta ipseidad va a ser considerada por otros autores como aquella dimensión activa de la experiencia cotidiana. (Corcuff, 2005).
La identidad sería entonces aquel proceso ubicado entre esos dos polos, referidos a lo que permanece y a lo que cambia en la subjetividad y de acuerdo al contexto, habrá momentos en los que prevalecerá uno sobre el otro, momentos de mayor estabilidad o momentos de acelerada transformación.
Es así como Robin señala que si bien el autor desarrolla esta idea de la identidad como proceso que circula entre estos dos polos, los plantea más como complementarios que como parejas opuestas. Sin embargo, en el nuevo siglo, se refiere la autora, esos polos aparecerían como opuestos, por un lado las “identidades múltiples” y por el otro, la rigidez o fijación con identidades “fuertes”, de orden étnico o nacionales. (R. Robin, 1996).
De todos modos considero que esta distinción resulta operativa y muy rica heurísticamente. Posibilita preguntarse, por ejemplo, cuál de esos dos polos aparece como más presente respecto a los cambios en las subjetividades por efecto de los procesos de radicalización de la modernidad y la globalización, produciendo crisis en las instituciones que ofrecían un contorno de cierta estabilidad, y pienso por supuesto en el trabajo, pero también en los partidos políticos, la iglesia, la educación.
La identidad sería entonces aquel proceso ubicado entre esos dos polos, referidos a lo que permanece y a lo que cambia en la subjetividad…
¿Por qué hoy hace falta pensar el concepto de identidad interdisciplinariamente?
Yo diría que en tanto no se puede pensar la identidad si no es imbricada en un proceso, no se la puede pensar en términos de una sola disciplina. Es así como la identidad debe considerarse como un concepto relacional y bisagra en tanto se producen desplazamientos entre esos dos polos que también se los puede entender como procesos de producción y reproducción de las prácticas sociales. De esta manera se posibilita su aplicación en diversos universos empíricos cada uno de ellos perteneciente a distintos marcos institucionales, pero también susceptible de ubicarlo como una noción que articule y establezca puentes entre disciplinas y en este sentido, pienso en las relaciones de la sociología con la psicología, la antropología y la historia.
…no se puede pensar la identidad si no es imbricada en un proceso, no se la puede pensar en términos de una sola disciplina.
¿Qué es lo que se pregunta cada campo de saber específico al pensar el tema de la identidad?
Considero que las preguntas que se realizan una y otra disciplina (y estoy tomando específicamente la sociología y la historia) son preguntas de similar tenor. Lo que diferiría son los universos empíricos de aplicación.
Al considerar las relaciones entre ambas, me pareció válido pensarlo a partir de conceptos que sirvan de puentes para el trabajo interdisciplinario.
Es en este sentido que biografía y sociedad, acción y estructura, tiempo y espacio son categorías a las cuales tanto el historiador como el sociólogo deben echar mano al momento de operacionalizar el ambiguo tema de la identidad. Una biografía es historia en sociedad, es aquel proceso, a lo Marx, mediante el cual “el hombre hace su propia historia”, adviniendo en ser social, es un concepto tanto histórico como sociológico,
¿quién lo usa: el historiador o el sociólogo?
Y la respuesta que surge es ambos.
Cuando nos referimos a biografía y sociedad necesariamente nos estamos refiriendo al acontecimiento, ya que es en éste en el que se despliega la biografía inserta en lo social. Acontecimiento que Wright Mills muy acertadamente grafica como puntos diminutos en las intersecciones de la biografía y la historia dentro de la sociedad.
Una crónica sobre la pintura de Oskar Kokoschka, exhibida en el Kuntsmuseum, que refleja su apasionada relación con Alma Mahler. Una mujer marcada por su matrimonio con Mahler y los romances con Klimt, Kokoschka y Gropius, fundador de la Bauhaus.
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La artista guatemalteca explora la relación entre la humanidad y la naturaleza, y cómo se afectan mutuamente. Desde su estética del vacio, la destrucción que causa un hongo o las termitas no es solo pérdida, sino una redefinición de significado.
“Desde diosas hasta reinas, de cortesanas hasta científicas, de actrices hasta santas, desde escritoras hasta políticas… hemos estado en todas partes, aunque un manto de silencio se empeñara en cubrirnos o ignorarnos”. Julia Navarro.
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