Search
Close this search box.

Edición
15

El sujeto escondido en la realidad virtual.De la represión del deseo a la pornografía del goce

Buenos Aires
La Lic. Diana Sahovaler de Litvinoff, autora del libro El sujeto escondido en la realidad virtual, de la represión del deseo a la pornografía del goce, en una entrevista para Letra Urbana, despliega la agudeza de su pensamiento y su clínica para referirse a cómo se vive la sexualidad en la era de la cibercultura.

…asistimos a la proliferación de amistades y enamoramientos virtuales. Estos tienen distintas cualidades, algunos intentan cultivar la intimidad, otros quieren transformar el vínculo en un espectáculo para que otros lo miren.


La Doctora Diana Sahovaler de Litvinoff acaba de publicar su libro El sujeto escondido en la realidad virtual, de la represión del deseo a la pornografía del goce. En ese trabajo analiza el modo en que la realidad virtual afecta a los sujetos de esta época y destaca que los avances de la tecnología potencian la ilusión de que todo lo que se desea es posible. En esta entrevista para Letra Urbana la Dra. Sahovaler de Litvinoff despliega la agudeza de su pensamiento y su clínica para referirse a cómo se vive la sexualidad en la era de la cibercultura.

¿Qué la llevó a ocuparse de este tema?
El impresionante desarrollo de la informática en la última década ha transformado no solo las nociones de tiempo y espacio sino también la forma de comunicación entre los seres humano. Se hacía necesaria, a mi criterio, una mirada sobre los efectos que esto trajo en la subjetividad de la época.

En un sentido general, ¿cómo observa que este desarrollo cibernético impacta a las personas?
El desarrollo cibernético se ha convertido al mismo tiempo en refugio y en escenario. En refugio ya que favorece las relaciones a distancia, el ocultamiento de la persona y el anonimato. En escenario, porque al mismo tiempo ha permitido un despliegue de fantasías y confesiones que en el universo virtual, encontraron una vía privilegiada de expresión.

El título dice que el sujeto está escondido en la realidad virtual. ¿Cómo piensa eso?
Los avances tecnológicos en comunicación permiten un «escondite» bastante logrado, ya que el usuario se muestra pero ya no tiene que exponer al desnudo su subjetividad, puede expresar sus fantasías sin riesgo. En especial en esta época donde existe una presión social a «decirlo todo», a «mostrarlo todo», las personas quieren cumplir con este ideal, pero al mismo tiempo la exposición que esto implica los lleva a retroceder, la virtualidad permite mostrarse sin arriesgar tanto.

El deseo se potencia en las pantallas, no sólo por la circulación de imágenes eróticas, sino porque las pantallas y las imágenes en general, generan una ilusión de completud, de perfección. El territorio virtual, es apto para albergar la promesa de que allí aparecerá aquello que se busca, aquello que se desea, por eso genera tanta atracción y expectativa, por ejemplo, recorrer las bandejas con los correos electrónicos.

En cuanto a la relación con los otros, sabemos que la tecnología disponible en el mercado facilita la comunicación pero, ¿qué se promueve en cuanto a la intimidad de esos vínculos?
Los desarrollos tecnológicos en cibernética no fueron pensados al comienzo para facilitar la comunicación, sino para procesar datos complejos en tiempos más cortos. Pero, la necesidad de expresarse de los hombres se ha abierto paso en un medio impensado para tal fin. Y así asistimos a la proliferación de amistades y enamoramientos virtuales. Estos tienen distintas cualidades, algunos intentan cultivar la intimidad, otros quieren transformar el vínculo en un espectáculo para que otros lo miren.

¿Qué podría decirse entonces de la intimidad que se logra con una computadora?
En una época donde predomina lo práctico, donde las relaciones entre las personas siguen muchas veces las reglas del mercado de consumo, se usan hasta que aparezca otra más atractiva, se ha visto emerger a través de Internet amores apasionados y románticos que parecen de siglos pasados. Los emails muchas veces se han transformado en cartas de amor similares a aquellas envueltas en papeles perfumados. Aunque por supuesto, que en otras oportunidades, la intimidad se ha visto develada a través de distintas formas de intrusión.

¿Cómo incide, a nivel del deseo, el uso tecnológico de las imágenes miradas y también las palabras que a veces se intercambian por chat o email?
El deseo se potencia en las pantallas, no solo por la circulación de imágenes eróticas, sino porque las pantallas y las imágenes en general, generan una ilusión de completud, de perfección. El territorio virtual, es apto para albergar la promesa de que allí aparecerá aquello que se busca, aquello que se desea, por eso genera tanta atracción y expectativa, por ejemplo, recorrer las bandejas con los correos electrónicos.

¿Coincide usted con los indicadores que afirman que el uso que Internet encuentra en el «arte del sexo», su mejor aliado?
La difusión de la pornografía es cada vez más extensa, incluso entre mujeres. En parte tiene que ver con una mayor liberalidad sexual, el cuerpo puede mostrarse, no existe tanta censura. También se relaciona con la ideología de la época en ese sentido de que «todo debe ser mostrado» y con un intento de develar los misterios tanto del sexo como de la muerte, pretensión que siempre resulta frustrada ya que la esencia buscada siempre se escapa, aunque las imágenes busquen atraparla.

Los vínculos virtuales tiene algo de «juego», en este sentido se puede considerar que las «infidelidades virtuales» son menos riesgosas en sus consecuencias. Pero los afectos que se pueden generar son tan fuertes…

¿Podría decirse que esta práctica de «mirar» imágenes, que oscilan entre la incitación al deseo y la pornografía, se ha instalado como un hábito en los hombres de esta nueva cultura?
La cualidad del sexo virtual es justamente la distancia, prescindir del contacto «cuerpo a cuerpo», se privilegian las imágenes o las palabras. Podríamos decir que en las prácticas actuales se halla una nueva vía que permite la expresión del erotismo y como tal, positiva. Pero el contacto directo insiste en efectivizarse, y cuando todo queda solamente en lo virtual, podemos decir que está actuando algo de la fobia, del miedo al otro, a exponerse y el resultado es la frustración. En ese caso sería necesario hacer una consulta psicoanalítica para revisar esta posición.

Entonces aunque los recursos virtuales hoy favorezcan el erotismo ello no neutraliza los riesgos del encuentro…
Justamente el encuentro personal con el otro implica un riesgo, un jugarse en la propia capacidad de seducción, de interesar e interesarse por el otro, correr el riesgo de un rechazo o del comienzo de un vínculo que implicará un trabajo y una modificación personal.

Estos modos de conexión reconfiguran el amor y el erotismo de tal manera que no es necesario poner el cuerpo en juego, abren entonces un interrogante acerca de la infidelidad virtual. ¿Cuál es su opinión?
Los vínculos virtuales tiene algo de «juego», en este sentido se puede considerar que las «infidelidades virtuales» son menos riesgosas en sus consecuencias. Pero los afectos que se pueden generar son tan fuertes, que a veces la pareja «real» no resiste el avance de la pareja virtual. Muchas relaciones que comenzaron siendo virtuales se concretaron como parejas en la vida real, otras nunca salen del ciberespacio.

Hay también algunas estadísticas que afirman que las parejas actuales tienen menos sexo. El uso del ciberespacio como lugar que brinda un permanente acceso al sexo virtual, ¿incide en ello?
No se puede hacer responsable al ciberespacio de un fenómeno que tiene que ver con las características sociales y con las historias personales de hombres y mujeres. También podría decirse que el ciberespacio permite la expresión del erotismo en épocas de aislamiento y de actitudes de evitación. Podemos pensar que aquél que tiene dificultades en la satisfacción de su sexualidad, las manifestará ultilizando el ciberespacio como un refugio y no como un medio de conexión.

Como ejemplo podemos citar que en un momento se pensó que las compras virtuales reemplazarían a los supermercados reales, por ejemplo, o que la posibilidad de ver películas en casa acabaría con los cines y esto no ha sucedido. La gente utiliza estas posibilidades pero no deja de concurrir directamente a hacer sus compras o de ver películas en la pantalla grande.

Ahora el deseo se ostenta, entonces asistimos a cierta perversión en la forma de vincularse, pero también paradójicamente, a todo lo contario: la inhibición, el miedo…

Hubo una época en la que el deseo se reprimía y usted indica que ello giró hacia la pornografía del goce. ¿Cuáles serían entonces las nuevas formas de represión a las que asistimos?
Antes el deseo se reprimía y buscaba expresarse a través de síntomas que delataban la constricción del cuerpo, como los histéricos por ejemplo que eran la conversión somática de la excitación sexual. La época que vio nacer al psicoanálisis se caracterizaba por la prohibición y la hipocresía en relación a lo sexual. Ahora el deseo se ostenta, entonces asistimos a cierta perversión en la forma de vincularse, pero también paradójicamente, a todo lo contario: la inhibición, el miedo, la des-erotización, y tal como ustedes lo señalaron recién, a una disminución de la actividad sexual.

¿Y cuál sería el vuelco que se produjo hacia «la pornografía del goce»?
El libro está subtitulado como «De la represión del deseo a la pornografía del goce». Esto se refiere a un cambio en el ideario social, que hace que el deseo actualmente, en lugar de ser reprimido se ostenta y hasta se promueve bajo la forma de un mandato a gozar lo más posible. Para eso la cultura estará pronta a procurar los objetos necesarios. Ahora la sexualidad se exhibe y la respuesta no es siempre la esperada: ante tanta oferta, que coincide con una sobreoferta informática, el sujeto retrocede protegiendo su subjetividad y buscando límites. Hoy los síntomas predominantes tienen que ver con la fobia, especialmente bajo la forma de la denominada enfermedad de la época, el «ataque de pánico». Este síntoma expresa asimismo la angustia generada en una crisis de la ética por la falta de figuras de autoridad confiables.

No nos referimos al papel de la pornografía como estímulo sexual existente desde épocas muy anteriores a los frisos pompeyanos, sino a la pretensión de mostrarlo todo. No solo se exhibe lo sexual sino también el sufrimiento y la destrucción. Se irrumpe en la intimidad intentando el imposible develado de todos los secretos, para convertirlos en algo para ser consumido, para ser utilizados como show mediático.

No nos referimos al papel de la pornografía como estímulo sexual existente desde épocas muy anteriores a los frisos pompeyanos, sino a la pretensión de mostrarlo todo. No solo se exhibe lo sexual sino también el sufrimiento y la destrucción. Se irrumpe en la intimidad intentando el imposible develado de todos los secretos, para convertirlos en algo para ser consumido, para ser utilizados como show mediático.

Si en esta época los objetos de la satisfacción están tan al alcance, ¿cómo van los sujetos contemporáneos detrás de sus objetos de tentación?, ¿cómo es posible desear hoy?
A veces hasta se intenta dejar de desear por completo, como sucede en la anorexia en el caso de un trastorno alimentario, o sea, se desea «nada». También se cultiva cierta «insatisfacción sistemática», en el sentido de que los objetos deben ser rápidamente cambiados por otro nuevo y mejor. Un modo de intentar revivir el deseo, ha sido justamente, a través del vínculo virtual: esconderse detrás de un objeto, de un personaje creado en el ciberespacio, para manifestarse protegiendo lo íntimo.

Hoy el sujeto se relaciona con la mirada, sin presencia real, se puede cobijar bajo la identidad de distintos disfraces, sin embargo en algún momento lo más propio de sí aparece. ¿Qué observa usted al respecto?
Estoy totalmente de acuerdo con su observación, a pesar de los distintos disfraces, lo más propio del sujeto siempre termina por aparecer; incluso la elección del disfraz dice bastante de la persona, de sus deseos, temores, fantasías. Las distintas personalidades virtuales con las que una persona entra a una sala de chat o participa de algún juego virtual, expresa muchas veces sus ideales, que siente que no puede desplegar en el mundo real. Como habíamos dicho antes, actualmente existe un estímulo a decir y mostrar todo, y un empuje a darse «todos los gustos». Pero en general este ideario no es posible de cumplir sin poner en riesgo la salud psíquica; actuarlo en la realidad virtual en cambio, es una alternativa para poder desplegar estas aventuras de una manera protegida.

Un modo de intentar revivir el deseo, ha sido justamente, a través del vínculo virtual: esconderse detrás de un objeto, de un personaje creado en el ciberespacio, para manifestarse protegiendo lo íntimo.

Usted destaca muy bien que «los deseos no deben cumplirse»…
La satisfacción de los deseos a menudo genera inquietud; lo vemos en nuestros consultorios, cuando el paciente está a punto de cumplir con aquello que lo trajo al análisis, aparecen las vacilaciones, hasta incluso surgen resistencias a seguir analizándose. Es que el hombre desea pero también teme el cumplimiento de sus anhelos íntimos, ya sea porque le provoca culpa, o porque tiene temor de no estar a la altura de las circunstancias, o porque teme un descontrol que lo perjudique. Por eso podríamos decir que los deseos deben cumplirse siempre y cuando el sujeto sienta que tiene un límite que va a protegerlo.

¿Qué nos enseña Don Juan que usted menciona en el libro?
El Don Juan que se menciona en el libro es el de Castaneda, es el brujo mexicano que enseña que la realidad no es unívoca, es incognoscible y cada uno construye y puede modificar su propia realidad. En este sentido toma una preocupación filosófica y científica presente en los interrogantes de la humanidad, y también en el psicoanálisis, evidenciado en el concepto freudiano de «realidad psíquica».

¿Hay hoy nuevas formas de soñar y de jugar?
Efectivamente, este despliegue de fantasías sin riesgo, es una nueva manera, podríamos decir, de jugar y soñar a través de la pantalla.

¿Cuándo el uso de la Internet deja de ser un entretenimiento?
Esto sucede en el caso de que el uso de Internet se transforme en una adicción, el usuario en lugar de manejar la computadora parece ser manejado por ella. Si el sistema cae, también corre el riesgo de «caer» su identidad que se sostiene en la pantalla. En estos casos, el estar conectado a la web es un recurso que evita sentir angustia y vacío y comienza a absorber todo el tiempo y el interés del sujeto. Nuevamente podemos afirmar que no es la tecnología la que crea la adicción, se trata de personalidades propensas a la adicción, que encuentran en estos nuevos medios una forma de evitar la angustia y el contacto con la realidad.

Un comentario

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Artículos
Relacionados

Imagen bloqueada