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Edición
41

El cuerpo del niño (a) frente a los juegos de pantalla. El juego y la función corporizante del adulto

Buenos Aires
El uso excesivo de pantallas en la infancia favorece el aislamiento y acostumbra a un tiempo de continuidad, sin pausas, creando aceleramiento. La aceleración o la extrema lentitud dejarán su marca en la construcción del cuerpo.
Claudio Luiz Castro

Función lúdica – Función corporizante

El cuerpo de la expresión, la comunicación y los aprendizajes, es una construcción[1] que se produce en la interacción con los otros. Las manifestaciones corporales se crean en la interacción con los adultos. Denominamos manifestaciones corporales a la mirada, el contacto, la gestualidad expresiva, el   rostro, la voz, la escucha, las praxias, la actitud postural, los sabores, la conciencia del dolor y del placer, etc. De esta manera, el cuerpo es en sus manifestaciones; si éstas no existieran, no habría cuerpo de la expresión y la comunicación. En cambio, la vida orgánica está ahí para ser vista en sus funciones, aparato por aparato, sistema por sistema. El médico revisa el normal ciclo de maduración esperado para cada edad. Pero he aquí que, si no se construye un cuerpo de la relación, por ejemplo, si el niño no es mirado, si el ojo que ve no se habilita para mirar, decae la capacidad visual. No es que el ojo mira porque ve; el ojo ve porque mira, y para mirar es imprescindible la presencia de otro dispuesto a ser mirado y a mirar. Algo similar ocurriría en las diversas manifestaciones corporales.

luz, brillo, movimiento y continuidad son cuatro características presentes en los procesos hipnóticos, cuya conjunción produce la captura de la atención, sin un beneficio para el niño.

En los actos destinados a la atención del niño (alimentación, higiene, traslado, etc.) existen por parte del adulto acciones derivadas o concomitantes con ellas que tienen un carácter lúdico o pre-lúdico. Se desarrollan alrededor de los cuidados del pequeño y van dirigidas al cuerpo del niño, con una implicación corporal del adulto. Diversos juegos se organizan alrededor de la función de sostén, del aseo, del sueño, de la alimentación, etc. A estas acciones lúdicas o pre-lúdicas las he denominado juegos de crianza[2], título a su vez de una obra donde he desarrollado los juegos de sostén, ocultamiento y persecución. En ellos los temores y los impulsos agresivos son dramatizados, ordenados, desplegados como contenidos dinamizadores de la trama vincular.

A diferencia de la vida orgánica, entonces, el cuerpo de la comunicación y la expresión es una construcción que no nos es dada; nacemos en procura de la construcción de un cuerpo que ya tiene sus primeras gestas en la vida intrauterina. Cuerpo como insignia, pues se constituye en un distintivo que me diferencia de otros cuerpos al mismo tiempo que me identifica con algunos: primero con los cercanos cuerpos de la familia, luego de la colectividad que comparte usos y modos de manifestarse. De esta forma el cuerpo se constituye en una insignia familiar y colectiva, reúne los rasgos peculiares que le dan identidad a cada familia en particular, en un contexto de cuerpos que comparten las características culturales de cada comunidad.

Padres de cuerpo

Nos encontramos con frecuencia ante la evidencia de un parecido entre un niño y sus padres adoptivos. Esta semejanza no nos sorprende cuando se trata del fruto de la reproducción biológica. Pero ¿a qué se debe los efectos de la semejanza en la reproducción no biológica? Pensar una respuesta requiere apelar al concepto de cuerpo y a la idea de una paternidad y una maternidad corporal.

El niño frente a la pantalla ve, pero no mira, sabiendo que la mirada es subjetiva, está cargada de emoción, afecto, deseo.

¿En qué fenómenos se basa el parecido? En la actitud corporal, en la postura, en la voz, en el rostro (con sus diversos semblantes), en la mirada, en la gestualidad expresiva, en los sabores… Si bien no es un hijo de la vida orgánica, no ha nacido de su reproducción genética, es un hijo de cuerpo, lleva en sí las huellas de un linaje corpóreo, ha sido modelado, ritmado, en ese vínculo de crianza.[3]

Pantallas

Pensar el cuerpo del niño en el siglo XXI incluye, a diferencia del siglo pasado, pensarlo en relación con la tecnología. La hipótesis que desarrollaré es que el uso temprano y abusivo de las pantallas tiene consecuencias negativas para la niñez en general y, especialmente para la primera infancia, se presentan como un obstáculo para la construcción de la corporeidad y el juego corporal.

Utilizaré el término pantalla para referirme a las diversas modalidades electrónicas (notebook, celular, tablet, etc.)

Un bebé, en su primer año de vida, si no está en conexión con el adulto, suele conectarse con las luces, e incluso con la ropa blanca, objetos que atraen su atención y en ocasiones son un refugio. La conexión con lo lumínico le asegura un agarre con un estímulo suficiente para calmar cierta inestabilidad.  Si pasa mucho tiempo en posición cúbito dorsal (boca arriba), posición recomendada como base para el movimiento autónomo, su mirada se dirige hacia el techo y en él con preferencia a las luces. Si se trata de un ventilador de techo con luces, el estímulo es muy potente.

Ahora bien, que pasa cuando la luz distante y fija, como son las lámparas del techo, se aproxima a los ojos del niño en la forma rectangular de una pantalla. La percepción se centra en un rectángulo luminoso, en forma recurrente, si no constante, durante períodos de tiempo considerables que abarcan varias horas al día. Esta relación con las pantallas, por ser objetos móviles que se adhieren al cuerpo, goza de continuidad. Cuando la falta de señal, lo hace discontinuo, se viven momentos de molestia que llegan a situaciones de ansiedad. Desconectarse es vivido como una separación de las redes que supuestamente dan cobijo y contención. Este lazo de continuidad con las pantallas, afectado por la ausencia de señales del otro (adultos o niños) lleva a vivencias de separación.

Las prácticas de continuidad, las que no integran pausas y ciertas demoras, crean aceleramiento. Las manifestaciones corporales están atravesadas por el eje temporal. El aceleramiento o la extrema lentitud dejarán su marca en la construcción del cuerpo.

Esta luz que se ubica en cercanía de la cara es una luz con brillo, cualidad que hace más atractivo el objeto, provocando en edades tempranas cierto aferramiento, una conducta adhesiva al objeto, colocando en segundo término los estímulos del entorno y a veces haciéndolos desaparecer. Mientras está conectado, el niño no contesta cuando se le habla, pareciera que no escuchara.

A estas dos características de la pantalla, luz y brillo, se le agrega una tercera, pues lo que se percibe está en movimiento, constituyendo un conjunto de estímulos visuales muy potentes. Si bien de las pantallas se emiten sonidos, no es éste el estímulo más potente, pues se puede apagar el sonido y la captura sigue funcionando.

A estas tres características, luz, brillo y movimiento se le agrega un cuarta que completa lo que podemos llamar montaje hipnótico, ésta es la continuidad. El movimiento que se observa en la pantalla es continuo, no hay pausas, ni demoras, el ritmo que mantiene crece y decrece de acuerdo al juego o a la actividad que se está haciendo en la pantalla.

Podemos decir, entonces, que luz, brillo, movimiento y continuidad son cuatro características presentes en los procesos hipnóticos, cuya conjunción produce la captura de la atención, sin un beneficio para el niño. El uso libre de las pantallas en la primera infancia ha llevado a que la mayoría de las Asociaciones de Pediatría del mundo hayan prohibido su uso en los dos primeros años y pautado rigurosamente el uso después de esta edad.

Es responsabilidad del adulto la regulación de los permisos y prohibiciones del uso de los objetos de la casa.    La disponibilidad de las pantallas que el adulto facilita al niño, favorece el aislamiento y la habituación a un tiempo de continuidad, sin intercambios, pausas, diálogos.

La ineficacia de los jueguitos es tal, que el impulso postergado en su realización, la agresividad sin canal de resolución corporal se presenta en forma compulsiva en espacios y formas no lúdicas.

Crea una forma de percibir muy diferente a la que se crea en los juegos corporales y en el dialogo con el otro. El niño frente a la pantalla ve, pero no mira, sabiendo que la mirada es subjetiva, está cargada de emoción, afecto, deseo. Frente a la pantalla se oye pero no se escucha, se perciben sonidos maquinales, descorporizados que no esperan respuesta. La postura y la actitud postural está en función del objeto, alienada y enfocada a su mayor visibilidad y operatoria. Las praxias manuales usadas para operar una pantalla son tan elementales que técnicamente no llegan a completar los requisitos para convertirse en una praxia, o sea en un conjunto de secuencias de acciones, aprendidas, que tienen un fin determinado.

Nótese que la mayoría de las praxias manuales se realizan utilizando los dedos juntos, reunidos de dos, de tres o más. Tomar un objeto, abrochar un botón, escribir, acariciar, etc., requiere de una conjunción de los dedos que se ensamblan sobre el objeto y realizan micro movimientos, en cambio el uso de la pantalla requiere del uso de los dedos por separados cuya acción consiste en un roce, a la sumo una presión.

El niño de ciudad es un experto en lo digital, utiliza más los dedos que la palma, no en una relación de contacto porque no se trata de caricia y palpación- sino que es una relación de presión y roce. Movimientos muy escasos, sencillos, ejercidos sobre una perilla, un teclado o un mouse.

Las prácticas de continuidad, las que no integran pausas y ciertas demoras, crean aceleramiento. Las manifestaciones corporales están atravesadas por el eje temporal. El aceleramiento o la extrema lentitud dejarán su marca en la construcción del cuerpo. Vivimos más bajo el imperio del aceleramiento que de la lentitud. La rapidez es un valor que parece alcanzarse a costa de renunciar a la comunicación profunda y a la creatividad. Como afirma Paul Virilio, “Pasamos de la reflexión al reflejo. Cuando se acelera una situación, el hombre ya no reflexiona, actúa según sus reflejos”.

Qué se juega en las pantallas

Los niños cercanos a la edad escolar, preferentemente los varones, prefieren juegos de confrontación y persecución. En ellos la captura de la atención es más notoria. Enumeraré algunas características[4]:

– La máquina propone al cuerpo respuestas rápidas del tipo estímulo – respuesta,    no deja tiempo a la reflexión.

– Uno tras otro, los gestos son encapsulados sin poder expandirse en el espacio, sin encontrar objeto alguno. Acumula en el cuerpo del niño tantas acciones como las puestas en funcionamiento en las luchas y peleas lúdicas, pero sin poder ponerlas en juego corporalmente.

– La ineficacia de los jueguitos es tal, que el impulso postergado en su realización, la agresividad sin canal de resolución corporal se presenta en forma compulsiva en espacios y formas no lúdicas.

Desde su rol social, como especialista en la niñez y abocado a los fenómenos de la corporeidad, el psicomotricista está comprometido con los cambios que se generan en el contexto socioeconómico, que postula la estandarización de lo lúdico a través de maquinarias desde temprana edad, cubriendo u haciendo del uso de la pantalla un retaceo del encuentro lúdico corporal.
Sería preferible que, en épocas tempranas, los niños estuvieran en situación de juego y exploración, en un contexto lúdico cuidado, donde se hicieran presente adultos con una actitud y una acción lúdica. En cuanto al espacio lo más conveniente es que se permita una percepción abierta, libre, así como de superficies que permitan desplazamientos.

La experiencia de estar en situación de juego le permite al niño, en forma temprana, la vivencia de diversas formas de estar en relación y principalmente en una relación lúdica corporal. En ella hay construcción de corporeidad. Se ensaya la voz, la gestualidad expresiva, las diversas formas de mirar, la presentación de rostros disímiles, y los cambios evidentes en su actitud postural que anuncian y enuncian al mismo tiempo, sensaciones internas y la acción por venir.

Los adultos, principalmente en la crianza, tienen una función corporizante, y también una función lúdica, introducen en la vida del niño escenas pre-lúdicas, actividades agradables de encuentro y dialogo tónico cinético, que serían la puerta para que el niño pequeño se introduzca en el jugar.

Notas:
[1] El prefijo “con”, del término construcción, implica la presencia de otro.

[2] Calmels Daniel, Juegos de Crianza, el juego corporal en los primeros años de vida. Buenos Aires, Biblos, 2004. 2° edición,  2007,  3° edición 2010.

[3] Calmels Daniel, Infancias del Cuerpo.

[4] Para ampliar el tema ver Calmels Daniel, Fugas, el fin del cuerpo en los comienzos del milenio, ensayo, Buenos Aires, Biblos, 2013.

2 Comentarios

  1. Muy interesante la nota, si bien soy una promotora de la radio y no de las pantallas. Soy directora de una escuela primaria en Tres de Febrero y veo de continuo mucha violencia en los recreos, x lo que estamos implementando 1 carro lector y ludico con juegos de mesa , ademas de circuitos por los pasillos para q los niños se desplacen sobre ellos. Y estos ultimos no solo para los recreos pero cuesta q inicien el uso de todas estas cosas.
    Querria consultar si se quiere organizar una charla para las familias se puede convocar a Ud o alguien de su equipo para la misma??? Desde ya Muchas Graciass!!! Elisa Sandra de Souza

  2. Excelente artículo. Brinda elementos contundentes para pensar el déficit de atención que desde hace algunos años , no es casual desde el uso masivo de pantallas, viene visualizandosé en nueatrás niños.

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