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Edición
40

Creciendo en la era de las distracciones: ¿hay una desconexión en las relaciones familiares?

Miami
¿Por qué los padres de esta generación se sienten tan rápidamente malos padres? ¿Por qué se frustran antes de entender qué pasa?
Foto Patrick Fore

Muchas veces en la consulta escuchamos a padres desesperados que no saben qué hacer con sus hijos, cómo manejarlos y cuando preguntamos la edad, hablan de niños de 2 o 3 años. Padres muy angustiados y ansiosos, caóticos o muy rígidos, pero que nada pueden hacer para controlar las explosiones, caprichos, berrinches o solamente los no de sus hijos.

En su relato vemos una imposibilidad de narrar el episodio de manera global, se quedan atrapados en detalles de palabras y gestos, respondiendo reactivamente, e incrementando aún más la dificultad de resolverlo. Son padres que al no poder integrar y conectar rotulan a sus hijos, como forma de entender la situación y consecuentemente actuar, o pedir ayuda.

Aman, pero no conectan, buscan respuestas, pero no pueden detenerse a encontrar soluciones simples dadas por su propio conocimiento, intuición, historia personal y experiencia.

Estos padres se diferencian de generaciones anteriores porque están muy involucrados con sus hijos, planifican, son muy responsables, y quieren controlar cada detalle de su vida familiar: desde como casarse hasta como tener un hijo anticipando cada paso y no dejando nada al azar. Ponen a los hijos en un lugar de mucho valor emocional, se sienten que fracasan, que son malos padres o que se encuentran superados en su rol.

Una madre, muy angustiada relata, lo frustrada que se siente porque dedica mucho tiempo en organizar recetas de comidas saludables, y algunas veces su hija no quiere comer, pero cuando ese mismo menú lo pone en Instagram tiene mucho éxito.

Un papa cuestiona su capacidad como padre porque su hija de un año se levanta a 5.30 de la mañana, le da mamadera[1], le da fruta y le pregunta que quiere y su hija solo llora y tira cosas.

Una madre me relata todo lo que ha preparado desde que quedó embarazada, para el nacimiento de su hija, creó como tres grupos de WhatsApp, se compró todos los libros de maternidad, escucho todos los días los podcasts, y no puede lograr que su hija duerma más de una hora y media, siente que su hija tiene problemas y va todas las semanas al médico.

Una madre está muy preocupada por el mal comportamiento de su hija de un año y medio porque tira cosas y rompe libros, que su primer hijo nunca hizo.

¿Por qué los padres de esta generación rotulan a sus hijos por una sola conducta, por qué se sienten tan rápidamente malos padres?  ¿Por qué las frustraciones aparecen antes de entender qué pasa?

Estos padres pertenecen a una generación, donde la tradición, la religión y las instituciones, así como el Estado no le brindan seguridad ni consistencia y, en consecuencia, es la individuación del sujeto la que genera una aspiración a la seguridad personal y de su núcleo familiar. Significa que el éxito de una sólida y buena crianza depende de su propia planificación, de su prevención y sus propios esfuerzos.

Por otra parte, es la primera vez en la historia, que los padres, tienen al alcance toda la información que desean o necesitan, para educar a sus hijos, por ejemplo, Amazon tiene 86.000 títulos sobre paternidad. Es tan inmensa la variedad de información que, en un instante, se sienten tanto afirmados en su rol, como otras veces negados y hasta contradichos.

Son familias donde la tecnología es parte de la prolongación de su propio cuerpo, de la satisfacción de sus necesidades, y muchas veces de las soluciones del día a día. Por lo que la atención-conexión, con sus niños se encuentra fragmentada por la cantidad de estímulos y respuestas a los que se ven expuestos, no pudiendo tener tiempo suficiente para entender el contenido de las acciones-relaciones con sus seres queridos. Aman, pero no conectan, buscan respuestas, pero no pueden detenerse a encontrar soluciones simples dadas por su propio conocimiento, intuición, historia personal y experiencia.

Basta para poder entender, con un simple ejemplo:

Una madre llega del trabajo y mirando el celular saluda a su hijo de dos años, su hijo empieza a llorar, su madre lo reta, su hijo llora más fuerte, sigue gritando y ella para que aprenda a no gritar lo pone en penitencia. Cuando lo pensó en el consultorio – un lugar donde no hay interrupciones- se da cuenta que su hijo la quería saludar, después de no verla durante todo el día.

Es una danza interrumpida y fragmentada en la cotidianeidad paterno-filial, que limita la posibilidad de la conexión, de ver señales tanto verbales como no verbales crea inseguridad e inconsistencia en la relación de ambas partes. Con esta realidad, tanto los padres como los hijos terminan sintiéndose inseguros en el vínculo, y cada uno de ellos, padres e hijos, intentan resolverlo de manera distinta.

Evitan por todos los medios que sus hijos se frustren, por lo que dan el a todos los deseos del niño y buscan siempre una respuesta que los haga felices a sus roles de padres.

Los padres como respuesta a esta ansiedad asumen una hipervigilancia y redoblan su responsabilidad conformando una generación de padres helicópteros (helicopter parent’s), muy involucrados en las actividades de sus hijos.  Como no hay tiempo de entender sus señales, piensan por ellos, sienten por ellos y los llenan de juguetes, de comida sana, actividades, etc. Evitan por todos los medios que sus hijos se frustren, por lo que dan el a todos los deseos del niño y buscan siempre una respuesta que los haga felices a sus roles de padres.

Por lo que los hijos se adueñan del no, con frases como “no quiero, no te quiero, sos mala, ándate”, que junto con su expresión corporal y las rabietas son las respuestas a esta interacción.

Toda esta descripción nos lleva a entender que hay una desconexión en la relación familiar y que nuestro lugar como terapeutas es volver a generar ese micro mundo en la familia.

Creando espacios de seguridad, donde las ideas de los padres sean sentidas como propias, donde puedan unir el pasado y su presente en la dinámica con sus hijos, usando su energía y sus ganas de ser padres, de modo que puedan reencontrar su rol.

Para que estas fuerzas no se diluyan solo en búsquedas del padre éxito – hijo exitoso, sino en el descubrimiento de las cosas simples, es nuestro trabajo el devolverles a las familias el saber que aún siendo simples, trascienden y son más fuertes que los constantes cambios que enfrentan.

 

Notas:
[1] Tetero

Un comentario

  1. Excelente artículo . Clara descripción de la realidad. Nuevas maneras de ejercer la paternidad , y la dificultad de transitar la niñez en estas épocas . Siendo q los niños de hoy, desean lo q lis niños de siempre.: la amorosa mirada paterna

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