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01

¿Como alojar la diferencia en las escuelas?

Una respuesta opuesta a la segregación
Miami
Es frecuente que los maestros de escuela no encuentren la manera conveniente de sortear una situación planteada en el aula por la singularidad de un niño. Frente a ello surge la derivación de ese niño a un tratamiento clínico, donde un psicoanalista puede tener oportunidad de recibirlo. En esos casos hace falta la descripción y la interpretación del caso, para lo cual resulta valioso apostar a un puente de comunicación entre el analista que conduce el tratamiento y el maestro.

En el marco de mi experiencia, en los Estados Unidos, se trata de un lazo entre la práctica clínica privada y la escuela pública. Esto implica ya de entrada una apuesta, la de superar  cierto prejuicio que impera en el ámbito escolar norteamericano, donde sobreentendiendo los principios de una ética con los fondos públicos, se tratan de evitar estos contactos por temor a supuestos «conflictos de intereses» -los que pudieran producir beneficios económicos a terceros- ya que se trata de psicoterapias llevadas a cabo fuera de la institución educativa.

En los casos que me conciernen, suelo considerar necesaria una intervención en el áámbito escolar. Sugiero a los padres que soliciten una reunión con los maestros de la escuela cuando el caso lo requiere y se me incluye en el trabajo en mi carácter de terapeuta.

Es notoria la posición en que suelen quedar tomados los docentes cuando un niño presenta dificultades. La intervención del maestro frecuentemente queda aprisionada en el imperativo de documentar  todo incidente que se «aparte de una conducta escolar o social esperada» y que se mide en «términos de posible riesgo»a la seguridad física.

El resultado de esta bien intencionada directiva, se convirtió en una intensificación de la contabilidad y el reporte de conductas. Se conforma casi espontáneamente un equipo de «reporteros voluntarios» que se dan a la tarea de colaborar: compañeros, otros estudiantes y todos los diferentes niveles de autoridades escolares – los porteros, choferes, empleados de la cafetería, personal de seguridad, etc.

Los distintos estigmas con que se lo nombra… es algo que… vía la segregación se puede sellar, si el análisis y el puente con la escuela no hacen posible un movimiento contrario.

Esta colaboración colectiva contribuye a dejar para el niño un saldo negativo: los distintos estigmas con que se lo nombra, como por ejemplo cuando se dice de él que es «violento». Este nombre es algo que quizás no estaba en el comienzo, pero que vía la segregación se puede sellar, si el análisis y el puente con la escuela no hacen posible un movimiento contrario.

Cuando esto no sucede, con el tiempo, este alumno se hace acreedor de un «file» (valga el equívoco «hilo-filo» de la navaja), especie de prontuario delictivo de fácil acceso electrónico en toda la red escolar, que irá tejiendo una reputación social que ahondará más su sentimiento de exclusión y será difícil remontar, a no ser por otro acting que lo saque de la serie, por lo insólito o lo salvaje.

Psicoanálisis y Escuela: Una estrategia combinada [1]
Los efectos terapéuticos positivos en el Otro institucional ocurren cuando a través de este diálogo, se pone en suspenso un posible diagnóstico cargado de las significaciones epidémicas de la época: violencia, hiperactividad, deficiencia en la performance.

Cabe aclarar que generalmente estas evaluaciones son provenientes del Manual Estadístico de Enfermedades Mentales, de tests psicométricos estándares o de exámenes académicos estatales, donde el énfasis está puesto en la contabilización (tasación) positiva de síntomas o destrezas para lograr la clasificación del niño en categorías  abstractas que dejan afuera cualquier marca de su singularidad.

En un sistema universalizante de clasificaciones no se va más allá de lo fenomenológico, como podría ser que el niño se mueva o hable demasiado. La mirada atenta de los que se preocupan por el caso puede quedar detenida tan sólo en esas manifestaciones.

Pero el mayor  problema que se plantea cuando los tratamientos se encaminan a partir de estas etiquetas que nominan a los niños, es que se pierde la posibilidad de escuchar lo que cada sujeto tiene para decir acerca de lo que le pasa. Se le observan sus síntomas, se los contabiliza, pero no se les da la oportunidad de desplegar la manera singular en que cada uno se siente afectado por lo que le ocurre.

Escuchar y elaborar los dichos de lo que un sujeto… dice acerca de qué es lo que le ocurre… es un eficaz tratamiento.

Escuchar y elaborar los dichos de lo que un sujeto, un sujeto concreto, uno en particular, dice acerca de qué es lo que le ocurre cuando está hiperactivo, cuando está desatento, cuando se pone agresivo, es un eficaz tratamiento.

El niño puede tomar la palabra y a través de lo que dice, despliega una posición singular. El trabajo de elaboración sobre estos dichos modifica eficazmente la posición del sujeto-niño.

La experiencia clínica demuestra que esto es posible, cuando la escucha de un psicoanalista encuentra la manera de tender el puente con la escuela y suspende el diagnóstico, para dejar oír la voz de un sujeto.

Es un camino alternativo que toma otra vía que la de etiquetar y segregar a los niños en un programa académico especial.

Notas:
[1]Concepto tomado del caso clínico propio incluido en el trabajo Hiperactiva-me, presentado por integrantes del Florida Center for Research and Development in Psychoanalisis (Miami, USA) para el II Encuentro Americano del Campo Freudiano, a realizarse en Agosto 2005.

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