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“La mejor forma de predecir el futuro es creándolo”, afirmación que define ampliamente al joven arquitecto danés Bjarke Ingels, ya que sus impactantes e innovadores diseños parecen seguir ese camino sin desvíos. Consecuente con sus premisas, dota a sus edificios, plazas y espacios públicos de cualidades singulares, disfrutables por los usuarios, siempre manteniendo presente el concepto de lo lúdico y con una calidad excepcional. Es un diseño comprometido con una filosofía de experiencia y participación del usuario al tiempo que, incluye una seria preocupación por problemas globales como elevación de los niveles de agua, el cambio climático, la reformulación de usos, el aprovechamiento de energías, etc.
El arquitecto danés Bjarke Ingels y la compañía que dirige, Bjarke Ingels Group (BIG), el estudio tiene su base en Copenhague, Londres y Nueva York. Via 57 West, un edificio de gran altura en el centro de Manhattan con un patio de 22.000 pies cuadrados en el centro, con un aspecto triangular desde ciertos ángulos y como una pirámide desde otros, fue como desde Manhattan, se dio a conocer BIG en esta parte del mundo. Actualmente participa en proyectos en Europa, América del Norte, Asia y el Medio Oriente.
Ingels ha contado en diversas entrevistas sobre cómo llego a la arquitectura, y resulta curioso su recorrido porque dice que quería ser novelista gráfico. Había dibujado toda su vida, pero no encontró una academia de dibujos animados, así que pensó que podría perfeccionar sus habilidades para hacer paisajes y edificios en un lugar como la Real Academia de Arquitectura de Copenhague y la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona. Lo que no esperaba, tal como él lo dice, era ser ¨mordido por el insecto de la arquitectura”.
Tuvo el privilegio de tener como mentores a Rem Koolhaas, con quien trabajó en Holanda, y quien introdujo a Ingels la noción de que la arquitectura puede ser parte de un evento político, económico y social.
Resulta encantador escuchar las historias del arquitecto danés que dan fundamento a sus conceptualizaciones para innovar en su terreno; también el permanente tributo que brinda a quienes lo formaron y lo iniciaron en su recorrido. Ingels nunca deja de mencionar lo valioso que ha sido para él su profesor Jens Thomas Arnfred, otro arquitecto de Dinamarca que trabjó mucho en la vivienda compartida. Con Arnfred aprendió que la arquitectura siempre está relacionada con lo social y con la creación de un marco para la forma en que uno desea vivir.
Ingels describe el papel de la arquitectura en el cambio de la sociedad haciendo que se adapte a nuestros deseos: “Cuando algo ya no encaja, los arquitectos tenemos la capacidad – y la responsabilidad – de asegurarnos de que nuestras ciudades no nos obliguen a adaptarnos a los restos obsoletos del pasado, y que en realidad se ajuste a la forma en que queremos vivir”. Podríamos decir que, a grandes rasgos, ésta es la filosofía de Bjarkel Ingels, pero maneja también otros conceptos con los cuales fundamenta su práctica, y es importante que los señalemos brevemente para comprender por qué su obra tiene un gran alcance en este momento.
El enfoque de Bjarke para el diseño arquitectónico es la experimentación del espacio, para crear edificios que brinden soluciones a los problemas contemporáneos. Su arquitectura es una combinación de exploración de la vida, el ocio y el trabajo, que ponen a prueba colectivamente el equilibrio de esas mezclas programáticas en el triple resultado. Este es el sello de BIG, impactar en los tres niveles. Un buen ejemplo de ello es la inminente apertura de Copenhill, una planta de reciclaje de residuos, convertida en una pista artificial de sky es otra genial iniciativa lúdica que tiene lista de espera, y a los responsables siendo protagonistas de una inusitada expectativa en toda la ciudad.
Gran parte de la filosofía de Ingels sobre la arquitectura se revela en su manifiesto de 2009, titulado Yes is More, donde presenta treinta proyectos de su práctica en el familiar formato de un cómic.
En un concepto que él llama ¨sustentabilidad hedonista¨ muchos de sus trabajos buscan cuestionar cómo la sustentabilidad puede integrarse de manera lúdica y responsable en los edificios, para aumentar realmente los estándares de vida. En el mencionado manifiesto se resume así:
“Históricamente, el campo de la arquitectura ha estado dominado por dos extremos opuestos. Por un lado, una vanguardia llena de ideas locas. Con origen en la filosofía, el misticismo o una fascinación por el potencial formal de las visualizaciones por computadora, a menudo están tan alejados de la realidad que no logran convertirse en algo más que curiosidades excéntricas. Por otro lado, hay consultores corporativos bien organizados que construyen cajas predecibles y aburridas de alto nivel. La arquitectura parece estar atrincherada en dos frentes igualmente infértiles: ingenuamente utópico o petrificantemente pragmático. Creemos que hay una tercera vía encajada en la tierra de nadie entre los opuestos diametralmente. O en la pequeña, pero muy fértil superposición entre los dos. Una arquitectura utópica pragmática que asume la creación de social…”
Bjarke también es conocido por su «World craft”, con el que conceptualiza el objetivo de que la arquitectura permita al público dar forma a sus propios entornos, crear una arquitectura que se enfoca en transformar “los sueños surreales en espacios inhabitados para la simulación de escenarios”.
The Future of Storytelling es una convención anual realizada con la colaboración de las mentes más destacadas en los campos de la innovación, el diseño, la arquitectura y la tecnología. En el film grabado para participar en la ocasión, Ingels reclama por una arquitectura más abierta que pueda ser fácilmente intervenida por sus usuarios, para transformar rápidamente su entorno de acuerdo a los cambios y necesidades actuales, en forma similar a como funciona en el popular juego de computadora Minecraft. «Más de un centenar de millones de personas pueblan Minecraft, donde pueden construir sus propios mundos y les es permitido habitarlos a través del juego», dice Ingels. Y agrega que esos mundos ficticios empoderan a las personas con herramientas para transformar sus propios entornos. «La arquitectura debe convertirse en Worldcraft, el arte de hacer de nuestro mundo, un lugar donde nuestro conocimiento y la tecnología no nos limitan, sino que nos permiten convertir los sueños en espacios habitables, transformando la ficción en realidad.»
Pero, luego de presentar e investigar las teorías que envuelven a Bjarke Ingels, un arquitecto joven pero ya considerado una de las 100 personas más influyentes por la revista Forbes, qué sigue. Creo que hace falta poner en perspectiva su obra para entender qué carga de historia reinterpretada tienen sus innovaciones.
Entre los que no pertenecen al grupo de sus seguidores se encuentran arquitectos que, al igual que el joven danés, tienen teorías y analizan él por qué del fenómeno Bjarke Ingels. Aunque, para usar este término quizás debemos revisar primero el concepto.
“Históricamente, el campo de la arquitectura ha estado dominado por dos extremos opuestos. Por un lado, una vanguardia llena de ideas locas. Con origen en la filosofía, el misticismo o una fascinación por el potencial formal de las visualizaciones por computadora, a menudo están tan alejados de la realidad que no logran convertirse en algo más que curiosidades excéntricas. Por otro lado, hay consultores corporativos bien organizados que construyen cajas predecibles y aburridas de alto nivel. La arquitectura parece estar atrincherada en dos frentes igualmente infértiles: ingenuamente utópico o petrificantemente pragmático. Creemos que hay una tercera vía encajada en la tierra de nadie entre los opuestos diametralmente. O en la pequeña, pero muy fértil superposición entre los dos. Una arquitectura utópica pragmática que asume la creación de social…”
En esa búsqueda di con un trabajo de que hace una interpretación contemporánea de las utopías sociales de los años 60, que fueron el motor para los proyectos arquitectónicos y urbanísticos de gran parte de los grupos profesionales de esa época, La materialización de dichos ideales utópicos aparece como una impronta de aquel momento; es así que arquitectos como Yona Friedman, Constant Nieuwenhuys, los Metabolistas, Archigram, Superstudio y Archizoom han realizado algunos de los trabajos más representativos de esta corriente de pensamiento, que demuestran la necesidad para esa generación de arquitectos de establecer sustanciales cambios en una sociedad disconforme.
En la actualidad se advierte que la firma danesa BIG, hace un cierto revival, al menos epidérmico, de los procedimientos, estructuras y sintaxis de esos proyectos utópicos. En una publicación de Virginia Barcos e Ignacio Sambarino se ubica la preexistencia de un lenguaje formal en la arquitectura de Bjarke Ingels que involucra a las utopías de la década del 60; pero que, al decir de estos autores, “carece del sentido ideológico original, o al menos el sentido ideológico parece tangencial a la experimentación lingüística.”
Los jóvenes arquitectos afirman en su tesis de grado, que en la propuesta de Ingels la utopía es empleada como una herramienta de análisis y producción de arquitectura, pero vacía de cualquier pretensión de cambio social. Es interesante y sorprendente que, en el desarrollo de su trabajo, Barcos y Sambarino van encontrando un paralelismo con las obras de BIG y ejemplos emblemáticos de las utopías de los 60. Esto nos deja entender como cada cierto tiempo la arquitectura necesita moverse y ahondar en lo teórico, lo colectivo y lo social.
No es solo la tecnología que hoy nos deslumbra con las posibilidades a las que nos permite llegar en términos de diseño y también ofreciendo la posibilidad de hacer presentaciones magistrales. Y es ahí quizás donde se encuentra el gran punto de inflexión por el cual hablamos de “ el fenómeno BIG”. Porque en la era de las comunicaciones Ingels se presenta como un gran comunicador, un arquitecto que se define en reiteradas oportunidades como un novelista gráfico, como un caricaturista que se ha extraviado y ha empezado a diseñar el mundo real en lugar de construir solo historias.
Es parte de su habilidad como comunicador uso de las comparaciones que hace Bjarke Ingels, como cuando se refiere a los “arquitectos como parteras” para explicar su papel en la sociedad. Nos deja preguntándonos acerca de cómo los arquitectos pueden descubrir lo que realmente queremos, pero es innegable el impacto de la metáfora.
Con un fuerte reconocimiento internacional Ingels muestra, a veces casi como un gran showman, una forma de hacer cosas en las que la gente no había pensado antes. Esto se aplica a sus edificios, también a sus innovadores conceptos como la sostenibilidad hedonista y el pragmatismo utópico. Une las partes en conflicto y de este modo crea algo radicalmente nuevo. ¿O será como sostienen quienes cuestionan su trabajo y lo consideran como un arquitecto que tan solo reinterpreta utopías?
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