En su último libro Mr. Know it all: The Tarnished Wisdom of a Filthy Elder (2019), John Waters habla del proceso creativo, y de la importancia de producir cada día, no importa si nos parece bueno o malo, porque no sabemos en qué momento puede cobrar valor, como sucedió con varias de sus películas hoy en día consideradas de culto.
Esta parece ser la premisa en el caso de Val, documental que reúne el material filmado por Val Kilmer a lo largo de cuatro décadas de su vida, un archivo de 800 horas que mantuvo guardado en un depósito por todo ese tiempo.
El interesante trabajo de estos directores es la mezcla que logran hacer del material de archivo con el actual, donde vemos al actor sin voz, producto del tratamiento para un cáncer de garganta que le implicó dos traqueotomías.
El filme muestra la fina línea que separa al actor de su personaje, sobre todo cuando se entremezclan de la manera tan intensa como sucede en el caso de Kilmer.
Por eso comienza desmitificando la leyenda del actor difícil que se decía ser. “He sido echado de todas mis películas, incluyendo ésta” dice. Pero cuando lo vemos detrás de bambalinas, como es la mayor parte del material que encontramos acá, el cuadro es otro, tal vez mas impresionista.
Kilmer llevaba su cámara a todas partes, una costumbre que adquirió desde su temprana infancia, cuando en compañía de sus dos hermanos recreaban escenas de las películas que veían. La temprana muerte de Wesley, el menor de los tres, a quien consideraba el genio detrás de todo lo que hacían, lo dejó marcado para siempre.
Después vemos parte de su relación con la actriz Joanne Whalley, con quien se casa y tiene dos hijos, Jack (quien hace la voz de Kilmer en el documental) y Mercedes, para mas adelante sufrir otra pérdida con la separación. Dentro de estas escenas íntimas se muestra también la relación con sus padres, y la dolorosa experiencia de ver partir a su madre. Toda esta exposición a su intimidad, a la parte propia del ser humano, es la que nos acerca al personaje y nos deja ver aquello desconocido.
Otra parte íntima la sentimos cuando expone el esfuerzo que hizo por lograr el rol que merecía y tal vez nunca logró, como sucedió con las audiciones que envió a Stanley Kubrick para Full Metal Jacket y a Martin Scorsese para Goodfellas.
La sensación que nos queda al ver Val es que después de haber representado a Jim Morrison en la película The Doors dirigida por Oliver Stone en 1991, donde el actor estuvo un año sumergido en la vida del cantante, nunca volvió a tener otro papel protagónico de importancia. Sin embargo, siempre se lo ha reconocido por “Iceman” en Top Gun (1986), papel que inicialmente rehusó.
En 1996 logra actuar junto a su ídolo Marlon Brando en The Island of Dr Moreau. Pero allí tiene un altercado con el nuevo director, John Frankenheimer y el filme no logra el éxito esperado. La misma entrevista que logra en un momento con Brando durante esta filmación es prueba del fracaso que se veía venir con esta producción.
Si teníamos una idea preconcebida acerca de la personalidad de este actor, es seguro que ésta cambiará después de ver lo que aquí se registra. Bajo la dirección de Leo Scott y Ting Poo Val nos hace un recuento de la vida del actor desde su mas temprana infancia, cuando ya sabía que iba a ser actor, hasta el presente cuando afectado por la enfermedad se lo ve firmando autógrafos a sus seguidores en eventos comunitarios.