Lo único que alcancé a investigar sobre esta película antes de verla fue la duración, porque tenía una cita a continuación para cenar; de paso me di cuenta que era en blanco y negro, e imaginé que sería algo así como La Tropical (2001). Qué sorpresa me llevé cuando el O Cinema introdujo la presentación haciéndole saber al público lo que estábamos próximos a ver: una especie de lo que hoy se llamaría docu-ficción sobre la Cuba de los años 60. Mijail Kalatozov, es el director soviético que la realizó, quien poco antes había recibido la Palma de Oro en Cannes por The Cranes are Flying (1957), y que fue enviado a Cuba para hacer una película propagandista sobre los cambios que se vivían en el momento.
La cinta estuvo archivada por muchos años, probablemente porque no cumplió los objetivos ideológicos para los cuales fue realizada, y la estética, por supuesto, no era una prioridad en el momento. Fue necesario que Martin Scorsese y Francis Ford Coppola la redescubrieran en 1995 para abrirle nuevos horizontes y permitirle al mundo apreciar lo que hoy en día se considera un clásico, que evoca escenas de Serguei Eisenstein y Federico Fellini transportadas al trópico.
Las escenas iniciales de la película son absolutamente deslumbrantes y es casi inexplicable como se logró en esa época un movimiento tal de la cámara, siguiendo a un grupo de mujeres que hacen parte de un concurso de belleza que se lleva a cabo en el techo de un lujoso hotel de La Habana, desplegando todo el glamour de la época.
Escrita por el novelista cubano Enrique Pineda Barnet y el reconocido poeta ruso Evgenily Evtushenko, trata de mostrar a través de la voz de una mujer, los contrastes que se vivían en la Cuba anterior a la revolución que llevó a Castro al poder. Los temas de la pobreza, la prostitución, la vida del campo a través de las plantaciones de caña y la lucha estudiantil son analizados en cinco capítulos a través de la poesía, la música a cargo de Carlos Farinas y por la cámara de Sergei Urusevsky, que a ratos nos abstrae totalmente del contexto de la dictadura de Batista y nos hace alucinar.
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Dependiendo del lente con que se le mire, I am Cuba puede resultar polémica y tomar muchas interpretaciones que van de lo irónico a lo absurdo. Una cosa es ubicarse en el contexto de los años 60, época en que fue realizada, y otra mirarla con la experiencia vivida medio siglo después. Lo único cierto es que su estética es incuestionable, abrumadora y atemporal y es por ello que resulta un privilegio tener hoy día acceso a esta joya de la cinematografía.