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Nuestra época está definida por un desarrollo tecnológico sin precedentes, pero el indiscutible progreso que eso favorece a la vez conlleva tensiones que afectan nuestra vida cotidiana y el escenario del mundo.
Asistimos a movimientos migratorios, crisis económicas, políticas y ecológicas a nivel global. No podemos dejar de reconocer que la tecnología introduce un cambio de escala que impacta los estilos de vida, y abre un campo de dificultades donde cotidianamente se sienten los efectos que impone la velocidad y la movilidad, así como también la desconexión que el consumo y las comunicaciones virtuales favorecen.
Marc Augé[1], con quien tuvimos ocasión de conversar, es uno de los grandes antropólogos contemporáneos que observa y analiza estos temas.
El porvenir de los terrícolas, editado por Gedisa en el 2018, es su nuevo libro, un título que, al referirse a los habitantes de la Tierra, inmediatamente nos mueve a pensar en cómo será la diversidad en el futuro. Cuando en ocasión de entrevistarlo le pregunté quiénes están incluidos en ese porvenir, Augé nos dice que en primer lugar considera a todos los seres humanos y luego a todos los seres vivos sobre la tierra. “Imagino un mundo dentro del cual la diversidad cultural pertenece a cada individuo”.
Entre las afirmaciones que suelta en su nuevo trabajo, el antropólogo destaca la importancia del cambio de escala impuesto por la globalización tecnológica y la difusión del conocimiento. Dice que “los avances de la ciencia ya no nos dejan imaginar el futuro, porque continuamente aportan nuevos descubrimientos”. Como muchos ya lo experimentamos hoy, son esas novedades las que afectan nuestro quehacer cotidiano.
Los cambios a consecuencia del avance tecnológico promueven la “ilusión de saberlo todo y el debilitamiento de lo simbólico, esto subvierte los fundamentos en los que se basa la vida social.
A partir de las vertiginosas transformaciones que se dieron en las últimas décadas, Augé reconoce que hay una radical diferencia entre las relaciones sociales simbolizadas y el tipo de comunicación que se establece a través de las redes sociales. “La simbolización necesita tiempo y espacio, el ideal de la comunicación es la ubicuidad y la instantaneidad.”
Los cambios a consecuencia del avance tecnológico promueven la “ilusión de saberlo todo y el debilitamiento de lo simbólico, esto subvierte los fundamentos en los que se basa la vida social”.
A partir de estas apreciaciones es necesario reflexionar sobre las nuevas expectativas y temores que genera el progreso. Además de considerar la relación entre la tecnología y la sociedad, este pensador señala la interdependencia que hay entre la ciencia y la historia. “La ciencia es el único dominio humano a propósito del cual se puede hablar de progreso. Sabemos muchas más cosas hoy que ayer y mucho menos que mañana. La tecnología tiene un papel muy importante en la vida social y ha hecho avances fabulosos, pero están más cerca de los intereses del mercado y de las finanzas. Las relaciones sociales son siempre afectadas por el poder y hoy en día éste está muy vinculado con la utilización de las tecnologías, razón por la cual la ciencia, que necesita tecnología y dinero, no es completamente libre. Sin embargo, no soy pesimista, no pienso que las tecnologías vayan a sustituir a la voluntad humana “.
Y, a pesar de que es innegable que la robotización es la tendencia hoy, Augé explica que “robotizar lo humano es una idea que pertenece al cientifismo, el espíritu científico es siempre crítico y objetivo y no tiene nada que ver con el cientifismo, es algo completamente diferente”.
Durante la entrevista el antropólogo observó que es la primera vez que vivimos una globalización que concierne a todos los seres humanos, “tanto a los colonizados de ayer tal como a los ex – colonizadores”, que enfrentamos el desafío de la sobrepoblación y del cambio climático, y reconoce que eso es una preocupación para todos. “Es el momento de pensar en la unidad del género humano para empezar a definir los problemas. Si el mundo no considera la dimensión genérica del hombre, la violencia va a crecer y los progresos de las tecnologías pueden tener consecuencias terribles, como podemos imaginarlo a partir del terrorismo”.
Las relaciones sociales son siempre afectadas por el poder y hoy en día éste está muy vinculado con la utilización de las tecnologías, razón por la cual la ciencia, que necesita tecnología y dinero, no es completamente libre.
Marc Augé nota que por un lado existe La necesidad de lugares, tal como titula a uno de los capítulos del nuevo libro. Allí afirma que “la movilidad es el ideal de adaptación a los mandatos del sistema”, ya sea que estemos obligados a viajar por trabajo, que queramos cambiar de empleo o deseemos hacer turismo; pero por el otro “todavía necesitamos nuestro lugar y el vínculo con los otros. La identidad todavía se construye simbólicamente y en relación con el espacio y el tiempo, donde hay otros que nos reconocen”. Y destaca que, “la idea misma de redes sociales concentra las contradicciones de la situación actual”.
La movilidad conlleva también aspectos contradictorios, como lo es el constante aumento de la distancia entre los más ricos y los más pobres, una apreciación que lo lleva a Augé a reconocer el mundo actual dividido en tres clases, “los pudientes, los consumidores y los excluidos”. Y sostiene además que, “el consumo es el motor del sistema, pero este no necesita necesariamente un mercado geográfica y socialmente cada vez más extenso: la oferta renovada de productos tecnológicos modificados sin cesar y con más rendimiento quizás baste para asegurar su dinamismo. En estas condiciones, la lógica del lugar, que nunca ha sido acogedor ante la presencia de los otros, tiende a endurecerse”.
Frente a la pregunta acerca de si el acceso a tanta comunicación y posibilidades de movilizarnos genera nuevas formas de soledad, Augé dice que “cada uno busca su lugar y se puede pensar que las nuevas posibilidades de comunicación suscitan también nuevas formas, no de soledad sino de aislamiento.”
Al antropólogo no se le escapa que los cambios que vivimos cuestionan nuestra propia situación en el tiempo. “Por un lado, porque la extensión de la duración media de la vida nos hace particularmente sensibles a la aceleración de la historia. Por otro, porque la coexistencia prolongada de varias generaciones nos hace sentir cercanos a los cambios que esta aceleración produce en el ser humano, intelectual, psicológica e incluso psíquicamente.”
De esta manera, en la realidad contemporánea las posiciones tradicionales funcionan invertidas, porque, desde cierta perspectiva, es un hecho que hoy son los mayores quienes tienen mucho que aprender de los jóvenes. Cuando lo interrogué sobre ello, Augé dijo que “es necesaria una solidaridad entre las generaciones porque la velocidad de los cambios hoy en día impone formar a los jóvenes y al mismo tiempo permitir a los mayores adaptarse a lo nuevo.” A la vez, cuando hablamos de la importancia que este pensador aún continúa dándole a la educación dijo que “es necesario también que todos los niños del mundo puedan adaptarse a la velocidad de la ciencia.”
Marc Augé ha sido muy reconocido por su conceptualización sobre los no-lugares, un aporte que impactó el campo de las ciencias sociales, humanísticas y el arte. Él acuñó el concepto de «no-lugar» para referirse a los lugares de transitoriedad, espacios intercambiables, propios de la sociedad actual, que no se configuran a partir de ser estables y fijos, es lo que se contrapone con el llamado “lugar antropológico”, donde tradicionalmente se constituye la identidad y la subjetividad. El no-lugar no personaliza ni aporta a la identidad, porque no es fácil interiorizar sus componentes; allí el ser humano es anónimo, como en los medios de transporte, en las grandes cadenas hoteleras, en los supermercados, e incluso los campos de refugiados.
A partir de que en El porvenir de los terrícolas el antropólogo deja en claro que nos adentrarnos en una escala planetaria, le pregunté si todavía se mantiene la diferencia entre el lugar y el no-lugar. «Se puede pensar que hoy el no-lugar es el contexto de todo lugar posible. Cuando estamos en nuestra casa, que es el lugar por excelencia, la televisión y la computadora nos envían imágenes del mundo entero, tan lejos y a la vez tan próximo, que para nosotros son no-lugares que reconocemos sin conocerlos. En el corazón del lugar no vemos sino no-lugares, espacios de lujo donde se encuentran, a través el mundo entero, las estrellas del cine, de la política, del mundo del deporte o de la literatura, que parecen deambular como en su propio jardín.”
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París de principios del siglo XX atrajo artistas de todo el mundo. Muchos críticos de arte reclamaron el nacionalismo artístico, enfatizando las diferencias entre los locales y autóctonos y los extranjeros… los extraños, entre ellos Picasso, Joan Miró y Marc Chagall.
“Desde diosas hasta reinas, de cortesanas hasta científicas, de actrices hasta santas, desde escritoras hasta políticas… hemos estado en todas partes, aunque un manto de silencio se empeñara en cubrirnos o ignorarnos”. Julia Navarro.
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Excelente articulo