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Tal como afirma el psicoanalista Luis Camargo en su artículo sobre el tema del abusos sexual, titulado «Los ( ab)usos del niño y la niñez», es posible observar que cuando se habla de abuso sexual infantil la condena social y moral es inmediata y nadie duda en calificar de aberrante esa incursión de la sexualidad adulta en el espacio de la niñez.
Tal como afirma el psicoanalista Luis Camargo en su artículo sobre el tema del abusos sexual, titulado » Los ( ab)usos del niño y la niñez», es posible observar que cuando se habla de abuso sexual infantil la condena social y moral es inmediata y nadie duda en calificar de aberrante esa incursión de la sexualidad adulta en el espacio de la niñez.
Tampoco nadie duda en calificar al victimario, tal como suele nominárselo en algunos ámbitos, como «enfermo», «perverso» o «delincuente» ,en la serie de adjetivos adosados a la condena moral y quizás no esté mal que así ocurra a nivel social general.
Además la gran mayoría no dudará en suponer que el «niño víctima» de tal aberración tendrá como pronóstico asegurado importantes desajustes o anomalías en su psiquismo.
Coincido también con su afirmación respecto de que todos estos supuestos remiten a juicios de índole general y participan muchas veces de un prejuicio, en el sentido literal de emitir un juicio previo o a priori que suele ser expresado sin interrogación alguna y apelando a una idea preconcebida que prescinde de lo individual y de la experiencia particular.
La función del analista supone la inclusión de una forma de escucha que ponga en suspenso estos juicios a priori y promueva la interrogación del caso por caso, más allá, más acá o bien en lo que subyace en las obviedades.
Recuerdo el relato de una colega, sobre el caso de una niña de 7 años de nombre Macarena, que fue llevada a la consulta porque «se dormía en el colegio» y estaba muy distraída allí.
Es en la escuela donde habían detectado ese extraño síntoma de dormirse en el aula y por eso le pidieron a la madre que consultara, quien así lo hizo, sin presentir lo que ese síntoma escolar revelaría.
La madre, separada del padre de su hija por su violencia en la convivencia, mencionaba su constante angustia porque él la continuaba agrediendo o amenazando con frecuencia.
La niña por su parte relataba a su analista acerca de los enojos de su padre, comentando con insistencia que «nada lo satisface, ni nada lo pone contento».
En sus juegos, durante el tratamiento, y en ese contexto antes mencionado, propone escribir un «diario de pistas» en colaboración con la analista. Escriben así una serie de «pistas» en las que ella y su analista deben atravesar muchos lugares peligrosos y situaciones de riesgo, entre los que se destacan principalmente «un volcán en erupción, siempre a punto de estallar».
En una de dichas sesiones, la madre pide hablar con la analista y le comenta angustiada que su hija «le confesó» que hacía mucho tiempo que su papá estaba abusando de ella, tocándola e incluso penetrándola, hecho que fue constatado por los médicos que la revisaron.
En forma muy escueta, e incitada por su madre, Macarena le relató finalmente algo de lo ocurrido a su terapeuta, pero acompañando sus dichos con un gesto en su boca y con la frase: «te cuento esto pero boca cerrada, ¿eh?», refiriendo luego que había sido amenazada por su padre para que no transmitiera lo ocurrido.
En el transcurso del tratamiento el padre fue denunciado por la madre, posteriormente detenido y al momento de concluir la consulta aun continuaba preso.
Casos como el de Macarena, que pueden llegar a la consulta y tener un desenlace similar, convocan al psicoanalista a preguntarse acerca de su función en un tratamiento como el de esta niña.
Ahora me pregunto… ¿qué lugar darle a la palabra, más allá de lo lúdico, en una situación como la que ella ha atravesado?
En lo personal, al momento de escuchar y pensar este tipo de consultas, en un intento de abordarlas desde el discurso del psicoanálisis, un sinfín de interrogantes se me han ido ocurriendo de un modo algo desordenado y pensé que una buena contribución podría ser escribirlas aquí, con el anhelo de que resulten de algún aporte que permita orientar cierto debate sobre el abordaje de este tema tan complejo.
Algunas Preguntas:
• ¿Todo sujeto que atraviesa una experiencia sin duda difícil como la de estos niños, sufre necesariamente y en forma inevitable un daño psíquico?
• ¿El acontecimiento real traumatizante vivido alcanza en sí mismo para constituirse en un trauma en el sentido que el psicoanálisis da a este concepto?
• En cuyo caso, ¿cuáles son los medios de elaboración posibles con los que se cuenta en la niñez?
• ¿El juego, tal como lo vemos desarrollarse en el tercer caso, el de la niña nombrada como Macarena, es el modo más idóneo y la herramienta principal con la que contaría un sujeto en la infancia para tramitar los efectos psíquicos de esa experiencia?
• ¿Qué función ha de cumplir? ¿Y qué valor tendrá en el momento de constitución de la subjetividad en la que se encuentra?
Macarena inventa una ficción lúdica, muy creativa por cierto, en la que ella y su analista deben atravesar, siguiendo ciertas pistas, misiones peligrosas, haciendo activo su pasaje por situaciones de riesgo extremo y de terror… (En este caso vemos ciertamente una eficacia elaborativa en su juego).
Ahora me pregunto… ¿qué lugar darle a la palabra, más allá de lo lúdico, en una situación como la que ella ha atravesado?
En un sentido técnico en la dirección de la cura, ¿convendría incentivar a Macarena a hablar en forma más directa acerca de lo que ha padecido con su padre?
Del fragmento clínico presentado, se desprende que ella eligió hablar con su madre al respecto… ¿será necesario también a los fines del tratamiento que hable en el interior del dispositivo analítico?
Y en dicho sentido, ¿la analista debería esperar a que sus dichos emerjan espontáneamente o debería intentar lograr que la niña hable necesariamente allí, a los fines elaborativos?
Sabemos que existen dispositivos terapéuticos que desde cierta posición «especializada» en el tratamiento del abuso sexual, propician activamente la representación lúdica del hecho vivido (a través de los denominados muñecos anatómicos correctos, MAC) ó proponen la revivencia textual de los sucesos a través del relato detallado, y en este punto me pregunto:
• ¿Ese tipo de tratamientos conducen a una elaboración adecuada del padecimiento o producen una fijación del traumatismo que resulta más nocivo aún para el niño?
…en la Grecia antigua no cabría ocuparse del abuso sexual como lo pensamos hoy, muchos autores e investigadores de la concepción de niñez a lo largo de la historia han señalado la misma cuestión tanto de dicha cultura como de otras en la antigüedad.
Ahora bien, pensada un poco más la cuestión respecto de lo dicho o no dicho, y el uso de la palabra del lado de Macarena … ¿qué habrá generado que callara tanto tiempo lo que le ocurría?. Y en un sentido más favorable, ¿qué coordenadas del tratamiento analítico iniciado habrán promovido «su confesión» a la madre?
Pero al mismo tiempo ¿por qué pedir «boca cerrada» a su analista?. Y respecto de este pedido, ¿debe cerrar la boca la analista?
Con relación a cuestiones estructurales me surgen otras preguntas:
• ¿Qué decir del estatuto de la función paterna en este caso o en casos similares?
• ¿Hay padre allí? ¿Hay padre posible cuando un hombre abusa sexualmente de su hija?
• ¿Qué consecuencia estructural en la subjetividad podrá gestarse en un caso en el que, tal como señala Gerard Pommier, «el padre cae absolutamente de su lugar»? ( Gerard Pommier- «La transferencia y la estructuras clínicas» ).
• ¿Qué estatuto diferencial habrá de ubicarse entre el fantasma de seducción por parte de un padre (o su sustituto), fantasma imaginado por la histérica y un hecho realmente acontecido, es decir el abuso efectivamente ocurrido tal como evidencia el caso de Macarena?
• ¿Será idéntico para lo psíquico la ficción y la realidad efectiva en un caso así?
Respecto de las derivaciones legales que el relato de este material menciona, me pregunto: ¿qué función ha de cumplir la ley (en el sentido de la intervención de la justicia) en una situación como la de Macarena?
• ¿Tendrá algún valor que favorezca cierta elaboración de lo vivido la realización de la denuncia por parte de la madre y la condena concreta para el padre?
• ¿Pueden ser nocivas en algún sentido las pericias y revisaciones médicas que la niña debió atravesar?… No plantea acaso un dilema difícil de resolver y una enorme incompatibilidad, la necesidad de pruebas por parte la justicia, con el efecto traumatizante que representa para un sujeto el sometimiento a las pericias que proveen esas pruebas?
Y finalmente me pregunto:
• ¿Cuál es el tratamiento posible que el psicoanálisis podría propiciar en un caso en el que esté involucrado un niño o niña que ha padecido alguna forma de abuso sexual?
• ¿Existiría la posibilidad de imaginar un dispositivo especializado y específico de tratamiento de niños que han padecido abuso sexual, pensado desde el psicoanálisis?
En mi opinión, ciertamente no, en tanto no es posible pensar una «especialización» de ninguna clase desde el psicoanálisis.
Pero entonces:
• ¿Qué es lo tratable en el dispositivo analítico en una situación así?
• ¿Lo tratable es el abuso sexual, sus efectos, o el síntoma con el que el sujeto responde?
• ¿Qué es lo tratable en el psicoanálisis con niños?
En un sentido amplio es posible pensar que la manera de abordar ciertas cuestiones tratables en la infancia no estará del todo desconectada de la conceptualización de niñez que se tenga (en el discurso de la época).
En el trabajo referido de Luis Camargo es posible encontrar una reseña interesante respecto del concepto de niño en su vinculación con el abuso sexual y el poder, que me interesa aquí señalar. Indica por ejemplo que ciertamente en la Grecia antigua no cabría ocuparse del abuso sexual como lo pensamos hoy, muchos autores e investigadores de la concepción de niñez a lo largo de la historia han señalado la misma cuestión tanto de dicha cultura como de otras en la antigüedad.
Evidentemente la asociación niñez-poder, tal como lo describen también Michel Foucault o Philipe Aries , parece una constante a lo largo de la historia y puede rastrearse en los orígenes de la cultura occidental.
Basta observar la noción de patria potestad para que esto se haga evidente. El padre de la familia del Derecho Romano podía disponer de la vida y la muerte de sus hijos a su antojo y en forma absolutamente arbitraria. Y en la sociedad romana no había cuestionamiento alguno a dicha forma de poder.
Basta observar la noción de patria potestad para que esto se haga evidente. El padre de la familia del Derecho Romano podía disponer de la vida y la muerte de sus hijos a su antojo y en forma absolutamente arbitraria. Y en la sociedad romana no había cuestionamiento alguno a dicha forma de poder.
Varios siglos, y psicoanálisis mediante, habrán de pasar para que algo de ese derecho absoluto se modifique o se acote y los mecanismos de poder se transformen y se organicen nuevos discursos en torno a la infancia. ¿Qué es lo que introduce el pensamiento freudiano en la cultura occidental respecto del modo de pensar la niñez? Y en que ha contribuido a que el tema del abuso se haya tornado un problema tratable en el sentido terapéutico?
Básicamente Freud introduce a comienzos del siglo XX la idea de que la sexualidad es constitutiva del sujeto humano y en particular que las huellas que ésta deja en la infancia serán las marcas perdurables que configurarán las bases del psiquismo adulto y de toda formación de síntoma neurótico.
El cristianismo promovió la idea gestada en la Edad Media del niño sede de un ángel o hábitat de los demonios, con el psicoanálisis asistimos al pasaje a la concepción del niño sexuado de nuestra sociedad contemporánea.
Pero ¿qué es un niño para el psicoanálisis?
En la teorización freudiana niño es una ecuación simbólica correspondiente a una sustitución imaginaria del pene. Esa ecuación simbólica es nombrada: NIÑO = FALO. En este sentido niño es una representación con la que el inconciente trabaja.
Niño es una suposición que está en relación al deseo y al narcisismo de los padres que se vincula al Complejo de Castración, es decir a la relación que tengan los mismos a la falta.
En síntesis, y esto es lo central, niño para el psicoanálisis más que nombrar una etapa de la vida, es un concepto y como tal tendrá una variabilidad de usos según la lógica del proceso en juego.
• Será pene-niño, en el deseo materno vinculado a su falta y al penis neid.
• Será caca-niño según la lógica anal o regalo-niño en relación a la donación simbólica.
Pero la subjetividad estará atravesada por la representación de niño que los padres en su deseo hagan del hijo.
¿Qué recursos puede implementar un sujeto en la infancia para responder a esa objetalización en la que es ubicado?
Será Lacan quien advertirá que además hay tres respuestas posibles a tres situaciones de demanda diversa por parte de los padres y a lugares en que puede ser ubicado un sujeto en tanto niño.
• Al deseo materno responde como falo.
• Al conflicto parental como síntoma de la pareja.
• Al fantasma materno como objeto (tal como ocurriría particularmente en la psicosis).
Ahora bien, considerando las múltiples significaciones aquí mencionadas, que pueden abarcar al niño como concepto en la dinámica del inconciente humano podríamos preguntarnos:
• ¿Qué equivalencias estarán en juego en las determinaciones inconcientes de quien ejerce abuso sexual infantil?
• ¿Cuál será su representación de niño y el lugar que tiene un hijo para dicho sujeto?
• ¿Cómo habrá sido simbolizado su propio lugar de hijo en sus padres y la representación de niño en su entorno social?
Mucho más grave aún en mi opinión son los dispositivos terapéuticos que en pos de una búsqueda de elaboración y de conocer la verdad de lo ocurrido, conducen a una fijación del sentido, hipotecando la subjetividad futura de quien ha padecido una situación así.
Si seguimos las conceptualizaciones antes mencionadas podríamos decir que al hablar de abuso sexual, estamos en realidad nombrando el lugar de objeto de uso que ese niño tiene para ese sujeto, es decir abuso sexual constituye o correspondería a un uso sexual de un niño tomado como objeto de goce.
La pregunta sería entonces: ¿qué determinaciones conceptuales del niño anidarán en un sujeto para valerse de un menor, como uso de objeto sexual sin que medie prohibición ni barrera alguna?
Y pensado en consecuencia en los niños por los que nos consultan cabría preguntarse:
• ¿Qué recursos puede implementar un sujeto en la infancia para responder a esa objetalización en la que es ubicado?
O haciendo recaer de nuestro lado, en tanto psicoanalistas, el peso de la pregunta en forma más precisa, la cuestión a formularnos es: ¿Cuál es el dispositivo de tratamiento que desde el psicoanálisis podemos propiciar para esos niños?
Simplemente quiero decir a modo de aproximación general a este planteo y para concluir, que , en mi opinión, la cuestión técnica y la estrategia terapéutica en situaciones tan traumatizantes como las de esta niña , requiere mas un abordaje ético que moral.
En muchas ocasiones advertimos el riesgo de que niñas como Macarena que han sido víctimas de abuso sexual, deben atravesar luego una serie de procesos, organizados en dispositivos institucionales a nivel legal, médico, escolar, que quizás resulten necesarios en algún sentido pero que lamentablemente, en ciertas situaciones, terminan produciendo lo que los victimólogos denominan una «re victimización o victimización secundaria del niño».
En nuestros términos, creo que tales intervenciones pueden constituirse en promotoras del segundo tiempo del trauma, y volverse, en consecuencia, traumatizante.
Mucho más grave aún en mi opinión son los dispositivos terapéuticos que en pos de una búsqueda de elaboración y de conocer la verdad de lo ocurrido, conducen a una fijación del sentido, hipotecando la subjetividad futura de quien ha padecido una situación así.
Algunos de estos dispositivos son conducidos por personas que suelen valerse de un discurso perteneciente al orden de lo moral y siguiendo el precepto de «hacer el bien», implementan procedimientos generales para todo niño que ha padecido un posible traumatismo sexual.
Considero que a esa concepción moral general, podemos oponer una ética del respeto por lo singular de cada sujeto.
Adhiriendo una vez mas a la propuesta de Luis Camargo, y a la de muchos analistas que sostienen esta postura, pienso que podemos oponer al «hacer el bien» el «bien hacer» de cierta posición ética respecto de la niñez, que considere la subjetividad y la escucha de cada niño en cuestión.
Es la diferencia entre «ser un caso» en los dispositivos institucionales, donde alguien puede pasar a «ser un abusado» y perder así su identidad, a ingresar en un dispositivo de tratamiento que permita hablar del padecimiento posible de un acontecimiento vivido que aunque traumatizante no deja de ser propio e individual, y su elaboración dependerá de la subjetividad de cada uno.
Es la diferencia entre «ser un caso» en los dispositivos institucionales, donde alguien puede pasar a «ser un abusado» y perder así su identidad, a ingresar en un dispositivo de tratamiento que permita hablar del padecimiento posible de un acontecimiento vivido que aunque traumatizante no deja de ser propio e individual, y su elaboración dependerá de la subjetividad de cada uno. Hecho traumatizante al que, cuando ocurre en la infancia, se podrá responder, en el mejor de los casos: jugando, hablando o bien, con la incipiente formación de un síntoma como lo enseña este breve material ejemplar que he presentado en el inicio.
El síntoma de Macarena:
• Ese extraño quedarse dormida en la escuela , enigmática señal de su diario de pistas, puesta esta vez en acto y a la vista de todos, en un lugar tan discordante como para que alguien que esté dispuesto a escucharla, lea allí su angustioso llamado silencioso y lo pueda descifrar…
• Me pregunto para concluir: ¿no será ese curioso «decir con la boca cerrada» aquello que llamamos síntoma en psicoanálisis?
• ¿No será acaso eso justamente lo único tratable en psicoanálisis con niños?
Un paseo a dos voces y dos estilos por Churriana, un pueblo al lado de Málaga que alguna vez fuera una barriada y actualmente forma parte de la ciudad.
Estrasburgo, situada entre Francia y Alemania, fue declarada Patrimonio de la Humanidad. Nos sorprende con su luz y sus reflejos, el reloj astronómico en la Catedral de Notre Dame y la Iglesia de Santo Tomás, donde Mozart tocó el órgano.
“Desde diosas hasta reinas, de cortesanas hasta científicas, de actrices hasta santas, desde escritoras hasta políticas… hemos estado en todas partes, aunque un manto de silencio se empeñara en cubrirnos o ignorarnos”. Julia Navarro.
“Abstenerse de sexo no es suicida, como lo sería abstenerse del agua o la comida; renunciar a la reproducción y a buscar pareja…con la decisión firme de perseverar en este propósito, produce una serenidad que los lascivos no conocen, o conocen tan solo en la vejez avanzada, cuando hablan aliviados de la paz de los sentidos”.
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4 Comentarios
Excelente trabajo, sin embargo, me hubiese gustado de que desarrollase un poco más las preguntas que usted mismo se plantea, por ejemplo, la diferencia entre una niña abusada de una que fantasea una escena de seducción. Es diferente, claro, y vale la pena aclarar esta diferencia como sustancial. Igual, estoy completamente de acuerdo en que tanta auscultación y tanto indagar reafirma lo doloso del hecho y hace que el niño se instale en el hecho, en vez de superarlo.
Ahora, si me lo permite, me gustaría hacerle una consulta que me asalta en mi práctica con niños.
Con respecto al abuso, también es necesario constatar si lo que refiere el niño corresponde a la realidad o si solo es una fantasía de seducción, producto de su propio deseo insatisfecho:
precisamente, porque hay que tomar medidas que le salvaguarden.
Entonces, cómo saber si lo que dice el niño corresponde a su fantasía (o su deseo) sin que tengamos que someterlo a los rigores médicos (y porque no siempre se puede constatar en lo físico que hay un abuso por parte de un adulto), o mejor, ¿hay alguna manera de saber si es realidad lo que relata el niño o si corresponde a una fantasía de seducción?
Bueno, este me parece un artículo nefasto y aberrante, que parece que lo hizo alguien que apenas sabe de psicoanalisis, un estudiante de universidad, o un perverso, que habla de abordar los casos de manera cualitativa e individual, pero que lo toca con la mayor insensibilidad, como si en vez de hablar de personas, de niños abusados sexualmente, hablara de conceptos… de construcciones simbólicas, y de hecho literalmente lo hace, equipara al niño con un concepto, fálico, etc. .que al final termina haciendo lo que desde el principio se sentia, quitarle peso e impacto al hecho del abuso, y hasta justificarlo y citar a los tiempos romanos, aduciendo a que es cuestión del contexto y la epoca, y de como las instituciones moralizantes acentúan el trauma… pero no obstante para el, son las revisiones medicas los que violan la subjetividad del niño haciendo de el un objeto de pruebas…
Sin duda un escrito lleno de contradicciones consigo mismo, y lleno de inaceptables omisiones de conceptos psicoanaliticos como el goce y la culpa del niño… y lo que esto conlleva, éstas omisiones no me parecen accidentales, tampoco la omisión del término psicoanalitico «perverso», el cual solo lo uso de manera superficial y despectiva, como queriendolo haciendolo ver como algo trivial, a mi me parece que es por que el se identifica con ello…
Realmente resulta sorprendente como se enfoque solo a los niños, como si solo conociera de casos de abuso sexual cuando las personas son chicas y como si no conociera ningun adulto que ya presente las consencuencias de estos sucesos…. es por ello que me parece un articulo digno de un estudiante que apenas empieza, un estudiante bastante torpe e insensible… el colmo es cuando incluso llega a cuestionarse que el hecho en si de las revisiones medicas sea más traumatizante que el abuso sexual en sí… amigo, si no sabe de lo que habla, mejor dediquese a otra cosa, las consecuencias del abuso infantil suelen ser de por vida y muy duras, pueden conducir al suicidio y los perversos victimarios suelen salir impunes… «Donde hay derecho no hay justicia» dice W. Benjamin… y para mi lo justo para ellos sería la tortura o la muerte, no menos…
Si usted intenta justificar un abuso sexual que usted cometio yo digo que no, que no es un asunto tan trivial y no pretenda justificarlo de ninguna manera, confiese y entreguese…….. o algo así…
Hola! ¿Qué me puede comentar acerca de algo que veo muchísimo en la práctica analítica? Cuando la víctima es cuestionada no sólo en la veracidad de estos hechos. Sino también es acusada de haber participado de los mismos en una primera instancia pero que posteriormente son resignificados como abuso, quitando de esta manera toda responsabilidad al que comete dicho acto. Tengamos en cuenta que actualmente las edades de los infantes abusados son cada vez son más bajas, yo me pregunto, bebés de dos o tres meses, qué tipo de participación pueden llegar a tener en estos actos? Me gustaría saber cómo responde el psicoanálisis a esto. Gracias