Bashevis Singer es un escritor multifacético quien toca en sus relatos gran cantidad de temas. Los demonios y espíritus son personajes comunes en su literatura.
El cuento titulado El Espejo es el perfecto ejemplo de esto. Las descripciones e imágenes que ésta narración despierta se remontan a un bagaje cultural que coquetea con el arte pictórico. Artistas como Tiziano y El Veronese jugaron con la imagen de una bella mujer observándose frente al espejo, que al igual que en el cuento de Singer, refleja la vanidad femenina. Mientras que para Singer el tema central es una mujer ociosa tentada por un diablillo, para los pintores manieristas venecianos ésta es la imagen magnánima de Venus, la diosa del amor.
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Al leer el cuento, las imágenes acuden a nuestra mente, y al recorrer la historia del arte, estas se ven trasplantadas a un medio pictórico. Para el escritor laureado, el demonio es un seductor con sentido del humor, mientras que para Hans Memling, pintor flamenco, la figura infernal está plasmada como un monstruo con garras y cuernos. Para Basehvis es un duende que pertenece a las huestes de Satán y que aparece dentro de un espejo; no obliga, solo convence a la mujer a seguirlo; sin embargo, en el grabado de Eugene Delacroix observamos a Mefistófeles como un ente alado con capacidad de aterrorizar y corromper a cualquiera. Esta imagen nos transporta a alguno de sus cuadros infernales realizados por Hieronymus Bosch. Ahí es donde las torturas se vuelven cotidianeidad, a donde Bosch nos advierte que iremos si caemos en la tentación, allí es donde, como dice Bashevis Singer: “Tiran y rasgan y muerden y pinchan” hasta la eternidad.
Pintores y escritores mezclan fantasía, creencias religiosas y experiencias pasadas en sus creaciones artísticas. Los cuentos de Bashevis Singer convergen con el arte pictórico cuando expresa su preocupación por las fuerzas externas y sobrehumanas que afectan al ser.
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