Era mucha la expectativa que se había creado alrededor de la nueva película del máster del horror corporal, David Cronenberg, quien después de 8 años de silencio presenta Crimes of the Future, cuya premier tuvo lugar en el Festival de Cannes de 2022.
Es lógico que los tiempos que vivimos den cabida a espectáculos de horror y ciencia ficción. Lo interesante en este caso es que el guion fuese escrito tanto tiempo atrás, resultando éste el momento apropiado para su divulgación.
Recordado por películas del nivel de A History of Violence (2005), Esatern Promises (2007), a Dangerous Method (2011), y Maps to the Stars (2014), era lógico que esperásemos mucho mas de lo que Cronenberg presenta en Crimes of the Future, al menos en el aspecto narrativo.
Sin embargo, aunque corta en este contexto, la película logra, a partir de imágenes, transportarnos a un mundo distópico, estilo Saramago, donde la pérdida de la sensación de dolor ha creado la necesidad de otro tipo de dolor. Y si la sátira en Maps to the Stars era dirigida al mundo de Hollywood, en esta ocasión está centrada en el mundo del arte del performance y la sociedad de consumo.
Saul Tenser (Vigo Mortensen) es una celebridad que exhibe la transformación de sus órganos en actuaciones de vanguardia al tiempo que éstas son registradas en filme por su pareja y colega Caprice (Léa Seydoux).
Dicha representación artística, que encarna un futuro donde el cuerpo ha evolucionado hacia lugares imprevisibles y el placer ya no se experimenta de la manera que conocemos sino a través de las intervenciones quirúrgicas, se ve confrontada con un organismo burocrático, el Registro Nacional de Órganos, en el cual una atractiva investigadora, Timlin (Kristen Stewart), es la encargada de seguir con atención obsesiva sus actividades.
Crimes of the Future, con sus imágenes retorcidas y grotescas nos deja reflexionando sobre aspectos vitales como la exposición del cuerpo a productos sintéticos, la obsesión con la belleza y la cirugía plástica, y las contradicciones del mundo del arte, con su contenido crítico y liberador, pero a la vez deferente e impotente en el intento de recuperar la esencia humana.
Cronenber, con sus 79 años resulta tan controversial y cínico como siempre, y a pesar de que la historia no nos satisface a plenitud, cuenta con escenas que quedan grabadas en la memoria. El título es el mismo que usó en 1970 para una película de una hora que, aunque no están relacionadas, presenta los mismos cuestionamientos. Son los cuestionamientos y los sueños que lo han torturado a lo largo de la vida, y qué privilegio poderlos compartir a través del cine.
Si bien la película no clasificó para ninguno de los premios que otorga el festival como muchos esperaban, cuenta con el prestigio de haber estado en la Selección Oficial y ha dado mucho que hablar en especial por la escenografía y las imágenes.