La última semana de septiembre el fundador de Tesla Motors y Space X, Elon Musk, dio otra de sus impactantes presentaciones en el marco del 68 Congreso Astronáutico Internacional, en Adelaida, Australia. Allí sorprendió a la audiencia dando explicaciones acerca del funcionamiento de su modernísimo cohete y ofreciendo precisiones sobre su ambicioso proyecto de colonizar Marte en 5 años, pero además afirmó que el plan contempla que sus naves también pronto puedan conectar muchas de las ciudades más importantes del planeta tierra en menos de media hora.
La nueva aeronave que su equipo está desarrollando para llevar a cabo estos objetivos recibe el apodo de BFR: siglas que devienen de Big Fucking Rocket (o sea “Cohete Jodidamente Grande”) aunque su nombre formal sea Interplanetary Transport System. Con ella, este revolucionario emprendedor imagina un futuro en el cual la nuestra se transforme en una especie multiplanetaria, que establezca colonias donde recrear y reproducir los modos de vida humanos y que se pueda desplazar a enormes velocidades y distancias en tiempos mínimos. Propone que se unirán las ciudades más importantes del mundo en tiempos menores a 30 minutos y a una velocidad de hasta 27 mil kilómetros por hora: de Los Angeles a Toronto en 24 minutos, de Bangkok a Dubai en 27, de Hong Kong a Singapur en 22, de Londres a New York en 29, de New York a París en 30 minutos… y mucho más. A cualquier gran ciudad del planeta tierra se podrá llegar en menos de una hora.
El desarrollo tecnológico revoluciona lo pensable, la episteme de nuestra época. Paul Virilio decía ya hacia fines de los ’80: “la realidad nunca está dada en forma simple y es siempre generada por las tecnologías y los modos de desarrollo de una sociedad en un momento dado de su historia […] Ya no hay una sola realidad que podamos considerar como dada una sola vez y para todos. Aún si esta montaña está siempre donde estuvo, y aún si la piedra es todavía piedra, las formas en que nosotros las percibimos han estado cambiando continuamente desde el comienzo de los tiempos. De modo que generaciones de realidades han estado conectadas con generaciones de imágenes […] una cuestión de organización de la forma de ver…”
Cuando Elon Musk y su equipo -u otro innovador del área- logren que este ambicioso programa se realice con éxito y poco a poco pase a ser parte de la vida cotidiana, estaremos entrando en otra novedosa época de nuestras realidades, donde las distancias físicas quedarán prácticamente pulverizadas. Es que la percepción del espacio es un fenómeno cultural, los kilómetros son un dato, una unidad de medida consensuada que se convierte en significativa y adquiere sentido en contexto. La forma en que comprendemos y asimos la distancia tiene un correlato directo con la dificultad y el costo que implica atravesarla. En tanto esto se haga más sencillo y abarate, todos viviremos en una tierra muy cercana (o, más probablemente, algunos pocos). El planeta tendrá las mismas dimensiones a la hora de contarlo en unidades métricas de distancia, pero la noción de lo que representa aquella medida de adyacencia/ lejanía, la forma en que lo percibimos, nuevamente cambiará, como ya lo ha hecho tantas otras veces a lo largo de la historia.