Tony Erdman es la película alemana dirigida por Maren Ade que causó sensación en Cannes tiene como fondo una relación padre-hija, que se presta para elaborar una fuerte crítica social sobre aspectos relacionados con la familia, la obsesión con el trabajo, el dinero y la soledad.
Winfried (Peter Simonischek) es un profesor de colegio divorciado que busca por todos los medios reconectarse con su hija Inés (Sandra Hüller), a quien decide visitar por sorpresa, hecho que no recibe la mejor acogida de parte de ella.
Ines, que ha sido trasladada a Rumania por su trabajo, se siente molesta y exasperada con los excesos de su padre, quien con su peculiar sentido del humor la avergüenza ante sus amistades y compañeros de trabajo. Si bien cuando pequeña los chistes la divertían, ahora son otras sus prioridades, y su progenitor ha pasado a un segundo plano.
A pesar de que la película tiene un tono irónico y logra hacernos reír mas de una vez, el trasfondo es triste y nos deja pensativos ante situaciones tan reales de choque generacional.
El título alude a uno de los caracteres cómicos que el padre personifica en su afán por llamar la atención de Ines. Lo cómico se torna patético y triste, y todos sentimos a la vez el desconsuelo del padre y la impotencia y la culpa de la hija.
Lo importante de esta cinta es que todos hemos podido ser en algún momento tanto Winfried como Ines, e independiente de que nos guste o no lo excesivo de ciertas escenas, que por otro lado le dan su carácter único y la alejan del posible cliché, se logra algún tipo de identificación.
El guión es también de Maren Ade y la película estuvo nominada a la Palma de Oro y ganó el premio FIPRESCI (International Federation of Film Critics) en Cannes en 2016, ganó el Iris de Oro y Premio del Jurado en el Festival Internacional de Cine de Bruselas y otros premios importantes y nominaciones importantes. Además esta cinta es la seleccionada para representar a Alemania para el Oscar a Mejor Película Extranjera.