La falta de comunicación en familias adictas a los dispositivos tecnológicos y una reflexión filosófica sobre la dependencia de la humanidad hacia la tecnología, al punto del no retorno.
Una desintoxicación tecnológica familiar
En el artículo del Wall Street Journal, «Cuando el ultimátum es su familia o su BlackBerry», Elizabeth Bernstein nos señala cómo las familias actuales hacen uso de los dispositivos tecnológicos para mantenerse comunicadas, lo que, paradójicamente, corta cada vez más la comunicación entre los integrantes de las mismas.
Así, nos inquiere «cuando sale a cenar, ¿ocupa su Blackberry un lugar en la mesa? ¿Chequea su esposa el correo electrónico antes de decirles ‘buenos días’ a los niños? ¿Duerme su hijo con su laptop?», y si la mayoría de las respuestas a estas preguntas es afirmativa, nos propone una desintoxicación tecnológica, desconectarnos completamente durante un lapso breve para el beneficio de las relaciones interpersonales.
Bernstein nos relata el caso de Diane Broadnax, una investigadora clínica de Maryland, «que se hartó de cómo su familia, cada noche, se dispersaba hacia diferentes computadoras en la casa. Anika, de 4 años, miraba Dora la exploradora en una portátil en la cocina, mientras que Jasmine, de 12 años, jugaba en línea con sus mascotas virtuales. Su esposo, Lonnie Broadnax, de 50 años, se iba al estudio para mirar una película de ciencia ficción mientras ella preparaba la cena a la vez que revisaba su correo electrónico». Pasaban los días y la familia no conversaba.
Una noche, Diane propuso un plan: durante una semana se privarían de todo entretenimiento digital (e-mail, mensajes de texto, Facebook, películas en DVD y videos en línea), relegando el uso de computadoras y demás artilugios tecnológicos sólo para trabajar o tareas de la escuela. Sin embargo, a la noche siguiente, para cuando todos se sentaron a cenar, la conversación fue incómoda y forzada. «Todos pensamos: Estamos sentados a la mesa tal como se supone que debemos hacer pero, ¿ahora qué hacemos?«.
De acuerdo con la psicóloga Sharon Gilchrest O’Neill, la tecnología es una distracción para la familia y es difícil de resistir porque es portátil y provee una gratificación instantánea. La manera de conseguir una reconexión entre sus integrantes, por tanto, es una limpieza tecnológica. A continuación, algunos consejos de personas que han aprendido de la experiencia:
-
Avise con tiempo a su familia para prepararse mentalmente.
-
Tenga en calro su objetivo, no sustituya la tecnología por otra actividad que lo aísle.
-
Despréndase de los aparatos gradualmente.
-
Sea claro respecto a las reglas. ¿Se permitirán las llamadas y los correos electrónicos vinculados al trabajo? ¿Está permitido conectarse a Internet para las tareas de la escuela? ¿Cuál es el castigo para una trampa?
-
Utilice la tecnología como herramienta para desconectarse. Recurra a Facebook, Twitter o el correo electrónico para decirles a su familia y amigos que no va a estar conectado.
-
Haga de su dormitorio una zona libre de medios de comunicación.
-
Una vez superada la fase de desintoxicación, aprenda a evitar perder el tiempo yendo de una búsqueda en Internet a otra, y a otra, y otra. Así puede desperdiciar horas.
-
Permita que haya solamente una pantalla en funcionamiento. Por ejemplo, si está mirando televisión, dedíquele toda su atención, en vez de estar mirando al mismo tiempo su computadora o su iPhone.
Luego de 5 dís de limpieza tecnológica, Diane Broadnax llegó una noche del trabajo y se encontró a su marido y sus dos hijas jugando una partida de Trivial, moviendo piezas alrededor de un tablero y leyendo preguntas de la pantalla de una computadora. Los tres se estaban riendo. «Aquí estaba la solución casi perfecta», dijo. «La familia estaba interactuando con la tecnología. La pantalla estaba ahí, pero no era el centro de atención«.
No no podemos vivir sin tecnología
En el artículo publicado en Letra Urbana «Tecnología y poder. Una aproximación filosófica», Cristina Bulacio destaca que «hoy nos encontramos perplejos, desorientados, acosados –en particular si no somos nativos digitales– ante la omnipresencia de los utensilios tecnológicos en nuestra vida (…) el ciberespacio se ha transformado en un “lugar”, si podemos llamarlo así, de comunicación; lugar que no es lugar; se trata de un mundo virtual que ha modificado sustancialmente nuestra realidad cotidiana«.
Bulacio nos señala que a través de las increíbles innovaciones tecnológicas hemos tejido a nuestro alrededor una red tecnológica globalizada y virtual en la que depositamos toda nuestra confianza, cuyo sello es la inmediatez y la instantaneidad. Esto nos brinda una sensación de confort, y por ello se ha ido «internalizando en nuestras vidas hasta adueñarse de nosotros y convertirse en imprescindible; esa extrema dependencia es, sin duda, un modo de prisión, también virtual. Estamos en un punto de no retorno.»
Para la autora, de aquí en más, sólo podremos sobrevivir con tecnología de punta porque la evolución de los acontecimientos así lo exige. Pasamos a ser habitantes de un tecno-universo cuya realidad es omnipresente e intangible al mismo tiempo, hemos reconstruido nuestro planeta tecnológicamente a ritmo creciente al punto que «la magia de nuestra inteligencia y de nuestras habilidades nos hipnotizaron… Nos sucede como aquel ilusionista al que su truco mayor se le va de las manos y, ante el deslumbramiento de las fantasmagorías inventadas por él, no percibe que se juega la vida».
Concluyendo, es interesante destacar la reflexión de Bulacio sobre nuestra dependencia total hacia la tecnología: «Hasta hora, sólo la imaginación del cine nos ha permitido sospechar qué sería de los hombres ante un colapso planetario de algunos, sólo algunos, de los descubrimientos tecnológicos de la última década, del fin de sus magias secretas. Me atrevo a decir que, una fisura cualquiera, por ejemplo, un ínfimo corte en las fibras ópticas de las proveedoras de Internet, bastaría para ponernos en caída libre. Habiendo alcanzado el poder de manipular el universo hasta en sus partículas intangibles y hacerlo a nuestro antojo, ya no podemos ni queremos vivir sin tecnología.»