La escritora Ana Guillot rinde homenaje a María Elena Walsh.Una despedida con poesía nos emociona y nos regala un recorrido por una obra perdurable.
Ahora la veo. Manuelita está llegando, lenta aunque a paso firme. Viene de Pehuajó, ya se sabe. Desde aquel novio no ha vuelto a enamorarse y encima, ahora, su tristeza es enorme. No hay pañuelo que alcance ni barniz que disimule sus ojeras, su cara arrugadísima. Usa la cinta de Jacinta, la mona, para secarse los mocos. Y, aún así, no hay manera.
Adentro, en el corazón de la cosa, están los demás: la Vaca que, de tanto estudiar, ya es médica y ayuda al Doctor del cuatrimotor a dar vacunas; Mono Liso con su Naranja a cuestas (no la deja en el piso, no vaya a ser que se le escape otra vez); los Gatos (que viajaron, obviamente, desde Tucumán); la Pájara Pinta; la Familia Polillal. Llora Osías, osito sensible si los hay; y la Reina Batata se abatata y tose como nunca (que es también una manera de llorar).
-Ahora sí que el mundo está del revés- murmura el Perro Salchicha (gordo y con sombrero de marinero). -La gente como ella no debería morir.
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