Hay películas que se caracterizan porque marcan algo indeleble en nuestra memoria, y Victoria es una de ellas. Durante la función alcancé a pensar varias veces en Run Lola Run (Tom Tykwer, 1998), con la cual experimenté algo similar. Cuál sería mi sorpresa cuando confirmo durante la exhaustiva búsqueda que provocan estas experiencias cinematográficas, que Sebastian Schipper, el director, hizo parte del elenco de actores de Run Lola Run.
Es fascinante la manera como ambas película muestran, cada una a su manera, las sutilezas y detalles, insignificantes o no, que pueden cambiar el rumbo de una vida, o cómo el instante en que sucede un acontecimiento puede provocar un vuelco de 180 grados hacia todo aquello que ha sido planeado o predeterminado. Es el tratamiento del factor tiempo y del azar lo que las identifica y lo que seduce.
Victoria tiene un crédito mas, y es que la cinta se realizó en una sola toma, es decir fue filmada en 138 minutos en formato digital y dura 138 minutos. No hay edición, es como un plato gourmet preparado con ingredientes frescos que se vanagloria por venir directamente de la finca a la mesa.
Pero al mismo tiempo que los detalles técnicos sorprenden, en un momento dado salen del espectro de atención y es el libreto el que cobra protagonismo, manteniéndonos en estado de alerta permanente. De un momento para otro nada importa más que el destino de Victoria (Laia Costa), la adorable protagonista a quien pereciese que estuviésemos acompañando desde las 4 de la mañana cuando sale de un bar en Berlín hasta el amanecer, cuando termina la trama.
Desde el comienzo de la película, cuando Victoria se encuentra bailando y tomando en el establecimiento nocturno, la adrenalina empieza a fluir al ritmo de una estridente música acompañada de flashes de luz que nos preparan para lo que viene. Antes de salir Victoria alcanza a cruzar unas cuantas palabras con Sonne (Frederick Lau), un berlinés con el cual se entiende en un mediocre inglés, y nos enteramos que ella es una inmigrante española. De ahí en adelante la barrera del idioma y el escaso poder de comunicación oral se convierte en un elemento más que le da veracidad a la historia.
A la salida del bar se encuentran nuevamente y Sonne, acompañado de tres amigos entre los cuales se destaca Boxer (Franz Rogowski) de cabeza rapada y pasado criminal, le propone a Victoria mostrarle un Berlín de verdad. Victoria, que maneja una especie de coqueteo entre la inocencia y la aventura acepta, y deja que las cosas vayan sucediendo. A medida que se desarrolla la secuencia de eventos hay un momento fascinante en el cual nos enteramos el por qué de su actitud.
A medida que se desplazan por las diferentes locaciones que Sonne y sus secuaces frecuentan, los acontecimientos van aumentando en intensidad y suspenso, y de repente Victoria se ve involucrada en una situación imprevista, que la obliga a tomar decisiones rápidas y determinantes, incongruentes con su actitud anterior. La cámara de Sturla Brandthe Grovlen logra unas tomas excelentes que le dan el toque siniestro a la ambientación.
Victoria obtuvo entre otros premios, el Oso de Oro en Berlín 2015, el Premio de la Crítica en el Festival de Cine de Noruega y Mejor Película Internacional en el Festival de Cine de San Diego, y es un film obligado para cualquier persona interesada en el género como arte.
En Coral Gables Cinematheque
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