El encuentro de mentes brillantes en el Hay Festival tuvo lugar en Cartagena, una ciudad mágica donde la KGB no es una oficina de inteligencia secreta sino un barcito Cubano con música salsa y mojitos; una ciudad donde un sector de la cárcel de mujeres se transforma en un restaurante gourmet y las internas, adornadas con moños rosados en la cabeza, sirven deliciosos platillos preparados delicadamente por sus compañeras en la cocina; una ciudad donde un concierto de música clásica con el pianista James Rhodes empieza con un estruendoso “FUCK DONALD TRUMP”; una ciudad donde las filas para entrar a los teatros son más anchas que largas porque todos se conocen y es imposible el parloteo si uno se coloca detrás del otro y una ciudad donde habilidosos revendedores hacen su negocio ofreciendo no sólo boletas a precios elevados sino pases de prensa o de invitado especial.
Entre estas mentes brillantes sobresale sin lugar a duda la de Hisham Matar por su profundidad de análisis, su acercamiento a la realidad, su escrutinio del pensamiento y su sensibilidad. En los conversatorios se hace evidente la atención especial que recibe por parte de sus colegas y cada una de sus palabras, cuidadosamente extraída tras un elaborado análisis; merece respeto y admiración por parte de quienes ocupan el preciado cargo de ser su amigo.
El padre de Matar fue un diplomático y miembro destacado de la oposición de Gadafi en Libia. Fue un empresario reconocido, hecho que le proporcionó una fluidez económica importante, inamovible ante los intentos de corrupción de la dictadura. Desapareció en el año 1990, en Egipto, cuando se encontraba en exilio, y según la información que su familia ha podido desenterrar, fue llevado a la prisión de Abu Salim en Libia, la cual se conoce como “la última parada”. En ese momento Matar tenía 19 años, edad que describe como “el momento en que dejas de pensar en el pasado para construir un futuro”, y queda entonces atado a un pasado que se convierte en obsesión. Matar ocupa la mayor parte de su vida indagando lo que pasó con su padre, añorando encontrar sus huesos y saber qué pasó.
Matar decide regresar a Libia en 2012, 33 años después de haber partido, junto a su familia. Se pregunta si este viaje le robará la posibilidad de vivir, como siempre lo ha intentado lejos de los lugares y la gente que ama.
Lo que dejaste atrás ya no existe. Vuelve y encontrarás que tus recuerdos se disuelven ante una realidad distinta y la añoranza de lo que fue es lo único que queda. Cuando cortas tus raíces, quedas como un tronco hueco, duro y sin esencia. Las primeras palabras que aprendiste de niño, no son en el mismo idioma que hoy utilizas en tu vida. El nuevo idioma trasplantado es el que utiliza Matar en su último libro: “El regreso”, y estos son los pensamientos que transmiten sus palabras.
Matar describe cuidadosamente sus sentimientos hacia el perdón ante un público colombiano que hoy vive la incertidumbre de una añorada paz, tras 50 años de guerra implacable. Con una terrible dificultad para aceptar acuerdos que parecen no saciar la sed de justicia, el perdón se presenta como un proceso complejo que requiere de muchas condiciones y circunstancias que aunque cumpliéndolas, a veces resulta inalcanzable. Sin embargo, cuando alguien le pregunta qué haría si se encuentra frente a la persona que torturó y mató a su padre, él contesta que “no sabe lo que le haría, pero sí sabe lo que quisiera poder hacer: abrazarlo como a un hermano”.