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Ceremonia Clausura Cannes

Reflexiones sobre el Festival de Cine de Cannes 2017

Después de doce días de inmersión en el Festival de Cine de Cannes, de haber elaborado el vacío que se presenta al final, después de hacer listas de películas vistas y no vistas y tratar de recordar detalles, son varias las consideraciones que resultan.

En primera instancia estoy de acuerdo con el consenso general que asevera el festival no estuvo a la altura de muchos otros. No hubo un filme que realmente sedujera a la audiencia arrastrándola a otra dimensión, alterando el espacio acostumbrado.

Sin embargo, hubo muchas que como siempre, nos pusieron a pensar y nos hicieron recorrer y analizar realidades sociales, hechos históricos y estados psicológicos desconocidos.

Se puede decir también que no estamos viviendo momentos usuales. Las extremas medidas de seguridad para entrar a las salas, prolongando el tiempo en las colas ya predisponen al público a un cierto estado de ansiedad colectiva que se incrementa con el “reality show” impuesto por la subida de Trump al poder. La necesidad diaria de informarnos sobre la nueva locura del momento le resta magia a la experiencia de otros años haciéndonos sentir que vivimos una especie de competencia por el espectáculo.

La polémica que se creó alrededor del poster escogido para la celebración de los 70 años del festival, que representa a una joven Claudia Cardinale en los años 60 en todo el esplendor de su belleza, me hizo mirar el afiche instalado en todas las premisas, con otros ojos. Los estándares de belleza se volvieron tan irreales que fue necesario adelgazar la figura de esta actriz, todo un ícono en su momento. No es feminismo extremo, es simplemente absurdo e insólito, un ataque innecesario hacia la figura femenina y una imposición de modelos que no van ni con la realidad, ni con la filosofía del festival.

Otra controversia que se hizo sentir en las presentaciones fue el veto a las empresas de televisión como Netflix que le quitan privilegio a la pantalla gigante. Este hecho ya se veía venir desde el año pasado, donde varios de los autores presentes se encontraban haciendo proyectos para la televisión. Dos de las películas en Competencia, The Meyerowitz Stories de Noah Baumback y Okja de Bon Joon-Ho, eran de Netflix y fueron abucheadas por muchos de los presentes.

Sin embargo alguna adaptación habrá que hacer. A pesar de que existe en Francia una ley que requiere esperar 36 meses para que una película pase a video, las tendencias del momento y el acelerado avance de la tecnología se impondrán, como ha sucedido en tantos otros campos, obligando a crear nuevas regulaciones.

Para no ir muy lejos, la realidad virtual se hizo presente con la instalación de Alejandro González Iñárritu, Carne y Arena, en la que participó Emmanuel Lubezki en la cinematografía, que fue imposible ver, ya que estaban asignadas con antelación las pocas invitaciones que permitía el evento, otra contradicción mas si consideramos que esta obra supone ser una protesta a la discriminación contra los inmigrantes. Sin embargo, fue posible ver algunas demostraciones de Realidad Virtual en el rincón de Next, ubicado en el Mercado del Cine, donde el corto Halellujah creado por Zach Richer, Bobby Halvorson y Eames Kolar e inspirado en la canción del mismo nombre de Leonard Cohen. El intérprete de la canción, Bobby Halvorson aparece en todos los rincones interpretando las distintas voces para terminar en frente de un grandioso coro en una catedral vacía.

El jurado por primera vez fue presidido por un español, nada menos que Pedro Almodóvar, respetada figura del festival, en el que ha participado varias veces compitiendo por la codiciada Palma de Oro, sin haberla recibido. Con respecto a la película ganadora, The Square, de Ruben Östlund, comentó haberse encontrado con una verdadera obra maestra, innovadora, que cuestiona un problema muy actual, la “dictadura de lo políticamente correcto”.

A pesar de que la película me encantó, asumí, como muchos otros, que la palma sería para 120 BPM de Robin Campillo, que cuenta la historia de un movimiento histórico, con héroes tan reales como sufridos que lucharon contra la indiferencia que existía ante tantos afectados por la epidemia del SIDA. Esta cinta se llevó el Gran Premio del Jurado, el segundo en importancia, y ganó la Queer Palm.

Uno de los directores que mas me intrigaban era Yorgos Lanthimos. Me preguntaba que podría venir después de The Lobster y Dogtooth, y efectivamente logró impactarnos con The Killing of a Sacred Deer, una exploración sobre la venganza que ganó premio por Mejor Guión, y aunque no se inmiscuye en el tema social como en las anteriores sino mas bien en el psicológico, la cinta deja mucho espacio para elaborar.

Michael Haneke, otro de los autores favoritos del festival, nos encuentra nuevamente con una sátira social muy bien lograda, Happy End, un poco distanciada de lo acostumbrado en este prolífico director, y aunque no obtuvo premiaciones, sigue siendo una obra maestra.

La nueva entrega de Michel Hazanavicius, otra de las nominadas que no obtuvo galardón, nos muestra una época de Jean Luc Godard que se presta para la caricatura que resulta ser la cinta. El director se centra en el momento en que Godard se convirtió al maoísmo y estuvo casado con Anne Wiazemsky, personaje a través del cual se mira la historia, mostrando los clichés de la izquierda y el machismo que caracterizaba a estos intelectuales supuestamente liberales.

A pesar de que el ambiente no permitía la fascinación de otros años, Cannes tiene mucho que ofrecer, y mientras mas recapacitamos sobre las películas, mas elementos de reflexión encontramos, así que es recomendable revisar los títulos que participaron, no solo en la selección oficial sino en las paralelas también, para explorarlos a lo largo del año.

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