Un amor imposible en los tiempos de la guerra fría
Cold War es la nueva obra maestra del director de cine polaco Pawel Pawlikowski que conocimos por Ida (ganadora del Oscar como Mejor Película Extranjera en 2014), su anterior película sobre una monja que sale del convento a descubrir la realidad de su pasado familiar, víctima del nazismo y del régimen estalinista.
En Cold War también hay un trasfondo político; tiene lugar en Polonia en la época de la posguerra donde la represión y el control policivo del estado obstruyen la vida privada del individuo, con miras a satisfacer los intereses de Moscú.
La historia se centra en una relación de pareja entre dos músicos que pasa por distintas etapas, entre los años 1949 y 1964. El, Wiktor (Tomasz Kot), esta contratado por el gobierno para hacer adaptaciones musicales del folclore regional a la situación actual, donde el proletariado toma protagonismo y se exalta la cultura popular. Ella, Zula (Joanna Kulig), es una de sus alumnas, atractiva cantante y bailarina de extracción rural, por la cual siente una energía especial que se transforma en una relación tan explosiva como los tiempos que viven.
Ambos se ven obligados a buscar solución al encierro que experimentan, y no siempre las salidas que encuentran les permiten estar juntos, hecho que intensifica e idealiza la relación. Él opta por el exilio y se dedica a tocar piano en París, mientras ella se escuda en su propio arte y su propia cultura, creando una división geográfica que implicará caminos independientes, que sólo les demostrarán cuan necesario e imposible es el uno para el otro.
Cold War es una historia que vivieron muchos, si no en ésta, en la generación pasada. Cualquiera puede identificarse con los efectos de un amor imposible, y aunque la situación política sea otra, los regímenes represivos imponen leyes que atentan contra lo mas esencial del ser humano, como es su capacidad de amar, para no hablar de la expresión artística, también censurada y atacada.
Pero si el estalinismo decepciona, el mito de occidente se puede convertir en un mero espejismo cuando estos artistas confrontan sus expresiones artísticas con el mundo comercial, mostrando que la Guerra Fría puede darse en mas de un frente.
Para el espectador será difícil olvidar el clasicismo de esta cinta y la impecable estética de sus imágenes en blanco y negro, a cargo de Lukasz Zal, quien también filmó Ida. Pero tan importante como la fotografía es el uso de la música para representar momentos relevantes de la cultura mundial. Cuando Wiktor llega a París, lo que prevalece es el jazz norteamericano, mientras que Zula decide bailar un rock and roll.
Cold War ha recibido innumerables nominaciones y premios, entre ellos, fue nominada a la Palma de Oro en Cannes, ganando el Premio de Mejor Director, y se encuentra nominada como Mejor Película Extranjera en los Oscar de la Academia de este año.
