Pero la investigación va más allá, y hoy neurocientíficos como Michael Presinger están empeñados en desscubrir cuál es el patrón cerebral que genera el sentimiento de las sensaciones místicas. A este campo se suma Andrew Newberg, que descubrió que la meditación desactiva las zonas del cerebro que regulan la personalidad -al perder la capacidad de distinguirse de los demás, es fácil sentirse identificados con la totalidad, y así la experiencia mística-. Lars Farde relaciona a los niveles de serotonina con la espiritualidad de los individuos, mientras que Rick Strassman, considera que la dimetiltriptamina (DMT) es la molécula espiritual que nos impulsa a creer.
La misma dialéctica entre ciencia y religión puede abordarse desde la Psicología. Cuando Letra Urbana consulta al Dr. Daniel Araoz, autor del libro «El síntoma no es toda la historia», sobre el retorno de la espiritualidad en nuestros días como proceso terapéutico, él destaca su formación como jesuita por 18 años -grupo católico que enfatiza la educación, la ciencia y el intelectualismo-, y a la que considera muy valiosa. Sin embargo, ha dejado de ser creyente. Araoz ve lo espiritual como parte de nuestra naturaleza y reconoce nuestra interdependencia no sólo con todos los seres humanos sino también con todo lo que tiene vida. «He aprendido a vivir sin respuestas concretas», afirma, «a vivir con el misterio de nuestra existencia».