Tajín, sitio arqueológico en el estado de Veracruz conocido por pocos, donde la famosa pirámide de los nichos se reviste de colores en este festival que sucede durante la primavera. Retomando los rituales antiguos de la cultura totonaca, el 21 de marzo, las pirámides reciben la energía que destella el sol durante el equinoccio. La Cumbre Tajín se ha convertido en la amalgama perfecta entre juventud y tradición. El magno evento que dura varios días se regocija al presentar un mensaje universal: aprender del pasado, permeándose de su sabiduría para irrigar el futuro.
Las pirámides del Tajín se convierten en el telón de fondo de este espectáculo cultural difícil de definir. La energía vibra, las estructuras ancestrales se asombran de su propia fuerza, los tambores retumban al son del dios del trueno. El grupo de rock en español “Fobia” canta su himno “Me siento vivo”, mientras que los líderes de las comunidades indígenas encienden copal. Las estrellas como parte de la cosmogonía ancestral, rigen el ritmo de la representación de luz y sonido en el sitio sagrado del Tajín. Danza, percusiones e imágenes en laser, hacen que esta presentación nos remonte al pasado glorioso del sitio exhibiendo de manera ilusoria personajes que combaten en el juego de pelota entre las paredes de piedra labrada. Durante el día los rezos nos acompañan al temazcal que purifica con su vapor efímero y sus hierbas curativas y “los abuelos” nos muestran los símbolos de un ritual vivo, sin embargo, en la noche el parque Takilhsukut cambia de figura y se vuelve área de conciertos.
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El poder de la vainilla aromatiza los sabores del sitio mostrando el sincretismo del pasado y presente. Cruces realizadas con las vainas que crecen en enredadera cuelgan en el cuello de los visitantes, las mujeres usan aretes hechos con granos de café, emblemas de conciliación entre el trance mágico de los totonacas y el éxtasis de la música electrónica que presenta Afrojack. En la Cumbre Tajín percibimos la danza frenética que sigue el público a los ritmos estilizados de “Puscifer” en contraste y armonía con el Baile del Quetzal presentado por indígenas autóctonos. El piso retumba acogiendo el Jolgorio. Trece vueltas dan los voladores de Papantla antes de pisar el suelo, trece multiplicado por las cuatro aves a quienes representan son cincuenta y dos. Cincuenta y dos años del calendario ritual, un siglo ancestral. Águila, guacamaya, quetzal y calandria, los voladores son pájaros. Movimiento oscilatorio… un joven da vueltas al compás de la música de la Banda del Recodo, inconscientemente se ha convertido en un águila que acompaña al sol y permite que la vida sea cíclica. Esta creencia de los antiguos mexicanos hoy sigue viva, se perpetúa y asegura su futuro gracias a la iniciativa de gente como Salomón Bazbaz, creador de este evento hace quince años quien logró en el 2009 que se considerara este ritual como parte del patrimonio cultural de la humanidad resguardada por la UNESCO.
Las festividades no se detienen: al amanecer los “abuelos” del Totonacapan protegen los tres corazones del área que indica el nombre de su cultura y cuando el sol se acuesta “Nervo” prende la energía de la audiencia y el brujo totonaca invoca desde su choza a Tlazolteotl. El artesano teje un cesto de bejuco pero Illya Kuryaki and the Valderramas entrelazan sonidos combinando el hip hop, la salsa y el rock. Los voladores celebran su ritual invocando a los dioses ancestrales que rigen los puntos cardinales, el líder se pone de pie en un cuadrado que juega con el balance. El sonido de la flauta de pan se escucha desde lo alto del tronco del árbol, los espectadores quiebran el cuello hacia arriba para observar la tradición, mientras que oleadas de multitudes vestidos de negro acuden al concierto de música heavy metal de la banda “Tools” brincando con arrebato al seguir los sonidos del grupo internacional.
Entre ceremonia y diversión el fin de semana en la región de Papantla trasciende los límites de lo convencional. Cumbre Tajín se ha transformado en un logro que promueve la cultura en su más amplio espectro y de esta manera ha sembrado un interés en el pasado que genera un esfuerzo multidisciplinario para el porvenir.