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Cuando la Estética se torna Dictadura

El exitoso filme protagonizado por Natalie Portman, Black Swan, de Darren Aronofsky, reabrió la polémica sobre los desordenes alimenticios que derivan de las exigencias de la disciplina de la danza académica. Durante toda la película, la extemadamente delgada protagonista, solo come medio pomelo, a la vez que se induce el vómito en un baño en dos ocasiones para lucir la figura que es requisito en la compañía donde trabaja y en la que se prepara para interpretar El Lago de los cisnes, en la versión coreografiada por George Balanchine. La actriz debió perder 10 kilos para interpretar el papel. Ya ganó el Globo de Oro a la mejor actriz dramática y está nominada para los Oscars.
Por otro lado, se suman al debate el artículo y el ensayo de Alastair Macaulay, crítico de ballet del prestigioso y respetado diario The New York Times. En su primer publicación, Macaulay se mofa de las curvas de la bailarina Jenifer Ringer, del New York City Ballet (NYCB), en una crítica a la representación navideña de El Cascanueces diciendo «Aquello no parecía un estreno. Jenifer Ringer, el hada de azúcar, parecía que se hubiera comido demasiados terrones de azúcar, y Jared Angle, como el caballero, parece haber estado probando más de la mitad del reino de los dulces».

La cantidad de respuestas negativas al artículo fue lo que desencadenó la redacción del ensayo, en el que, lejos de pedir disculpas, el autor defiende su postura alegando: «Algunos corresponsales afirman que el cuerpo en ballet es irrelevante. Lo siento, pero es todo lo contrario. Si desean hacer su apariencia irrelevante para la crítica, no elijan el ballet como carrera. El cuerpo en el ballet se convierte en un objeto bajo la más aguda observación y la discusión más intensa. Soy severo – pero el ballet, como los bailarines saben, lo es más.»

En su nota de El País, David Alandete argumenta que la imposición de la delgadez en la danza es responsabilidad, en gran parte, de un maestro de la coreografía: George Balanchine (1904- 1983) y cuya premisa era «ni una sola curva, solo ángulos y líneas rectas, para acometer las posturas más gráciles y dramáticas». Un requerimiento que fue asumido por sus sucesores e impuesto a cualquier aspirante a bailarina.
Sin embargo, para la psicóloga Jennifer Thomas, «una bailarina no debe ser extremadamente delgada para bailar bien. Se trata no de algo técnico, sino de una preferencia estética impuesta en tiempos relativamente recientes. Cuando el ballet se inventó, hace 200 años, las bailarinas tenían un peso normal. Lo de la delgadez es cosa de los últimos 50 años. Fue Balanchine, al fundar el New York City Ballet, quien impuso ese gusto. No era un requerimiento para que las mujeres pudieran bailar. Tras sus coreografías, esta estética comenzó a propagarse por el resto de compañías de danza».
Según el periodista de El País, «muchos críticos e historiadores coinciden en que el ballet, en el siglo XIX, era un arte de la técnica y la postura. El enérgico Balanchine lo convirtió en una práctica en constante movimiento, cinética, una forma de expresión artística de tensión y dramatismo. Para que las gráciles bailarinas pudieran moverse al ritmo que él esperaba de ellas, su peso debía ser más ligero que hasta entonces.»Llevando la anorexia a un contexto social, autores como Mirta Berkoff, en su atículo “Efectos de la reducción de lo simbólico en la cultura actual” creen que los fenómenos propios de la impulsión (anorexia, bulimia, drogadicción) no sólo se deben a imposiciones de moda o estética propios de una cultura o compañía de ballet, sino también a que el empobrecimiento de lo simbólico favorece el paso a la acción, a la conducta impulsiva. “Los ideales son una guía, un surco, lo que se podría llamar un punto de almohadillado donde se detiene la deriva del sujeto, es un punto de arribo. Lo que observamos en la actualidad no es al sujeto sufriendo por el peso del ideal, quizás propio de los análisis freudianos, de la época victoriana. Lo que vemos es al sujeto padeciendo de vivir en una cultura en la que han caído los ideales.”

 

 

2 Comentarios

  1. Hola, también daría para comentar sobre las sobreprotecciones y exigencias familiares. Parecería mas la vida de la madre que de la propia hija, un horror. Como madre, he visto demasiadas cosas de ese estilo, el cual no comparto. Mis hijas están haciendo su propio camino, que no es el mío por cierto y con sus elecciones no tengo porque estar 100% de acuerdo. Son ellas personas inteligentes y se equivocarán y acertarán como cualquier otra persona.

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