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Finaliza 2015 y como sucede cada año, los medios se inundan con lo-mejor-de en las diferentes áreas de las artes y otros entes de consumo. Los críticos sacan listas que no siempre lo incluyen todo porque, como en el caso del cine, estamos limitados a las películas que han alcanzado distribución comercial en el país en que nos encontramos, quedando muchas que no pueden ser tenidas en cuenta.
Por eso enumeraré lo que más me ha llamado la atención a sabiendas de que me queda mucho por ver, empezando por Mad Max de George Miller, que encabeza hasta el momento la mayoría de los listados, y Anomalisa de Duke Johnson y Charlie Kaufman que de seguro hará parte de la mía.
Me atrevería a decir que la película más original que vi este año es The Tribe de Myroslav Slaboshpytskiy, una historia de la mafia que se forma al interior de una escuela de sordomudos, comentada previamente en esta columna. Lo interesante es que a pesar de que no se escucha una sola palabra, entendemos todo el diálogo y percibimos el drama que se vive al interior del recinto.
También The son of Saul, la ópera prima de Laszlo Nemes ganadora del Gran Premio del Jurado en Cannes, tiene un tono único. Nos introduce en la dermis de un prisionero en un campo de concentración nazi que le quiere dar sepultura al cadáver que cree ser de su hijo, a pesar de que las órdenes a su cargo son quemar los cuerpos.
Si no habíamos entendido cuál fue la secuencia de eventos que dieron lugar a la debacle de la bolsa en 2008, The big short de Adam McKay nos lo explica con gran habilidad y lujo de detalles, a partir de un impresionante elenco de conocidos actores que le asegurará un amplio espectro de espectadores.
Dos importantes denuncias sobre el abuso infantil por parte de la iglesia católica están representadas en Spotlight de Tom McCarthy, sobre el grupo de periodistas del Boston Globe que denunciaron la epidemia de pedofilia que tuvo lugar en Boston y que la arquidiócesis encubrió por varias décadas. A manera de complemento, El Club de Pablo Larraín, aboca “el retiro espiritual” al que son sometidos estos perpetradores, demostrando la impunidad que cobija este tipo de crímenes.
Cuando la ambientación de una cinta es capaz de transportarnos a otra época de la historia, la experiencia se convierte en un sueño, como el caso de Brooklyn de John Crowley, sobre la inmigración de Irlanda durante la década de los 50, y Diary of a teenage girl de Marielle Heller sobre la relación de una adolescente con el amante de su madre en los libertinos años 70.
Por último hay que mencionar Room de Lenny Abramson, que logra transformar el drama de una mujer privada de su libertad por un abusador, en una especie de cuento de hadas relatado a su hijo, producto del cautiverio.
En el género documental hay dos películas que me movieron los cimientos: Amy de Asif Kapadia, sobre la injustificada desaparición de la icónica cantante Amy Winehouse y The look of silence de Joshua Oppenheimer sobre el desgarrador drama de una familia que sobrevive el genocidio en Indonesia y confronta a los asesinos de uno de los hermanos.
Probablemente haya que volver sobre esta reducida lista cuando terminen de salir las postulaciones a los Premios de la Academia que se realizarán en Febrero de 2016.