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Edición
07

Síntoma, sujeto y cosmos

Extracto de una conversación entre física, cosmología, astronomía, matemática y psicoanálisis
Bogotá
Las ciencias y sus derivaciones aceptan y sustentan que en el universo existe una dimensión incognoscible, incapaz de ser atrapada por la pureza atribuida a los sentidos de la percepción. ¿Qué haría negar esto a ciertos seres humanos? ¿Por qué insistir con la ilusión de que con el avance tecnológico se podría llegar a asir finalmente dicha partícula? Si bien es cierto que el objeto no es posible en su plenitud a la vista, hay algo en la orientación de la mirada, el sujeto y el síntoma que permite un vínculo diferente con un objeto particular.

A pesar de los avances en la ciencia existe un elemento incognoscible de base, que se resiste a todo intento de medida, evaluación, entrenamiento, técnicas de registro visual, táctil, etc. ¿De donde sale esto?

El ser humano tiene problemas, sufre. Lo paradójico es que su malestar se deriva justamente de una posición errada y prepotente respecto a lo real. Pareciera entonces que entre más cree el hombre ser el eje, la razón, del mundo (entre más autodeterminado se siente, más capaz), más le duele la vida.

¿Implica esto considerar salidas en donde se atribuya a otros la autoría de los propios problemas? No.

En todo caso, aquello que la física y la astronomía nos enseñan, a aquellos interesados en dar valor y dignidad a la existencia humana, es otra cosa. Veamos.

¿Qué nos dice el del New York Time en el artículo titulado The Universe, Expanding Beyond All Understanding?

A pesar de los avances en la ciencia existe un elemento incognoscible de base, que se resiste a todo intento de medida, evaluación, entrenamiento, técnicas de registro visual, táctil, etc. ¿De donde sale esto? ¿Es acaso una teoría de algún científico depresivo y melancólico, a quien prescribiéndole tal vez uno de los antidepresivos naturales o de laboratorio de última generación, un par de clases de relajación o reprogramación mental pudiera cambiar su negra perspectiva de la vida?

Parece que no. ¿Por qué? Si el desarrollo de las cuestiones en el cosmos sigue como lo han hecho luego del Big Bang, se calcula que en 100 billones de años las únicas galaxias que quedarán visibles en el cielo no serán más de seis, constituyéndose con estas lo que se conoce como el Grupo Local, el cual no se está expandiendo. De hecho, este punto de encuentro gravitacional emergerá probablemente como una suerte de bola de estrellas (starry ball).

Así, dice el periodista, cualquier sueño de fan de películas y series de ciencia ficción, aquellas novelas que tenían como ideal el desarrollo de un universo en eterna expansión, cada vez más inteligente, que pudiera permitir mejor y mayor entendimiento, al ser fuente de poder y de rediseño de espacio y tiempo, se cae. En vez de esto, lo que surge es una idea de retorno y olvido.

Pero aún peor, aunque quizás mas interesante en mi opinión, viene la pregunta por el lugar de la vanidad del ser humano respecto del conocimiento por él desarrollado. Parece que lo fundamental, las cosas más importantes que determinan el universo, no se corresponden con aquello que estamos acostumbrados a capturar como «visible». Allí, para aquellos «realistas», no es tan claro que eso que dicen divisar, tocar, oler, sea la realidad. Por ende, no es claro aquello en lo que se debe creer, lo respetable, lo válido para todos. Es la trampa en que caen muchos, varios, incluso expertos y bien educados.

Siguiendo con el artículo en cuestión. Resulta que hay una «energía oscura», una «fuerza misteriosa», descubierta en 1998. Ésta tiene como efecto la aceleración de la expansión cósmica, que hace que las galaxias se alejen rápidamente, y que es explicada por la «constante cosmológica» de Einstein, quien la postuló en 1917. Dicha fuerza permite explicar por qué el universo no colapsa en un agujero negro.

Parece que lo fundamental, las cosas más importantes que determinan el universo, no se corresponden con aquello que estamos acostumbrados a capturar como «visible».

Más allá de los interrogantes primeros, es la consecución de los hechos aquella que ha validado esta hipótesis. En esta línea, a medida que las galaxias se vayan aproximando en su alejamiento a la velocidad de la luz, se acercarán a una especie de horizonte y simplemente se desvanecerán del paisaje, como si cayesen en un agujero negro. Su luz cambiará a ondas de infinita longitud amortiguadas por su gran velocidad. Las galaxias más distantes desaparecerán primero, mientras el horizonte se contrae lentamente a nuestro alrededor como un amarre o lazo.

¿Bella metáfora para un final? Es posible. Incluso, podría considerarse como lindabella poesía para dibujar lo no simbolizable del origen de la vida y su eterna compañera, la muerte. En todo caso, suena mejor que tratar de tapar angustiosamente el espacio con un dedo.

Cabe resaltar que su estatuto en tanto composición estética no se distancia de su acierto lógico. Más allá de la «fuerza misteriosa», vemos sumarse más evidencias. Así, y desde la matemática, la expansión ordinaria hará que la mayoría de galaxias se alejaren tanto que no podrán ser vistas, de tal forma que lo que emerge es una escena en que la «ignorancia cósmica» se hace evidente. Esto en la medida en que lo que antes se veía con solo mirar al cielo, ya no resultaría evidente para el terrícola.

Una solución del ciudadano globalterrícola podría ser entonces perseguir las galaxias, esto es, trastear la casa y deambular por el cosmos con ellas. Pero los científicos no niegan lo innegable: que hay una evidencia imborrable de vacío en el universo, lo cual aparece bajo la forma de «asíntota de vacío». Aún más, hay la sensación de que algo en la cultura occidental la está empujando a una acelerada y próxima «futilidad asintótica» (sic).

¿Mudamos entonces nuestras esperanzas a los avances de la tecnificada ciencia, en probables desarrollos que nos permitan detectar y evadir la «energía oscura»? Hay escepticismo acerca de la capacidad del hombre para atravesar, incluso llegar a tocar ese horizonte distante. Así, el periodista, con apoyo en un cosmólogo, muestra su sensatez: ¿cuál es la moraleja que podemos extraer de semejante asíntota? Lo anota así: «que no sabemos lo que no sabemos, y nunca lo sabremos – una lección que se extiende más allá de la astronomía».

Entonces, nuevamente el problema parece ser la arrogancia humana – «una necesaria pero infortunada condición del progreso científico. (…) Tenemos una tendencia a ponernos en el centro del universo, asumimos que todo lo que vemos es lo que hay». Sin embargo, y como dicen los teóricos del Big Bang, «los aspectos fundamentales del universo están fuera de vista».

Y cuidado: no es que no se puedan asir, delimitar, rodear, nombrar. Sí pueden ser objetos, pero más al modo de los objetos a, aquello que un sujeto construye con un analista.

…los científicos no niegan lo innegable: que hay una evidencia imborrable de vacío en el universo, lo cual aparece bajo la forma de «asíntota de vacío». Aún más, hay la sensación de que algo en la cultura occidental la está empujando a una acelerada y próxima «futilidad asintótica» (sic).

Pero si la evasión que realiza el ciudadano común respecto a ese vacío que sirve como referencia para la función de la línea asintótica, responde a esta falsa y exacerbada «autoestima», ¿por qué se insiste en creer que vivimos en un mundo perfectible, capaz de ser ordenado por completo, despercudido? «El caos ha estado escondido» porque una fracción de segundo después de que empezó el tiempo, una versión extremadamente violenta de energía oscura lo hizo volar. el caos. Así, el espacio se estiró y suavizó, empujando todo lo salvaje, el caos y probablemente otros universos fuera del cielo, a un lugar donde nunca serían vistos. Sin embargo, eso que no vemos está.

Por eso resalto la pregunta con la que termina el artículo: ¿Somos ignorancia, o se trata de un súmum de felicidad (bliss)?.

¿Quién responde, quién sabe? Sin duda el sujeto del inconsciente con su síntoma, particular manera de hacer con lo real.

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