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Edición
32

Reflexiones sobre las familias contemporáneas. Entrevista a Sonia Kleiman.

Las paradojas de criar a los hijos como flores de invernadero.

La realidad familiar actual muestra una narrativa que rompe con los conceptos clásicos de estabilidad, unión y pareja, abriendo a nuevas formas de relaciones o soledades, más ligadas a la expresión de la libertad individual y el consentimiento mutuo.

La familia hoy se manifiesta en una variedad de formas que se arman y desarman, conviviendo con otras familias que irán apareciendo en su entorno, multiplicando lo que hasta ahora era un único árbol genealógico.

¿Cómo entender estos cambios y los nuevos modos de vínculo que generan?

La experiencia de la Lic. Sonia Kleiman, Directora de la Carrera de Especialización Psicología Vincular de familias con niños y adolescentes y Directora de la Maestría en Vínculos, familias y diversidad socio-cultural de Instituto Universitario del Hospital Italiano y Presidenta de la Asociación Internacional de Psicoanálisis de Familia y pareja (AIPPF), nos brinda su mirada acerca de estos fenómenos contemporáneos.

¿Cómo ves el vínculo que se desarrolla entre padres e hijos hoy?

La situación es bastante compleja, porque como tú dices, en la contemporaneidad se dan muchas paradojas. Es una época de mucha turbulencia, podríamos decir que hay cosas que se están agotando y otras que se están creando al mismo tiempo. Justamente el otro día hablábamos con alguien de la práctica de la familia como parte de las instituciones disciplinarias. Observamos que se fue produciendo por un lado una situación de mayor encierro,

Hay una híper – preocupación que no deviene necesariamente en un mayor contacto, en mayor efectividad o intercambio.

a veces digo que parece que los hijos son criados como flores de invernadero, con muy poco fluir con el mundo. En esa relación se da una especie de adhesividad que en algunos casos impiden el buen contacto con los otros. Por otra parte, las prácticas de cuidado se fueron transformando en una práctica de control, donde hay mucha ansiedad por estar y por hacer de parte de los padres. Muchas veces en las escuelas participan más los padres que los hijos y hay momentos que nos olvidamos que es un espacio que le pertenece a los chicos, es que estos son sus ámbitos de crecimiento, de relacionarse con los demás.

Esto no quiere decir que personalmente no estoy a favor de la familia, pero es como si existiera un exceso de familiaridad. Me parece que hay mucha atención, mucha ansiedad por el crecimiento y todo el día se está hablando de cómo crecen los chicos, si hay que darle la teta hasta los dos años o si es mejor solo hasta el primer año, etc. Hay una híper – preocupación que no deviene necesariamente en un mayor contacto, en mayor efectividad o intercambio.

sonia kleiman
Sonia Kleiman

Estamos en un periodo de profundas transformaciones y es cierto que ello genera mucha perplejidad, en los padres, en los hijos, en los docentes, en los terapeutas. Es bueno sorprenderse, pero no quiere decir que haya que ahogarse en la sorpresa, tampoco se trata de estar todo el tiempo explicándolo todo porque corremos el riesgo de sobre significar lo que ocurre. Es mejor ofrecer un espacio para pensar sin aplicar lo que ya conocemos, intentar cosas nuevas y no hacer interpretaciones rápidas.

Los padres habitualmente dicen que quieren que  su » hijo sea feliz». ¿Qué pasa hoy con esta idealización?

Vivimos una época donde uno debe estar siempre joven, feliz, satisfecho en el mismo momento en que compramos, pero suficientemente satisfechos como para poder ir a comprar nuevamente y volver a consumir, y también donde la tristeza la fragilidad y el aburrimiento están mal vistos. Ese es el discurso sociocultural que nos atraviesa.

Pero el exitismo, se vuelve una la obligación eterna de hacer cosas para evitar el sufrimiento y la tristeza. Esto puede estar hecho con muy buenas intenciones, al igual que quieras que tu hijo sea feliz, pero eso no debe anular momentos de conflictos o de tristeza.

Los padres de hoy tienen que saber muchas cosas, además trabajar, poder jugar, divertirse y divertir a los hijos. Esta idealización se transforma en un agobio mutuo.

Si se muere el perro hay que ponerse triste pues la mascota se ha muerto, no evitarlo porque creamos que así nuestro hijo va a sufrir. Sufrir no quiere decir melancolizarse. Se trata de que si algo pasa se pueda expresar el dolor sin anularlo, entenderlo como parte de la vida misma.

Hay un discurso atravesando las prácticas parentales que evita cualquier forma de fragilidad y plantea una enorme exigencia. Los padres de hoy tienen que saber muchas cosas, además trabajar, poder jugar, divertirse y divertir a los hijos. Esta idealización se transforma en un agobio mutuo.

Los modelos pre-construidos de cómo hacer las cosas no funcionan bien. Llegar a casa y ponerse a jugar con los hijos es agobiante si es una obligación para ajustarse a un modelo. Se trata de estar con los hijos, entre ellos, con ellos, de cómo hacer esa historia, esa familia, esa convivencia.

Al decir «que sea feliz» se piensa más en un futuro que en construir un buen presente. ¿Hay manera de que este ideal pueda sostenerse?

Creo que se armaron una serie de modelos en cuanto al estructura de parentesco que están interfiriendo la posibilidad de vivir la situación familiar. Hay teorías que dicen cómo hay que ser madre y padre, y los hemos perseguido por años con estas teorías siendo terriblemente crueles con la noción de padres ausentes o fallidos. Ahora hay un espacio filosófico y epistemológico mucho más amplio, que le hace lugar al imprevisible. Hoy es posible ir y venir, pensar en la situación y no en cómo es la identidad de un padre o una madre. Se deviene padre o madre en la convivencia. No se trata de estar instalada en un lugar fijo, se requiere cierta posibilidad entonces de no aferrarse a una investidura, a una función paterna o materna. Esto es un punto importante a considerar respecto a lo estructural y a lo situacional en cada momento.

 ¿Cómo ves hoy a los adolescentes?

Hay una cierta aversión apocalíptica de ellos. Lo que sucede es que es otra subjetividad, la de una nueva época. Como dice Julio Moreno, ellos están mejor entrenados para la sociedad actual y la del futuro. Si miramos desde una perspectiva de otro momento, considerando otro tipo de intercambio,

se armaron una serie de modelos en cuanto al estructura de parentesco que están interfiriendo la posibilidad de vivir la situación familiar.

hoy se puede pensar que los adolescentes no se vinculan demasiado. Pero, la verdad es que cuando una charla y se profundiza con ellos creo que se abren a otro tipo de contacto. No se puede generalizar, en otra época había muchísimos adolescentes aislados y ahora, aunque pueden estar en su cuarto con la tecnología, también están más inmersos en el mundo. Por supuesto que no todos los chicos son iguales y además hoy está la lógica del mercado haciendo mella en los adultos, en los jóvenes y en los niños. Por eso, tenemos que tener espacios para reflexionar y encontrarnos. No se puede decir que los adolescentes no se conecten, tienen otro modo de estar en el mundo y los adultos también tenemos que pensar que los criterios de lo privado y lo público han cambiado desde que existen las pantallas.

En este espectro de familias diversas que hoy podemos encontrar ¿cómo juegan los conceptos de ocupar y habitar, que incluyes en tu trabajo?

Habitar lo familiar es cuidar el afecto, al amor, estar con el otro, hacer el lugar con el otro, ir haciendo la vida con el otro; para habitar se requiere un hacer constante. Ocupar es un concepto que está más relacionado con qué se espera del padre, qué debe hacer una madre, o un hijo como un libreto ya dado y que nosotros como terapeutas, supuestamente tendríamos que evaluar si se está haciendo bien o mal. El ocupar no da garantía de vinculo permanente.

No se puede decir que los adolescentes no se conecten, tienen otro modo de estar en el mundo y los adultos también tenemos que pensar que los criterios de lo privado y lo público han cambiado desde que existen las pantallas.

Habitar una experiencia es mucho más que esas nominaciones de padre, madre, hijo y hace falta que entren ciertas variables para que exista este dispositivo de subjetivación. Tiene que haber disponibilidad, se tiene que albergar, querer criar, compartir la vida, para poder armar esto que llamamos familia y que es tan importante para la vida y para los afectos. Esto no implica que deba tener un determinado género, o una forma muy definida, sino que esas variables deben circular para que permitan hacer esta experiencia. El problema es que históricamente pareciera que bastaba con ocupar un lugar de padre o madre para que el vínculo se diera y hemos visto con creces que no es así. Ocupar un lugar no garantiza la permanencia, ni amortiguar las diferencias y lo inesperado en lo vincular.

Me interesa mucho cuando hablas de que el encuentro es opuesto al reconocimiento, ¿qué opciones se abren a partir de esa diferenciación?

Esto tiene que ver con los puentes que hemos ido creando en la filosofía, el psicoanálisis y la historia de la subjetividad, donde hablar de reconocimiento del otro poco a poco fue deviniendo en hablar de lo vincular, porque lo vincular es un encuentro.

esto tiene que ver con lo que está sucediendo en la situación que no es puro presente, sino que convergen variables temporales. No se trata del tempo de lo que viene del pasado, o de lo que ya sabemos del otro, ni tampoco en el sentido de la valoración del otro, – que no es que no sea importante, sino que no hace a la vincularidad. Encuentro es lo contrario al reconocimient. Hay algo que se produce en el encuentro que no es totalmente conocido, ni por el otro, ni por mí. Lo importante no es que se reconozca al otro, sino que se generen posibilidades. Es la idea de estar con el otro y darle ese lugar, lo que implica desterioterritorializarse, salir de un lugar ficticio llamado propio y abrirse a otras opciones.

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