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Edición
46

Psicoterapia online, una ayuda presente con miras a un futuro

Barcelona
Un testimonio de lo que está pasando con la virtualización de las sesiones de terapia y psicoanálisis. Los nuevos paradigmas que definen el presente y transofrman el porvenir.

Se impone el desafío ético de reinventar lo conocido, pero desde la creación de nuevas originalidades   

                                                                                        Mempo Giardinelli

 

Al decretar el Gobierno del Estado Español estado de alarma y el consiguiente confinamiento debido a la COVID 19, en tanto psicoanalista, se me planteó un dilema (no creo haber sido el único psicoanalista en haber tenido que pasar esta prueba). Había que encontrar una salida para esta situación tan nueva, tanto para mis pacientes como para mí, ya que tenía prohibido recibir pacientes en mi consulta por tiempo indefinido. Más allá de esta prohibición, era obvio que tenía que cuidarlos y cuidarme de un posible contagio.

Existía la posibilidad de seguir con el trabajo online, con el cual tenía experiencia desde comienzos de este siglo XXI, lo venía practicando, trasladando mi consulta a los cinco continentes, literalmente y, llevando mi consulta conmigo a los lugares donde viajaba (por ejemplo, de Budapest a Buenos Aires, de Barcelona a Pernambuco…). Pero eran urgencias o continuación de tratamientos de pacientes que viajaban por razones laborales o cambiaban de ciudad, eran situaciones puntuales.

Se  presentaba la coyuntura de ofrecer a mis pacientes esta salida, ya que la atención presencial no era posible. Pero tenía mis dudas de si iba ha ser aceptada en algunos casos sin saber la duración del tiempo del confinamiento y quién la iba a aceptar.

Tenia, como consigné anteriormente, experiencia en ello, pero con miembros de la generación de nativos digitales (los nacidos en la era digital, a partir de 1980), la duda se me presentaba con los llamados inmigrantes digitales (que han adquirido la familiaridad con los sistemas digitales como adultos)

Tras una semana de incertidumbre, comencé a ofrecer esta posibilidad, podría decir que alrededor de un veinte por ciento no aceptó ya sea porque así encontraron una excusa para poner en acto sus resistencias o porque esta dinámica no entraba en sus parámetros mentales.

La experiencia con los nativos digitales era interesante: no tenían ningún problema en que yo entre en sus casas e incluso alguno me hizo dar un paseo por la misma. Su postura física, en general no era similar a la que adoptaban cuando el tratamiento era presencial. Me llamó la atención también el descuido personal tanto en hombres como en mujeres, el ejemplo más claro eran las mujeres: se mostraban menos arregladas, más desenfadadas en su postura corporal, mi impresión era que transferencialmente podían sentirme como alguien de la familia, viviendo en su casa.

A los nativos digitales una vez levantado el confinamiento, les costó volver a mi consulta, no todos han vuelto siguen online y otros alternan.

Me sorprendió el hecho que, a algunos pacientes inmigrantes digitales, que en un principio mostraron ciertas reticencias a la continuidad digital de su terapia sorprendentemente se mostraron reticentes a retomarla de manera presencial.

En relación con la situación transferencial, no percibí una alteración de esta en líneas generales. El encuadre se respetaba, por un lado, había más puntualidad que de costumbre, pero lo que sí cambió es que no todos tomaban la iniciativa de comenzar la sesión como lo hacían cuando venían a mi consulta, sino que algunos esperaban que yo les envíe un mensaje diciendo que podíamos empezar.

En lo referente a la duración, las sesiones se hacían más largas, percibía una necesidad de seguir pegados a mi, sentirse cuidados, una actitud regresiva, quizás debido a la situación de incertidumbre y desprotección debidas al impacto de la pandemia.

Intenté e intento dar las sesiones desde el mismo sitio donde me instalo para impartirlas presencialmente, siempre con auriculares para que el paciente tenga una sensación de privacidad e intimidad.

En cuanto a los sentimientos contra transferenciales mi percepción  es sentirme más cansado que en el trabajo presencial, quizá debido al sentimiento de que el paciente puede esperar más de mí, sentirme más tiempo observado, y a veces incomodado, si como ha ocurrido, deciden presentarme a algún miembro de su familia, generalmente a su pareja o que el paciente intente buscar un sitio donde tener mayor privacidad (habitación apartada donde puede sentirse no visto ni escuchado, el coche, etc.), o que baje la voz hasta el punto de susurrar por temor a ser escuchado por algún miembro de su familia o alguien con quien convive o que haga la sesión acompañado de una mascota, aunque esto puede ser más simpático.

Viñetas clínicas

Quiero ilustrar este artículo con unas viñetas clínicas de tres pacientes que jamás han tenido experiencias online, no son nativos digitales y salvo conmigo no habían tenido experiencias psicoterapéuticas.

Tony (48 años), quien lleva varios años de análisis aceptó e incorporó rápidamente el tratamiento online, pero ¿cómo? Me propuso hacerlo telefónicamente: él se recostaba en su cama y esperaba que al mismo tiempo yo estuviera sentado en mi sillón, respetando las horas convenidas previamente, en este caso las sesiones no se alargaban. Quería seguir su terapia y cuidarla, reproduciendo en lo posible el encuadre. Sus rasgos obsesivos no dejaban de ser útiles.

Jaime (50 años), está en un proceso psicoterapéutico conmigo sin experiencias terapéuticas previas. Consultó en relación a una situación altamente conflictiva con su mujer, que no encontraba manera de resolver. Estaba lejos de conocer lo que es una terapia y menos aún lo que es el psicoanálisis, pero siendo un hombre inteligente e introspectivo, entendió que tenía que cuestionarse ciertas cosas referidas a su personalidad, pasando de tener consultas puntuales a iniciar un proceso terapéutico.

Cuando le propuse continuar su terapia online, necesitó darse un par de semanas para aceptarlo, en este caso el tratamiento era a través de video llamada, él se ubicaba preferentemente en el balcón de su piso recientemente estrenado, ya que terminó separándose de su mujer. Hoy en día alterna sesiones presenciales con sesiones online. Dejo en este caso que el me proponga como desea hacerlo, dependiendo de si está con sus hijos, trabajo, etc.

Ángeles de 76 años, hace 2 años que retomó su terapia después de 10 años de haber terminado una primera experiencia psicoanalítica conmigo. Sufre un estado de depresión ansiosa recurrente, le cuesta mucho trasladarse a mi consulta, no solo porque vive en el extrarradio, sino también porque se pierde conduciendo al entrar en la ciudad, por ello y por la dependencia marcada que tiene conmigo, acepta gustosamente sostener la continuidad de las sesiones `por Skype, aunque sus conocimientos de este sistema son menos que básicos.

Las primeras sesiones resultaron ser muy difíciles debido a su ineficiente manejo de la técnica, más que terapia tenia que acercarle conocimientos básicos de informática, algo que llegaba a irritarme. Le recomendé un informático para que la ayude, aceptó, y poco a poco pudimos llevar el tratamiento con normalidad, al punto que se ha convertido en una forofa de esta modalidad, lo que dio pie a que podamos trabajar conflictivas no resueltas, que eran hasta entonces puntos ciegos en su terapia. Por ejemplo, el porque se perdía al venir a la sesión y porque llegaba tarde.

En relación con estas viñetas y a lo expuesto anteriormente, sostengo que, si existe un deseo profundo de un paciente a continuar su terapia y si no hay resistencias del analista a aceptar un medio alternativo al tradicional, se deben y pueden encontrar los medios para hacerlo. Subrayo esto ultimo por que se de colegas que se resisten a encarar otro tipo de enfoque que no sea el presencial tradicional.

Cada época histórica tiene paradigmas que la definen y en las que se apoya. Pienso que en esta época digital lo mas adecuado y útil para nuestra tarea, es reconocer y todo lo posible aprovechar los avances que la tecnología actual nos brinda, para seguir desarrollándola.

“La solución frente a determinados problemas que se presentan en un proceso terapéutico, si hay una buena relación en el campo transferencial, puede venir de cualquiera de los dos miembros de la pareja terapéutica: es muy importante la capacidad de escucha por parte del terapeuta, su arte y su información respecto al momento cultural que le está tocando vivir.” (Goldstein R.M. 2016)

Según el psicoanalista francés André Green “Podría ser que los historiadores del psicoanálisis marcaran el final de los años 1000 y el principio de los 2000 señalando en nuestra disciplina lo que yo propongo llamar el momento crucial del milenio. Actualmente, cuando hay quienes esperan con impaciencia la muerte del psicoanálisis, por mi parte, yo vería la señal de una renovación, el franqueamiento de una etapa que la haría salir de la peligrosa encrucijada en que se encuentra.” “Lo que me gustaría señalar aquí el fin de un reinado (se refiere al del diván). Después de haber sido de una utilidad incontestable” ”abogaré aquí por la defensa de un encuadre interno, fundador de identidad psicoanalítica, verdadero objeto interno en la practica analítica, el cual dependiendo de las singularidades de los pacientes, de las estructuras clínicas aprehendidas y de las circunstancias de viabilidad, lleva a elegir dispositivos adaptados al estado del paciente para  garantizar a la función analítica unas condiciones de ejercicio óptimas y unas razonables posibilidades de éxito”. (Unidad y diversidad de la práctica psicoanalítica,2011).

Terminaré este articulo. citando textualmente las últimas frases del libro de Jorge Schvarztman, “Tenemos internet. Dios no ha muerto” (2014): “atravesaremos diferentes etapas culturales, tendremos diferentes ilusiones, nos fascinará lo virtual, pero esta sensibilidad, esa búsqueda de amor, de dar un sentido a una vida (aunque no lo tenga), de existir en conflicto y de seguir deseando es inmodificable. Es algo que nos pertenece, y no podemos vivir sin ella”.

 

Este escrito forma parte del libro Psicoanálisis Online. Trabajando por Skype, Messenger y otras aplicaciones, Ricardo Vergara Ediciones, 2020.

 

Notas:
Bibliografía:
Giardinelli, Mempo. (2001) Final de Novela en Patagonia. Suma de Letras S.L. Madrid
Goldstein, Roberto M. (2016) Evolución histórica de la técnica psicoanalítica. IX jornadas de Intercambio en Psicoanálisis. Barcelona, 18 y 19 de noviembre de 2016
Green André (Dir.) (2011) Unidad y diversidad de las prácticas del psicoanalista. Ed. Biblioteca Nueva, S.L. Madrid
Schvarztman, Jorge. (2014) Tenemos internet. Dios no ha muerto. Psicolibro Ediciones. Buenos Aires

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