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Nuestra cultura ha separado al hombre de la naturaleza, al cuerpo del alma, la materia del espíritu. El hombre de hoy vive, piensa y cree a partir de estos pares de opuestos que mantienen apartado lo que se da naturalmente junto y desde allí, establece un modo de entender la realidad en el que se pierde la riqueza de lo complejo.
De cara al futuro, necesitamos encaminar transformaciones que nos dejen habitar un mundo más sustentable y encontrar nuevos estilos de vida.
Esta apuesta nos obliga a volver a pensar en la organización del conocimiento y las consecuencias que ello tiene en lo cotidiano, cuando quedamos involucrados en cuestiones de educación, de salud, de política y en los modos culturales en que somos participes.
Un acontecimiento conmovedor en la vida de una persona suele generar consecuencias físicas, psicológicas y sociales. Sin embargo, esos efectos que acontecen en conjunto se tratan absolutamente por separado. La persona se vuelve un “paciente”, un “caso”, para la especialidad que pasa a ocuparse de ella. El cuerpo afectado se presentará ante esos especialistas que lo tomarán como objeto de estudio sobre el que podrán evaluar con detalle y precisión cada parte disfuncional del sistema pero, lo considerarán desentramado de cualquier situación vital.
Los expertos hoy llegan cada vez más profundo sobre todos aquellos aspectos que pueden medirse y establecen relaciones transparentes de causa-efecto, que explican los sucesos. Estas intervenciones si bien son indudablemente bienvenidas para devolverle al organismo niveles importantes de funcionalidad, trabajan con un cuerpo vaciado de las emociones, de la historia personal, de la cultura que habita. Se trata de un criterio de simplificación limitante que es válido para cualquier abordaje, inclusive los humanistas, en tanto se ocupen de una faceta desligada del contexto.
Esta disociación limpia el terreno barroso de la complejidad, de la incertidumbre y las paradojas. El modo en que la ciencia sabe deja olvidado que el ser humano se registra multidimensionalmente. Esta es una verdad que nos deja con mucho menos afirmaciones de las que hoy contamos, pero es insoslayable.
En las últimas décadas comenzaron a esbozarse tendencias que cuestionan y se ocupan de esa fragmentación operada sobre la condición humana y señalan que, los muros que cada disciplina ha levantado para poder validar su propio objeto de estudio, es hora de que ya se derriben.
El conocimiento no puede tomarse sin evaluar de donde proviene, cual es su naturaleza y la producción del mismo responde a lo que se privilegia en una época. Los abordajes a través de entidades separadas fueron y son aun paradigmas de la ciencia sin embargo, no trajeron el progreso y el bienestar esperado.
La ciencia desplazó a las creencias religiosas que ordenaron el mundo en otros tiempos, pero no por ello se ahorraron errores o se dejaron de crear mitos. Hoy hay nuevos paradigmas que seleccionan y determinan los nuevos discursos dando lugar a tabúes y creencias diferentes.
Como nos lo recuerda E. Morín, la sociedad domestica al individuo con mitos e ideas, las cuales domestican a la sociedad y al individuo pero, los individuos pueden domesticar sus ideas a la vez que controlan a la sociedad que los controla. Siempre hay espacio para que la dinámica no se pierda. Las ideas nunca debieron pretender ser puras ni volverse rígidas petrificando un único modo de abordaje, sino que siempre conviene que se revitalicen en la interconexión con otras ideas, con otros planos, accediendo a múltiples dimensiones.
Cuando el conocimiento no desconoce esta identidad compleja de lo humano podemos llevar a cabo prácticas profesionales enriquecidas. El desafío por venir es abandonar la simplicidad y pensar el bienestar y la salud atravesando las concepciones universalistas, que ofrecen lo mismo para todo el mundo. Los profesionales del nuevo siglo tenemos el reto de restituir el vitalismo degradado atendiendo a la singularidad de cada caso y, “los pacientes”-para quienes habrá que pensarles también un nuevo nombre- se volverán activos en el proceso de producir una respuesta valiosa de la cual servirse.
Un paseo a dos voces y dos estilos por Churriana, un pueblo al lado de Málaga que alguna vez fuera una barriada y actualmente forma parte de la ciudad.
“Abstenerse de sexo no es suicida, como lo sería abstenerse del agua o la comida; renunciar a la reproducción y a buscar pareja…con la decisión firme de perseverar en este propósito, produce una serenidad que los lascivos no conocen, o conocen tan solo en la vejez avanzada, cuando hablan aliviados de la paz de los sentidos”.
Misophonia, a neurological disorder, can profoundly impact social relationships. It causes extreme sensitivity to certain sounds, leading affected individuals to react with irritation. This creates confusion and tension in the surrounding atmosphere.
El uso de las redes sociales contribuyó al aumento de la ansiedad y depresión en la Generación Z, provocando efectos que perturban su bienestar emocional. Sin embargo, los jóvenes pueden desarrollar narrativas más saludables sobre sí mismos.
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