La autora venezolana radicada en Madrid, Karina Sáinz Borgo, vino a presentar a Miami el éxito editorial La hija de la española. Esta novela, su primera publicada, fue vendida en 22 idiomas antes de su aparición, y en la lista de la revista Time consta entre los 100 libros de 2019 que hay que leer. Definitivamente una receptividad que perfila a Sáinz Borgo entre los autores que hay que seguir.
La hija de la española narra el crudo relato de supervivencia de Adelaida Falcón, una mujer que lo pierde todo en el medio de una revolución llena de violencia y caos, y que se salva gracias a medidas poco loables, con las que termina convirtiéndose en otra persona: Aurora Peralta. La novela transcurre en el tiempo presente de la protagonista, sus últimas horas antes de escapar del país y los recuerdos de su infancia y su juventud al lado de su madre.
En su presentación en la Feria del libro de Miami se dio cita un buen número de lectores venezolanos, que agradecieron su trabajo y preguntaron por más. Pero escuchamos muchos acentos diversos en la fila de los autógrafos. Karina atendió a cada uno, muy agradecida del recibimiento.
Eres periodista de profesión, y ya habías publicado crónicas en esa disciplina. Nos interesaba mucho entender el disparador que te impulsó para dar el salto a la ficción.
Cuando llegué a España en el 2006 tiré del periodismo porque uno se defiende con las herramientas que conoce y que tiene más o menos afiladas, y aunque mi periodismo tenía todavía la punta un poco roma, intuitivamente tiré de él en un primer comienzo. Unos dos o tres años después vengo trabajando relatos dije me voy a poner con una novela. La hija es la primera publicada, pero es la tercera escrita. Las anteriores tenían temas de arraigo, desarraigo, pertenencia, no en esa clave, sino en una muy escolare e intuitiva. A los autores fundamentales los leí adulta o relativamente adulta, con 25 años, en Europa.
Este relato toca el corazón de más de un lector de otras latitudes: el horror que se narra puede pertenecer a cualquier geografía en conflicto, y los seres humanos estamos hechos de lo mismo en todas partes donde se vea amenazada nuestra integridad.
Los lectores venezolanos saben identificar muy bien este relato con su Venezuela, con su Caracas y sus regiones del interior; saben ver en él la huella del país de inmigrantes que una vez fue y el horror de lo que quedó luego de la Revolución Bolivariana. Pero este relato toca el corazón de más de un lector de otras latitudes: el horror que se narra puede pertenecer a cualquier geografía en conflicto, y los seres humanos estamos hechos de lo mismo en todas partes donde se vea amenazada nuestra integridad.
Cuéntanos más sobre este fenómeno de traslación del relato.
Es un territorio en tensión, es un lugar donde la ley la tiene el más fuerte y donde siempre tienes a una persona sometida a la vejación, y sobre todo a su desaparición como ser humano. Que es lo que yo siempre digo con Adelaida, ella de una u otra forma, es una víctima que se pervierte. Adelaida se convierte en un victimario, creo que eso ocurre en todas las situaciones conflictivas y sobre todo, cuando hay un poder excesivo. Llámalo guerrilla, llámalo un dictador iluminado, un fascista iluminado. La historia nos ha venido contando esto y creo que nos ha dejado documentos que son paradójicos. Y perdón por insistir, pero es que a mí el tema de Primo Levi suicidándose después de haber sobrevivido Auschwitz… la gente no se recupera de haber visto algunas cosas. Y es lo que le pasa a Adelaida. O sea, Adelaida Falcón es capaz de tirar a una persona por la ventana. Ella lo tiene muy claro porque la han machacado. Y esas alegorías de la paliza moral y personal que tiene Adelaida es una extrapolación de lo que les pasa a todas las personas en su día a día, y en este caso a los venezolanos. Lo cuento porque es lo que conozco, lo que he visto, y porque creo que los de mi generación vimos cosas que no estábamos maduros ni para ver ni para contar. Todo eso yo lo tenía como una supuración, creo que de ahí venía esa fuente de malestar tan grande.
Dices que esta novela aflora en medio de la angustia que te ocasionaban los sucesos de las manifestaciones en Caracas, en 2017. ¿Escribir sobre el horror, es liberador?
Yo pensé que sí, pero creo que no porque lo que hice fue que abrí el cristal. Mi relación más conflictiva [con Venezuela] es con los últimos veinte años, pero mis conflictos con el país siguen siendo muy anteriores. Te voy a poner un ejemplo, la primera historia que hago es sobre Enrique Bernardo Núñez. Yo quería saber por qué él había tirado La Galera de Tiberio al Hudson si era su mejor novela. Y me dediqué a reconstruirlo, a buscarlo, hablé con los hijos, y finalmente la explicación que dan es que la novela estaba llena de erratas. ¿Qué te tiene que pasar para que no te puedas sobreponer de eso? Y que se convirtiera después en historiador.
Me interesa mucho el tema de la violencia, saber por qué se canibalizan las sociedades, por qué la gente se mata a golpes, porque me interesa y eso es Caracas.
Es un libro con un nivel alto de violencia y dolor sobre el presente de Adelaida Falcón. Pero, hay altos en el hilo de la historia para contar recuerdos, entonces la narración se suaviza, ¿son estos trechos de memoria los que permiten que el lector descanse del presente de Adelaida y su vertiginosidad?
Hay una zona con un poco de aire para el lector, pero en la memoria hermosa también hay evocaciones de la pudrición. Cuando ella recuerda que está en una casa de un arquitecto que es muy cosmopolita, una casa devorada por las inundaciones, por la desidia, ella huye porque hay una persona haciendo brujería. Yo tengo guardado ese soldado (se refiere a la imagen del soldado muerto que se publicara en un periódico). Nunca me recuperé de aquella foto. Yo lo encontraba de una belleza increíble. Sentía pena, pero amor; una cosa rarísima. Tengo que hacer algo con todo eso. Realmente como conseguí la solución fue leyendo a McCarthy, En la carretera (The Road). Como el padre no recuerde un poco con el hijo, no avanzas. Me interesa mucho el tema de la violencia, saber por qué se canibalizan las sociedades, por qué la gente se mata a golpes, porque me interesa y eso es Caracas.
La hija de la española está anclada en voces femeninas: protagonista, antagonista, la figura de la madre de Adelaida, Aurora Peralta y su madre, las tías. Los hombres aparecen solo al fondo del escenario y no constituyen personajes con fuerza de cambio.
Un matriarcado total. Y eso es consciente, yo sentí que la sociedad venezolana tiene una misoginia latente. Quiero pensar que es una cuestión generacional, pero está muy presente el tema de la misoginia. Todas las mujeres en Venezuela, así fuesen de la familia más modesta, siempre las veías ir como de pie, como si tuviesen una energía mucho mayor de la que el entorno les intenta quitar. No son mujeres que detenten el poder, pero les toca ejercer un poder sin tenerlo. Lo cual es mucho más complicado, y a mí eso me marca muchísimo porque era capaz de reconocerlo en cualquier lado. Cuando yo trabajé como periodista vi cosas que me llamaron la atención. Si vas a un hospital público y ves a una mamá buscando a un hijo malandro y te das cuenta de que está encubriendo a su hijo. No sé si yo ya tenía el ojo preparado para eso, pero hay cosas que no se me olvidan.
Pareciera que podemos pensar una referencia a la “madre Patria” en tu novela. España siempre fue progenitora de América Latina, pero ahora parece voltearse. ¿Entonces es deliberado el entierro de la madre, la mujer, madre e hija, la hija de la española, los hijos de la patria?
Era deliberado, porque era la única forma de decir qué es lo peor que puedes perder. Veo que la gente mayor, todavía cuando tiene a su mamá, o tienen una relación muy compleja o tienen una relación de orfandad total. Y yo creo que es lo más cercano a quedarte huérfano, a perderlo todo, a que no tengas lugar, no tengas casa. Es como si Ulises nunca pudiera volver a casa. El gran viaje de La hija es eso, está planteada la patria en los dos sentidos.
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