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Edición
15

La tormenta

Miami
Gisela Savdie, escritora, toma la palabra para extraer de ellas un efecto de creación que rescata lo sensible del «borde del olvido…»

Afortunadamente no nos tocó evacuar, la tormenta persiguió otros horizontes. Hacia esos desventurados barrios habitados por infelices que nacieron ya postrados. Como si no hubieran sufrido ya lo suficiente. Sin embargo, la lluvia fue muy fuerte con truenos que impedían conciliar el sueño. Menos mal que no estabas acá. Sé el miedo que te produce.

Recuerdo cuando pequeña como cerrabas las cortinas buscando protección en la oscuridad. Siempre me intrigó cómo esa misma oscuridad que a otros niños atemorizaba, a ti te servía de resguardo. Ese tipo de in sucesos me empezaron a revelar que eras diferente.

Me fui a tu cuarto vacío, como suelo hacer en noches de insomnio. La oscuridad lucía un brillo especial, cual damisela en lentejuelas ignorando pesares. Traté de retomar lectura, que a esas horas de la madrugada adquiere dimensiones mágicas, pero los intentos de concentración resultaron infructuosos. Las palabras desfilaban como bailarinas flotantes ante mis cansados ojos, sin poder articular pensamiento alguno.

Recordé la tormenta que sobrevino el día del fallecimiento de tu abuela. La ventana del cuarto voló con marco y todo, dejando una grieta tal que una fuerte ráfaga de viento se adentró por todos los rincones de la casa. Las puertas se abrieron, facilitando el paso. Todos percibimos su presencia haciendo el recorrido final por los recintos de esa casa que tanto quiso. Era su último adiós.

Parecía anoche que la ventana se abriría como aquella vez. Recordé como B siempre me dice que cuando ella quiere algo, se lo pide a D y a R, esos seres que ya no están, pero que ella siente que la escuchan y lo dice con ese guiño penoso, porque sabe bien que no soy creyente.

No obstante, en ese momento hice lo mismo. Le pedí a D y a R que se vuelvan tus angelitos y que te cuiden mucho, porque yo siento que ya no lo puedo hacer. Ya pasó el momento. Hay que dejarte ir. Presiento que algo acontece, un enigma que no puedo explicar. Los fantasmas me invaden. Repentinamente la lucecita de la alarma de tu cuarto se empezó a encender, primero de un rojo intenso, luego amarillo calmado…Quiero creer…

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