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Edición
26

La revalidación del cuento literario

Miami
Encuentros con las escritoras españolas Rosa Montero y Ana Cristina Herreros sobre la vigencia de la narrativa corta desde los albores del hombre hasta el cuento literario contemporáneo.

En octubre pasado el Premio Nobel de Literatura 2013 fue otorgado a Alice Munro, escritora canadiense con una larga trayectoria dedicada casi exclusivamente cuentos y narraciones cortas. La noticia del máximo galardón otorgado a la llamada maestra del cuento contemporáneo fue un soplo de aire fresco, abriendo la posibilidad de que también en castellano retome su valor literario como material publicable.

…en ocasión de la última Feria Internacional del Libro de Miami no quise perder la oportunidad de entrevistar sobre el tema a dos escritoras españolas, Rosa Montero y a Ana Cristina Herreros…

Desde hace tiempo las casas editoriales en nuestro idioma han relegado los libros de cuentos, calificados como poco comerciales, a veces hasta en favor de obras de nivel mediocre, por aquello de que el público lee solo novelas.  Así se le ha cerrado a muchos autores nuevos la posibilidad de acceder a un ámbito global, para seguir un concepto comercial que llega de España, donde las más importantes firmas editoriales hispanoparlantes tienen su casa matriz. Nuestro idioma cuenta con escritores reconocidos a nivel mundial, quienes hicieron del cuento un arte mayor, pero la lista se ha reducido a muy pocos nombres en las últimas décadas.

En cambio, entre las editoriales en idioma inglés el prestigio del cuento literario y la valorización de sus escritores no han mermado. Se publican, junto con los ya consagrados, un considerable número de autores nuevos, tanto en Inglaterra como en el resto de los países de habla inglesa. Por eso mi satisfacción al recibir la noticia del máximo galardón otorgado a Alice Munro, una prolífica autora en este rubro. Su primer libro, Dance of the Happy Shades, publicado en 1968, obtuvo el Premio del Gobernador General de Canadá, el más importante de su país. A partir de ahí la lista de galardones logrados en su carrera literaria es muy larga para enumerar aquí. En su pluma las situaciones de la vida diaria de la gente común se convierten en definitivas y transformadoras. Lo cotidiano, narrado por Munro, adquiere un poder tal que a menudo sus cuentos han sido llamados novelas en miniatura, aunque ella no aprueba esa calificación, e insiste en la validez del cuento en sí mismo. Durante una entrevista publicada en julio pasado en The New York Times, la escritora comentó que mientras escribía sus primeros cinco libros, siempre aspiraba a escribir una obra larga. «Pensaba que hasta que uno no escribe una novela, no es tomado en serio como escritor. Solía preocuparme bastante, pero no me preocupa ahora, y además ha habido un cambio. Creo que los cuentos cortos se toman más en serio ahora que antes», afirmó.

Rosa Montero
Rosa Montero

Es así que en ocasión de la última Feria Internacional del Libro de Miami no quise perder la oportunidad de entrevistar sobre el tema a dos escritoras españolas, Rosa Montero y a Ana Cristina Herreros, quienes escriben cuentos desde dos puntos de vista y dos mundos muy distintos. La primera es una reconocida periodista y escritora a nivel internacional, y la segunda una investigadora de tradiciones y leyendas universales quien no solo las escribe para rescatarlas y traérnoslas, sino que también las cuenta en forma oral, cautivando al público con la magia de la palabra, los silencios y los gestos. Cómo estas creadoras sienten, elaboran y encaran la narrativa breve nos permiten vislumbrar sus estilos literarios y la riqueza de sus mundos creativos.

El cuento, en sus orígenes una manifestación oral que narra hechos y leyendas transmitidas de generación en generación por nuestros ancestros, fue sin duda un valioso aglutinante cultural.  Desde los albores del hombre este arte lo relacionó con los demás y con su medio, al explicar a través de él sus vivencias, razonando el mundo que lo rodeaba.  Dice Ana Cristina Herreros: Lo que nos atrae del cuento es un afán de supervivencia. Hay una teoría antropológica que dice que el ser humano se perpetuó como especie porque frente a la hoguera, en el paleolítico, alguien, tal vez una mujer, tomó la palabra y contó un cuento. Todos los cuentos de tradición oral narran lo mismo: Hay un personaje que tiene un conflicto y se pone en camino, y en el camino se encuentra con el otro, el donante, según Vladimir Propp, el investigador ruso. El donante es el que ayuda. La ayuda siempre viene del otro, y gracias a eso se resuelve el conflicto y el personaje regresa con la dignidad de un rey, lo que significa, metafóricamente, que ha conseguido ser soberano de su propia vida.  Dice esta teoría científica que gracias a estos cuentos, el ser humano comenzó a confiar en el otro. Porque el otro no es solo el que te ataca y te daña, el otro es el que puede cazar el bisonte junto contigo, sin clavarte una lanza. Entonces se fue sumando la fuerza individual hasta hacer una fuerza colectiva y lo colectivo es lo que nos ha mantenido como especie a los seres humanos, estando peor preparados que otras especies, a seguir subiendo en la cadena evolutiva. La confianza en que necesitamos establecer redes. Cuando uno lee o escucha un cuento, además de traerte ese mensaje de que el otro es el que te ayuda, se establece una cadena que va del que escribe o narra hacia los que leen o escuchan. Una cadena que va mucho más allá, porque esto que nosotros contamos, los cuentos y los libros, proceden de tiempos inmemoriales, traen la voz de otros, de los que ya no están.

Hay una teoría antropológica que dice que el ser humano se perpetuó como especie porque frente a la hoguera, en el paleolítico, alguien, tal vez una mujer, tomó la palabra y contó un cuento.

De aquella experiencia prehistórica que imaginamos alrededor de la hoguera, la narrativa oral fue evolucionando,  y aparecieron historias más complejas. Según Rosa Montero, así nació lo que podríamos llamar el suspenso entre entrega y entrega: Mi madre viene de una familia del norte de España, de la zona montañesa celta de León, Galicia y Asturias, donde tenían la tradición de contar historias en invierno, cuando se reunían al calor del fuego, mientras afuera estaba todo nevado, y los lobos alrededor. Allí se contaban historias, a veces cortas, pero muchas veces comenzaban una historia larga y la dejaban en suspenso en el punto más importante para retomarla al día siguiente…

Así las historias fueron hiladas una y otra vez, pasando por múltiples narraciones que fueron modificando el cuento para cambiar personajes laterales, situaciones, lugares, pero conservando el mensaje básico por el cual fueron creados. Son como un ADN de nuestros ancestros remodelado por centurias y que a la vez nos resulta totalmente familiar, como en algunos casos de coincidencias notables entre diversas culturas. Volvemos a Ana Cristina Herreros: Tengo por ejemplo un libro titulado La asombrosa y verdadera historia de un Ratón llamado Pérez, un personaje tradicional de la cultura hispana. Es el ratoncito que se lleva los dientes de leche de los niños y deja un regalo. En mi libro trato de dar a conocer la verdad sobre la historia de este personaje, que aparece como un mercader, pero que originalmente fue un dios del rito de paso. En muchas culturas hay hadas, duendes, que colaboran en estos ritos de paso. Por ejemplo, en las culturas aborígenes Australianas, y fíjate que estamos hablando de un continente totalmente separado, hay también un ratón que, por las noches, se lleva los dientes de leche que les han caído a los niños y les deja un regalo a cambio.

Tú no escoges las historias que cuentas, aparecen con su tono y cuando aparecen en tu cabeza tienes que atraparlas, y seguir con ellas.

Los cuentos llegaron con el tiempo a diferenciarse en dos tipos básicos, el cuento popular, que es una narración tradicional de transmisión oral, como los de hadas, de animales y de costumbres, y el cuento literario, transmitido mediante la escritura. El cuento literario queda fijado en la versión escrita y se caracteriza por ser la creación de un autor. Dice Fabián Giraldo: El cuento literario no es una simple sucesión de anécdotas contadas, sino una síntesis superior en la cual se relaciona íntimamente la invención narrativa (fábula) con una novedosa invención idiomática (el estilo literario).

El primer documento escrito de una historia literaria nos ha llegado a través de los milenios. Es la Épica (también llamado el Poema, o la Epopeya) de Gilgamesh. La existencia de esta obra escrita hace 3.000 años en Mesopotamia, cuna de la civilización, llegó a nosotros en doce tabletas de arcilla rescatadas en una excavación arqueológica en la ciudad iraquí de Mosul, en 1842.  Las tabletas, que se extraviaron 400 años después de escritas y durante la destrucción de un templo, permanecieron en sus ruinas hasta el hallazgo. Es la primera narración escrita que conocemos y nos ha llegado intacta. Su personaje principal es un noble de Babilonia, mitad dios y mitad humano y la historia tiene todas las características de una película de acción contemporánea: romance, violencia, traición, cataclismo natural (un diluvio), intriga, muertes, sexo y venganza. Podemos reconocer algunos hilos de su trama en leyendas y relatos que hoy nos son familiares y que forman parte de la herencia universal.

Es interesante el proceso creativo literario, esa necesidad del hombre de documentar un suceso, una historia ficticia o real, en forma de cuento y que es evidente se da desde hace miles de años. Rosa Montero lo describe así: Como todos los escritores, empecé a escribir muy de niña y lo que escribía eran cuentos cortos, claro. Hasta los catorce o quince  escribí cuentos, y después de los dieciséis escribía conatos de novela, que no terminaba. (….) Luego me he dado cuenta de que mis cuentos han sido como miradas a través de una ventana a un paisaje que años después he caminado. Muchos de mis cuentos son como antecedentes de novelas que he escrito quince años después. No es que lo hubiera hecho a propósito. Tú no escoges las historias que cuentas, aparecen con su tono y cuando aparecen en tu cabeza tienes que atraparlas, y seguir con ellas. Uno se está imaginando continuamente cosas, la inspiración es un runrún en tu cabeza, como un juego, como cuando uno era niño. Creo que los escritores somos niños que no hemos crecido, lo que pasa es que esa imaginación en algún momento de la adolescencia la dejas, porque te dicen que eso es infantil. Pues los escritores no la dejamos. El niño adentro sigue vivo, sigue imaginando. Lo que pasa es que el noventa por ciento de esas creaciones no van a ningún lado, las vas dejando pero de vez en cuando, una de esas cosas te emociona tanto, te turba tanto que dices esto yo tengo que compartirlo. Tengo que ponerlo en el papel.  Y así nace la historia.

La descripción de Rosa Montero sobre cómo siente ella el cuento me trajo a la memoria algo que Julio Cortázar dijera alguna vez: La novela y el cuento se dejan comparar analógicamente con el cine y la fotografía. Para Rosa, escribir cuentos es como asomarse un instante a una ventana y ver un paisaje. Ese paisaje como lo llama ella, por las características intrínsecas del cuento literario, obliga al lector a entrar en un mundo claramente definido. Le exige dejarse llevar por una ruta enmarcada en un “aquí” y “ahora” concretos, que, mediante una narración breve y en apariencia frágil, intenta transmitir una vivencia, una experiencia determinada con gran intensidad y del principio al fin, sin pausas o distracciones. Nada es superfluo. De ahí el impacto que nos producen en general los cuentos literarios.

Por su parte, Ana Cristina Herreros llegó a la narrativa corta transitando una ruta totalmente distinta: Yo estaba haciendo una Tesis Doctoral sobre lírica tradicional. Como mi tema era la oralidad, en 1992 en el Festival de Teatro La Letra Pequeñita había un anuncio de un espectáculo de narración oral escénica. Fui a ver qué era aquello de la narración oral, y quedé fascinada. Dos narradores lograban tener a quinientos españoles callados durante una hora y quince minutos, lo que es una proeza. Así se despertó mi interés y  dejé la tesis doctoral para tomar cursos actorales y contar cuentos. Luego retomé la tesis con un romance tradicional, Romance de la Doncella Guerrera, que está a medio camino entre la poesía y el relato. Lo de escribir también fue un azar. Cuando la guerra de Kosovo un organismo internacional que se llama el CIP,  el Centro de Investigación por la Paz, con sede en Madrid, me contrató para hacer una investigación de fuentes folklóricas del Mediterráneo para mediar en los conflictos. Ellos utilizan los cuentos como argumento en mediación internacional, porque los cuentos no conocen de nacionalidades ni de patrias. El mismo cuento que se cuenta en Murcia se cuenta en El Chaco, en Zaire o en Siberia. La idea es decirle a la gente no somos tan diferentes, contamos las mismas historias.

Historias que trascienden al que las cuenta o las escribe, proceso que Rosa Montero explica de esta forma: Creo que la madurez literaria pasa por dejar fluir tu inconsciente, dejar que el libro se escriba solo, borrarte como “Yo”, y como decía el escritor peruano Julio Román Riveiro, una creación madura es siempre la muerte del autor. No quería decir que el autor muriera en realidad, pero sí que se dejara borrar como persona para dar lugar a la historia.

Así el cuento corto, oral o literario, por su calidad de aglutinante cultural que trasciende barreras de idioma y costumbres, fue y es un elemento vital para la supervivencia de nuestra civilización. Ana Cristina Herreros: Hace poco leí que en África, en una tribu nómade, cuando las madres se van, dejan a los nietos con las abuelas, y esa tribu tiene la menor mortandad infantil comparada con otras. Es porque las abuelas trasmiten las tradiciones, cuentan cuentos y son un canto a la esperanza, a que otro mundo es posible. En la época estalinista en la Unión Soviética, descubrieron que en un Gulag la gente moría mucho menos que en otros, a pesar de los trabajos forzados que eran en realidad condenas a muerte. Cuando fueron a averiguar por qué no moría la gente, descubrieron que en ese barracón, cuando se apagaba la luz y sonaba el toque de queda, una mujer se sentaba en su litera y comenzaba a contar cuentos, y durante el tiempo del cuento, la gente escuchaba las historias y tenía la certeza de que otro mundo era posible, y eso mantenía la esperanza, y en consecuencia, la vida. Eso es lo que nos trae la literatura.

Y que nos seguirá trayendo, mientras sigamos tomando la palabra y la pluma para contarnos cuentos y así explicarnos nuestras propias vivencias, imaginar mundos posibles y continuar tejiendo redes de comunicación con los medios que tengamos a nuestro alcance. Antes una tableta de arcilla, y hoy una página de la Web. Por ello es una muy buena noticia el que el cuento corto sea revalidado a nivel mundial con un premio literario mayor. Me parece oportuno cerrar con esta reflexión de Rosa Montero: Es verdad que se les decía a los escritores nuevos que si escribían cuentos su libro sería más difícil de publicar, pero con las nuevas tecnologías esa frontera se borró y ahora es muy fácil publicar cuentos en los blogs y en las páginas de la Internet. Te diría que se está tornando en el formato de esta época.

Esperemos que así sea para las grandes editoriales también.

Notas:
Fotos: Ana Cristina Herreros – Rosa Montero, Letra Urbana

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