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Edición
36

Evolución histórica de la técnica psicoanalítica

Barcelona
Un modo de hacer con lo nuevo sin olvidar lo que no cambia con las tendencias de hoy.

Se impone el desafío ético de reinventar lo conocido, pero desde la
creación de nuevas originalidades. (Mempo Giardinelli)

Varios autores coinciden en que la técnica[1] es un conjunto de saberes prácticos o procedimientos para obtener el resultado deseado, (Corominas,1994).

En relación al psicoanálisis la aplicación de la técnica es un arte y cada psicoanalista la debe aplicar sin renunciar a los postulados básicos del mismo: inconsciente, transferencia y sexualidad infantil, pero adaptándola a su personalidad y a la del analizante, reinventándola en cada caso.

Según el Diccionario de Psicoanálisis de E. Roudinesco y M. Plon, (1998), Técnica psicoanalítica: en la historia del movimiento freudiano, se llama técnica del psicoanálisis a los procedimientos de intervención clínicos, terapéuticos e interpretativos que permiten definir el marco de la cura psicoanalítica.

Junto a la regla fundamental y la abstinencia, y en el interior mismo de las modalidades de aparición del análisis didáctico y de control, este marco quedó delimitado por las reglas denominadas técnicas. La duración de las sesiones y de la cura en sí, el número de sesiones por semana, el modo de intervención – activo o pasivo- del analista y la posición del analizante – tendido o cara a cara.

es muy importante la capacidad de escucha por parte del terapeuta, su arte y su información respecto al momento cultural que le está tocando vivir.

Todas estas cuestiones han sido objeto de múltiples debates que llevaron siempre a la definición de nuevas maneras de conducir los tratamientos.

Según Alain de Mijolla (2007) en su Diccionario Internacional de Psicoanálisis: “Freud tuvo muchas dificultades para escribir un Método General del Psicoanálisis que había anunciado en 1908 a C.G.Jung, S.Ferenczi, K.Abraham y E.Jones, y no pasó de la página 30. Sólo a partir de 1910 se decidió a publicar algunos artículos que hasta 1915 eran agrupados en general bajo el epígrafe de “escritos técnicos”.

Fue en octubre de 1907, con la cura del hombre de las ratas (1909), cuando se constituyó la última gran prescripción técnica “la técnica del análisis ha cambiado en la medida en que el analista ya no pretende obtener el material que le interesa a él mismo, sino que permite al paciente seguir el curso natural y espontáneo de sus pensamientos”, (Numberg H., Feder E., 1962-1975).”

Pienso que es importante recordar la introducción de Sigmund Freud en su trabajo Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico, (1912). “Las reglas técnicas a continuación propuestas son el resultado de una larga experiencia. Se observará fácilmente que muchas de ellas concluyen en un único progreso. Espero que su observancia ahorrará a muchos analistas de inútiles esfuerzos y los preservará de incurrir en peligrosas negligencias, pero también quiero hacer constar que si la técnica aquí aconsejada ha demostrado ser la única adecuada a mi personalidad individual, no es imposible que otra personalidad médica distintamente constituida se vea impulsada a adoptar una actitud diferente ante los enfermos y ante la labor que ellos mismos plantean”.

Últimamente, con la disminución del número de pacientes y del número de candidatos que da como resultado el envejecimiento de la población psicoanalítica, se comenzaron a levantar tabúes y aceptar la necesidad de adaptarse a la cultura del momento.

Remarco aquí que desde el inicio Freud no plantea las reglas técnicas como un dogma, llama al trabajo Consejos al médico y, por otro lado reafirmando este no dogmatismo, dice que siendo válidas estas reglas para él por su estructura de personalidad, cada analista puede adoptar la suya propia.

En 1918, con el conocimiento de Freud, Hermán Numberg proponía en el quinto Congreso de la IPA que el análisis didáctico fuera obligatorio para todo analista, a lo que se opondrían Otto Rank y Víctor Tausk, lo que no se aprobaría hasta 1926. Otto Rank y Sándor Ferenczi precisaron sin embargo en sus Perspectivas del Psicoanálisis, (1924) que “el análisis didáctico no se distingue en nada del análisis terapéutico y no está reservado a los médicos”. El propio Freud acentúa entonces sus exigencias y escribe a Franz Alexander el 13 de mayo de 1928 : “…se debería exigir a los candidatos unas garantías que no es necesario esperar por parte de los pacientes debido a que un trabajo analítico regular tiene efectos nocivos en la psique del analista de la misma forma que trabajar con los rayos Roentgen es nefasto para los tejidos de los radiólogos”.

Actualmente podemos entender que si una persona desea ser psicoanalista, como condición sine qua non, debe tener el deseo genuino de analizarse, esto no puede ser una obligación impuesta institucionalmente.

En el momento histórico que se fija como obligatoriedad el análisis didáctico, se entiende que es necesario un mínimo de orden. Según Roudinesco y Plon (1998) “como no había ninguna regla establecida, Freud y sus discípulos no vacilaron en tomar en análisis a allegados – amigos, amantes de uno y otro sexo-, o a los miembros de sus propias familias -esposas, hijos, sobrinos-, ni en mezclar estrechamente las relaciones amorosas y profesionales”.

A partir de 1926 se instala la exigencia didáctica, y se comienza a considerar como transgresiones las costumbres anárquicas de épocas anteriores. Estas exigencias no sólo se impusieron a los análisis didácticos, sino que se fueron generalizando a los análisis terapéuticos, aplicando la manida frase “el cobre de la psicoterapia y el oro puro del psicoanálisis”.

Lo que fue necesario en una época, paulatinamente se fue transformando en escollo y motivo de controversias entre analistas, críticos del psicoanálisis, parte de la comunidad científica y empezó a ser cuestionado por la sociedad en general.

Últimamente, con la disminución del número de pacientes y del número de candidatos que da como resultado el envejecimiento de la población psicoanalítica, se comenzaron a levantar tabúes y aceptar la necesidad de adaptarse a la cultura del momento.

Ese análisis de una profundidad y una fineza exquisita es totalmente extrapolable a nuestros días.

Ejemplos histórico-clínicos

Trataré de ilustrar lo antes expuesto con dos testimonios de famosos analizandos que vertieron su experiencia psicoanalítica y también una viñeta clínica de un paciente actual. Estos tres casos corresponden a tres momentos históricos diferentes.

Kardiner con Freud

Abram Kardiner (1891-1981), psiquiatra, psicoanalista y antropólogo estadounidense se trasladó expresamente a Viena para analizarse con Freud. Comenzó su análisis en septiembre de 1921 y lo concluyó en abril de 1922 por decisión de Freud. Volcó su experiencia en su libro Mi análisis con Freud que según Elisabeth Roudinesco (1998), se constituye en el más bello testimonio escrito sobre la práctica habitual del maestro.

Kardiner (1977) relata, refiriéndose al momento en que conoce a Freud: “me sentí decepcionado. Pensaba que me iba a encontrar con un hombre más alto. Tenía una voz ronca y áspera; pero hablaba un inglés impecable. Freud me tendió la mano y me presentó a su mujer, a su hija Anna y a Paula, la joven que abría la puerta de la parte del piso que Freud reservaba a su profesión.” Freud lo citó para el día siguiente y el tono cambió: “Aunque sólo hayamos intercambiado unas pocas palabras, inmediatamente confié plenamente en él. Desprendía fuerza y un aire de autoridad y me sentía perfectamente cómodo con él –y conmigo mismo. Yo estaba convencido que este hombre no solamente era capaz de ayudarme personalmente pero que además también me lanzaría hacia una carrera apasionante.”

Vemos aquí que Kardiner desarrolló una fuerte transferencia positiva con Freud y que a su vez Freud expresó un profundo interés en él diciéndole: “yo creo que usted es una persona interesante, alguien con quien uno puede trabajar.”

Según Kardiner, en esa época Freud no se ocupaba de “casos”, sino de análisis didácticos, decía que ya no tenía paciencia. En mi opinión, no todos los sujetos que iban a analizarse en ese momento con Freud, sobre todo los extranjeros, tenían un deseo genuino de ello y si de poner en su Curriculum Vitae que habían tenido una experiencia con el Maestro.

Kardiner había tenido una experiencia anterior en Estados Unidos con Frink y sentía que no le había quedado nada. Aunque según Freud sí que le había quedado algo: “una pequeña neurosis”.

De hecho Kardiner había tenido una infancia traumática. Kardiner era hijo de un inmigrante judío muy pobre que había dejado Ucrania para emigrar a Nueva York, su madre había muerto cuando él tenía tres años y según relata Kardiner, “fui un niño abandonado viviendo en condiciones tan precarias que casi me moría de hambre”…”el espectro de la necesidad y de la desocupación sigue persiguiéndome”. Manifiesta que tenia una necesidad y un deseo genuino de analizarse.

mis dos análisis no pudieron resolver mi amnesia con respecto al trauma sufrido a los tres años y medio, pero ambos, de distinta manera prepararon el camino para su resolución como un logro post-analítico.

Leyendo los capítulos 2 y 3 de este libro Mi análisis y Freud analista, vemos una pareja analista-analizante con una simpatía recíproca y sobre todo un testimonio de cómo analizaba Freud. Ese análisis de una profundidad y una fineza exquisita es totalmente extrapolable a nuestros días.

Añado una situación que puede parecer anecdótica pero no lo creo. Freud disponía en ese momento de treinta horas para tratar a las seis personas que acababa de recibir (Polon, Blumgart, Oberdorff, Meyer, Kardiner y un suizo), dado que él trabajaba seis horas semanales con cada paciente dejando cinco minutos entre cada sesión (Alain de Mijolla, 2014), y el total de sus horas aocupar era por lo tanto de treinta y seis horas, Freud sugirió que uno de ellos se fuera a tratar con Karl Abraham, con Otto Rank o con Sandor Ferenczi, pero como todos se negaron, dijo que hablaría con su mujer y con su hija Anna que sin duda no querrían saber nada. Al otro día reunió a los seis aspirantes y les preguntó si estaban dispuestos a sacrificar una de sus horas cada uno, así podía trabajar con todos y dijo que esa propuesta se la había hecho su hija Anna ya que 6×5 es igual a 5×6. Todos aceptaron.

Respecto a esto Kardiner comenta: “la tradición cedió el paso a la urgencia, pero la urgencia devino en una tradición a su vez”.

Podemos observar un estilo distinto al de nuestra época, propio de ese momento histórico y cultural, pero lo que no cambia es el genuino deseo de analizarse y la pasión del analista por su trabajo.

Guntrip con Fairbairn y Winnicott

En 1975 Harry Guntrip (1901-1975) publica un hermoso y valiente trabajo, Mi experiencia con Fairbairn y con Winnicott, hasta qué punto es completo el resultado de la terapia psicoanalítica.

Siguiendo la línea trazada, focalizaré mis comentarios en la relación de Guntrip con estos dos maestros y la huella que dejaron en él.

Se obtiene del análisis lo que se pone en él y creo que esto se aplica tanto al analista como al paciente.

El trabajo de Guntrip me parece muy útil y valioso porque entre otras cosas muestra cómo trabajaban sus analistas.

Refiriéndose a Fairnbairn dice Guntrip: “Acudí a él para superar la amnesia con respecto al trauma provocado por la muerte de mi hermano (Percy), para llegar a lo que había detrás de ese episodio”.

Trauma sufrido a los tres años y medio, Percy contaba con un año y medio.

Según el autor, Fairbairn y Winnicott eran: “en apariencia muy distintos en mentalidad y métodos de trabajo, lo cual no les impidió darse cuenta hasta qué punto estaban cerca uno del otro en última instancia”, “Fairbairn era más ortodoxo que Winnicott en la práctica clínica.”

Consigna Guntrip que tuvo más de mil sesiones con Fairbairn en la década del 50 y un poco más de cientocincuenta con Winnicott en la década siguiente, para ver a este último se tenía que trasladar de Leeds a Londres una vez por mes y seguramente tendría varias sesiones durante el tiempo en que permanecía en la capital.

Especifica: “mis dos análisis no pudieron resolver mi amnesia con respecto al trauma sufrido a los tres años y medio, pero ambos, de distinta manera prepararon el camino para su resolución como un logro post-analítico.”

Se impone el desafío ético de reinventar lo conocido, pero desde la creación de nuevas originalidades.

Encuentra a Fairbairn formal en las sesiones, el analista que interpreta con precisión intelectual, “pero luego de las sesiones hablábamos sobre teoría y él solía dejar de lado su actitud formal y pude descubrir al Fairbairn humano mientras hablábamos cara a cara”. “Completaré mi descripción de Fairbairn como analista y como hombre señalando la diferencia en cuanto “tipo humano” entre él y Winnicott, un factor que desempeña gran papel en la terapia”.

“Fairbairn vivía en el campo y veía a sus pacientes en la antigua mansión de los Fairbairn de Edimburgo. Yo entraba a un salón grande que servía de sala de espera, con bellas y valiosas antigüedades, y pasaba al estudio que cumplía las funciones de consulta, también muy amplio…Fairbairn se sentaba detrás de un gran escritorio y me daba la impresión de ser una especie de alto dignatario en un sillón de terciopelo y respaldo alto. La cabecera del diván daba al frente del escritorio”.

De Winnicott dice: “el consultorio de éste era sencillo, discreto en cuanto a colores y muebles nada ostentosos, cuidadosamente planeado por los Winnicott, según me dijo la esposa, para que el paciente se sintiera cómodo. Yo solía golpear y luego entraba, y pocos segundos después, Winnicott aparecía con una taza de té en la mano y un alegre “hola” y se sentaba en una silla de madera junto al diván”. “al terminar la sesión siempre extendía la mano para estrechar la mía en un gesto cordial.” “cuando me despedí de Fairbairn, después de la última sesión, comprendí de pronto que nunca nos habíamos dado la mano y que me dejaba partir sin ese gesto amistoso. Extendí la mano y él no vaciló en tomarla, de pronto las lágrimas se deslizaron por sus mejillas. Vi el corazón de ese hombre de mente clara y naturaleza tímida”.

Más adelante dice Guntrip “los necesité a ambos y tuve la fortuna de encontrarlos…las ideas de Fairbairn eran “conceptos lógicos exactos” que sirvieron para clarificar problemas y las de Winnicott eran “hipótesis imaginativas” que impulsaban a seguir explorando”.

“Se obtiene del análisis lo que se pone en él y creo que esto se aplica tanto al analista como al paciente”.

Esta frase de Guntrip me sirve para apuntalar las hipótesis de mi comunicación, dos analizantes (Kardiner y Guntrip) en distintos momentos históricos, culturas diferentes, uno al comienzo de la andadura psicoanalítica y el otro 30 años después cuando ya el psicoanálisis tenía un amplio desarrollo, escuelas con distintos esquemas referenciales, pero ambos con deseos de cuestionarse, analistas con diferentes personalidades, con amplios conocimientos de la teoría, uno más imaginativo que otro y los tres con un deseo profundo de analizar y establecer una alianza terapéutica con el analizante.

Desafíos actuales

Los cambios culturales producidos últimamente, sobre todo desde comienzos del siglo XXI, como fruto del advenimiento de las nuevas tecnologías han sido brutales, ya no nos podemos plantear, salvo en contados casos, experiencias psicoanalíticas como las que he consignado anteriormente. Como he escrito en un tabajo anterior, Crisis en el psicoanálisis o crisis en la cultura actual, 2007,  hay una predominancia de la inmediatez, la efectividad sobre la afectividad y la incomunicación en parte debida al exceso de comunicación – estamos más comunicados que nunca pero no afectivamente. Predomina la cultura de la imagen sobre la refexión y la palabra (Estela Bichi,1998). Gran parte de las demandas de ayuda que nos llegan ultimamente, son de personas cuyo sufrimiento es difícilmente explicable para ellos y no pueden precisarlo con palabras.

Encabezo este trabajo con la frase de Mempo Giardinelli(2001) “Se impone el desafío ético de reinventar lo conocido, pero desde la creación de nuevas originalidades”. Así como Freud, Fairbairn y Winnicott, fueron verdaderos artistas adaptándose al momento y adaptando las pautas culturales de su momento al trabajo terapéutico, debemos también nosotros apelar a nuestro arte y tomar las nuevas tecnologías, las nuevas originalidades, internet, Skype, WathsApp, etc, no como escollos sino utilizarlos como ayuda, reinventar lo conocido.

Viñeta clínica

Alex es un adulto joven , hace un año y medio que está en terapia conmigo.

Lo que lo llevó a consultar era según él, sus problemas de relación social. Se define a sí mismo como antipático, egoísta y asocial. Emplea todo su tiempo en jugar por internet, dice ser adicto a determinados tipos de juegos en los que se forman equipos que compiten y si los resultados no los favorecen, entre los mismos integrantes del grupo se tratan muy mal, es gente que no se conoce y que tiene una relación virtual.

Vive prácticamente confinado en su apartamento, y aunque tiene una carrera terminada, trabajó muy poco tiempo en su profesión. No toleraba tener que salir de su casa y compartir despacho con otra gente.

Manifiesta que desde que descubrió la informática cosa que se le dio muy bien, se fue encerrando en ella. Se gana la vida gracias a sus conocimientos de informática y sin tener que salir de su casa.

Es un hombre inteligente, culto, domina varios idiomas, tiene una excelente formación académica, de buena planta, pero todo ello entra en contradicción con su aspecto desalineado, de despreocupación por lo que se pueda pensar de él.

Me informa que consulta ante la insistencia de su familia.

si una persona desea ser psicoanalista, como condición sine qua non, debe tener el deseo genuino de analizarse, esto no puede ser una obligación impuesta institucionalmente.

Nuestro primer contacto fue un anticipo de lo que pasaría luego, ya que quedamos en una hora para vernos, pero me llama dos días antes diciendo que lo estaba pasando muy bien con sus padres a quienes estaba visitando, pues viven en otra ciudad, por lo que retrasaba su regreso, y que quería postergar nuestro encuentro. Tuve la impresión que era sincero y que vendría a verme, quedamos en otra hora.

Convinimos en vernos una vez por semana y si le era posible dos, algo que resultó difícil dadas sus características evitativas. Llegaba tarde, pedía frecuentes cambios de hora o a último momento me avisaba que no podía venir por trabajo o porque se había despistado o dormido. En este último caso era muy respetuoso, me decía que me pagaba igual la sesión, pero no dejaba de ser para mi una situación incomoda, por lo repetitiva.

Trabajaba en las sesiones pero en el momento de despedirnos solía hacer algún comentario sarcástico sobre mi persona, como necesitando poner distancia a posteriori de un momento de acercamiento. Esta situación fue trabajada en el análisis con señalamientos e interpretaciones y le señalé que yo podía hasta cierto punto tolerar esos comentarios pero que si los hacía fuera de sesión seguramente le acarrearía los problemas sociales de los que se quejaba. Aceptaba mi señalamiento pero insistía en su sarcasmos.

Al año y medio me manifiesta que tiene la intención de dejar de venir y que esta era su última sesión. Le interpreté como una fuerte resistencia ya que venía haciendo una buena evolución, superando su adicción a los juegos por internet, teniendo éxito en su trabajo y mejorando su sociabilidad. Aceptó estos señalamientos a regañadientes, pero manifestó que venir hasta mi consulta le significaba un gran esfuerzo y que no lograba ver el coste-beneficio. Pero me dijo que me escuchaba, que no era necio, algo que repitió varias veces. Yo ya estaba sin argumentos y con el deseo de dar la cuestión por concluida aunque percibía que me estaba pidiendo ayuda para no dejar la terapia. Después de un largo silencio, me pregunta: “¿tú atiendes por Skype, verdad?”, le contesté con otra pregunta: “¿porqué me lo preguntas?” a lo que me dijo: “podríamos probar con algunas sesiones por Skype, así no se me hace tan cuesta arriba, ¿qué te parece?”. Pensé en ese momento que él no quería abandonar la terapia, pero que no toleraba la cercanía que se había establecido entre nosotros. Por lo tanto acepté siempre y cuando pudiésemos alternar Skype con sesiones presenciales. Esta solución resultó ser acertada y pudimos continuar. Subrayo que la solución fue propuesta por el analizante.

La solución frente a determinados problemas que se presentan en un proceso terapéutico, si hay una buena relación en el campo transferencial, puede venir de cualquiera de los dos miembros de la pareja terapéutica: es muy importante la capacidad de escucha por parte del terapeuta, su arte y su información respecto al momento cultural que le está tocando vivir.

Terminaré esta comunicación citando textualmente las últimas frases del libro de Jorge Schvarztman (2014): “atravesaremos diferentes etapas culturales, tendremos diferentes ilusiones, nos fascinará lo virtual, pero esta sensibilidad, esa búsqueda de amor, de dar un sentido a una vida (aunque no lo tenga), de existir en conflicto y de seguir deseando es inmodificable. Es algo que nos pertenece, y no podemos vivir sin ella”.

Bibliografia

  1. Bichi, Estela.L. – “El desafío de la actitud post- moderna – Apuntes sobre la clínica psicoanalítica en el ámbito de la cultura actual” – (Los analistas ante el nuevo milenio) – Actas del XXVI Congreso y XXXVI Symposium A.P.A. 1998 – Actas del XXII Congreso F.E.P.A.L., Cartagena – Colombia 1998
  2. Corominas, Joan. Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana, Editorial Gredos , S. A. Madrid 1994.
  3. De Mijolla Alain. Diccionario Internacional de Psicoanálisis Ediciones Akal. Madrid 2007.
  4. De Mijolla Alain. 100 questions sur Freud. Les éditions La Boétie. París. Janvier 2014.
  5. Freud, S: Obras Completas. Volumen 12 (Amorrortu Editores. Buenos Aires, 1979)
  • Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico (1912)
  1. Giardinelli Mempo. Final de Novela en Patagonia. Suma de Letras S.L. Madrid 2001
  2. Goldstein Roberto M.. ¿Crisis en el psicoanálisis o crisis en la cultura actual? Letra Urbana. Edicion 13. Miami 2007
  3. 8. Guntrip Harrry (1981) Mi experiencia con Fairbairn y con Winnicott. Hasta qué punto es completo el resultado de la terapia psicoanalítica. Revista de Psicoanalisis-Tomo XXXVIII. Nº 1. Ed. APA.. Buenos Aires 1981
  4. Kardiner, Abram. My Analysis with Freud-Reminiscences. Editions W.W. Norton and Cº, New York 1977
  5. Roudinesco Élisabeth y Plon Michel. Diccionario de Psicoanálisis. Editorial Paidós. Buenos Aires 1998

11. Schvartzman Jorge. Tenemos internet. Dios no ha muerto. Psicolibro Ediciones. Buenos Aires 2014

 

Notas:
[1]Técnico: del latín technicus, tomado del griego teknikós “relativo a un arte”. Técnico: derivado de tékne “arte, industria, habilidad”.

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