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La lectura de un título como el que antecede, con un tema en principio ajeno al campo establecido de la cultura, puede llamar mucho la atención. En efecto, podrán preguntarse, ¿qué tiene que ver un artículo sobre el running con una revista de cultura? En los próximos párrafos tomaremos este fenómeno de creciente atracción para hacer algunas breves observaciones sobre la sociedad contemporánea en la que surge y se multiplica.
La cultura desde una mirada ampliada
El campo de la cultura tiene entre sus objetos habituales de atención a las elaboraciones provenientes de las disciplinas artísticas, humanísticas y científicas, con las cuales construye su tradición principal. Esa tradición se alimenta con reflexiones e investigaciones más o menos sistemáticas alrededor de la creatividad y el cultivo del espíritu: las expresiones estetizantes, las manifestaciones del pensamiento, la interrogación cognoscitiva, sea en sus versiones académicas más elevadas o
cabe preguntarse por el lugar que le corresponde a los deportes y las prácticas vinculadas con el cuerpo: ¿qué es en definitiva el cuerpo? ¿cómo se lo produce socialmente? ¿qué significados producen las prácticas que se vinculan con él, sea en los términos de la salud, la apariencia estética, el disfrute, la actividad lúdica o deportiva?
En este terreno, cabe preguntarse por el lugar que le corresponde a los deportes y las prácticas vinculadas con el cuerpo: ¿qué es en definitiva el cuerpo? ¿cómo se lo produce socialmente? ¿qué significados producen las prácticas que se vinculan con él, sea en los términos de la salud, la apariencia estética, el disfrute, la actividad lúdica o deportiva? Si partimos de la noción de cultura entendida en una acepción amplia, es decir, como la dimensión significativa de la realidad social, aquella que supone los procesos sociales de producción, circulación y reconocimiento del sentido, los deportes, cualquiera de ellos, pueden ofrecer una interesante ventana para observar a las sociedades e interpretar sus tramas de significación.
Los deportes como ventanas para observar el mundo social
Los deportes son prácticas en las que el cuerpo está involucrado en primer plano. El cuerpo supone una forma de falsa certidumbre en la medida en que es inmediato, dato primero de la experiencia, fuente de vivencias, punto cero de la relación de los sujetos con el mundo, situación que lo coloca en un estado de “no interrogación”. Pero cuando se supera esa primera intuición y se inician comparaciones entre sociedades, épocas o momentos distantes de una misma sociedad el cuerpo comienza a verse en sus diferencias de concepción y surge como una articulación que se muestra contingente, es decir, que podría haber sido de otro modo, revelando su carácter de producción social, algo que no aparece ante la primera mirada, más bien naturalizante.
los deportes y los juegos pueden comprenderse como ventanas a través de las que se puede observar el mundo social inmediato en el que se insertan, lo que permite interpretar en ellos las líneas de perspectiva por las que se proyectan representaciones, valores, imaginarios, creencias y hasta mitos con los que las sociedades se conciben, se fantasean o se piensan a sí mismas.
Detrás de los deportes es posible vislumbrar aspectos importantes de la constitución de las sociedades y sus culturas: los deportes son prácticas rutinarias en las que diversas sociedades invierten energías musculares, económicas y simbólicas dentro de las que se perciben a sí mismas, se idealizan y se magnifican para generar la puesta en espectáculo de sus propios valores. A su vez y de manera indirecta, las distintas cultura se encargan de educar el cuerpo, de prepararlo para ciertas actividades deseadas, de darle forma y convertirlo en vehículo de ideales que permiten orientar anhelos productivas.
Podría decirse que los deportes son indicadores de lo que las sociedades hacen con los sujetos que las componen, hagan o no concretamente esos deportes, lo cual les infiere un carácter intencionado, no inocente y encauzado, aunque esas prácticas en principio desinteresadas y mundanas, no desencadenen mayores sospechas de profundidad o sentido trascendente en la superficie misma de su manifestación. Así los deportes y los juegos pueden comprenderse como ventanas a través de las que se puede observar el mundo social inmediato en el que se insertan, lo que permite interpretar en ellos las líneas de perspectiva por las que se proyectan representaciones, valores, imaginarios, creencias y hasta mitos con los que las sociedades se conciben, se fantasean o se piensan a sí mismas. Estas operaciones se notan con mayor claridad cuando se comparan sociedades muy distantes en el tiempo, cuando se confrontan sociedades muy distintas en términos de prácticas, costumbres y creencias o cuando se toma una sola sociedad y se la coteja con sus épocas anteriores.
El running y sus múltiples beneficios
Partiendo de lo expuesto, ¿por qué puede resultar interesante el running, una práctica tan común? En primer lugar porque es una práctica que se va extendiendo entre la población de las grandes ciudades. En efecto, cada vez son más los corredores que se ponen sus zapatillas y salen a hacer sus rutinas de carrera con una frecuencia y una exigencia mayores. Esos corredores invierten mucho tiempo, energías y recursos económicos para mejorar sus actuaciones. Ahora bien, ¿a qué se debe este cambio tan pronunciado en la cultura física de la población?
Si el número de corredores se amplía día a día, constituyen un mercado de gran interés para vender bienes y servicios.
Una segunda cuestión a tener presente es la que se relaciona con el aprovechamiento que las diversas empresas, marcas y ciudades hacen de este fenómeno. Si el número de corredores se amplía día a día, constituyen un mercado de gran interés para vender bienes y servicios. Así, las empresas de calzado y ropa deportiva, de suplementos alimentarios y de hidratación, de accesorios como relojes, cronómetros, pulsómetros y podómetros, encuentran importantes oportunidades para colocar sus productos y aumentar su volumen de facturación, por cierto, en aumento constante. Los productos destinados a este mercado son cada vez más variados y numerosos e incorporan tecnología con una velocidad importante. Por fuera de esta oferta directa, hay marcas y empresas que aprovechan este impulso para publicitar sus productos e instalar su imagen, aunque no esté en absoluto relacionada con el running. Así, hay bancos, empresas de seguros, de viajes, de automóviles, de gaseosas y hasta de cervezas que publicitan encuentros y competiciones en los que se convocan números cada vez más grandes de corredores. El esponsoreo de estas marcas se asocia con diversas competencias para corredores amateurs, competencias que aumentan día a día las convocatorias de diversas pruebas. Maratones, media maratones, carreras de 10, 8, 5 y hasta 2 kilómetros se suceden en todas las grandes ciudades, donde verdaderas mareas humanas corren hasta la meta.
Por último, están las ciudades que también compiten por atraer a corredores de distintos lugares, ya que además de instalarlas en calendarios de pruebas periódicas, se benefician con la visita de turistas que aprovechan las carreras para conocer las ciudades anfitrionas.
Esta virtud de los corredores es algo que está empezando a ser valorado en ámbitos laborales: se supone que una persona que es capaz de entrar en semejantes regímenes de sacrificio físico, de rutinas y disciplina férrea, sabe programarse, sabe esperar, no es ansioso, es fuerte mentalmente, tiene la capacidad de restringirse para recibir compensaciones futuras.
¿Un nuevo ascetismo?
Por último, está la cuestión de la disciplina vinculada con el cuerpo. Correr grandes distancias implica sin dudas un esfuerzo. Prepararse para una maratón de 42 kilómetros supone un entrenamiento muy exigente, en el que hay que superar etapas, fortalecer el cuerpo y la capacidad respiratoria, además de lograr un temple especial del ánimo para poder afrontar pruebas tan largas sin flaquear mentalmente y afrontar exitosamente todo el recorrido. Correr es además de un desafío físico, un duelo mental con uno mismo que solo se supera con la preparación reiterada y el logro de la constancia, virtud que sobreviene después de mucho practicar y conocerse suficientemente. Esa seguridad que tan definitiva es para este tipo de actividad física se conquista con el ejercicio.
Esta cuestión hace de los corredores no competitivos una suerte de grupo selecto que ostenta sacrificio y capacidad de concentración en una tarea que tiene para quienes no la conocen todas las apariencias de la tortura voluntaria. Ya se sabe por las neurociencias que el hábito de correr, después de un cierto nivel de rutina y reiteración, comienza a generar endorfinas y con ellas, sensaciones placenteras que hacen que los corredores, más que sufrir, disfruten con sus entrenamientos. Desde ya que esto no acompaña a un corredor en todos los segmentos de una maratón: hay un punto en que el cuerpo literalmente sufre los rebotes, se encuentra con la famosa pared de los 30 kilómetros, tan difícil de superar, comienzan los calambres y los tirones y no es raro que los corredores repitan mantras para pensar en otra cosa y conducir sus mentes bien lejos de esa actividad que no parece tener más sentido que el de llegar a la meta.
Esta virtud de los corredores es algo que está empezando a ser valorado en ámbitos laborales: se supone que una persona que es capaz de entrar en semejantes regímenes de sacrificio físico, de rutinas y disciplina férrea, sabe programarse, sabe esperar, no es ansioso, es fuerte mentalmente, tiene la capacidad de restringirse para recibir compensaciones futuras, lo que produce un fondo de confiabilidad, dada la buena conducta que cabe esperar de un sacrificado runner, amante de una disciplina casi sin recompensas. Un runner aparece entonces como un ejemplo, un ser con valores, capaz de seguir con su determinación contra todo sufrimiento. No es casual que muchos runners pongan en sus curriculums que corren, que han completado maratones. Es un modo de connotar indirectamente valores que son afines a la economía y las empresas de nuestros días. Otra razón para vincular esta práctica en principio inocente y muda, con el mundo social que la rodea, la produce, la induce, la desea…
Un paseo a dos voces y dos estilos por Churriana, un pueblo al lado de Málaga que alguna vez fuera una barriada y actualmente forma parte de la ciudad.
La misofonía es un trastorno neurológico que provoca una sensibilidad extrema a ciertos sonidos. Los afectados reaccionan con irritación, desconciertan a su entorno y se genera un clima de tensión que afecta la convivencia y relaciones sociales.
“Abstenerse de sexo no es suicida, como lo sería abstenerse del agua o la comida; renunciar a la reproducción y a buscar pareja…con la decisión firme de perseverar en este propósito, produce una serenidad que los lascivos no conocen, o conocen tan solo en la vejez avanzada, cuando hablan aliviados de la paz de los sentidos”.
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