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Edición
39

El deporte en la cultura global. Entrevista a Pablo Alabarces

Buenos Aires
El deporte como símbolo de identidad y de representación.
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Los partidos de la Copa Mundial de Fútbol 2018 en Rusia nuevamente acaban de batir récords de audiencias, cuando 8.24 millones de personas vieron la final entre Francia y Croacia. En un momento donde, como dice Paula Sibilia, “la visibilidad da testimonio de existencia”, estos equipos de fútbol recrean a través de las pantallas un mapa del mundo y, a la vez, abren una pregunta acerca de la fuerza del deporte para consolidar identidad nacional en nuestros días. La conversación con el Dr. Pablo Alabarces fue la ocasión de repasar algunas aristas de lo que ocurre con el deporte y en particular con el fútbol en la cultura global del Siglo XXI. Pablo Alabarces es Licenciado en letras por la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires y Magíster en Sociología de la Cultura en la Universidad Nacional de General San Martín y se doctoró en Sociología en la Universidad de Brighton, Inglaterra. Trabajó como Coordinador del Grupo de trabajo «Deporte y Sociedad»  del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, es Profesor Titular de la cátedra Sociología del Deporte en la Universidad Nacional de La Plata y dicta clases de posgrado en universidades de Argentina y Latinoamérica.  También tuvo a su cargo la Secretaría de Investigación y Posgrado de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, donde dirigió su Doctorado.

¿Cuál es el rol del deporte en la cultura contemporánea?

Es un rol enorme, es la mayor mercancía de la industria cultural contemporánea. Si uno quiere explicar lo que es un fenómeno de cultura de masas global, tiene que buscar la Copa del Mundo o un Juego Olímpico. Sucesivamente cada dos años, la Copa Mundial y los Juegos Olímpicos van batiendo récord de audiencias. Esta quizás pudiera ser la respuesta más sencilla, pero eso implica montones de cosas.
En términos económicos, por ejemplo, el peso de la televisión transformó los deportes con los sponsors, merchandising, derechos, etc. Desde hace un rato largo hasta acá, todo se diseña en función de las exigencias televisivas porque, antes que nada, antes que un deporte, se trata de una mercancía televisiva. Toda la estadística muestra que los eventos deportivos son los que tienen las mayores audiencias. La cifra de la Copa del Mundo 2014 en Brasil llegó a niveles escalofriantes cuando la final de ese Mundial alcanzó la cifra de dos mil cuatrocientos millones de personas viéndolo simultáneamente.

¿Entonces que podemos decir de la relación entre el deporte, la economía y la política?

La relación con la economía es sencilla. Una mercancía con semejante facturación massmediática tiene además consecuencias, ¿por qué hay tanta pelea por los derechos televisivos? Esos derechos son una gran inversión de dinero que reditúan una inmensa ganancia por la publicidad. El segundo publicitario de un evento deportivo de masas como es la Copa del Mundo, los Juegos Olímpicos o el Super Bowl, implica millones y millones de audiencia. Eso es una suerte de enganche de motores porque una cosa va disparando otra, no necesariamente todo lo que se vende en un evento deportivo son productos deportivos, se vende comida, autos, o lo que fuera.

La prueba sociológica es que el deporte da visibilidad, pero la política cree que además garantiza popularidad.

Obviamente que no estoy diciendo con esto que el deporte aumenta la fabricación de automotores, pero sí que se trata de un espacio donde la publicidad de automotores es importantísima. Así esto va produciendo, tal como dicen los economistas, “cadenas de valor “.

Ahora, esto no tiene una relación causal ni unidireccional con la política. La política se interesa profundamente por los deportes por dos factores: algo que funciona y algo que es una creencia. Lo que está probado es que el deporte garantiza visibilidad política, todo lo que el deporte toca se vuelve visible. Entonces, si alguien quiere hacer una campaña política lo mejor es aparecer en un Super Bowl, por ejemplo. El caso que se volvió arquetípico en la Argentina es el de Macri; no es que él llega a la presidencia porque fue presidente del club Boca Juniors, sino que comienza su carrera política como presidente porque gracias a Boca Juniors lo conocía todo el mundo.

Y ahí está el segundo factor que es el de la creencia. Los políticos creen que el deporte contagia popularidad. La prueba sociológica es que el deporte da visibilidad, pero la política cree que además garantiza popularidad. Los políticos en todo el mundo, y con mucha militancia en América Latina, creen en lo segundo. Más todavía, otra creencia que es insostenible, porque no hay nada en la historia de la política o la sociología que lo demuestre, es creer que si hay un éxito deportivo eso garantiza un éxito político. De allí viene la relación del deporte con la política; está basada en una creencia que es falsa. Es lo que suele pasar con la mayoría de las creencias, pero esta es una creencia tan sólida que los políticos actúan como si fuera absolutamente cierto.

La creencia en realidad sería que tener visibilidad es tener popularidad…

Exactamente. La creencia es que la visibilidad significa inmediatamente popularidad. Si todo el mundo te ve pegado a un hecho deportivo, eso inmediatamente te transforma en un sujeto popular. Como si no hubiera que hacer nada más que eso, como si no existiera, por ejemplo, práctica y acción política destinada a que la gente que te ve, además, te tenga simpatía. El otro problema que tampoco ven con claridad, porque nuestra clase política no puede jactarse de una gran alfabetización, es que cuando se trata de fútbol estamos hablando de una cultura básicamente masculina, y sin embargo actúan como si fuera universal.

cuando se trata de fútbol estamos hablando de una cultura básicamente masculina, y sin embargo actúan como si fuera universal.

Inmediatamente el problema es que el lenguaje muestra que sus creencias también son masculinas. El lenguaje dice “todos los argentinos queremos que”, “todos los argentinos creemos que”, “todos los argentinos somos hinchas de”, y jamás se preguntan qué piensan las argentinas, por ejemplo. Eso tiene que ver con el machismo desaforado de la clase política. Es un problema latinoamericano, no es un fenómeno solo de Argentina.

¿Cómo los deportes contribuyen a formar la identidad de los países?

Esto lo explicó muy bien el gran historiador y sociólogo inglés Benedict Anderson, que murió hace tres años, en su libro Comunidades imaginadas. Él dice que las naciones no son otra cosa que comunidades imaginadas, no imaginarias porque existen, pero sí existen por un esfuerzo de imaginación que consiste en creer que la comunidad de la que formas parte es una Nación. Para eso, son fundamentales mecanismos como las escuelas, las narrativas de los estados, cómo a través de ellos surge una tradición, inventan una historia, etc. etc. Los medios de comunicación multiplican todo esto y también hay un cine que narra qué es ser americano, por ejemplo. Como se trata de un fenómeno simbólico, el deporte entonces ahí juega un rol.

Hace muchos años, el gran historiador Eric Hobsbawm decía que si las naciones son comunidades imaginadas, cuando se ven once tipos vistiendo una camiseta que parece la bandera de tu país, es un excelente argumento para imaginar que representan a tu nación. Un Mundial o un Juego Olímpico se trata de una ficción que consiste en creer que once señores son la patria.

Un Mundial o un Juego Olímpico se trata de una ficción que consiste en creer que once señores son la patria. En última instancia toda patria es una ficción; hay territorio de leyes, aparato jurídico, habitantes, pero la idea de patria es una ficción.

En última instancia toda patria es una ficción; hay territorio de leyes, aparato jurídico, habitantes, pero la idea de patria es una ficción. Por ejemplo, decir que desde Canadá hasta el Río Grande eso se llama Estados Unidos de América, es un acuerdo, una convención. Si se cree en esa ficción, también se puede creer en otra ficción según la cual once señores con una camiseta que parece la bandera de tu país representan al país. En algunos casos particulares ciertos éxitos deportivos fueron muy útiles para que el deporte funcionara como un símbolo de identidad. En otros casos, aunque no fuera el éxito, era justamente la posibilidad de la representación. Hay países muy complejos, y el que mejor se me ocurre ahora es Colombia, un país que tiene sierras, selva, tiene costa del Atlántico y del Pacífico. Resulta que hasta entrados los años 40,  los habitantes no se comunicaban entre sí; alguien de Barranquilla podía no ver jamás a un habitante de Pasto, o de la costa del Atlántico, o del Pacífico, y a la vez, ambos jamás ver a un habitante de Bogotá,  así como los de Bogotá podrían nunca ver a uno de Medellín. Era también un país sin carreteras, pero en la década del 40 a un presidente se le ocurrió hacer los juegos deportivos colombianos. Comenzaron entonces a juntarse las delegaciones deportivas de todo el país en Bogotá para jugar entre sí. A partir de ahí surge una selección nacional colombiana y resultó que esa selección era uno de los pocos símbolos unitarios que tenían en el país.

Pablo Alabarces
Pablo Alabarces

No hay una ley general, porque lo que ocurrió en Colombia no ocurrió en Argentina, ni en Perú, ni en México, ni en Brasil. Pero en todos los casos lo que aparece como tónica es la posibilidad de que el deporte funcione como un símbolo popular más o menos unitario, reconocido por todos los sectores y por todos los hombres. Cuando hablamos de deportes organizados, practicados, reglados y administrados por hombres; escuelas regladas, organizadas y administradas por hombres; estados nacionales reglados, practicados y organizados por hombres, todo es una gran bola masculina, y el deporte así funciona perfectamente. Esto es algo que solo muy recientemente empieza a cuestionarse.

¿Cómo observas entonces en el deporte esta transición que se está dando en cuestiones de género?

En el deporte en general no olvidemos que las mujeres recién pudieron participar en los Juegos Olímpicos después de la Primera Guerra Mundial. La primera Olimpiada con participantes femeninas creo que es la de 1920, tendría que chequear bien la fecha, pero fue alrededor de ese momento. La práctica deportiva de la mujer estuvo prohibida por mucho tiempo y en el fútbol eso es mucho más duro. Hay un fenómeno fantástico y es que, en la Primera Guerra Mundial, como los hombres estaban peleando, las mujeres se pusieron a jugar al fútbol y fueron exitosas. Pero ¿qué hizo la Federación al final de la guerra? Prohibieron la práctica del fútbol femenino, esto significó que los clubes no podían prestarles las instalaciones a las mujeres. En el caso brasileño fue peor todavía, porque el gobierno de Getúlio Vargas en 1940, si no recuerdo mal, prohíbe que las mujeres practiquen fútbol. Eso como ley nacional.

El obstáculo por levantar hoy es enorme. Hay un avance muy grande en el caso de Estados Unidos, eso es muy claro. También Noruega tiene mucho mejor fútbol femenino que masculino, a pesar de lo cual las mujeres ganan menos que los hombres. En América Latina la cosa está más complicada, recién empezó a despertar el fútbol femenino en Brasil, en Colombia y en México, y todos los otros países van muy atrás. Pero es una tendencia irrefutable y creo que de acá a diez años vamos a tener un panorama muy distinto.  En América Latina el fútbol fue tan crucial para la cultura masculina que la resistencia a la aparición del fútbol femenino es mucho más grande que en otros deportes. Ahora, en los casos en los que los deportes son practicados por mujeres y son relativamente exitosos a nivel internacional, sin embargo, esos deportes no tienen la capacidad de ser símbolos nacionales.

El momento en que en un Mundial aparece el Pop global es en Italia. Hasta ese momento predominaban las músicas nacionales, más o menos folclóricas, pero a partir del 90 la música del mundial siempre es global

El deporte argentino más exitoso de los últimos veinte años es el hockey femenino sobre césped y, sin embargo, en la publicidad y los recursos periodísticos no se encuentra ningún tipo de celebración de la patria en torno al deporte femenino. La nación sigue siendo una cosa de machos y aunque las mujeres sean exitosas deportivamente, no pueden ser convertidas en símbolo nacional, eso es tarea de los hombres solamente.

¿Cómo se viene transformando la Copa Mundial de Fútbol en los tiempos de esta globalización?

Hay cambios que están vinculados a la relación con los medios de comunicación, por ejemplo, el hecho de que hasta 1970 no había transmisión satelital; la primera Copa satelizada fue la de México 1970. Recién en 1990 aparecen los grandes capitales televisivos en Inglaterra, en Francia, en Italia; y en ese momento aparece el codificado que implica un desembarco de capitales y un crecimiento exponencial del precio de los derechos. En general se considera, toda la bibliografía lo considera, que a partir de la copa del 90 en Italia, se empieza hablar de un fútbol global. Hace cuatro años, con la copa de Brasil, me puse a revisar las músicas. El momento en que en un Mundial aparece el Pop global es en Italia. Hasta ese momento predominaban las músicas nacionales, más o menos folclóricas, pero a partir del 90 la música del mundial siempre es global como fue en el mundial de Francia en el 98 con Ricky Martin cantando en español y francés, pop global latina. Y ahora en Rusia 2018, la inauguración la hizo Robbie Williams y le adosan una cantante lírica soviética, tenemos entonces lo global con acento local. Pero está claro que del 90 para acá eso se transformó en un espectáculo global con consecuencias. Debe pensarse como espectáculo global, no debe haber más que un acento local que le dé un poco de simpatía o de anclaje al fenómeno, pero antes que nada es un evento global.

En términos organizativos, no es el país quien organiza sino la FIFA. Hay una especie de cesión de territorio a la FIFA en torno al estadio; el país resigna algo de soberanía en pos de esta suerte de organización global. En Brasil fue fantástico. Allí estaba prohibida la venta de alcohol en los estadios y se tuvo que cambiar la ley porque la FIFA le exigía a Brasil vender cerveza en los estadios porque Budweiser es un sponsor de la FIFA. Los rusos, más vivos, negociaron y vendieron Budweiser sin alcohol. Esto habla de eventos que, en tanto que globales antes que locales, son superiores a la legislación de la jurisdicción. A partir de eso se reordena todo el mapa. Los jugadores son estrellas globales y ya no hay un equipo importante que pueda crecer solo en el mercado local; si no se venden sus camisetas a los chinos pasa a ser un fenómeno apenas de aldea. El equipo que entra en este mercado le tiene que vender camisetas a los chinos, a los angoleños y a los mexicanos. Es Hollywood, pero más público.

¿Qué se gana y qué se pierde cuando los deportistas se vuelven celebrities?

Lo de los deportistas como celebrities es algo viejo, lo que ahora ocurre es que son celebrities pero globales. Alrededor de los años 40, quizás un poco antes, Leo Löwenthal, que era un discípulo de Adorno en la Escuela de Fráncfort y también emigró a Estados Unidos con ellos, escribió un trabajo en el que señala que los héroes de las narrativas mediáticas, hasta los años 30 en la cultura norteamericana, eran los patriotas y los inventores. Primero era Washington, después fue Edison, después Henry Ford, ellos fueron los íconos de las narrativas de los medios en los primeros treinta años del siglo XX. Pero inmediatamente, los que luego aparecen son los deportistas y las estrellas de cine.

Maradona ya pega un salto, empieza a globalizarse porque hay satélite, y su carrera puede verse en todo el mundo. En cambio, lo que hacían con Pelé era sacarlo a pasear, se la pasaba de gira.

El deportista aparece como moderno y mediático, al mismo tiempo que Judy Garland. El deportista ocupa ese lugar hace casi un siglo. Lo que ocurre es que el primer futbolista, no deportista, que se vuelve una estrella mundial, aunque no global todavía, es Pelé. Eso fue en los años 60. Pero, Pelé tiene un problema que es la falta de satélite, entonces no pudo globalizarse. Lo global exige la instantaneidad y la simultaneidad y para ello se necesita una tecnología que lo permita. Maradona ya pega un salto, empieza a globalizarse porque hay satélite, y su carrera puede verse en todo el mundo. En cambio, lo que hacían con Pelé era sacarlo a pasear, se la pasaba de gira. El equipo de Pelé, el Santos, vivía de gira y volvía a Brasil solo a jugar algunos partidos de campeonato. Fue tan famoso que, a finales de la década del 60, en una de las tantas guerras internas de la época colonial en África, en Biafra, en el viejo Congo, se hace un armisticio para que todo el mundo pueda ir a ver jugar a Pelé. El tema era que había que ir a verlo jugar al estadio, no había ni televisión, ni satélite. A partir de los 90 todas las figuras del deporte pasan a ser globales, y en un momento se decía que las figuras más populares eran Maradona, Tom Hanks y el Papa.

¿Y se pierde algo de esa manera, cuando ya no es necesario ir a ver un partido para ver cómo juega alguien?

Se pierde la dimensión de la identidad del local. El fútbol comenzó con afirmaciones muy locales, muy tribales, era el territorio, el barrio, el club, el jugador que jugaba toda su carrera con la misma camiseta, etc. Eso se acabó. Hoy, en el caso de los muy buenos, muchas veces se van a Europa antes de debutar en las divisiones del equipo local. Hay jugadores que han pegado el salto directamente desde las divisiones formativas de los clubes europeos. El otro dato allí es la migración. No tengo la cifra aquí, pero entre argentinos y brasileños hay muchos miles de jugadores dando vueltas por el mundo. Hay veinte o treinta de ellos que juegan en las grandes ligas europeas, pero hay alrededor de siete mil que están dando vueltas por el mundo jugando una segunda liga.

Lo que se pierde ahí, lo que los hinchas lamentan, no se puede decir que es una pérdida en el sentido absoluto, es que ya no se puede retener a los chicos. En el caso argentino hay un ejemplo muy clásico que es el jugador Ricardo Bochini que jugó para Independiente de Avellaneda toda su carrera, debutó en 1970 y creo que dejó de jugar en los años 90, jugó más de veinte años. Eso ya no existe, es impensable. Pero, para los jugadores esto es ganancia porque significa cotización. Los salarios que se pagan hoy son infinitamente superiores a los que se pagaban en tiempos clásicos o heroicos.  Es una pérdida para el hincha, ni siquiera digo para el espectador.

Volviendo sobre algo que ya mencionaste, ¿qué hay de la cultura popular y qué hay de la cultura de masas en el fútbol?

Es una cuestión de perspectiva teórica. Los americanos dirían que no hay diferencia entre Popular Culture y Mass Culture. Los latinoamericanos insistimos en creer que son dos cosas distintas y a mi también cada vez me cuesta más creerlo.

¿Y dónde estaría la diferencia, desde la perspectiva latinoamericana?

Estamos en pleno debate. La idea es que la cultura de masas es todo lo que circula en los medios de comunicación, todo tipo de reproducción electrónica. Entonces la tradición latinoamericana decía, y sigue diciendo, que lo popular excede lo mediático, que hay algo más que tiene que ver con las tradiciones, la memoria, la política. Digamos que toma una dimensión un poco más antropológica.

en tanto es industria, hay que reducir el azar a la dimensión más pequeña posible, pero sigue habiendo una dimensión del juego.

Si seguimos creyendo que eso no fue capturado por la cultura de masas, habría algo que podríamos llamar cultura popular y que estaría por fuera de la cultura de masas. Pero, vivimos en una época en la cual pareciera no haber nada por fuera de la cultura de masas. Precisamente allí está la tensión. Tanto es así que, lo que también parece haber desaparecido es la vieja cultura culta. Cuando todo esto se empezó a trabajar se pensaba que la cultura culta iba a ser degradada por la cultura de masas. Yo no sé si se degradó, pero me pregunto si sigue existiendo. Claro que sigue existiendo la gran plástica, el gran arte, los museos, la música de partitura, la gran literatura, la vanguardia, todo esto sigue existiendo, pero nadie lo ve.

En una época eso constituía rasgos de distinción, alguien podia ser de clase media alta o de clase alta porque era culto. Nuestras burguesías hoy ya no son cultas, no se preocupan ni siquiera por parecerlo. Por ejemplo, Trump y Macri no han pisado un museo de arte en su vida y se jactan de no leer, hace treinta años en cualquier sociedad se los hubieran llamado incultos. Entonces pareciera que hoy no hay otra cosa que la cultura de masas. La pregunta por lo popular dentro de poco va a terminar pareciéndose a la pregunta por los cultos, ¿dónde está eso?

Cuando yo comencé a trabajar esto empecé, entre otras cosas, porque la materia que todavía dicto en la Universidad de Buenos Aires se llama Cultura popular y cultura de masas, es como que hubiera dos cosas y entonces el fútbol me pareció un buen lugar donde pensar qué tiene de cultura de masas y qué de cultura popular. Hoy esa dicotomía es más pedagógica que otra cosa.

Para volver a la Copa del Mundo, para los hinchas del Mundial lo más importante es la televisión, están más atentos a qué es lo que filma la cámara que a lo que ocurre en el campo. Dentro de los estadios hay una pantalla gigante que va transmitiendo el juego, al mismo tiempo permite repetir jugadas o complementar una buena visión de la cancha. Ahora bien, en la pantalla van pasando lo que es la transmisión televisiva del juego y eso implica que cuando la cámara deja de seguir a los jugadores se pone a enfocar a las tribunas. Entonces los hinchas se buscan en la pantalla para ver si son filmados y cuando se ven actúan, saludan, festejan, hacen gestos, se ríen, se besan. Ahí nos encontramos entonces que el hincha de la Copa del Mundo es un hincha televisible, televisable y televisado; va a la cancha para verse, para filmarse, para sacarse una selfie y subirla a las redes.

La visibilidad y la instantaneidad son cuestiones muy propias de esta época. Pero, con todo eso, ¿crees que todavía se conserva la dimensión lúdica del juego en los deportes?

El esquema sería que, en tanto es industria, hay que reducir el azar a la dimensión más pequeña posible, pero sigue habiendo una dimensión del juego. Hay que diferenciar que el deporte no es juego, sino que es juego reglado, organizado, administrador, mensurado, etc. Pero, sigue habiendo una dimensión lúdica porque hay creatividad, competencia y lo que Roger Caillois incluyó en las categorías de la teoría de los juegos: hay azar, hay vértigo, agonismo y mimesis; pero eso es lo que tiene que ser reducido porque antes que nada se trata de una mercancía de la cultura de masas.

La dimensión lúdica no puede ser suprimida, es más, allí está el secreto. Si no fuera por eso el deporte no le interesaría a nadie. En el Mundial de Rusia ya solamente quedan cuatro equipos, a diferencia del comienzo donde había treinta y dos, pero hoy con solo cuatro nadie sabe exactamente quién va a ganar la Copa 2018. No es el azar, es el juego que por supuesto tiene una dimensión de azar. En términos de fútbol, por ejemplo, el azar interviene cuando una pelota sale para el lado contrario de donde tenía que salir, pero eso está reducido al máximo. Ahora bien, sigue existiendo todo lo otro del juego, es decir, creatividad, incertidumbre, resolver situaciones. No todos los deportes son iguales, algunos están basados en la repetición de movimientos, otros en la resolución de situaciones, el fútbol es repetición de movimientos y resolución de situaciones; entonces los que están muy bien entrenados repiten muy bien los movimientos, pero también hay que resolver situaciones que no pueden entrenarse y allí entra la pura creatividad. Entonces como nadie sabe quién va a ganar la Copa del Mundo, se hace muy atractiva. Si todos supiéramos que la ganarán los alemanes, no se haría más el Mundial.

Dentro de la cultura de masas, en cualquier filme contemporáneo todos sabemos cómo empieza y cómo termina, pero lo que nos interesa es que nos cuenten lo del medio. En el deporte en cambio, no sabemos quién gana, no sabemos ni el desarrollo ni el final. Esta es la dimensión lúdica que como no se ha perdido, hace que el deporte siga siendo atractivo y si no fuera por esto no habría deporte.

No sé si hay algo que quisieras decir sobre esta copa del mundo 2018 que se está jugando…

Lo único que podría decir es puramente como futbolero. Hubo buen fútbol, cuestiones tácticas muy interesantes. Pero sí, una de las cosas más notorias dentro de los equipos que han llegado más lejos es el peso de las migraciones, especialmente africanas. Paradójicamente, los países cuyo sentido común es muy anti migratorio, Inglaterra, Bélgica y Francia, son países en los cuales ha crecido la derecha rechazando las migraciones, pero sus seleccionados sin los migrantes y los hijos de inmigrantes no podrían existir. Eso es muy interesante, sin africanos, sin hijos de africanos o de excolonias ninguno de los tres equipos tendría el fútbol que tiene.

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