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Edición
06

Del Cuento al Micro relato

Entrevista a Sara March
Buenos Aires
Los medios de comunicación tienden a aplicar una imagen que «vale más que mil palabras», los jóvenes hacen un uso contraído del lenguaje, los lectores se van perdiendo entre las alternativas audiovisuales del mercado, y en general se aspira a reemplazar a la palabra por la eficacia de la acción. ¿Cómo incide este escenario posmoderno en la producción literaria actual? ¿Por qué el relato breve pone en cuestión la dimensión creativa del hombre y a la literatura como arte?

Letra Urbana: En el marco actual se observa una franca reducción de lo simbólico. Las palabras ya no tienen la primacía de otros tiempos, sino que se suelen reemplazar por el uso de la imagen o de la acción. Si nos apoyamos en lo que los pensadores vienen señalando desde fines del siglo pasado, se puede también afirmar que en esta época asistimos a la caída de los grandes relatos. ¿Cuáles son las consecuencias que de ello se observan en el campo literario?

Sara March [1]: Si, es muy posible.  Creo que, más o menos, la crítica ha dado respuesta. Es evidente que ya no se busca la lectura ardua, en el sentido de compleja y extensa. Lo que me parece es que los textos se abren a otras alternativas de interpretación, se intenta exponer en pocas palabras, un caudal significativo de imágenes. Por lo que estas no solo se las representa visualmente, sino que también, a través de la palabra. Se recae en la competencia del lector, en cuanto que este se ve obligado a reorganizar esa imagen. Pero como contrapartida, esta tendencia puede ir en desmedro de lo literario entendido como arte. La literatura es arte y «crea con la palabra«. Por otra parte, se puede relacionar esta tendencia con otras actitudes de la llamada postmodernidad: el aceleramiento en el que el hombre se encuentra, el despojo, inclusive, espiritual en el que vive, descreído de su origen y de los valores que lo hacen pertenecer a la escala superior de la creación.

L.U: Hoy surge el cuento breve. En este desplazamiento se habla de historias cortas, mini-cuento, micro-relato, ¿hay alguna diferencia para estos modos de nombrar la tendencia narrativa de hoy?

Es evidente que ya no se busca la lectura ardua, en el sentido de compleja y extensa. Lo que me parece es que los textos se abren a otras alternativas de interpretación, se intenta exponer en pocas palabras, un caudal significativo de imágenes.

S.M: La crítica no se pone aún de acuerdo. Lo que he tratado de manifestar en un texto que escribí recientemente, es justamente el rescate de un tipo de relato que por sus características estructurales responde a lo breve y justamente  es el cuento. Un relato de este tipo muy extenso se lo suele considerar imperfecto. Es evidente que por conservar residuos de la oralidad, aún siendo textos no anónimos, un cuento bien logrado tendrá ciertos elementos: introducción, nudo, desenlace, poseerá una trama «condensadora» y un final  sorpresivo. Con relación al desenlace puede, por supuesto, haber variantes.

L.U: ¿Qué consecuencias tendría contar con la estructura narrativa o simplemente con una pincelada impresionista?

S.M: Si bien se estimula al lector y se lo hace participe, a diferencia de un texto que «lo dice todo«, es un factor negativo para la literatura entendida como «creación«.

L.U: El valor de los detalles, aunque parezcan insignificantes muchas veces sirven para que el lector entre mejor a la ficción planteada por el escritor. ¿De qué se nos priva en el relato breve?

S.M: Voy a contestar con un ejemplo comparativo y preguntando a la vez ¿de qué nos priva la televisión o por qué desde que ella existe se lee menos? Es un atentado a la imaginación del lector y es un atentado al crecimiento del idioma, ya que la buena lectura enriquece, perfecciona  y conserva el vocabulario de nuestra lengua.

L.U: ¿Se podría afirmar que en el relato breve los personajes se reducen y se prioriza la acción?

S.M: Eso depende del tipo de texto. Lo que sí sucede es que se pierde el marco espacial, ya que se reducen notablemente las descripciones que también se dan en algunos cuentos. Hay casos, como en Cortázar o Borges, donde se enriquece el marco temporal y se juega con él. Por eso, creo que  depende del texto; no se puede aplicar como norma.

L.U: Lyotard, por ejemplo, considera que el relato marxista es el último en caer, junto con el derrumbamiento del muro de Berlín. También cayó el relato religioso que redimía al hombre del pecado, el iluminista que emancipaba de la ignorancia y podemos decir que todos los relatos se han reemplazado por el discurso de la tecnociencia. ¿Cómo aparece este movimiento reflejado en la literatura?

S.M: No aún. Tampoco considero que pueda suceder eso. En este sentido, lo que sí estoy experimentando, en lo personal,  es la necesidad de incorporar términos técnicos a relatos literarios. No estoy en conocimiento de que pueda estar sucediendo lo que me dices. Sí, en la década del 80 surge una escuela literaria en USA, los Ciberpunk donde planteaban una fuerte oposición a la tecnociencia. En Argentina, tenemos escritores como Leopoldo Marechal (1900-1970) y Juan Jacobo Bajarlía (1914-2005) que mostraron, mediante sus relatos de ciencia ficción, un rechazo por la ciencia como fin último del hombre.

L.U:
Nuestra época se caracteriza por el minimalismo. Los detalles se reducen al mínimo, la estética  minimalista nos despojada de los objetos que hacen a nuestra historia y el uso del lenguaje tiende a contraerse. ¿Cómo ve la proyección de estas tendencias?

Si bien se estimula al lector y se lo hace participe, a diferencia de un texto que «lo dice todo», es un factor negativo para la literatura entendida como «creación».

S.M: La respuesta va en desnivel, porque habría que analizar qué sucede no solo con la lengua española en las regiones donde se habla, o sea, si este fenómeno es aplicable al lenguaje en general. En cuanto a lo particular y mirando nuestra sociedad, es lamentable, ya que no se cae simplemente en la reducción o contracción, sino que se distorsiona y se desvirtúa, inclusive, el origen de las palabras. Nuestra lengua proviene del latín y eso hace que tenga sus normas de evolución. No se la puede forzar con el uso de los hablantes  (paranorma) y es lo que, tristemente, veo a diario: palabras «deformadas», alejadas de su lengua de origen, casi con intención, con el fin de crear, probablemente, «una supuesta lengua propia».

L.U: Sin espacio para desplegar datos «insignificantes»,  ni tiempo para conocer a los protagonistas, ¿se seguirán contando historias?

S.M: Ese es el peligro, que se pierda el atributo de «contar».

L.U: Gabriel Zaid, en su trabajo Los demasiados libros, dice que en el mundo actual todo el mundo quiere escribir pero nadie tiene tiempo para leer. Agrega que quienes deseen ser leídos  deberán demostrar primero lo que han leído. ¿Cree usted que el relato breve da la ocasión de reflejar lo que un autor ha leído?

S.M: Un individuo que leyó siempre va a reflejar sus conocimientos. Vuelvo a Cortázar, él a escrito mini-cuentos o Gómez de la Serna, con sus hermosas Greguerías (pensamientos, ideas conceptuales, tan breves y con tanta fuerza) o los Haiku japoneses de los que Borges ha tomado. Y con estos ejemplos te he dado las manifestaciones no sólo en cuanto al texto narrado sino también aquéllos que se encuadran dentro del género lírico.

Notas:
[1] Sara B. Fernández March Profesra y Licenciada en Letras, Buenos Aires.

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