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Carolina de Robertis escribe novelas que tienen un impacto fuerte entre los lectores. La traducción de su obra a más de 17 idiomas y los premios que recibe van sellando el reconocimiento. Pero, Carolina es una escritora que no solamente interesa por su estilo literario, sino porque sus libros están dando forma al futuro de la cultura1.
De origen uruguayo, criada entre Inglaterra y Suiza, Carolina actualmente vive en Oakland, California, con su esposa y dos hijos. En San Francisco State University enseña Escritura Creativa a quienes aspiran a convertirse en escritores. Sus alumnos nunca esperan encontrarse con un aspecto algo post-fashion, como ella misma dice, y se sorprenden cuando a la hora de sugerir y debatir libros tienen al frente de la clase a una profesora bastante más estricta de lo que aparentaba. Pero, con la misma rigurosidad, también acompaña sus estudiantes a descubrir de dónde vienen las chispas que los conmueve en la lectura, dónde está lo que inspira a cada uno.
Carolina sabe bien que la literatura no es solo fuente de placer, sino también una apertura al mundo. Es en el terreno de las letras escritas donde ella ve a los pioneros, los que se atreven a lo nuevo, los que comienzan a transformar la cultura. Por eso, cuando Carolina escribe hace uso de la libertad de realizar su propia visión de las cosas, esas sobre las que el mundo debe comenzar a saber un poco más. Así elige los temas, así trabaja a los protagonistas de su narrativa.
Cantoras, el título de la novela que en este año se tradujo al español y también es el nombre secreto que las lesbianas usaban en un país de Latinoamérica, varias décadas atrás. Una historia inspirada en hechos reales tiene como protagonistas a cinco mujeres, donde la ficción abre las puertas para que el mundo conozca la realidad de una minoría, en la época de la dictadura uruguaya. A la vez, este libro es un testimonio que nos recuerda que siempre es posible crear una vida basada en una identidad auténtica, y que la amistad perdura porque un amigo es alguien que realmente nos revela algo de nosotros mismos.
Tus novelas tienen un impacto fuerte en muchas ciudades del mundo. ¿Cómo trabajás lo singular de un personaje y los puntos que resuenan con toda la humanidad?
Por lo menos para mí el papel del escritor, especialmente el escritor de novelas, es explorar las preguntas urgentes para sí mismo y confiar en que si tenemos una urgencia personal en expresar estas cosas, en descubrir las posibilidades de la humanidad, eso va a resonar de alguna forma para los demás también. Al principio creo que hay que confiar de forma radical en ese sentido de urgencia personal. Para mí, por ejemplo, Cantoras, esta cuarta novela, fue donde traté de pensar y entender un poco más cómo fue ser gay, lesbiana o queer bajo la dictadura uruguaya, cómo la gente sobrevivió ese silencio y ese temor, para crear una vida auténtica. Eso tenía urgencia personal, pero después, en el proceso de revisión de la novela, encontré otro punto de vista. Como el águila que mira con el hambre y la urgencia de comer, entonces baja a la tierra y ahí solo ve las ardillas; pero después mira más de lejos y puede ver todo el paisaje, el terreno entero. Ya más alejada pude empezar a ver las formas en las cuales ese terreno también le importa a los demás, es universal, es una metáfora.
Ahora que mencionaste la urgencia personal, qué lugar le das a tu propio yo cuando escribís. ¿Cúal es tu manera de entender la literatura del yo?
Bueno, se puede pensar la escritura a partir del yo como el punto de vista de un protagonista, de su yo, sea diferente o similar al autor, o el yo puede entrar específicamente como una ficción autobiográfica.
Creo que toda la literatura tiene valor, necesitamos todas las historias, todo tipo de narrativas, con muchos puntos de vista como Cien años de soledad que tiene tantos personajes, como un mural con muchísima gente. Y tenemos también literatura que es como un retrato muy íntimo de una consciencia individual, y que puede ser muy cercana a la del autor. Ambas cosas tienen valor, no creo que haya algo superior o inferior entre estas estéticas. La literatura del yo tiene un valor muy particular para las comunidades marginalizadas, para las identidades marginalizadas, por ejemplo, para la gente gay o de color que han tenido menos presencia o voz en sus propias culturas. Acá en los Estados Unidos o en Latino América es muy importante brindar ese yo que ha estado ausente de la cultura dominante. También creo que hay un sitio en que el yo ha sido considerado menos importante, como una forma de arte menor, y eso es problemático cuando estamos hablando de identidades marginalizadas.
Alguien me envió la foto de una librería en Oklahoma donde se ve que al lado del libro Cantoras hay un cartelito de recomendación que dice: ¨Es el mejor retrato de la familia elegida que he visto en la literatura¨. Eso me conmovió mucho, porque realmente es un elogio a esa posibilidad que creamos dentro de la cultura.
En cuanto a lo de separar la relación entre la persona que escribe y el personaje, el protagonista y la autora, en mi caso, en el momento de crear todos siempre damos cuenta de nuestra alma; pero, eso no quiere decir que sea autobiográfico, no somos nosotros. Con Cantoras, por ejemplo, fue como tejer una narrativa de cinco hilos, porque son cinco protagonistas. Eso, de cierta forma, me liberó. Si hubiera escrito una novela contando la historia con una sola lesbiana como personaje principal, y ella quizás tuviera muchos amantes, es probable que la gente que leyera el libro creyera que así son las lesbianas. Aunque quien escribe la historia no quiso decir que todas las mujeres son como el personaje, la representación a veces es una opresión. Por eso, al tener cinco protagonistas en mi novela, ya ahí pude mostrar una variedad dentro de una comunidad. En este caso tuve muchos recursos porque entrevisté a estas mujeres por más de una década. Escuché sus historias de mujeres gay, de una generación mayor que yo, que fueron jóvenes durante la dictadura uruguaya. Entonces tuve muchos ejemplos de vida, de personalidades, de forma de ser. Por supuesto que cuando escribo doy a los personajes partes de mí misma y a veces es una sorpesa dónde viven esas partes mías dentro de las protagonistas. A veces no veo eso hasta después de terminar el libro.
Son cinco mujeres diferentes que, en algún momento, presentás como “las mujeres que debían ser salvadas de los horrores de la normalidad y de la jaula del no ser”…
Si, tienen muchas diferencias y diversidad entre ellas. Pero, eso es algo que tienen en común, salir de la jaula del no ser, de no existir.
En casi todas las historias de las protagonistas aparece la familia de origen. Eran padres que no veían a sus hijas, no las quisieron conocer. ¿Tenés algo para decir de eso?
Creo que fue importante rescatar eso, y muchas gracias por esos comentarios, porque eso es una de las cosas que pasa con la homofobia, en particular la ¨homofobia familiar¨. Ese es un término inventado por Sarah Schulman, escritora de Ties that bind: familial homophobia and its consequences, creo que así se llama en inglés, y ahí habla de que la homofobia familiar crea traumas particulares e íntimos. Muchos de nosotros vivimos esa opresión, es muy común en nuestro mundo. Y, para la gente gay, también es muy común vivir esa opresión desde los padres que no son gay y que no aceptan la humanidad de sus hijos. Muchas veces somos criados sin que se reconozca nuestra humanidad; esa es una cicatriz muy profunda, muy particular que yo cargo personalmente. Por eso, siento el deseo de retratar ese camino del rechazo por la sociedad, pero también demasiadas veces dentro de tu propia casa, de tu propio origen. Y también tengo la necesidad de contar cómo es el camino desde ese punto a la creación de una comunidad, hacia el amor, la conexión, la dignidad y la liberación.
Y, ¿se podría decir que es un camino hacia la construcción de una identidad también?
Sí, porque, de cierta forma, la identidad se rompe cuando uno enfrenta que hay que decidir entre aceptarme como soy o mantener el amor, el cariño y el respeto de tu familia. Para mucha gente no es posible tener ambas cosas. Ahora la sociedad está cambiando, es menos común, lo cual es bueno, pero todavía existe ese efecto.
En las historias de la novela hay una familia que no acepta abiertamente a su hija pero, tampoco la rechaza. Es interesante ver cuál es la característica de esa cantora, que no vivió ni la invisibilidad ni el rechazo familiar.
Sí, y ahí vemos el alivio de tener cierta representación. Por tener cinco protagonistas, tuve la oportunidad de retratar múltiples verdades, porque es cierto también que hay gente que experimenta esa aceptación. Y, no tienen que ser padres súper sofisticados, en esta historia el padre es un carnicero, una persona muy común, muy simple.
Otro aspecto de lo negado y lo visible está en el contexto social de Cantoras. Vos no viviste en Uruguay en la época de la dictadura, pero, ¿por qué razón te interesaste en hacer una diferencia entre dictadura y proceso?
El proceso fue parte de cómo funcionó la dictadura y del efecto psicológico y cultural que tuvo. Negar la posibilidad de darle voz a la gente, de encarcelar a los subversivos, son algunas de las consecuencias de la dictadura. La palabra proceso fue parte del vocabulario del régimen, ellos lo llamaron “el proceso”. Es una forma de crear palabras que a la misma vez visibilizan y niegan la violencia psicológica.
Le diste vida literaria a cinco mujeres que se acompañan permanentemente para alcanzar un destino bien distinto al que la sociedad y, en la mayoría de los casos, las familias les imponían. ¿Cuál es tu idea de la amistad?
¡Qué buena idea hablar de eso! Una de las cosas que era muy importante para mí y quería retratar es el tema de la familia elegida. No es la familia biológica, es la que creamos nosotras, la gente LGBT, la gente queer, cuando nuestras familias nos rechazan. Esto es algo muy común en las comunidades gay y creo que también es algo innovador, uno de los aportes que la gente queer ha ofrecido a las culturas del mundo. Para muchos de nosotros la amistad puede llegar al nivel de familia. Tal vez tenemos hermanos biológicos, pero no podemos hablar abiertamente con ellos, nunca nos van a entender ni a aceptar del todo. Entonces tenemos esas amigas, esos amigos o amigues, si hablamos del leguaje no binario…
Bueno, personalmente, me quedo con la Real Academia Española, que sigue sosteniendo el uso genérico del masculino, que no tiene connotación discriminatoria. Solo por una cuestión de comodidad…
Sí, vamos a ver cuánto tiempo toma para que la Real Academia Española cambie eso, ¡quizás mucho tiempo! Pero, volviendo al tema, las amistades en la comunidad queer pueden llegar a tener esa intimidad y esa importancia que en el mundo heterosexual se asocia con la familia biológica, o la familia política que se crea a través del matrimonio. Y eso ocurre especialmente en los contextos donde el matrimonio no es posible para la gente gay.
Creo que con los hombres gay puede pasar, pero es menos común. No sé por qué, podemos analizarlo hacer teorías. Pero, lo que sí puedo decir es que, en esa comunidad en Uruguay de otra generación y acá en los Estados Unidos, en mi generación, he visto esa dinámica. Algo tiene que ver con la forma en que las mujeres crean lazos.
He recibido tantas cartas de lectores, tweets, mensajes, no solamente uruguayos o latinoamericanos, sino de lesbianas o gente queer de cualquier país, que en diferentes idiomas me dicen que este es el retrato más conmovedor que han visto de la familia elegida. Alguien me envió la foto de una librería en Oklahoma donde se ve que al lado del libro Cantoras hay un cartelito de recomendación que dice: ¨Es el mejor retrato de la familia elegida que he visto en la literatura¨. Eso me conmovió mucho, porque realmente es un elogio a esa posibilidad que creamos dentro de la cultura.
Me acuerdo de cuánto me conmovió en ese sentido la serie, que seguramente conoces, Tales of the City (Historias de San Francisco)…
Sí justamente y eso está basado en los libros de un escritor, Armistead Maupin, que muestran lo que pasa en la época de los 60. Después, ya en los años 80, pasamos a la era del SIDA y todo su trauma, porque fue cuando muchos rechazaron a los miembros de su propia familia porque estaban enfermos, y los que cuidaron a esa gente enferma fue la comunidad queer. Muchas veces eran las lesbianas quienes cuidaban a los hombres gay, eso también es algo que no se ha reconocido del todo, las mujeres cuidando a los hombres dentro de la comunidad gay cuando eran los más afectados por la enfermedad. Y, las mujeres reales que inspiraron el libro Cantoras, esas mujeres en Uruguay todavía son como una familia, como hermanas, tienen vidas totalmente elegidas.
Las historias de Cantoras están llenas de emociones. A veces la amistad y el amor se alternan en este grupo de amigas, y en algunos momentos, no se separa lo erótico y la amistad. Hay que leer el libro, sin dudas, pero,¿ cómo jugó, esto de eros y filia para que estos vínculos se mantuvieran hasta hoy?
Cuando recién hablé sobre la amistad, no estoy diciendo que una amistad profunda no pueda darse también en un contexto heterosexual, solo que en nuestras comunidades se hace mucho más explícito. En el contexto heterosexual más bien ocurre que cuando una persona corta con otra, o se divorcian y hay hijos, es frecuente que se soporte al exmarido por los hijos; si no hay hijos, cada uno sigue por su camino y ya no se ven más. Y también pasa mucho que, al ver a mi ex, mi novio de hoy se pone celoso. Hay toda otra ética y otra dinámica. Entre la gente gay, sobre todo en una comunidad tan pequeña como la de Uruguay en los años 70 y 80, si dejabas de hablar con todas tus examantes, te ibas a quedar sin comunidad, eso es parte de cómo funciona la dinámica.
Con mi esposa tenemos 20 años juntas y 18 de casadas. Nos casamos en 2002 por primera vez, cuando no era legal en ninguna parte de los Estados Unidos, después nos casamos de nuevo en San Francisco, cuando el alcalde empezó a dar licencias, luego la Corte Suprema de California anuló ese matrimonio y nos casamos de vuelta en 2008, ya con todos los cambios sociales. Pero, en 2002 fue la primera vez e hicimos una boda. Mi suegra nos cosió, a mano, unos vestidos blancos preciosos, y la exnovia de mi esposa fue la dama de honor, la amiga especial que está a tu lado el día del matrimonio. ¡Una de mis amigas del colegio estaba conmigo y a mi esposa la acompañó su exnovia! Y, además pasó que, como yo soy una persona muy simple y no sé hacer maquillaje, dejé que me lo haga ella que tiene mucho glamour para eso. Y la gente decía ¿en serio le vas a permitir que te maquille? ¡Te va a hacer una maldad! Eso me decía la gente heterosexual.
En la comunidad queer entonces hay una dinámica donde no se pasa tan rápido del amor al odio, o a la indiferencia…
En la cultura heterosexual hay como una cortina entre los géneros en cuanto a la amistad y la intimidad, donde todavía podés tener a tus amigas aparte del matrimonio, y en una pareja lesbiana tus amigas se hacen amigas de tu pareja. Esto también quiere decir que cuando el corte es difícil y no querés tener contacto con tu exnovia porque puede doler mucho, esa ruptura a la vez puede impactar a tus amistades íntimas. Eso pasa frente a la violencia doméstica, que existe en la comunidad lesbiana. Yo experimenté esa situación, no personalmente, pero sí con una amiga muy cercana, y la comunidad alrededor de esa persona que se separó tiene que elegir quedar de un lado o de otro. Cuando perdés amistades cercanas en ese contexto te puedes sentir muy aislada, es muy doloroso. Creo que al no haber una separación de género dentro de tu comunidad de amistades cambia la dinámica. Las mujeres queer en particular tenemos el estereotipo de mantener la amistad con las exnovias, y que la exnovia ahora está con la exnovia de tu novia, por ejemplo. Creo que con los hombres gay puede pasar, pero es menos común. No sé por qué, podemos analizarlo hacer teorías. Pero, lo que sí puedo decir es que, en esa comunidad en Uruguay de otra generación y acá en los Estados Unidos, en mi generación, he visto esa dinámica. Algo tiene que ver con la forma en que las mujeres crean lazos.
Es interesante el tiempo, los muchos años que comparten las cantoras de tu novela. Suceden un montón de encuentros, desencuentros, pérdidas y logros, pero ahí están siempre las amigas.
Sí, a través del tiempo. Mucha gente cree que la amistad de joven importa mucho, pero después haces tu vida, te casás y entonces ya las amistades no son tan centrales como antes. Pero, así no es necesariamente cómo va la vida. Son 35 años que transcurren en el libro y esos lazos siguen siendo importantes y claves. Y como dije, las mujeres que inspiraron esta novela, mis amigas y sus amigas, hoy se están jubilando. Ahora no tienen más el ranchito en la playa de Cabo Polonio, y fue muy triste para mí porque me hubiera gustado comprarlo. Pero, ellas vendieron lo que era su paraíso, su refugio bajo la dictadura, para comprar un terreno en la ciudad donde están construyendo sus casitas. Cada una con su casa, con sus vidas independientes, pero siempre acompañándose. La hora del mate, a las cinco de la tarde, en cualquiera de las casas, es el punto obligado de encuentro, todos los días.
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Un comentario
Hola. Feliz Año Nuevo.
Estoy buscando este libro » CANTORAS » de Carolina De Robertis en Español.
Podrian ayudarme ? En España se puede encontrarlo?
Cual es la editorial? Muchas gracias Maria Pia Cedolini
Udine – Italia mpiacedolini@hotmail.com