Incendios, Gran ofrenda (2)
La céntrica librería Books & Books de Coral Gables acogió una vez más a Letra Urbana en un interesante debate sobre Arte y Ecología, centrado en la obra de María Thereza Negreiros.
Presidida por Mónica Prandi, directora de Letra Urbana y moderada por Adriana Herrera, la concurrida charla resultó en un fascinante encuentro con esta pintora de 81 años, quien descubrió en el regreso a sus orígenes, el sentido de su arte y un compromiso inaplazable con la preservación de la vida.
De hablar pausado, sonrisa bella, y dotada de un humor gentil y poco común que todos agradecimos, Negreiros recorrió los principales momentos de su trayectoria artística y personal. Hablo de sus tiempos de estudiante en la Escuela Nacional de Bellas Artes de la Universidad de Brasil; de cómo se estableció en Cali luego de su matrimonio con el arquitecto colombiano Ernesto Patino Barney. Y sobre todo, de su regreso a Maués en Brasil, su pueblo natal, ese espacio indomable de la selva amazónica que su propio padre había colonizado, muchos años atrás, transformándolo en refugio apacible y espacio inolvidable, dramático y místico a la vez: “De niña, al salir de mi casa en la finca –comenta Negreiros- tenía tres visiones constantes: atrás, la selva espesa y húmeda, de un verde profundo en ocasiones, claro en otras, un verde en todas sus tonalidades; delante el rio Apoquitaua y sus fuentes naturales, los Igapós, que como alquimistas mezclaban caprichosamente los reflejos e imágenes de todas las cosas. Por último y arriba, el cielo inmenso y azul, hermoso”.
Gran Igapó (3)
Pero a su regreso muchos años después, tras la muerte de su padre, Negreiros encuentra algo más que sus recuerdos de infancia o que el legado de unas plantaciones de Guaraná que ahora debe administrar. Encuentra la selva herida, el sonido de las máquinas, la visión de las talas implacables, el escenario oscuro y humeante de los grandes incendios que consumen la vida toda. “Si soy una pintora latinoamericana de mi época –pensó-, voy a dejar testimonio de un mundo de belleza sagrada sobre el que pesa una condena”. Y así lo hizo. De ahí provienen sus lienzos más hermosos y los conjuntos que esta artista presentara en el Frost Museum el 11 de Enero próximo: Las Series Amazónicas y Ofrendas.
Las Series Amazónicas reúnen un conjunto de grandes y medianos lienzos con varios temas, entre los que se destacan por su fuerza lírica y emotiva los Igapós y los Incendios. Los primeros -las fuentes de agua- resumen la belleza inaprensible de la selva pero como fuente generadora de vida, como apacibles instantes de la creación natural detenidos en el tiempo, impregnados para siempre en la memoria del lienzo. Es el agua fecunda y sus reflejos que se entremezclan en tonalidades turquesas inundadas por la transparencia, serpenteadas por un sinnúmeros de filigranas cual nervaduras vegetales o raíces inmersas en la frescura; caprichosas figuraciones casi realistas que emergen o desaparecen, movidas por las olas de la contemplación. Son escenas de una belleza sobrecogedora y espiritual, entre las que sobresale El Gran Igapó (1996), una de sus piezas inolvidables: “Le pido permiso a la selva, -dijo Negreiros- cuando voy a pintarla”.
M Thereza Negreiros y A. Herrera
Incendios, en contrapartida, plasma la destrucción de los bosques, la quema indiscriminada y la aniquilación que viene de la mano del hombre. Son lienzos donde el rojo vivo del fuego se clava como espada ardiente en las entrañas de lo verde, consumiendo la vida que parece evaporarse en oscuros nubarrones de humo y destrucción. Son visiones de una abstracción poderosa y violenta, que se mueve al filo de un realismo tentador -inconscientemente fotográfico-, y que asume tanto a lo trágico como a lo bello, para dejar constancia de la catástrofe y su dimensión estética.
María Thereza Negreiros, quien en una etapa de su vida experimentó en el arte con técnicas y materiales diversos al compás de los Ismos y las vanguardias de su tiempo, encontró en sus raíces -las raíces de la selva-, una expresión genuina de la creación. Así su arte, cual Ofrenda, pretende conciliar al hombre con el legado de su propia vida y de un mundo tan efímero como entrañable, en peligro de extinción.
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