Es en la ciudad, como sitio de residencia y tránsito, desde su tejido arquitectónico con construcciones, edificios y casas, monumentos y carreteras, donde se entraman las historias de sus habitantes. La ciudad puede entonces decirnos algo tanto respecto de la organización social, como sobre los modos de gozar de sus moradores, según los lugares que ocupan, y los espacios en que se despliegan los cuerpos. Es la espacialización del acontecer temporal humano que configura los lazos sociales al constituir o transformar espacios que legitiman o silencian las palabras, o al disponer de espacios libres para el disfrute y el deseo o para la reclusión, la complicidad y el castigo.