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Edición
38

Lydia Rubio: Constelaciones y Alfabetos

Una propuesta ante la estética del exceso y la turbulencia visual y verbal que dominan el mundo.
Twelve Moons-Biscayne Bay 71” x 118” Lydia Rubio

La obra de Lydia Rubio se distingue por el uso de palabras, imágenes y símbolos inspirados en su maravillosa experiencia de vida. Sus pinturas, dibujos, diarios de viaje y esculturas reflejan su gran sensibilidad y una búsqueda constante por el balance tanto a nivel físico como espiritual. De igual forma proponen un oasis ante la estética del exceso y la extrema turbulencia visual y verbal que dominan el mundo contemporáneo.

Su trabajo más reciente marca un regreso a sus orígenes en el campo de la arquitectura y explora los contrastes que existen entre las estructuras racionales geométricas y las formas gestuales espontáneas inspiradas, en algunos casos, por movimientos que se encuentran en la naturaleza como las migraciones animales o humanas. Para comprender la complejidad de su propuesta artística y conocer los detalles de su trayectoria, Letra Urbana conversó con la artista en su estudio en Miami.

El diario de viaje tiene un gran valor para ti. ¿Cómo comienza tu diario de viaje, tu propia historia?

Nací en La Habana, Cuba. En 1960 mi familia viajó a Puerto Rico. A diferencia de muchos cubanos que salieron en esa época no vine a Estados Unidos, sino que me quedé en el Caribe y logré mantener contacto con la cultura latinoamericana. A los 18 años viajé a la Universidad de la Florida, en Gainesville, a estudiar arquitectura. Me gradué muy joven, a los 22 años.

Para mí era incomprensible que no hubiera relación entre las escuelas de arte y arquitectura.

Me casé con un arquitecto cubano. Viajamos a Italia por un año para trabajar con el conocido arquitecto Leonardo Ricci, en Florencia. Ricci era un poeta de la arquitectura. Combinaba la literatura, la política y la poesía. Cuando terminó nuestra estadía le pregunté qué creía que debía hacer y me dijo: “vete a estudiar percepción visual”.

¿Seguiste su consejo?

Regresamos a Puerto Rico donde trabajé en una firma de arquitectos.
Me agobiaba el trabajo de 9 a 5 así que me fui a enseñar a la escuela de arquitectura. En la facultad había talleres de grabado y cerámica. Allí me asocié con Antonio Martorell, Lorenzo Homar, cuyo trabajo fue seminal para la gráfica y la tradición del cartel, y realicé una serie de proyectos para acercar la arquitectura al arte. Incluso invité a la importante crítica de arte Marta Traba a dictar una conferencia y publiqué una entrevista en la revista de arte y arquitectura “Módulos” de la cual fui editora.

A nivel personal, me separé de mi esposo y en ese momento me dije: “Tengo que salir de aquí y seguir la recomendación de Ricci”. Viajé a Boston a estudiar percepción visual en Harvard. Hice dos trabajos de investigación con Rudolf Arnheim y lo llevé a la escuela de arquitectura. Para mí era incomprensible que no hubiera relación entre las escuelas de arte y arquitectura. Cuando me gradué, me quedé a vivir en Boston.

¿En qué momento te das cuenta que lo tuyo es el arte?

La ruptura mía fue   en la escuela de arquitectura. Los estudiantes escogían el profesor según la plataforma: lecturas, discusiones, seminarios. Yo proponía la teoría y la estética y llevaba a artistas a la escuela de arquitectura. El proceso del diseño en arquitectura era muy preciso, no había abstracción, no había poesía. Yo veía las cosas de un modo diferente. Yo veía la escultura y la pintura como base de la arquitectura.

El proceso del diseño en arquitectura era muy preciso, no había abstracción, no había poesía. Yo veía las cosas de un modo diferente.

Me fui a trabajar a una firma de arquitectos Cambridge Seven. Yo tenía la ilusión de hacer mi trabajo artístico así que en 1978 me mudé a Nueva York.  Allí comencé a trabajar con la firma de Ivan Chermayeff, la cual era la prolongación de la firma de Boston. Participé en la realización de un proyecto de replanificación de la calle 42, el centro del teatro y del entretenimiento, promovido por la Ford Foundation. Mi labor fue documentar la propuesta mediante la realización de elaboradísimos dibujos. Fue una época muy linda, pero yo no quería seguir en esa profesión. No me gustaba tratar con el cliente, trabajar con el equipo, ni hacer presupuestos. Además, no tenía control del trabajo. Me dije: “Yo quiero trabajar en una cosa chiquitica y tener control”.

¿Es en ese momento que comienzas tu carrera como artista plástica?

El amor al arte y a la pintura empezó con mi abuela en Cuba. En 1979 hice un salto total. ¡Reuní $5,000 y me lancé al vacío! Dejé de trabajar en arquitectura y me fui a Boston pues era más barato que Nueva York. Realicé pinturas de paisajes para alejarme de todo lo arquitectónico si bien los paisajes tenían elementos geométricos y retículas. Sin embargo, realicé dibujos arquitectónicos para suplementar mis ingresos. Luego regresé a Nueva York y tuve un taller en Long Island City.

No me gustaba tratar con el cliente, trabajar con el equipo, ni hacer presupuestos.

A las cuatro de la tarde daba miedo andar por allá. Luego tuve un estudio en SOHO en el que trabajaban otros artistas como Luis Cruz Azaceta. El espacio estaba en el edificio del Museum of Contemporary Hispanic Art (MOCHA), el cual fue dirigido por diez años por Nilda Peraza. Por el museo pasaron muchas personas incluyendo Marcelo Bonevardi y Julio Alpuy.

En Nueva York estuviste muy ligada al ambiente literario.

Así es. Yo he estado muy ligada al ambiente de la literatura. A través de mi amiga Suzanne Jill Levine, conocí al crítico y pensador uruguayo, autor de la biografía de Jorge Luis Borges y profesor de Yale, Emir Rodríguez Monegal. Cuando venía a Nueva York Emir se quedaba en mi apartamento. Un día Emir me preguntó: ¿Qué haces mañana a las 9 am? ¿Quieres desayunar con Borges y María Kodama? Tenía cita con ellos para realizar una entrevista para la National Public Radio. Llevé mi cámara y tomé fotos que aún están inéditas. También tengo fotos de Octavio Paz, Reinaldo Arenas, Severo Sarduy y Lydia Cabrera.

Estos escritores siempre se quedaban en hoteles de lujo como El Plaza. Un día Emir me dijo: “Estamos incómodos, vamos para tu casa con Octavio Paz”. ¡Era una cosa maravillosa! ¡Imagínate, tener una experiencia tan íntima! Tengo fotos de Borges con Emir tomadas en 1985. Rodríguez falleció en 1985 y Borges en 1986.

La década de los ochentas en Nueva York fue una época muy linda. Enseñé dos años en Parsons, tuve una exposición en el Bronx Museum of the Arts, trabajé en un taller en la calle 28, en el Garment District, y viví en un apartamento ubicado en la calle 81 y la tercera avenida.

¿Cuándo decides radicarte en Miami?

Trabajaba mucho para mantener el taller y el apartamento. Quería estar todo el tiempo en el taller y, para serte sincera, me sentía un poco sola. Decidí venir a Miami en 1987 cuando mis padres vinieron de Puerto Rico y mi hermano de Connecticut. Vine buscando compañía, pero soy muy independiente, la mezcla no se da fácilmente.

Tuve un estudio pequeño en el South Florida Art Center en Lincoln Road. Me busqué un trabajo por dos años en una firma de arquitectura para suplementar mis ingresos. El proceso de adaptación fue difícil porque no pertenecía a los grupos, no encajaba.

Un día Emir me preguntó: ¿Qué haces mañana a las 9 am? ¿Quieres desayunar con Borges y María Kodama?

En esa época conocí a Lisa Austin en un vuelo Miami-Nueva York. Compró obras para el South East Bank y luego, en 1988, me encargó una importante comisión de dos pinturas para Marty Fine. Las obras fueron colocadas en el lobby del edificio donde Gloria Luria las vio. En ese entonces Luria era la “dealer” más importante de Miami. Vino a mi casa en Coral Gables, conversamos y me dijo: “Yo te voy a representar a ti”. Me dio dos exposiciones. A través de la galería me vinculé al grupo de coleccionistas y artistas americanos de Miami que incluía a Carol Brown y Bob Thiele, entre otros. Siempre me he asociado con ellos. Siempre he estado presente en las exposiciones de artistas americanos. De los noventas al 2000 fue una época maravillosa de ventas y exposiciones en galerías.

En 1993 realicé la serie de los barcos que se exhibió en Joyce Goldstein Gallery, en Nueva York, en 1995. Con la llegada de los balseros cubanos en 1994 comenzaron a interesarme las corrientes del mar, los mapas y los libros de navegación. Investigué como eran los recorridos, los nombres de las islas, los lugares. Me di cuenta que el mar tenía tanta historia como la tierra, que tenía una narrativa. Realicé una serie basada en las islas. Cada una tenía un cuento. Los oleos pequeños eran crónicas que estaban conectadas con las esculturas de los barcos. Se vendía la historia, es decir, la escultura con la pintura. En esa serie también trabajé los cuatro elementos: aire, fuego, agua y tierra. Me interesa el misticismo como hilo conductor.

Después del 2000 me dedico al arte público, a realizar grandes comisiones. Se presenta el problema que las galerías que me representan cierran (Gloria Luria, Bianca Lanza, Gutiérrez Fine Arts y Bernice Steinbaum). Después de la crisis del 2008 sigo pintando, pero no con la misma intensidad. Dejo la tarea del taller constante.

¿Qué haces entonces?

Se me presenta la oportunidad de viajar a Colombia en el 2011. Alquilo un taller pequeño y trabajo de nuevo la pintura y el dibujo. En Bogotá realizo la serie de la Sabana. Me fascina el paisaje. Nunca había vivido en un paisaje de montaña. Visito distintas poblaciones de la Sabana de Bogotá y hago un libro en el que ilustro el paisaje, la vegetación y describo mis experiencias, inspirado en los diarios de viaje de Alexander von Humboldt. El libro se titula “Genius Loci”, el espíritu del lugar, la esencia del lugar.

Llevé mi cámara y tomé fotos que aún están inéditas.

Me interesa entender el arte de la memoria y recurrir al recurso visual para recordar. Investigo la teoría del recurso nemotécnico, la importancia de los cinco sentidos, el rol de la imagen en el pensamiento conclusivo. El pensamiento es visual. La imaginación está presente en un proceso no programado. Recoges muchas cosas y luego sintetizas. Me fascina atar conceptos que explican cosas muy complejas.Por ejemplo, me encanta el libro “Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe” de Octavio Paz. Me interesan el Hermetismo, la Cábala, conceptos que explican fenómenos del hombre, la idea de la imaginación en el arte, la alquimia. Me gusta encontrar coincidencias entre las plantas, los animales, las estrellas, el hombre, coincidencias que han estado ahí, siempre, y les han dado base a muchas cosas. Voy de lo macro a lo micro.

Durante los últimos años has realizado muchos viajes que te han enriquecido enormemente.

Desde Colombia pude viajar mucho. Visite la India, Marruecos, la Patagonia, Rusia, Chile y Perú. Los viajes sacuden. Comencé a realizar los “Diarios de viaje” en el 2000 con el libro–maleta de 17 piezas “Miami Geneva”. Estos incluyen bocetos, dibujos y textos. En el viaje a la Patagonia en el 2015, me encantó presenciar el paisaje, experimentar la calma. Durante el viaje fui documentando lo que veía. El “Libro de la Patagonia” Chile/Argentina 2015, tiene una diagramación geométrica.La retícula siempre está presente en los mapas, los detalles.

Decidí venir a Miami en 1987, vine buscando compañía, pero soy muy independiente, la mezcla no se da fácilmente.

Escribo notas de los cuales salen obras, como “Las flores se empeñan en salir”. Sin duda hay una influencia del libro realizado en Colombia inspirado en los diarios de Alexander von Humboldt. Se está planeando una exhibición de los libros de viaje en el Center for Book Arts de Nueva York.

Los viajes también han influido en el aspecto técnico de tu obra

Viajé a la India 2014 y de allí traje pigmentos naturales que mezclo con resina y utilizo sobre papel y tela. De esa forma hago mi propia pintura. Esos pigmentos me permiten obtener transparencia en la obra. Me gusta la acuarela. Me gusta que la luz salga de adentro. La cuestión del expresionismo en Estados Unidos es de un materialismo muy “macho”, se basa en la brutalidad del gesto. No tiene que ver con el espíritu femenino, pierde esa sensibilidad. Esa sensibilidad me la dan las transparencias, la delicadeza de la ejecución. Mis referentes son Helen Frankenthaler y Georgia Okeeffe, quien también pintaba sin relieve o textura.

Eventualmente regreso a la abstracción lírica y geométrica. Utilizo pigmentos naturales y pasteles para realizar mi nueva serie “Constelaciones y construcciones”. En esta serie la geometría va por debajo del gesto. El gesto libre se sobrepone a la geometría estricta. Me inspiro en una exposición de León Ferrari que vi en Buenos Aires y hago un alfabeto de gestos. También hago referencia a la numerología. Mis dibujos en tinta son una especie de “Haiku”, cosas mínimas, gestos mínimos.

Con la llegada de los balseros cubanos en 1994 comenzaron a interesarme las corrientes del mar, los mapas y los libros de navegación.

También realizo piezas con múltiples elementos que se pueden combinar de distintas maneras. La obra “Suite 70” (2017), por ejemplo, está compuesta por siete piezas que pueden armarse de distintas formas. Cada obra tiene muchas posibilidades de desarrollo. En todas mezclo la geometría y el gesto, pero ese gesto está controlado, para en seco al encontrarse con la línea de la retícula. La expresión del movimiento controlado como si fuera un ballet.

Regresas a Miami y el entorno sigue estando muy presente en la obra.

Así es. En las obras de mayor escala como el díptico “Twelve Moons Biscayne Bay” (2017), en el que represento el agua y el día, el “feeling del agua” es el que encuentro aquí. Ahora estoy trabajando la serie “Constelaciones” en la obra de la noche y sin duda tendrá que ver con los cielos de otro lugar donde me encuentre…

2 Comentarios

  1. maravillosa entrevista me deja conmovido y con deseos de saber mas de la artista gracias Francine
    nicolas hoyos gomez

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