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Edición
35

Escribir una novela es abandonar las certezas – Conversando con Juan Gabriel Vásquez

Miami
«Los grandes caricaturistas tienen una voz muy fuerte e influyente en el mundo político colombiano…»

En el marco de un típico escenario tropical, que caracteriza la Feria Internacional del Libro de Miami, Juan Gabriel Vásquez nos concedió una entrevista mientras firmaba libros. Nunca supimos si fue casual o qué condujo a que la cita se diera en este entorno, lleno de libros y de ruidos que evocaban precisamente el ruido de las cosas al caer.

Juan Gabriel nos cuenta que dio más de 600 entrevistas cuando publicó El ruido de las cosas al caer, ganadora del Premio Alfaguara en 2011, y es probable que no haya pregunta que no le hayan hecho. Originario de Bogotá, Colombia, obtuvo su doctorado en Literatura en la universidad de La Sorbona en París, y escribe para el periódico El Espectador de Colombia. Ha publicado varios libros entre los que se destaca la colección de relatos Los amantes de todos los santos, y las novelas Los informantes e Historia secreta de Costaguana. Publicó una biografía de Joseph Conrad, El hombre de ninguna parte, y su obra ha sido traducida a varios idiomas, con excelentes críticas y aceptación del público. Ha sido ganador de importantes premios como el IMPAC por la mejor novela de ficción en 2014 en Irlanda y el Premio Gregor von Rezzori en 2013 en Italia, entre otros.

Iniciamos nuestra conversación hablando de la música, de la poesía, de Bob Dylan y el sorpresivo Premio Nobel, y de una canción que Juan Gabriel compuso alguna vez titulada Y tú, musicalizada por Fonseca…

¡Qué cosa!, esa canción se suponía era un hecho privado, un regalo para mi esposa…

Pero el hecho es que se convirtió en dominio público, y nosotras supimos de ella. ¿Qué opinas del nuevo Nobel de Literatura que se le ha otorgado a un músico y poeta? ¿Qué piensas de esta controversia?

la lectura de Cien años de soledad cuando yo tenía 16 años fue probablemente el primer momento en que pensé que esto es lo que quiero ser, que quiero ser escritor

Sí, es controversial. Dylan es uno de los grandes letristas de la historia; para mi sin duda está entre los cinco más hábiles, más profundos y, desde luego que sus canciones, con mucha frecuencia, pertenecen al ámbito de la poesía, igual que uno diría de tantas otras cosas, como una novela de García Márquez. Creo que al escoger a un personaje como Dylan, la Academia ha sido muy conservadora… Aunque se lo ha tomado como un acto  de rebeldía, como una transgresión, a mí me parece profundamente conservador, porque es ir a lo fijo; no descubrió nada para nadie, no ensanchó el campo de la poesía ni de la literatura, cosa que si hizo la Academia cuando nos presentó a una Wislawa Szymborska o al poeta sueco Tomas Tranströmer. En esos casos, para buena parte de los letra-heridos, que es una palabra que me encanta, no se si la conocen, los letra-heridos del mundo, los lectores fanáticos para los que la literatura de verdad es algo importante, ahí ampliamos nuestro conocimiento de la República de las Letras. Con Dylan no, con Dylan es un territorio ya conocido y además muy exitoso… Entonces, en ese sentido, yo creo que la Academia fue curiosamente conservadora. Por razones emocionales yo hubiera querido que los autores que son importantes en mi equipo personal hubieran recibido el reconocimiento, por una vida entera de trabajo que haya cambiado la literatura…

¿Y quiénes son ésos?

Philip Roth, Milán Kundera, por darte dos nombres. Pero tampoco hay que olvidar que el Premio Nobel es una distinción que, como todas, es arbitraria y es interesante, y  no hay que rasgarse las vestiduras tampoco…

Has mencionado a García Márquez, ¿ha sido una influencia importante para ti?

Bueno, la lectura de Cien años de soledad cuando yo tenía 16 años fue probablemente el primer momento en que pensé que esto es lo que quiero ser, que quiero ser escritor. Luego, no me he cansado nunca de leerlo, de admirar sus páginas que están llenas de enseñanzas y técnicas estilísticas; pero lo he hecho también con la tensión que implica esa especie de malentendido que hay, bajo el cual, si soy colombiano, entonces la influencia de García Márquez me debe caer encima como un aguacero. He dicho muchas veces que la influencia no es influenza, o sea, eso no es contagioso. Siempre he estado muy consciente de ese malentendido, y he tenido que aclarar que, en mi concepción del oficio literario,

Los grandes caricaturistas tienen una voz muy fuerte e influyente en el mundo político colombiano…

un escritor busca a sus influencias, un escritor tiene una especie de instinto para identificar al maestro que mejor le pueda enseñar lo que necesita, y ese maestro puede estar dentro de las fronteras, de la tradición o de la lengua del escritor o puede no estar. En mi caso, García Márquez ha sido una presencia constante en mi vida de lector, pero he aprendido mucho más de Borges o Vargas Llosa en mi propia lengua, o de Philip Roth entre los escritores vivos de otros países, o Javier Marías.  Entre los que han muerto, están Conrad, Dostoyevsky o Joyce…Esa es la relación que tengo con Gabo.

Siempre has confesado tu admiración por Vargas Llosa, por el oficio y la seriedad con que lo hace.

Sí, yo soy un novelista 24 horas al día, las otras 24 horas al día que tenemos los escritores, que tenemos 48 en total. Por razones de temperamento, de curiosidad y de intereses, siempre me he sentido muy afín a la idea de participar en el debate político, a la idea del intelectual como la hemos heredado del Boom Latinoamericano, que ellos a su vez heredaron de los intelectuales de Francia. Para mí, cuando los debates son grandes, dejan de ser políticos y se vuelven morales, y todos estos países están dando grandes debates: La legalización de la droga, el matrimonio homosexual, el derecho al aborto; cuestiones de libertades civiles y derechos fundamentales son importantísimos.

Las Reputaciones - PortadaEl libro nuevo que estás presentando tiene bastante que ver con todos estos temas en el sentido que te metes en el mundo de los medios, tan criticado hoy día. Cuéntanos sobre este libro, ¿por qué el personaje central es un caricaturista?

Aquí tengo que decir que en esta visita a Miami estoy con dos gorras distintas. Con una vengo a presentar este libro, que se llama Las reputaciones, publicado anteriormente en español y ahora en Inglés, pero mi última novela en español es La forma de las ruinas, que es otra cosa completamente distinta.  Las reputaciones es la historia de un caricaturista político, que es una tradición muy importante en Colombia. Los grandes caricaturistas tienen una voz muy fuerte e influyente en el mundo político colombiano…

Y en todo el mundo, ya vemos lo que pasó con Charlie Hebdo.

Bueno, eso fue para mí una cosa muy interesante y muy triste, porque yo había ido a Francia a presentar el libro, la versión francesa. La novela cuenta la historia de un caricaturista influyente que, con una caricatura que dibuja un día, bajo circunstancias confusas, acaba destruyendo la vida de un político. Justo antes de eso la gente me decía “¿esto sí puede pasar en Colombia?”, “¿pasa que un caricaturista sea tan poderoso que la gente lo odie o lo ame tanto que lo amenacen de muerte, que él pueda causar la muerte de alguien?”  En la novela no se dice eso, es una percepción de los personajes, pero me preguntaban por esa importancia de un caricaturista que acaba siendo un foco de odios y víctima de amenazas; y yo les decía, “bueno sí, en Colombia sí sucede…” y meses después pasó lo de Charlie Hebdo. Entonces recibí emails de periodistas que me habían entrevistado y me decían – “ahora ya entendemos”. Pero eso es una cosa que no sucede en todos los países, no todos tienen la misma relación con este ejercicio que es la caricatura política, ni los caricaturistas son tan influyentes como sucede en Colombia.

Argentina también tiene esa tradición. ¿Quino, por ejemplo?

Ah sí, pero lo de Quino son tiras cómicas, puede ser muy político pero son tiras cómicas.  Pero el poder particular de un caricaturista es que juega con la imagen de una persona real, porque nuestra imagen pública es fuente de ansiedades para todo el mundo.

…y el caricaturista identifica plenamente al personaje con su caricatura.

Yo creo que el caricaturista en Colombia tiene una posición distinta a otros países que conozco y la ha tenido siempre. La novela nació por mi interés en uno de esos personajes, tal vez el padre de todos, que se llamaba Ricardo Rendón. Fue un caricaturista de los años 20 que, en 1931,

el poder particular de un caricaturista es que juega con la imagen de una persona real, porque nuestra imagen pública es fuente de ansiedades para todo el mundo.

cuando era el más importante del mundo político colombiano, entra a un café, pide una cerveza, saca un lápiz y hace un croquis de una cara con la línea de una bala atravesando esa cabeza y luego saca una pistola y se pega un tiro. Nadie sabe hasta el día de hoy por qué…

Cuando escribes una novela, dices que estás escribiendo una carta para el lector. ¿Escoges un público en particular, o es tu propia pulsión? ¿Lo escoges porque sientes una necesidad en el público?

Hay una especie de equilibrio entre las dos cosas. Por un lado, yo nunca pierdo de vista la figura franca del lector, siempre estoy consciente de que al lector hay que seducirlo constantemente. Eso, me parece, es lo que divide la literatura: las estrategias de seducción que utilizan los escritores. Algunos lo hacen apelando a la inteligencia del lector, a su intereses morales humanos y, otros, a la simple curiosidad, al “¿qué va a pasar ahora?”.  Yo siempre estoy atento a los intereses del lector, a darle razones para que siga conmigo.

En La Forma de las Ruinas tú eres uno de los personajes, Juan Gabriel Vásquez.LA-FORMA-DE-LAS-RUINAS-cubierta-700x1120

Bueno, es que el origen de la historia, de La forma de las ruinas, nace de una circunstancia tan especial y tan curiosa que me pasó a mi, que parecía exigirme el uso de mi propio nombre, de mi propia vida.

En el año 2005 conocí a un hombre, un cirujano bogotano, que sabía de mi interés por el crimen de Jorge Eliecer Gaitán, un político colombiano asesinado en 1948, un personaje que me ha acompañado siempre por razones familiares; he crecido con sus anécdotas, e incluso hay referencias al crimen de Gaitán en un par de mis novelas. Entonces este hombre me dice que él tiene algo que mostrarme que nadie más me puede mostrar, y me invita a su casa y me pone en las manos una vértebra de Jorge Eliécer Gaitán, con el hueco de la bala perfectamente visible, y una parte del cráneo de Rafael Uribe Uribe, que es la otra víctima de la violencia política de la primera mitad del siglo XX en Colombia. Este es el otro crimen alrededor del cual gira la novela. A partir de ese encuentro supe que esto era una novela.

El hecho de tener en mis manos los restos de dos víctimas importantísimas de la violencia colombiana me sacudió y me sirvió como semilla, y muy pronto, cuando comencé a escribirla me di cuenta que inventar una máscara, inventarme un narrador para contar la historia desde otra identidad y otro nombre supongamos, como Antonio Yammara el narrador de El ruido de las cosas al caer, o Gabriel Santoro el narrador de Los Informantes, le hubiera quitado potencia e incluso verosimilitud a la historia. Para que conservara la potencia que para mi tuvo la anécdota real, y para que fuera más convincente, yo tenía que narrarla desde mi punto de vista, y ésa fue la opción narrativa que tuve.

Y el otro personaje, ¿es ficticio?

El otro personaje de la novela, si, es ficticio, Carlos Caraballo. Como todos los personajes, tiene rasgos de cosas que yo he visto, de personas que yo he conocido, es una ficción que me sirve a mi para contar y explorar los grandes temas de la novela.

A una edad muy joven has llegado a una posición muy alta en el mundo literario. ¿Qué le podrías contar a la gente joven, a los nuevos escritores sobre ese proceso? ¿Es un proceso que se debe dar académicamente?

Yo creo que no. Creo que la lectura de ficción es una actividad muy misteriosa, la escritura de ficción sale de lugares que nadie conoce y no se domina perfectamente; creo que está muy bien el aprendizaje técnico, no soy crítico de los talleres literarios y las escuelas de escritura creativa, me parece fantástica su existencia porque así como en música se puede aprender armonía, contrapunto y composición, en literatura también se pueden trasmitir ciertos conocimientos sobre cómo se puede montar

así como en música se puede aprender armonía, contrapunto y composición, en literatura también se pueden trasmitir ciertos conocimientos sobre cómo se puede montar mejor una escena o un diálogo

mejor una escena o un diálogo. Pero desde luego que eso es el empaque técnico de algo que es una exploración de la condición humana muy idiosincrática y muy personal, que sale desde las emociones y demonios muy profundos. Entonces, a un joven que comienza y que quiere ser escritor, lo que le aconsejo es que revise dentro de sí mismo si el ejercicio de la literatura es imprescindible para él, porque si no es imprescindible, si él puede vivir sin escribir… en realidad este oficio es tan ingrato y tan difícil, que es mejor hacer otra cosa. Yo creo que la única manera realmente de llevar una carrera, si esa es la palabra satisfactoria, es cuando para uno la literatura es un fin en sí mismo y no un medio para otra cosa, ni para la fama, ni para ganar dinero −que de eso prácticamente no hay− ni para tener prestigio. Oigo muchos escritores que lo que buscan es esto y me parece que es una equivocación.

El escritor muestra a la sociedad su propia ética, su propia moral, ¿cómo funciona eso?

Yo creo que hay dos cosas distintas. Un escritor suele ser en cierta forma un esquizofrénico que tiene un lado de ciudadano, y es un ciudadano con opiniones políticas, con opiniones filosóficas si se quiere, sobre lo que debe ser la sociedad y esas opiniones tienen siempre un contenido moral. El novelista abandona esas certezas, un novelista nunca escribe a partir de las certezas morales ni políticas ni sociales, sino que la novela es justamente el terreno donde todo se duda, donde no hay certidumbre, donde todas las ideas por más opuestas que sean tienen la misma validez y el mismo grado de verdad. Esa es la riqueza que buscamos en las novelas. Las novelas no toman posiciones morales, las novelas exploran una situación desde todos los ángulos posibles y en esa ambigüedad moral está su enseñanza, en eso que podríamos llamar la ironía. La ironía es el lugar donde una idea y su contrario son al mismo tiempo válidos, dentro del empaque de una novela. Es una de las grandes enseñanzas del género en El Quijote. Las novelas no dan lecciones, las novelas ni siquiera dan respuestas, como decía Chejov, sino que se contentan con encontrar y formular las preguntas de las maneras más interesantes. Esta es una gran diferencia entre el novelista cuando escribe novelas y el novelista cuando es ciudadano, escribiendo columnas de opinión, o ejerciendo la ciudadanía en cualquiera de sus formas. Escribir una novela es abandonar las certezas, es entrar en un terreno donde hay más preguntas que respuestas y esa es justamente la riqueza del género; entramos allí para que nadie intente convencernos de nada, ya suficiente gente nos está tratando de convencer de todo en la vida real: los políticos de que votemos por ellos, la publicidad de que compremos sus productos y las religiones

En los tres procesos, (…)  Brexit,  el No a los Acuerdos en Colombia o por Trump (…) creo que hubo una presencia predominante de la desinformación, 

Un escritor suele ser en cierta forma un esquizofrénico que tiene un lado de ciudadano (…) la novela es justamente el terreno donde todo se duda, donde no hay certidumbre, donde todas las ideas por más opuestas que sean tienen la misma validez y el mismo grado de verdad.( …)La ironía es el lugar donde una idea y su contrario son al mismo tiempo válidos, dentro del empaque de una novela[/destacado] de que creamos en sus dioses… La novela es el lugar donde nadie nos intenta convencer de nada y en eso es un espacio de libertad que tenemos que seguir defendiendo.

¿Has incursionado en algún otro género, por ejemplo poesía?

Bueno, he escrito poesías, pero son demasiado malas como para mostrárselas a nadie. Tengo un libro de cuentos, y he escrito siempre ensayos. Me gusta mucho este género y tengo un libro de ensayos. Durante siete años seguidos fui columnista de un

creo que hay que culpar a los ciudadanos que voluntariamente han dejado de lado su responsabilidad cívica, la responsabilidad de informarse de fuentes confiables.

periódico colombiano, El Espectador, y luego lo dejé para poder terminar esta novela, que tanto trabajo me costó, pero no he podido separarme del debate político. Sigo escribiendo columnas que ocasionalmente se publican en varios países y, de eso no he podido apartarme por cuestiones de temperamento. Me gusta participar en ese debate en la modesta medida de lo que yo puedo aportar.

Ves algún hilo conductor entre lo que pasó con el Brexit, el Proceso de Paz en Colombia y la elección de Trump?

Sí, veo un hilo y puntos en común clarísimos. Yo creo que si hay algo que une esas tres grandes sorpresas, esos tres escándalos democráticos, es la presencia común de la mentira como estrategia electoral. En los tres procesos, más allá de que mucha de la gente que votó por el Brexit, por el No a los Acuerdos en Colombia o por Trump pueda tener razones más o menos legítimas y muchas de esas personas las tienen, creo que hubo una presencia predominante de la desinformación, de la mentira, de la calumnia, de la confusión deliberada por parte de los propagandistas y eso determinó el resultado de esos tres procesos electorales.

Toda mentira fue una estrategia.  ¿Hay algo detrás de eso?

Sí. La mentira es una estrategia muy antigua; si hay algo detrás de eso, no lo sé. Yo creo que la coincidencia de estos tres hechos en el tiempo nos ha preocupado mucho, nos ha puesto a pensar verdaderamente en un cambio de paradigma en el funcionamiento de las democracias, y creo que tienen  mucho que ver con una especie de apogeo de las redes sociales, porque esas campañas mentirosas se han dado a través de las redes sociales, a través de Facebook. Tanto Trump como el ex presidente colombiano Álvaro Uribe han hecho de Twitter su herramienta de desinformación y de calumnia y han calado muchísimo, entonces creo que nos alarma mucho unir estos tres momentos a un fenómeno tecnológico que está para quedarse, pero no sé si se puede hacer un diagnóstico definitivo sobre esto.

A los medios se les salió de las manos la situación, ahora hay un juicio a los medios para manejarlos.  La libertad de expresión fue una conquista y fue gracias a la Democracia que tenemos derecho a hablar, ¿está fallando la democracia?

Creo que se ha hablado mucho en estos días de la pérdida de importancia de los medios, de que los medios son culpables en buena parte de esto por haberse desconectado del gran público. Yo no creo, creo que

nunca he creído que la literatura sea un paso previo al cine

hay que culpar a los ciudadanos que voluntariamente han dejado de lado su responsabilidad cívica, la responsabilidad de informarse de fuentes confiables.

Es un cierto facilismo, en 140 caracteres ya estás informado.

Sí, esto lo vimos clarísimamente en el caso del Proceso de Paz. El nivel de desinformación tan terrible que manejó un porcentaje muy alto de los votantes se debía, entre muchas otras causas, a la razón banal de la pereza, a que eran temas complicados, mal explicados, muchas veces por los mismos responsables de explicarlos, y muchas veces los ciudadanos escogieron voluntariamente permanecer con esas verdades parciales, en lugar de informarse a fondo para tomar una decisión. Es muy fácil creer en los miedos y en las amenazas de quienes se opusieron de manera poco honesta, pero hubo toda una oposición al Proceso de Paz que a mí me sigue pareciendo muy legítima y que con algo de suerte terminará en un acuerdo mejor. Esto lo digo con la esperanza de que haya un acuerdo y lo podamos llevar a cabo los colombianos.

Por último, ¿hay alguna relación con el cine en tu obra?, ¿Se ha llevado alguna de tus novelas al cine o se ha planeado hacerlo?

Han tratado, ha habido mucha gente interesada en llevar al cine las novelas, pero nunca han terminado en nada. Me han explicado que, algunas veces, las novelas son muy difíciles porque están hechas de muchos tiempos históricos, y algunas veces son novelas que en la construcción son muy verbales, muy literarias y al pasar eso a imágenes se pierde mucho. Hay muchos proyectos, pero hasta ahora no ha pasado. De todas maneras nunca he creído que la literatura sea un paso previo al cine, como si hay escritores que escriben pensando que es el escalón previo a la película. Yo siempre he visto la novela como el escalón último, lo máximo a lo que se puede llegar.

 

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