Search
Close this search box.

Edición
29

Emergencias

Miami
Lo social y las políticas estatales participan en la ocurrencia de catástrofes colectivas y subjetivas.
Alejandra Curia- Cuento, Oil –Pastel on canvas

Una visión de las urgencias personales y las catástrofes colectivas

Las licenciadas Mirta Pipkin y Mirta Holgado, coautoras del volumen Clínica de las emergencias, (Letra Viva, 2013), dialogaron con Letra Urbana sobre las experiencias clínicas que las llevaron a escribir este libro.

Una práctica consistente en el trabajo con la clínica de las urgencias subjetivas, llevado a cabo por ambas profesionales, es en lo que se sostiene la escritura de este libro. Mirta Pipkin es docente en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires y es Secretaria del Comité de Docencia e Investigación del Centro de Salud Mental Dr. Arturo Ameghino. Mirta Holgado se desempeña como docente en dicho Centro y ambas integran el Equipo de Emergencia del mismo.

En la transmisión que Pipkin y Holgado vienen realizando acerca de cómo intervenir en la emergencia, diseñaron un curso con tres ejes temáticos: el sujeto entre la sociedad y el Estado, intervenciones en emergencias y catástrofes, y la urgencia subjetiva. Estos ejes son los mismos que conforman hoy el libro en un intento por conceptualizar la clínica de las emergencias en lo social y en lo subjetivo, con testimonios de aciertos y fracasos de una experiencia siempre en revisión.

¿Cómo surge la idea del libro?

Mirta Pipkin y Mirta Holgado: El libro es el resultado de una continua práctica clínica con las urgencias subjetivas.
La historia comenzó hace tres décadas cuando a un pequeño grupo de psicoanalistas se nos ocurrió la atrevida idea de armar un equipo de emergencias en el marco de una institución pública de salud mental. Fueron interminables las discusiones acerca de los conceptos de urgencia y emergencia. Se trataba de demostrar la operatividad de un abordaje psicoanalítico en un ámbito en el que imperaba el discurso psiquiátrico. Incluso el propio psicoanálisis recién comenzaba a circular por los espacios públicos. Por entonces estábamos en una etapa de producción que abarcó publicaciones, jornadas de intercambio, espacios de formación y transmisión.
Es justamente el pensamiento crítico y en constante revisión el que nos llevó a ampliar la conceptualización de la clínica de las urgencias, al profundizar las incidencias de lo social y de las políticas del estado en el sujeto de la época actual.

Fueron interminables las discusiones acerca de los conceptos de urgencia y emergencia. Se trataba de demostrar la operatividad de un abordaje psicoanalítico en un ámbito en el que imperaba el discurso psiquiátrico.


Por eso es que proponemos en este libro tres ejes bien diferenciados: el impacto de lo social y del estado en la subjetividad actual, las particularidades de las intervenciones en emergencias y catástrofes y la clínica en las urgencias subjetivas.

En el prólogo ustedes juegan con una homofonía: estado de excepción-estado decepción…

M. Pipkin: En la primera parte del libro nos orientamos hacia los efectos en la subjetividad que cada época o cultura promueve. De cómo lo social y las políticas estatales participan en la ocurrencia tanto de catástrofes colectivas como subjetivas. Por esta razón en el prólogo jugamos con la homofonía estado de excepción-estado decepción para plantear a este último como el estado del sujeto en tanto efecto de la ferocidad del discurso capitalista.

La urgencia subjetiva se desencadena cuando las coordenadas simbólicas e imaginarias en las que se sostenía se desbaratan, dejando al sujeto sin salida, sin recursos.

Nos referimos, en términos de Agamben, al paradigma de gobierno del siglo XX en cuanto a la responsabilidad del liberalismo en el desencadenamiento de las crisis sociales que, al ser declaradas como estados de emergencia, habilitan a su vez la implementación por parte del poder del recurso legal del estado de excepción. Con el argumento de garantizar la vida, ese discurso amo se arroga el derecho de despojarla, valga la paradoja, de su derecho, y por lo tanto, como “nuda vida”, la torna pasible de ser eliminada. En este sentido, cuando establecimos esa correspondencia entre el estado de excepción y la caída del sujeto en un estado-decepción radical, de consecuencias catastróficas, no nos referimos a una simple correspondencia homofónica. El colapso de las estructuras sociales deviene anomia y en el lugar de la Ley, imperan las leyes del mercado que generan discriminación, exclusión, excepción, con consecuencias tanto en lo social por la devastación del lazo que se produce, como en el sujeto, que decimos que cae en ese estado-decepción. Desalojado del Otro simbólico, este sujeto se presenta como sin salida, marginado, sin recursos, arrasado.

¿Cómo llegan a conceptualizar la clínica de las emergencias tanto en lo social como en lo subjetivo?

M. Holgado: La urgencia subjetiva se desencadena cuando las coordenadas simbólicas e imaginarias en las que se sostenía se desbaratan, dejando al sujeto sin salida, sin recursos. El acting y el pasaje al acto suelen ser los modos de poner en escena la angustia, modos que no son sin riesgo para el sujeto.

En lo social un acontecimiento catastrófico produce una ruptura de la habitualidad de una determinada comunidad, dejando a la misma sin capacidad de respuesta, es decir, sin recursos.


Al sujeto en urgencia le fracasaron los recursos que hasta el momento tenía y ya no lo sostiene la palabra, esta caído del Otro, de allí que en la clínica de la urgencia el propósito es el retorno a la palabra, al orden simbólico.
En lo social un acontecimiento catastrófico produce una ruptura de la habitualidad de una determinada comunidad, dejando a la misma sin capacidad de respuesta, es decir, sin recursos. Al igual que en lo subjetivo nuevamente se trata de una falta de los recursos necesarios. En lo social, entonces, declarar el estado de emergencia o de desastre, implica apelar a otros que aporten esos recursos – lo que se conoce como ayuda humanitaria. En este contexto, intervenir implica restaurar el funcionamiento en el que vivían con cierta estabilidad. Es necesaria una función ordenadora frente a la desorganización psíquica y social. En ambas situaciones, en la urgencia subjetiva o en la emergencia social, se trata de una recuperación de lo simbólico, de la palabra.
En el libro citamos, como ejemplo de estas intervenciones en las que hemos participado, las realizadas en Nueva Orleans después del huracán Katrina y la de los suicidios adolescentes en Amaicha del Valle, Tucumán, Argentina.

¿Qué pasa cuando se desencadena una catástrofe en un sujeto o en una comunidad?

M. Holgado: La ocurrencia de una catástrofe causa desorganización psíquica y social, poniendo de manifiesto la fragilidad del orden social, evidenciándose un retorno a las conductas más primitivas y miserables, ésas que habitan en todos nosotros pero que habitualmente se encuentran apaciguadas para que sea posible una convivencia en sociedad. En Nueva Orleans, por ejemplo, en donde fui integrante del equipo de asistencia en Salud Mental enviado desde la Argentina, supimos que en los centros de evacuación hubo reiteradas situaciones de robo y hasta de asesinatos entre los evacuados. Increíblemente se trataba de personas que habían sido rescatadas y llevadas a los centros de evacuación a fin de proteger sus vidas.

La ocurrencia de una catástrofe causa desorganización psíquica y social, poniendo de manifiesto la fragilidad del orden social, evidenciándose un retorno a las conductas más primitivas y miserables…

La extrema violencia de estas situaciones en las que parece perderse la condición humana o mejor dicho donde ésta aparece en su forma más despojada y cruel, nos retrotrae al funcionamiento primitivo, previo a la organización en tribus, previo a la prohibición del homicidio como modo de convivencia entre los hombres. La referencia a lo primitivo también aparece en el estado de desvalimiento en el que se encuentran los sujetos luego de una catástrofe, desvalimiento con el que el sujeto nace y que se manifiesta con crudeza cuando atraviesa situaciones que lo ponen al límite de lo tolerable.

¿Por qué ustedes dicen en uno de los trabajos que pueden fracasar las intervenciones en catástrofes colectivas?

M. Holgado: En el trabajo El fracaso de las intervenciones. Capturados por la imagen recurrimos a un hecho ficcional, el film El último día, para pensar las causas del fracaso en una intervención en salud mental en desastres. En la película asistimos a una situación dramática y a la vez paradójica, cuando los involucrados en el hecho terminan muertos aun habiendo pedido ayuda. Mueren ante la mirada de los organismos de rescate de las Naciones Unidas quienes, como se puede apreciar en el film están más preocupados por cómo van a ser vistos por los medios de comunicación internacionales, que por intervenir en esa misión. El concepto de «sociedad del espectáculo» acuñado por Guy Debord resulta muy oportuno para entender lo ocurrido allí, ya que en ella se privilegia mostrar las imágenes del horror.

¿Qué significa hacer algo por ellos? Lograr que vuelvan a funcionar aceptando lo que ha ocurrido, lo que han perdido, lo que no van a volver a tener, o sea que puedan superar la situación sin quedar ubicados en el lugar de víctimas.


Sabemos que estas situaciones requieren de respuestas urgentes y novedosas, pero por sobre todo requieren un buen diagnóstico de la situación, escuchar cuáles son las necesidades de la comunidad afectada y elaborar las estrategias de acuerdo a esto. Hace falta un tiempo de comprender previo al tiempo de decidir qué podemos hacer por la población afectada. ¿Qué significa hacer algo por ellos? Lograr que vuelvan a funcionar aceptando lo que ha ocurrido, lo que han perdido, lo que no van a volver a tener, o sea que puedan superar la situación sin quedar ubicados en el lugar de víctimas.

Respecto de uno de los fenómenos que se manifiestan en las situaciónes de emergencia, ¿a qué se refieren con “responsabilizar al sujeto del acting”?

M. Pipkin: En primer lugar se hace necesario diferenciar, el acting como salida del marco de la transferencia durante un psicoanálisis en curso, del acting como uno de los fenómenos más frecuentes en las situaciones de urgencia subjetiva.

En el primer caso sea que se trate de la resistencia del psicoanalista, tal como Lacan lo desarrolla claramente con el relato del caso del “hombre de los sesos frescos” o que se trate de una «transferencia salvaje» que pone en jaque al psicoanalista, el acting es el resultado del eclipse de la posición deseo del psicoanalista.

Se trata de intervenir sin prisa, esto es, desechando la prisa propia de la urgencia pulsional, y de promover un intervalo donde por medio de las palabras, “se construya un puente que, desde el presente angustioso, pueda articularse con el pasado y el futuro”.

En cambio, en las situaciones de emergencia el acting es la manifestación de una posición de enajenación, donde impera la acción impulsiva, irreflexiva, de no implicación por parte de quien consulta respecto de su malestar. Se trata en estos casos de una pura repetición sin sujeto lo que, obviamente, constituye un impedimento para que se instale la transferencia. Sin embargo, si bien estamos ante un obstáculo, el acting propio de las emergencias es lo que hay. Y en este sentido, no es poca cosa, si consideramos que aunque es una tenue, degradada manifestación de la angustia, pone en escena con sus actuaciones, un pedido de alojamiento al Otro simbólico. Este es el desafío para el psicoanalista, quien ha de alojar eso que es apenas una demanda para reconvertirla, sancionarla, para lograr que emerja un sujeto responsable de su decir. Ante esa prisa del acting que se saltea el tiempo de comprender, hay que producir una pausa. Intervenir impactando, conmoviendo sentidos cristalizados para producir un nuevo empalme, que logre desviar esas impulsiones.

El tiempo de la urgencia es el tiempo de la pulsión de muerte y está teñido por la prisa del sujeto por librarse del sufrimiento.

En el capítulo Boca de muñeca intento mostrar esa posición del analista que al mismo tiempo que aloja el sufrimiento, va señalando activamente la diferencia que existe entre permanecer en el goce mortífero de una anorexia como demanda de reconocimiento y su desvío hacia un acto: en este caso, reclamar justicia haciendo una huelga de hambre. Se trata de intervenir sin prisa, esto es, desechando la prisa propia de la urgencia pulsional, y de promover un intervalo donde por medio de las palabras, “se construya un puente que, desde el presente angustioso, pueda articularse con el pasado y el futuro”.

¿Cuál es la importancia del tiempo en la clínica de las urgencias?

M. Pipkin: Con el psicoanálisis freudiano y su formulación del concepto de inconsciente se introduce la cuestión del tiempo en una dimensión que no es la lineal. Tema que, a su vez, Lacan retoma a partir de los desarrollos del tiempo de la retroacción, la dimensión temporal de la prisa y los tiempos lógicos.

la clínica de la urgencia nos encontramos con un sujeto que se presenta como sin salida a quien lo que le urge es librarse del sufrimiento. Si además se trata de alguien que recurre al uso de drogas para intentar ese alivio, nos enfrentamos a una complejidad aún mayor…

El tiempo de la urgencia es el tiempo de la pulsión de muerte y está teñido por la prisa del sujeto por librarse del sufrimiento. A este tiempo del padecimiento se lo identifica como eternizado, detenido (zeitlos), sin tiempo. El analista que se confronta con esta clínica debe necesariamente preguntarse cómo operar con ese tiempo perdido, cómo introducir un intervalo, cómo producir un tiempo de comprender donde no léo hay, cuál es su lugar y la lógica de su intervención. En este sentido, no se trata de una lógica temporal sino de una lógica de la acción y de la decisión y por lo tanto de la responsabilidad en el decir.

En la clínica de las emergencias, la de las impulsiones, implosiones, actings, pasajes al acto, desfallece el síntoma como “solución de compromiso”, la temporalidad se rige por la pura urgencia por satisfacer lo pulsional. Con el agravante en la actualidad de una complicidad del discurso médico al suministrar psicofármacos que genera una mayor
des-implicación respecto de esas actuaciones.

¿Y cómo es la clínica de la urgencia cuando se trata de la prisa del toxicómano?

M. Holgado: Como ya dijimos, en la clínica de la urgencia nos encontramos con un sujeto que se presenta como sin salida a quien lo que le urge es librarse del sufrimiento. Si además se trata de alguien que recurre al uso de drogas para intentar ese alivio, nos enfrentamos a una complejidad aún mayor, pues sabemos que los toxicómanos recurren a un analista o a un terapeuta cuando la denominada operación del pharmakon ya no garantiza anestesia, o cuando la prótesis ha dejado de ser adecuada debido a alguna coyuntura. Esta operación establece las condiciones de una percepción alucinatoria produciendo una cancelación tóxica del dolor y estableciendo la ilusión de un narcisismo absoluto. Es decir que presta alucinatoriamente un cuerpo y es de carácter transitoria. Funciona como una protección, una autoconservación paradójica frente a la amenaza de una devastación psíquica mayor. Si esto no opera podrá aparecer la angustia intolerable y la prisa por salir de la situación de sufrimiento por medio de un acting o de un pasaje al acto. La operación del pharmakon también aparece como una tentativa de suspensión del tiempo, situación que se puede ver con claridad en el caso descripto en el capítulo del libro Operar con el tiempo perdido, donde una joven embarazada y consumidora de paco intenta ocultar su avanzado embarazo con la ilusión de que su matrimonio no se termine y que sus padres no la rechacen al saber la verdad de su situación.

Un comentario

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Artículos
Relacionados

Imagen bloqueada