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Edición
08

Algunas reflexiones sobre el optimismo

Miami
Frente a las adversidades de la vida hay quienes son capaces de mantenerse optimistas y construir una esperanza mientas que otros se deprimen. El optimismo, si bien esta reconocido científicamente como una posición muy ventajosa y saludable, no es un estado que se alcance naturalmente. Desde la clínica psicoterapéutica y la filosofía se extraen algunas observaciones para pensar el tema.

En el campo de las neurociencias cada vez se arrojan más resultados de los estudios desarrollados, en Inglaterra y en los Estados Unidos, que se dedican a estudiar lo intangible como la alegría, el optimismo, la tristeza. Estos avances ratifican que el cerebro inteligente esta unido al optimismo.

Los estudios neurológicos mas recientes descubrieron dos áreas cerebrales, RACC y la Amigdala, que están ligadas al optimismo. Estas mismas investigaciones afirman que se detectan menos células que lo normal en ambas áreas del cerebro cuando el estado de ánimo dominante es depresivo, sin embargo no pueden asegurar que esta disminución de las células sea la causa y no la consecuencia de la depresión.

Estas investigaciones arriban a buen término cuando se aplican las resonancias nucleares que permiten obtener la localización de esas emociones, que como tales pertenecen a lo incorpóreo. Los procesos fotométricos empleados hacen que ciertas zonas cerebrales se iluminen al pensar en positivo, por ejemplo al tener presente una bella imagen. Esta es la situación opuesta a los procesos donde los sujetos quedan entrampados en la angustia y sintiéndose depresivos. Cuando bajo la influencia de los pensamientos positivos las hormonas se ponen en movimiento y la actividad cerebral se estimula, se desarrolla la capacidad de enfrentar las dificultades que el mundo nos presenta.

Estos descubrimientos científicos dejan sin discusión que en el siglo XXI es el cerebro y no el corazón, como románticamente se creía, el que domina. Los estudios neurológicos mas recientes descubrieron dos áreas cerebrales, rACC y la Amigdala, que están ligadas al optimismo. Estas mismas investigaciones afirman que se detectan menos células que lo normal en ambas áreas del cerebro cuando el estado de ánimo dominante es depresivo, sin embargo no pueden asegurar que esta disminución de las células sea la causa y no la consecuencia de la depresión. [1]

Lo que sí podemos reconocer es que el despliegue de los descubrimientos científicos nos esclarece detalladamente acerca de las ventajas que aporta a nuestra vida cotidiana el poder permanecer optimistas frente a la adversidad. La licenciada Tania Paredes [2], Clinical Social Worker, que reside y tiene su práctica en la ciudad de Miami, revalida que los estudios han demostrado que una actitud positiva es mucho más saludable que una actitud pesimista. Además las personas optimistas no sólo se sienten mentalmente mejor sino que tienen una mayor tolerancia al dolor físico. Señala también que la recuperación de los pacientes con bypass que se muestran optimistas, generalmente es mucho más rápida y con menores complicaciones que la que resulta con aquellos pacientes menos esperanzados. En efecto, agrega la Lic. Paredes, las actitudes pesimistas impiden la curación y disminuyen la capacidad del sistema inmunológico en los procesos de recuperación de cualquier tipo de trauma.

Esclarecer estas ventajas son razones suficientes para adoptar una actitud optimista frente a las situaciones hostiles, sin embargo no alcanzan a ser suficientes.

La Lic. Tania Paredes releva algo que se advierte en muchas situaciones traumáticas y es que aun en las circunstancias más trágicas algunas personas permanecen en pie de modo tal que sólo podemos observarlos con asombro. En medio de la destrucción y el caos, hay ciertas personas que son capaces de hacer algo bueno, por sí mismos y por los demás, mientras que el resto se queja de que nada es como se esperaba. Hoy los argumentos neurocientíficos, como ayer lo fueron las explicaciones religiosas, no dan cuenta de qué es lo que hace que las personas reaccionen de maneras tan distintas, y que algunos logren por sí mismos orientarse hacia la esperanza y el optimismo. Los actuales índices de depresión en nuestra época atestiguan que hay algo más allá de este conocimiento constatado, que no deja que las cosas marchen bien.

La esperanza y el optimismo no parecen ser cuestiones que se dan naturalmente, ni tampoco surgen a partir del aporte de conocimiento de sus ventajas que hace el discurso científico. Se mantiene vigente la pregunta acerca de cuál es la causa. Esta cuestión que persiste es la que nos llevó a adentrarnos tanto en el marco de las cuestiones que plantean los filósofos como en el de las observaciones de la clínica psicológica, para tratar de decir algo más al respecto.
La Licenciada Tania Paredes hace una observación muy interesante cuando afirma que «justo cuando las cosas están peor, en el preciso momento en que uno confirma que nada va como queremos, es cuando muchas veces las cosas mejoran».

Esta precisión aporta una huella que reconduce la pregunta acerca de dónde proviene la esperanza. ¿De dónde? Desde ese mismo punto donde ya no hay nada que esperar.

La Licenciada Tania Paredes hace una observación muy interesante cuando afirma que «justo cuando las cosas están peor, en el preciso momento en que uno confirma que nada va como queremos, es cuando muchas veces las cosas mejoran».

Pero en esta apreciación vale tener en cuenta de que no se trata solamente de una situación en la que el futuro se nos presenta incierto y el presente abrumador, sino que hay un reconocimiento, un acto por el que se admite que las cosas no toman el rumbo que deseamos. En este punto evocamos la idea de Shopenhauer que sostiene que sólo el que conoce el dolor puede ser optimista, la misma que retoma más contemporáneamente Adorno cuando afirma que «la esperanza nos viene dada por los desesperados¨. Allí donde damos nuestro consentimiento a que no hay esperanzas es cuando la esperanza puede tener lugar, lo que es lo mismo afirmar que la esperanza se «retroalimenta» de su propia falla.

Es llamativo que en el momento de experimentar lo peor, destelle la luz de lo que permite dar el viraje. De qué depende que pueda darse ese paso que permite atravesar la espesura con que suele presentarse la vida cotidiana.

El filosofo Nicolás Garrera Ritvo [3], reflexiona al respecto y dice que la esperanza cuestiona lo que el mundo insiste en presentar como eterno. La fatalidad, la hostilidad del mundo, la suerte que nos toca en juego es algo con lo que muchas veces poco tenemos qué hacer. Como dice la licenciada Paredes «simplemente sucede». Y podríamos agregar que además de ocurrir comienza a transcurrir, entra en la repetición, insistir día a día en nuestras vidas de manera invariable volviéndose cada vez más poderoso por enlazar al mismo destino, todo lo que pasa.

Lo que sí tenemos siempre es la posibilidad de decidir de qué modo responder a lo que se nos presenta. La actitud optimista y esperanzada cuestiona este destino que a veces parece eternizarse ante nosotros, y de ese modo nos abre un porvenir. Es por eso que Ritvo, valiéndose de las palabras de Marcel, nos señala el «carácter profético de la esperanza», porque nos presenta un futuro, nos inaugura un tiempo nuevo.

…es todo cuestión de ser optimista frente a la adversidad, de tomar una posición pro-activa en lugar de reactiva, esta actitud motiva al movimiento en lugar de quedarnos estancados. En lugar de preguntarnos por qué mi vida no va en la dirección que deseo hay que preguntarse cómo puedo lograrlo mejor. Este cambio de actitud hará finalmente darnos cuenta de que el tsunami que pensábamos estaba consumiendo nuestra vida, solamente era una lluvia pasajera.

Si como la Lic.Tania Paredes insiste, es todo cuestión de ser optimista frente a la adversidad, de tomar una posición pro-activa en lugar de reactiva, esta actitud motiva al movimiento en lugar de quedarnos estancados. En lugar de preguntarnos por qué mi vida no va en la dirección que deseo hay que preguntarse cómo puedo lograrlo mejor. Este cambio de actitud hará finalmente darnos cuenta de que el tsunami que pensábamos estaba consumiendo nuestra vida, solamente era una lluvia pasajera.

De las afirmaciones de la Lic. Tania Paredes extraemos dos cuestiones fundamentales: el movimiento y el carácter transitorio que se le puede imprimir al infortunio. Ambas son efecto de un acontecimiento ético. Es la posición de cada sujeto la que determina si va a sucumbir a la inercia del malestar o si intentará algún modo de oponer resistencia, de interrumpir lo que viene dándose en su vida de manera no deseada.

Notas:
[1] – Source of ‘optimism’ found in the brain, 18:00 24 October 2007 NewScientist.com news service.
[2] – Tania Paredes, LCSW, Miami.
[3] – Nicolas Garrera Ritvo, Primer Coloquio Internacional. Deseo de Ley. «De la Esperanza» Tomo II de la Editorial Biblos Bs. As., 2003.

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