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02

Adolescencia: nuevos conflictos, nuevos abordajes

Madrid
¿Cómo se posicionan los jóvenes de hoy frente a la segregación? ¿Cuáles son las nuevas formas de reunión que encuentran? ¿Qué importancia tienen los fenómenos musicales? ¿Qué efectos causa la naturalización de la erótica que se convierte en tiranía? La propuesta del arte de la conversación puede hacer lugar a una demanda de respeto que se convierte en la vía regia, para elaborar la buena solución.

La práctica de la conversación
¿Qué diferencia la práctica de la conversación orientada por el discurso analítico de otras prácticas de la palabra? Ante todo, que se lleva a cabo dentro de un marco simbólico, con una dirección que impide la degradación de la palabra a un mero «bla, bla«. No se trata de reunirse y dejar que cada quien cuente su «rollo«, sin más. El arte de conversar significa poder escucharse, aprender a escucharse, y aprender a escuchar a otros de tal modo que puedan distinguirse las singularidades, lo particular de cada enunciación subjetiva. Para lo cual, la conversación debe estar orientada por alguien que toma la responsabilidad de conducirla, abriendo los cauces de la dialéctica y del bien decir, con una limitación clara respecto al goce. Quien haya trabajado con una clase, con un grupo de jóvenes, sabe lo difícil que puede resultar, pero también sabe la riqueza que proporciona cuando puede alcanzarse un efecto de verdad, de autenticidad.


El arte de conversar significa poder escucharse, aprender a escucharse, y aprender a escuchar a otros de tal modo que puedan distinguirse las singularidades, lo particular de cada enunciación subjetiva.

El arte de la conversación no significa perder la disimetría entre el adulto y los jóvenes, no es hablar como ellos, mimetizarse. Esta sería una solución falaz. Conozco padres y enseñantes que lo intentan, hablando a su hijo o a su hija en términos de «tío«, «tía«, que les hacen partícipes a los chavales de sus penurias y dudas sin pudor.  Este intento refleja la desorientación de los padres –por cierto admitida aunque no siempre asumida-, y una cierta irresponsabilidad porque no mide las consecuencias de la palabra. El joven necesita que la diferencia sea clara, visible, no porque el adulto deba ostentar un modelo a seguir sino porque puede funcionar como una referencia respetable del modo en que el Otro afronta su condición de hablante y sexuado y lo transmite en su decir y en su comportamiento. Lacan decía que nos enfrentamos a una época a la que definió como «la infancia generalizada«, precisamente al distinguir el adulto como aquél que se hace responsable de su modo de gozar, de su inconsciente.

Una erótica naturalista
Otro factor de dificultad en el momento actual, y que aporta su dosis de confusión es el naturalismo de la erótica.  El mensaje de publicaciones o de programas de televisión, incluso de los programas pedagógicos de prevención tiende, cada vez más, a borrar la heterogeneidad, la diferencia sexual, incitando a una homogeinización del goce. Se promueve que las chicas y los chicos tienen los mismos derechos sexuales, las revistas para los jóvenes, sobre todo para las chavalas, presentan una versión igualitaria del goce, animando a las chicas a un comportamiento parecido a los chicos.  En una de estas publicaciones la masturbación, es promovida como algo «normal» es definida como «amor propio«. Pero, paradójicamente, como bien lo señaló Lacan, lo que está permitido se convierte en obligatorio.  El carácter tiránico de los imperativos de goce sexual  se mide por los estragos que causa en los jóvenes la incapacidad de estar a la altura, sintiéndose fracasados, distintos, desgraciados.

Episodios de depresión, de errancia, de extravío son cada vez más comunes como efecto de esta liberalización de los goces.  Los ideales de consumo, favorecidos por figuras mediáticas que alcanzan notoriedad fácilmente, se vinculan fundamentalmente al cuerpo. Dichos ideales promueven una identificación del cuerpo y el ser, el cuerpo ha pasado a ser el nuevo totem según Eric Laurent. Nunca antes se había pensado resolver los enigmas de la subjetividad y del ser a través  del cuerpo y sus «necesidades«, incluyendo la sexualidad entre ellas.  El cuerpo se propone como el clon del ser. No es de extrañar la depresión que genera la comparación con esos ideales inalcanzables, mediáticos, de éxito, de dinero, de acceso a las marcas. Es un caldo de cultivo para la droga, el alcohol, las conductas de huida, los síntomas regresivos de la anorexia, bulimia, y las adicciones.

Otro factor de dificultad en el momento actual, y que aporta su dosis de confusión es el naturalismo de la erótica.

El riesgo de la violencia
Debemos estar alertas ante el empuje imparable a la uniformización y homogeneización de los jóvenes por medio de los objetos de goce que, unido a la decadencia de la función paterna y de la autoridad, provocan la ruptura de la malla simbólica manifestándose en fenómenos de violencia. La película Bowling for Columbine, de Michael Moore, famoso por sus críticas al gobierno de George Busch, es una excente ocasión para reflexionar. Michael Moore recoge este atentado desde una perspectiva crítica al acceso a las armas en EEUU, muestra niños de seis años que pueden tener acceso a armas de fuego, Su película se convierte en un alegato  contra la violencia, frente a la publicidad masiva de las armas como defensa personal. El episodio del atentado de ese joven a sus compañeros, está incluido en una reflexión sobre la violencia propia en los Estados Unidos, cuyos niveles superan con creces a los de Canadá o  Francia.

La película Elephant narra el mismo suceso desde una perspectiva muy distinta, la de mostrar el vacío, el hastío de estos chicos que «lo tienen todo«, que acuden a un colegio elitista, con múltiples recursos para desarrollar actividades. Sin embargo, queda patente que el reino de los objetos, de las cosas, puede traer aparejada una ausencia de vida, de creatividad, de intercambios verdaderos.  Es notable el silencio, la pobreza del discurso de los jóvenes, el vacío de sus vidas. Se trata de niños muy bien vestidos, que acceden a muchas cosas, que tienen el mejor colegio, que disponen de todos los medios, todos los recursos, y, sin embargo, sus vidas son automatizadas. Uno de ellos  hace fotografías pero en  ningún momento podemos saber  si lo hace por un interés verdaderamente artístico o es una conducta meramente mecánica. El único encuentro sexual que se produce es ambiguo,  precisamente entre los chicos que más tarde, atentarán contra los demás. El único diálogo entre el profesor y los jóvenes, está perfectamente programado, y, por lo tanto, muerto de entrada. El profesor no escucha a los alumnos, aunque pretende ser una charla abierta sobre la homosexualidad, lanza la pregunta ¿cómo se reconoce un gay? Una chica responde tímidamente «Yo creo que físicamente no se le reconoce«. Sin embargo esa respuesta no es recogida, porque la intención era ratificar un prejuicio, los rasgos distintivos físicos y reconocibles de los gay. No se produce una conversación entre el adulto y los jóvenes, aunque  tampoco hay conversación entre ellos mismos.  El vacío que la propia película transmite es agobiante.  En ese marco se gesta el pasaje al acto brutal de dos chicos, en el sinsentido más absoluto.

Nuevas formas gregarias
Es un hecho que los jóvenes segregan nuevas formas de reunión, nuevas  colectividades que cuyo estudio tiene el mayor interés para elaborar estrategias destinadas a restablecer el lazo social, para evitar la marginalidad y la segregación. Podemos aprender algo del trágico acontecimiento de la última noche vieja en Buenos Aires.
¿Cómo se reunían los jóvenes?
Bajo el  lema «Vamos a la misa«, siendo la misa  el concierto de rock.  Se había segregado una liturgia, un modo de vestirse, un modo de comunicarse. Es decir, una nueva relación social, una nueva religión, si tomamos el sentido etimológico de religión, que es religare, ligarse entre muchos. En esta peculiar liturgia que se ponía en escena con motivo de los conciertos, se habían introducido las bengalas. Esto dio lugar a que, en una ocasión, un chaval se puso sobre los hombros de otro portando una bengala con la que conducía a su grupo, para que pudiera acceder a un lugar más cercano de los ídolos. A partir de entonces se fue generando una coreografía de las bengalas en cada concierto. El grupo que iba a tocar esa noche fatal, «Los callejeros«, no era cualquiera, los jóvenes se sentían muy  identificados con su música, porque sus letras relataban situaciones en el colegio, en el instituto, en el barrio, en la gran ciudad.  Los conciertos eran encuentros en una especie de comunión promovida por los textos de las canciones.

El grupo «Los callejeros«, había conseguido una individualización gracias a esta peculiar coreografía pirotécnica. Curiosamente, el fuego también aparecía mencionado en una de las letras: «Tuvimos suerte y quemamos el frío, pero nuestros humos nos ahogaron la  razón«. Como si de una broma macabra se tratara, esa noche las bengalas desataron el desastre. Se sabe que había más de dos mil jóvenes de los que podía alojar la sala de conciertos. Como había habido anteriormente quejas de los vecinos por el ruido, colocaron una tela plástica con la intención de insonorizar el techo, alcanzada esta tela por las bengalas se produjo el incendio.  Se trata casi de un fin apocalíptico de este grupo musical.  La noche fatídica el cantante buscaba a su madre, para prometerle no volver a cantar nunca más. Este joven toma sobre sí la responsabilidad, se autocastiga, pero, ¿quién es el verdadero responsable?

Es cierto que estaban advertidos, sabían, por comunicaciones en Internet, que había peligro con las bengalas, que la pirotecnia estaba llegando demasiado lejos. Pero nadie se ocupó, ningún responsable tomó medidas.  Vemos una conjunción macabra entre la corrupción y la desresponsabilización de los adultos y un cierto extravío por parte de los chicos.  Reconocemos que los jóvenes han de juntarse y que un factor de unión muy común es la música.  La música les permite generar modos de lazo social y de discurso en los que se sienten reconocidos, se sienten identificados, sienten que están en la «misma sintonía». Los adultos deben  preservar esa creación y darles protección. Protección cultural y física. Me pregunto por las consecuencias que pueda tener esta tragedia. Era la única vía de escape que tuvieron miles de jóvenes que padecieron el horror de una época hiperliberal. El único lugar de cohesión, generador de nuevos ideales,  de un discurso común era el fenómeno religioso de estos conciertos. Se merecía otro destino.

El carácter tiránico de los imperativos de goce sexual se mide por los estragos que causa en los jóvenes la incapacidad de estar a la altura, sintiéndose fracasados, distintos, desgraciados.

Precisamente es lo que se intenta que no suceda con el movimiento hip-hop en Francia.  Las letras de las canciones en las que se destila un nihilismo descarnado, han generado también un movimiento musical, artístico y comunitario.  Estos textos favorecen nuevas formas de reunirse, nuevas formas de gregarismo.

Una de las letras de los raperos más famosos de Francia, NTN dice así: «Cuarenta años de desengaños pasados a la luz de la desesperación. Puedes creerme, eso deja huellas en el espejo. Tengo las neuronas afectadas y el corazón infectado, hastiado de luchar, de deber soportar la fatalidad, y el peso de una vida de perdedor. He aquí por qué me aíslo, por qué me quedo solo. Solo en mi cabeza. Libre. Libre de ser un esclavo que tira la toalla. Huyendo de ese mundo de setas que me explotan la cabeza o que me paran. Aprieto el gatillo«.

Otra canción que también impresiona: «Solo en la penumbra con mi pasado, buscando las renovadas alegrías, y las razones por las cuales yo trago la monotonía de la vida, más desamparado que el primer día. Los años largos de mi juventud se han dejado invadir«.

En relación al futuro, encontramos el siguiente texto «El futuro. No me atrevo a pensar en él. Vacía es mi vida. Y, sin embargo, no la escogí. A tal punto que mi presente es nada«.

También vemos surgir en torno al rap una nueva épica, como la protagonizada por el rapero blanco Eminem, que logró hacerse oír en la comunidad negra hasta triunfar en ese medio. El rap es una práctica poética muy interesante, un duelo verbal muy agudo.  Toma la forma de una sublimación del mundo marginal en el que viven estos jóvenes, con alto riesgo respecto a drogas y alcohol y delincuencia.  Estos chicos son los desperdicios de las ciudades, viven en la pobreza, en la miseria moral. Nadie se ocupa de ellos, sus padres son borrachos o fugados. En lugar de pegarse y matarse entre las bandas, compiten para ver quién hace el rap mejor. Es una producción asombrosa que nos enseña mucho sobre los modos de hacer lazo social.

Existe otra experiencia comunitaria también muy interesante, sobre la que Fernando Trueba hizo una película. Una experiencia situada en un barrio marginal de Salvador de Bahía, Candeal.   Gracias a la música lograron que muchos jóvenes marginales, destinados seguramente a delinquir, al tráfico de drogas, se hayan reorganizado completamente en torno a esta actividad musical. Es otro modo de entrar en la conversación.  Se trata de alojar estas nuevas producciones, de interesarse por estos nuevos modos de agruparse, y potenciar su valor social. Porque de ello depende el futuro de estos jóvenes.

Por otra parte, nos podemos preguntar, ¿es sólo a través de la música que reúnen, o hay otros modos de conexión? Sabemos que las nuevas tecnologías ocupan un lugar muy importante en lo que hacen los jóvenes diariamente. Si uno va a un cibercafé, o a un salón de juegos, se encuentra con chicos que se pasan el día entero jugando a la PlayStation. La publicidad de los juegos anima cada vez más respecto al interés de la máxima violencia que presentan, Es alarmante que chicas y chicos pasen horas con esta actividad. No podemos pensar que es un modo de lazo social porque se trata de una actividad bastante autista,  que privilegia el ataque, la violencia y la muerte; no el lazo a los demás.
¿Qué podemos hacer para aprovechar las nuevas tecnologías nosotros también e introducirlas en nuestra conversación?
Cómo aprovechar los recursos de nuestra época de modo tal de que sirvan a los fines de la civilización, que Freud nos enseñó a entender como el producto de las pulsiones crueles y egoístas.

En el mismo sentido, tiene mucho interés conocer la literatura que puede llegar a interesar a los jóvenes, como otro canal para nuestra conversación. Es una queja cotidiana de padres y profesores el desinterés de los jóvenes por la lectura, dicen que se interesan más por jugar que por leer. Sin embargo, hay sorpresas también en este nivel. Es el caso de una escritora belga llamada Amélie Nothomb que escribió su primera novela a los catorce años. Acturalmente es un fenómeno editorial, se ha traducido a treinta y siete idiomas.  Su repercusión se debe a que sus novelas reflejan acertadamente los problemas de los jóvenes, con un lenguaje culto, refinado -maneja referencias eruditas-, pero en la formas actuales del discurso.

Esta autora ha generado una enorme cantidad de respuestas, tiene que dedicar parte de su día a responder  miles de cartas que recibe de adolescentes, de jóvenes que confiesan haber vivido o estar viviendo situaciones parecidas.  Debemos aprovechar las enseñanzas de esta literatura, que puede favorecer puntos de contacto entre nosotros y los jóvenes. Sus libros son lugares de encuentro porque reflejan  las cosas como son, no como deberían ser, con la intensidad pasional característica de esa época de la vida. Pienso que es mucho más probable que nuestra conversación con jóvenes sea posible a través de este tipo de medios, que a través de una proposición de petición de principios, o proposición de ideales ya caducos.

…tomar en serio la práctica de la conversación, que implica escuchar sin prejuicios, interesarnos auténticamente por ellos, significa tomar a cargo nuestra responsabilidad.

Finalmente, les diría que esta práctica de la conversación que ustedes practican, que nosotros practicamos, que intentamos extender, que intentamos difundir, para rescatar a los jóvenes errantes, a los apátridas, a los seres sin brújula, para hacerles un lugar, para que inventen su propia solución; –insisto en nuestra responsabilidad a colaborar con esto- creo que reside en tomar en serio lo que ellos llaman la demanda de respeto. Tienen razón, debemos tomar en serio sus producciones, sus intereses, sus modos de gozar, para intentar restituir la confianza en los adultos. Admitamos que el sentimiento de confianza está ahora bastante maltrecho. Ante este mundo tan precario, donde todo es incierto, ¿a qué atenerse, dónde sujetarse? Muchos son los desencantados que toman como lema carpe diem, nueva forma del cinismo.

Pienso que tomar en serio la práctica de la conversación, que implica escuchar sin prejuicios, interesarnos auténticamente por ellos, significa tomar a cargo nuestra responsabilidad.  Desde luego que este trabajo lleva su tiempo y requiere un deseo decidido para llevarlo delante de forma sostenida. Pero lo fundamental, como propone Philippe Lacadée, es dejarse incomodar por los jóvenes.

Notas:
Bibliografía:
• Philippe Lacadée: Le malentendu le l’enfant. Edt Payot Lausenne 2003 France.
• Terre du CIEN, publicación dirigida por Judith Miller.
• Ulrich Beck: Hijos de la libertad.
• Revistas Letterina, Confluents, La Petite Jirafe.
Notas
[1] Segunda Parte de la Conferencia de Clausura de las Jornadas sobre Adolescencia, nuevos conflictos, nuevos abordajes. La Coruña. (Primera Parte Publicada en Letra Urbana #1)

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